Antonio Muñoz Molina: La noche de los tiempos. Alfaguara, 2010
Ignacio Abel -acaso alter ego literario de Modesto López Otero, arquitecto de la Ciudad Universitaria madrileña- fue el encargado de diseñar, por iniciativa del doctor Juan Negrín, a la sazón ministro de Hacienda de Azaña, el futuro campus de la institución cisneriana. Al principal mandatario no le hacía demasiada gracia que para construir los edificios académicos con su gran biblioteca central tuvieran que desaparecer los pinares que poblaban la gran explanada del oeste madrileño desde donde se divisan las mejores vistas de la sierra de Guadarrama. No le faltaba razón al presidente. Como en tantas otras cosas, Manuel Azaña era un adelantado de su tiempo y las causas ecológicas no aterrizarían en el país hasta bien entrada la democracia, muchas décadas después.
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