Las primeras medidas que se adoptan en la Iglesia y en Europa con respecto a los herejes datan del siglo XII. A mediados de esa centuria la Iglesia tuvo que hacer frente a un movimiento herético de gran envergadura, los llamados catharos o albigenses, que se extendió rápidamente por el sur de Francia, Lombardía y ciertas partes de la Corona de Aragón.
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