Naturales, enteros, irracionales e imaginarios. No hace mucho, hubo en algún lugar una biblioteca especializada en lo irracional y lo imaginario. Las gentes que la trabajaban manipulaban los libros según técnicas arcanas transmitidas oralmente. En el depósito había una habitación recóndita donde se encerraban viejos libros en armarios, como en cárcel que evitase su fuga. Los cristales de las vitrinas devolvían reflejos que no eran propios, y el temor a lo desconocido helaba el corazón. Por ese motivo irracional, sugestionados tal vez, nadie quería pasar por allí. Algunos bibliotecarios, obligados por una petición, entraban en parejas, nunca solos. Su permanencia se reducía a lo meramente imprescindible.
[Seguir leyendo] Día de difuntos