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Estas flores (contadas) que son vuestras

Javier Pérez Iglesias 11 de Enero de 2021 a las 12:31 h

 

 

Desde pequeño me ha gustado hacer ramos con flores. Daba igual por donde caminara, fueran los verdes prados del norte o los campos de Castilla, yo veía las flores, las recogía, las combinaba y regalaba ramitos a mis acompañantes o me las llevaba a casa. Mis hermanas, mis tías y mi madre alentaban esa afición. Los hombres de la familia lo debían considerar un gesto de galantería que no había que reprimir a diferencia de otras manifestaciones de mi, digamos, "exaltación estética" que se trataban de reconducir o se censuraban con desconcierto.

Hasta hoy, me sigue gustando improvisar ramos durante los paseos. También los compongo en un jardín cuando lo tengo a mano y me dejan sus dueños. Siempre ha habido en mis casas jarrones, búcaros y otras piezas no necesariamente pensadas para ello (como soperas, salseras, copas, vasos y jarras) con flores frescas o esquejes que están echando raíces.  Quizá es por esa presencia de los adornos florales por lo que puedo decir, como Vita Sackville-West, que "nunca supe lo que es vivir en habitaciones feas" (2020). Además, coincido totalmente con ella en que para apreciar algunas flores es mejor verlas muy de cerca, en el interior de casa, colocadas en un recipiente que las acoja y las resalte. Ella sabía hacerlo. Las fotos que se conservan de su estudio de trabajo y de sus salones siempre dejan ver jarrones con flores (Sackville-West 2014).

 

 

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Esta es la música que suena cuando llegas al final de YouTube. A propósito de Regando una Flor de Haruomi Hosono

Javi Álvarez 17 de Abril de 2020 a las 13:51 h

 

 

"Sería una maravilla poder titular cada uno de nuestros proyectos como canciones de Mecano: Descanso dominical, Maquillaje, o No hay marcha en Nueva York, pero eso es imposible".

 

 

 

Zumo Natural: Animal, vegetal y mineral.

 

 

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La ofrenda de la tierra. A propósito del libro Naturaleza Moderna: los diarios de Derek Jarman (Caja Negra, 2019)

Javier Pérez Iglesias 13 de Abril de 2020 a las 19:38 h

Eran años de dolor. Eran años de baile. Eran tiempos de urgencias ambientales. Eran tiempos de montaña y baños en lagos de agua fría. Era el momento de la apoteosis de un neoliberalismo cruel. Era el momento de las luchas que ponían nuestros cuerpos y nuestros deseos en el centro de una batalla que importaba (que importa).

Eran los finales de los 80 del siglo pasado y el VIH/SIDA se había instalado en nuestras vidas. Con la plaga explotaron el odio, los prejuicios, la hipocresía, la lgtbiq fobia. Era "La peste rosa". El dolor y la rabia. También la solidaridad y la lucha.

Derek Jarman era un personaje cool, una persona conocida en el mundo del arte y de la música popular. Un creador de video clips (que entonces vivían su gran momento) para grupos y canciones de éxito. Un cineasta "de culto" que había sido escenógrafo y pintor. En ese contexto, Derek Jarman hace pública su enfermedad y su condición de homosexual. Pasa de ser un artista conocido a ser "esa marica". Alguien que clama contra las políticas necrófilas y las declaraciones de odio del gobierno, de ciertos partidos y de la prensa. Alguien que denuncia.

 

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¿Qué nos está diciendo la tierra? A propósito de El jardín perdido de Jorn de Précy (Barcelona: Elba, 2018)

Javier Pérez Iglesias 2 de Abril de 2020 a las 11:55 h

¿Qué nos está diciendo la tierra?

A propósito de El jardín perdido de Jorn de Précy (Barcelona: Elba, 2018)

 

Hay un repunte en el gusto por los libros de jardinería (¿será consecuencia del triunfo del modelo de casa adosado en muchas partes de nuestro mundo?) y podría pensarse que este libro es otro más de esa serie. Pero para nada. El jardín perdido tiene muy poco de tratado de jardinería y mucho de autobiografía cargada de pensamiento filosófico. También es un texto precursor porque su autor nos transmite una idea de jardín que más que domar la naturaleza la escucha y atiende a sus enseñanzas. El jardín es el espacio privilegiado para que se produzca un encuentro entre los humanos y lo natural que genera una sociedad más libre basada en el respeto.

Es un libro breve (102 páginas) que escribió Jorn de Précy en 1912. El autor nació en Reikiavik, Islandia, en 1835 pero abandonó muy joven su país natal para viajar por Europa de aquella manera anterior al turismo masivo. Acabó instalándose en Gran Bretaña, en el condado de Oxfordshire, en donde creó un jardín que se convirtió en la materialización de su idea del encuentro entre la naturaleza y los seres humanos. Esa idea hace la lectura de este libro fascinante por lo que tiene de adelantado a su tiempo (entre otras cosas).

Sabemos muy poco de la vida de Jorn de Précy, queda así entre las nieblas de las fabulaciones nórdicas, y no conservamos mucho de su obra, salvo este breve libro, porque su principal realización, el jardín de Greystone, ha desaparecido. Tras la muerte de su fiel jardinero que, como de Précy, no dejó descendencia, el jardín entró en una fase de abandono para acabar convertido en un hotel de lujo. Es muy interesante lo que se intuye de la relación entre estas dos personas que, más que amo y sirviente, comparten la tarea y la visión de ese jardín abrazado a los bosques. Algo nos hace pensar en que ellos también se abrazaban después de las duras tareas al aire libre.

El jardín perdido no es un tratado de jardinería más porque no habla de cómo acomodar plantas a distintas condiciones o qué semillas y productos son mejores para tal o cual tierra. Casi ni describe el jardín desde el que piensa y escribe. Es un libro que tiene más que ver con una filosofía de vida, en el que de Précy habla del jardín, tal como él lo concibe, como el último reducto de los humanos frente a una idea de progreso absurdo que está destrozando tanto el mundo natural como la belleza. Esto lo dice en 1912, mucho antes de que las teorías ecológicas se formularan y terminaran por instalarse en el imaginario común.

 

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Jardines sonoros de papel, papeles sonoros en el jardín

Javier Pérez Iglesias 31 de Marzo de 2020 a las 13:28 h

'Herbarios imaginados. Entre el arte y la ciencia'
Fragaria vesca L. (fresa), Jung, Koch & Quentell'schen, Neuen Wandtafeln - Botanik, Nº 4 | 1892-1921 | Cromolitografía en papel entelado con rastreles de madera

 

Llevo una temporada larga pensando en jardines. Siempre me han gustado las plantas, las flores y los pájaros pero mi dedicación a plantar, y a observar cómo evoluciona el mundo vegetal, no ha pasado nunca de unas cuantas macetas y de pasear por jardines (que otros cuidan) o por el campo (no cultivado). Vamos, que Karel Čapek (2009) hubiera echado a faltar muchas horas de espalda doblada y manos sucias de tierra. Sin embargo, el gusto por leer sobre jardines me descubrió que un pequeño espacio lleno de macetas puede hacer que uno se sienta jardinero si creemos a Penelope Lively (2019).

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