La aparición del papel como soporte para la escritura propició que el pergamino, soporte por excelencia hasta el momento, comenzara a ser utilizado como material para las encuadernaciones a partir de los siglos XII y XIII en la península. Su elevada resistencia, flexibilidad y sencillez a la hora de trabajarlo lo hicieron el material ideal para el recubrimiento de libros manuscritos sobre papel y, con el paso de los años y la aparición de la imprenta, también de libros impresos.
[Seguir leyendo] Un manuscrito oculto