"Aquella noche me desperté llorando. Como siempre. Ni siquiera sabía si estaba triste. Junto con las lágrimas, mis emociones se habían ido deslizando hacia alguna parte. Absorto, permanecí un rato en el futón hasta que se acercó mi madre y me dijo: ‘Es hora de levantarse'".
Así comienza la novela Un grito de amor desde el centro del mundo, el último éxito del novelista japonés Kyoichi Katayama, una de las novelas del año pasado en Japón y más allá de sus fronteras si tenemos en cuenta las reediciones que se han realizado allí donde se han publicado. Katayama cuenta una trágica historia de adolescentes, pero ¿realmente destinada a adolescentes? Es cierto que la novela ha tenido un gran éxito entre los jóvenes japoneses, con más de dos millones de copias vendidas. Pero en España ni la editorial que lo ha publicado (Alfaguara) ni la colección donde ha visto la luz busca en absoluto este público adolescente, que se vería reflejado en los sufrimientos, en los pensamientos, en los sueños y en las desilusiones que se desbordan en sus páginas. Todo lo contrario. Es una novela de esas que atrapan, de esas que hay que leer lentamente, saboreando cada una de las palabras, cada una de las páginas. No es una novela para devorar en las interminables esperas de los aeropuertos o entre los avisos de paradas del metro o del tren. Es una novela para leer en el más apetecible silencio, dejándose llevar por un ritmo que nos remansa, que nos traslada a otra cultura, por más que reconozcamos en sus paisajes y en sus costumbres muchos de los tópicos de nuestra sociedad occidental. Todo es diferente en Japón. Todo debe ser diferente en Japón según lo expresan sus autores, según son capaces de conectar con su público.
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