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¿Por qué Yodo?

Biblioteca de la Facultad de Farmacia. UCM 18 de Marzo de 2011 a las 13:26 h

Todos hemos escuchado estos días, ante la avalancha de noticias sobre el desastre en Japón que, frente a la posibilidad de contaminación radiactiva, los médicos estaban recomendando la administración de pastillas de yodo entre la población. Pero... ¿por qué el yodo se utiliza para combatir la contaminación por yodo radiactivo?...

 

El yodo es el elemento número 53 de la tabla periódica

Se considera esencial para la salud tanto de personas como de animales y se puede encontrar abundantemente disuelto en el agua del mar, dado su carácter hidrófilo, así como en ciertas rocas y sedimentos. Junto con el flúor, el cloro y el bromo, conforma el grupo de los elementos halógenos, cuyas sales, como el cloruro sódico o sal común, son muy habituales en la naturaleza.

Sus aplicaciones prácticas son muy variadas, desde su habitual uso como antiséptico, hasta su utilización en la fabricación de medicamentos, jabones, pinturas, baterías y lubricantes. A nivel nutricional, se añade a cierta sal de mesa con objeto de asegurar la ingestión de suficiente yodo en la dieta.

 

Las hormonas tiroideas

El cuerpo humano contiene entre 20 y 26 mg de Yodo, fundamentalmente en la glándula tiroides, donde contribuye a la secreción de dos hormonas bioactivas: la triiodotironina (T3) y la tetraiodotironina (T4, conocida también como tiroxina). La estructura de ambas hormonas es muy similar, siendo su única diferencia que la T4 posee cuatro grupos de yodo mientras que la T3 posee sólo tres.

Estas hormonas tiroideas tienen un importante efecto sobre el metabolismo, el crecimiento y el desarrollo, estimulando la madurez durante la infancia y la adolescencia y modulando el ritmo metabólico de la mayoría de las células, aumentando también la fuerza y la velocidad de las contracciones cardíacas. Su deficiencia en el cuerpo humano causa retardo del crecimiento en la infancia y alteraciones del sistema nervioso central que incluyen sordera, y retraso mental profundo.

Ambas hormonas  han sido obtenidas en versiones sintéticas idénticas a las que elabora el organismo. La T3 sintética se conoce con el nombre genérico de liotironina y la T4 con el de levotiroxina, siendo conocidos los fármacos que contienen ambas con el nombre genérico de liotrix.

Además, el déficit alimenticio de yodo genera una enfermedad conocida en medicina como bocio, siendo la sal iodada el método más barato y efectivo para la prevención de los problemas derivados de esta carencia.

 

Los isótopos del Yodo

Existen 37 isótopos de Yodo. Los isótopos son átomos de un mismo elemento, cuyos núcleos tienen cantidad diferente de neutrones, y por tanto difieren en su masa. La mayoría de los elementos químicos poseen más de un isótopo (tan sólo 21 elementos poseen sólo uno). En el caso del Yodo, de los 37 isótopos, sólo el I-127 es estable. El I-129, sería el de más lenta desactivación, al requerir millones de años para este proceso, mientras que el I-131, con un periodo de semidesintegración de 8 días, se forma en abundancia en las reacciones que caracterizan el proceso de fisión en un reactor nuclear, empleándose también en el tratamiento del cáncer y otras patologías de la glándula tiroidea,

 

El exceso de Yodo en el organismo

La exposición a cantidades excesivas de yodo, tanto radioactivo como no radioactivo, puede dañar la glándula tiroides, provocando alteraciones en piel, pulmones y aparato reproductor, aunque no existen estudios concluyentes que establezcan una asociación clara entre la exposición a niveles altos de yodo y riesgo de desarrollar cáncer.

Si bien, como hemos visto, el yodo es esencial para el crecimiento y el desarrollo de los niños, también hay que aclarar que precisamente los niños son más sensibles a los efectos perjudiciales de cantidades excesivas de yodo radioactivo y no radioactivo, porque sus glándulas tiroides aún se están desarrollando. Por todo ello, es necesario evitar la exposición a demasiado yodo. Los alimentos, generalmente, no contienen suficiente yodo como para perjudicar nuestra salud, a menos que nos veamos expuestos a residuos o emisiones radioactivas, bien directamente o bien a través de alimentos contaminados.

 

La contaminación radiactiva

En el caso de un incendio o una explosión en una central nuclear, no sería la irradiación externa, sino la contaminación radiactiva la que supondría el principal problema de salud. Esta contaminación vendría causada por las partículas radiactivas, es decir el hollín volatilizado en el accidente que, cargado de isótopos radiactivos como el yodo, tarde o temprano terminan cayendo al suelo, contaminando personas, viviendas, suelos, cultivos y animales.

En algunos foros se han criticado como absurdas algunas medidas propuestas por el gobierno japonés a sus ciudadanos, tales como permanecer dentro de las viviendas con las puertas y ventanas cerradas o evitar tender la ropa en el exterior. Sin embargo, dichas medidas no sólo son adecuadas sino totalmente aconsejadas por todos los protocolos epidemiológicos, que aconsejan igualmente lavados vigorosos de las superficies corporales que pudieran haber resultado contaminadas, con objeto de evitar la ingestión o inhalación de partículas portadoras de radiactividad.

Los problemas de salud consecuentes a una contaminación radiactiva son de dos tipos: los dependientes de la dosis de radiación recibida, y los estocásticos, esto es, dependientes de procesos cuya evolución en el tiempo es aleatoria, al verse sujetos a variables como el azar y la genética de cada persona.

Respecto a los primeros, la consecuencia puede ser letal de modo instantáneo o diferido en los días sucesivos, o bien desembocar en afectaciones de diferente grado de la médula ósea o las células de la mucosa digestiva y genitourinaria, mientras que si la dosis de radiación es menor, el impacto directo en la salud podría ser nulo, aunque en este punto habría que considerar los problemas de índole estocástica que podrían manifestarse en un futuro, como cáncer y malformaciones congénitas, al afectar a mujeres embarazadas o en edad fértil. Al no tratarse de efectos de necesaria aparición, el control epidemiológico de la población presente en el área afectada por la contaminación será una herramienta fundamental a tener en cuenta ante este tipo de situaciones.

 

El tratamiento con pastillas de Yodo

Sin embargo, como antes veíamos, el órgano que de manera especial puede verse afectado por las radiaciones es la glándula tiroides, ya que capta el I-131 con especial facilidad. Por todo ello la medida aconsejada sería la administración de yodo, con objeto de saturar la tiroides de yodo no radiactivo y bloquear la captación de los isótopos radiactivos, de modo que si estos son inhalados o ingeridos a través de alimentos, el organismo no los acumule y los elimine a través de la orina.

Las cápsulas de yoduro potásico, que por ahora no han sido administradas a la población en Japón, servirían para frenar el impacto más agresivo de una contaminación radiactiva, esto es, la posibilidad de desarrollo del cáncer de tiroides, en particular entre la población joven. Se trata de un comprimido como cualquier otra pastilla, que no conlleva ninguna contraindicación salvo en pacientes con problemas de tiroides, si bien, debido a que un exceso de yodo no radiactivo también podría ser perjudicial en cierta medida, como vimos anteriormente, se trataría de una actuación que debería llevarse a cabo bajo estricto control médico, y siempre que la situación de riesgo existente lo justifique.

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