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Nadie puede ser sensato con el estómago vacío

Eduardo Verdejo 6 de Marzo de 2012 a las 18:27 h

No sabemos si el escritor noruego Knut Hamsun tenía el estómago vacío cuando regaló su medalla del Premio Nobel de Literatura al ministro de propaganda de Hitler, Joseph Goebbels, pero sus simpatías hacia el régimen nazi hicieron añicos su reputación. Resulta doloroso admitir que la historia de la literatura está plagada de magníficos escritores que cometieron graves errores, pero entraña más dificultad leer sus obras y reconocer la indudable calidad literaria que contienen. Sin duda, Hamsun es un caso paradigmático, porque podría considerarse genio y demonio, pero también incurre en la contradicción de admirar el poder cuando sus novelas están protagonizadas por seres oprimidos que luchan contra fuerzas superiores.

El acertado aforismo que intitula este post, escrito por Mary Anne Evans, -más conocida quizá por el pseudónimo de George Eliot-, bien podría servir de epílogo a la primera novela de Hamsun, "Hambre", publicada en 1890. El argumento de la novela trata sobre un anónimo escritor del que nada sabemos de su pasado que lucha diariamente por sobrevivir en la ciudad de Cristianía. Atormentado por el hambre, intenta buscar una salida a su precaria situación, pero ninguna de sus ideas llega a fructificar, ni siquiera cuando, ingenuamente y empujado por la desesperación, arranca los botones de su chaqueta y se dirige a la casa de empeños para conseguir unos cuantos øre. El largo lamento en que se convierte la novela nos regala escenas verdaderamente dramáticas, como el momento en que mastica virutas de madera o cuando se lleva a la boca una sucia cáscara de naranja, pero no son los únicos ejemplos que nos muestran la figura de un hombre abocado a un camino sin retorno, como así podemos apreciar en uno de sus desquiciados monólogos: "Volví a maltratarme, golpeándome intencionadamente la frente contra las farolas, clavándome con fuerza las uñas en las palmas de las manos, mordiéndome enloquecido la lengua cuando no pronunciaba claramente y riéndome lleno de rabia cada vez que no me dolía lo suficiente".

El hambre y la locura siempre han sido temas literarios muy recurrentes -recordemos por ejemplo a los pobres de solemnidad del siglo de oro español retratados en una literatura de hambruna y picaresca-, sin embargo el mayor acierto de esta novela es proporcionar una dimensión humana al personaje a través de la descripción de sus rasgos psicológicos y de los pensamientos que nos revelan una personalidad fragmentada. Las neurosis obsesivas y las consecuencias de la inanición que persiguen al protagonista sugieren a Øystein Rottem, uno de los críticos que mejor conoce la obra de Knut Hamsun, la definición de "Hambre" como "novela psicofisiológica". Existen muchas teorías sobre la controversia causada por el binomio hambre y locura, pero es difícil dirimir si del hambre nace la locura o es la enfermedad mental quien origina el abandono total del sujeto, aunque el protagonista afirme en algún momento: "se me habían salido los ojos de la cabeza de tanto leer y el hambre me había hecho perder la razón".

El mencionado binomio quizás sea una de las razones por las que esta obra siga estando vigente y no haya quedado anticuada como otras obras maestras coetáneas, que sin dejar de ser buenísima literatura no logran la empatía que sí consigue "Hambre". Los retortijones que nos provocan las imágenes de los millones de hambrientos en el cuerno de África o nuestra propia conciencia avisando de que cualquiera de nosotros reaccionaría de la misma forma que el personaje de Hamsun son motivos que nos acercan más aún a esta obra. Afortunadamente la lectura de "Hambre" no es agradable, nos hace girar la cabeza de nuevo donde antes la habíamos apartado, obligándonos a mirar hacia los lugares donde habíamos cerrado los ojos, en los recovecos de nuestras ciudades o en los márgenes de nuestra felicidad para comprobar que existen millones de seres humanos excluidos -como este personaje de ficción que parece instalado en la realidad-, que pasan calamidades y hambre y que, muchas veces, se ven resignados al peor de los infiernos.

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Comentarios - 4

altamiraweb

4
altamiraweb - 25-03-2012 - 23:38:10h

Miedo me da cuando el hambre comienza a ser noticia en España

Carlos Gil

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Carlos Gil - 13-03-2012 - 13:08:47h

Hay alguna investigación en neuroeconomía que demuestra que nuestro balance metabólico influye descisivamente en la toma de decisiones, en el contexto de los negocios y las finanzas. La comida tiene el efecto inmediato de neutralizar los comportamientos de riesgo. En el experimento, los sujetos que reportaron sentirse menos hambrientos (información validada a través del control de los niveles de ghrelina, una hormona que aumenta el apetito por estimulación de ciertas neuronas hipotalámicas) jugaron de forma más precavida mientras que aquellos que reportaban sentirse hambrientos, mostraron una tendencia a asumir riesgos. ¿Habrá investigaciones similares sobre la relación entre el hambre y la creatividad artística?
¿Y cuando el hambre es algo más que mero apetito?

 

Ver: Symmonds, M., Emmanuel, J., Drew, M., Batterham, R. & Dolan, R. (2010) Metabolic State Alters Economic Decision Making under Risk in Humans. PLoS ONE; 5 (6): http://www.plosone.org/

Volgan H.

2
Volgan H. - 13-03-2012 - 10:33:45h

Considerando lo que dice Francisco Javier, creo que la belleza no siempre tiene que coincidir con algo agradable. Las pinturas negras de Goya son bellas y el cubismo respira belleza entre sus complicadas aristas.
En cuanto a la creación. No hay duda de que las mejores obras suelen cocinarse con el agua al cuello. Escritor que se acomode, escritor que sucumbe a los placeres del bienestar. Si Hamsun no hubiera pasado hambre en su periplo americano, no habría creado esta maravillosa novela.

Francisco Javier

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Francisco Javier - 7-03-2012 - 17:01:28h

Con el señor Verdejo hemos temblado de miedo en Castilla La Mancha, luego sufrimos en el sanatorio berlinés con Walser, al que vemos tendido sobre la nieve; después vagabundeamos con Leopoldo Panero por Las Palmas de Gran Canaria y, ahora, nos revive el Hambre terrible de la novela de Hamsun... Me pregunto: ¿somos más creativos en los momentos difícíles? ¿No es más agradable lo bueno, lo bonito, lo bello? ¿Qué prefieres, un cuadro de Bacon o uno de Renoir?


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