La Navidad es para muchos un verdadero infierno: lucecitas, estómagos pesados, tarjetas de crédito jadeantes y mucha, mucha felicidad familiar. Con los niños -hijos, sobrinos, hermanos pequeños, simpáticos vecinitos- todo el día sueltos por casa, el género literario más propicio para estas fechas parece ser sin duda el de los cuentos. Dickens nos echó una mano para consolidar la tradición: ¡qué sería de tan entrañables fiestas sin una mala adaptación de su Cuento de Navidad en la tele! Propongo, pues, cuentos. Pero, en consideración a aquéllos capaces de bendecir la cuesta de enero con tal de que esto acabe, propongo cuentos de demonios.
[Seguir leyendo] ¡POBRES DIABLOS! (I)