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Novela del páramo existencial

Javier Gimeno Perelló 6 de Septiembre de 2013 a las 09:43 h

Portada de Intemperie de Jesús Carrasco

Jesús Carrasco: Intemperie. Seix Barral, 2013

Creemos no exagerar si afirmamos encontrarnos ante una excelente novela. A nuestro juicio, una de las mejores escritas de las leídas en los últimos doce meses. Esta afirmación, no por ser un lugar común, no es menos cierta, pero no vendría al caso si no se tratara de la primera novela del autor -exceptuando una incursión en el género infantil con Castigada sin salir, ed. SM, 2005-. A juzgar por la crítica, incluso por el éxito comercial -que la eleva a la categoría de best-seller, nada peyorativa en este caso - y por sus ediciones en trece países, tras su presentación en Frankfurt, estamos ante un fenómeno que podríamos tildar de prodigioso.

 

Pero lo que interesa en verdad es su calidad literaria, cuya coincidencia con todo lo anterior no le resta mérito ninguno -algo que no suele suceder -. Calidad que se observa en los diferentes planos de la obra: en la construcción de los personajes, en el desarrollo de la trama, en la relación espacio-tiempo. Así también en el empleo de un vocabulario enriquecido con un extenso campo semántico de lexicografía rural (a veces excesivo, a nuestro juicio, y en ocasiones, algo forzado). Términos como aguaderas, albarda, ataharre, apersorgar, mechinal, serón, amusgar, matacán... constituyen una terminología difícil de hallar en autores contemporáneos y por ello es de agradecer su recuperación en esta novela, aunque su empleo carezca en ocasiones, como indicamos, de la suficiente pertinencia.

Ubicada en un no lugar en un tiempo impreciso que podríamos imaginar en la Castilla la Nueva del primer tercio de siglo pasado (si nos fiamos por el único artilugio que nos da una cierta pista temporal, la moto con sidecar del alguacil y la figura de éste, propia del XIX, que perduró en España hasta entrado el XX), la novela es una metáfora de la vida cruenta e inmisericorde de un mundo rural en un país atrasado e inculto que pudiera ser el nuestro. La historia se desarrolla también en el transcurso de un indefinido límite temporal, que a juzgar por algunas vagas referencias a las noches y los días podrían ser cuatro o cinco a lo sumo.

Los personajes carecen igualmente de nombre pero al contrario de los lugares donde transcurre la trama y de su cronología, están perfectamente definidos y caracterizados porque aquí reside una de las magníficas cualidades de la novela, como antes señalábamos: una impecable construcción literaria, tanto del protagonista, un niño que nos recuerda sin dudarlo al Lazarillo, como del cabrero que le acoge en su silencio pero cuya semejanza con el ciego del Tormes no viene al caso. También el alguacil, su ayudante o el tullido, cuyas descripciones precisas nos los presenta el narrador tal cual son, sin demasiadas concesiones a la imaginación del lector. "He optado -manifiesta el autor en una entrevista concedida al diario ABC- por eliminar lo reconocible como forma de desenfoque, intentando así que lo sustancial, es decir, las relaciones entre los personajes y de los personajes con lo que les rodea, emerja de la manera más nítida posible".

Los demás personajes destacables son los animales: un perro, un burro, las cabras, todos ellos determinantes para la trama porque juegan un rol esencial que les confiere categoría de personajes secundarios.

Nos hallamos ante una novela testimonio y metáfora, como hemos dicho, de la vida rural en un país pobre del siglo XX, pero metáfora también de la vileza y la abyección consustancial a la condición humana cuando no se sabe o no se quiere superar la maldad que todos podemos llevar dentro.  Aunque nos traiga ecos de un país concreto, el nuestro, en una zona determinada, los campos yermos de la ahora llamada Castilla La Mancha en una época del pasado siglo, la situación desesperada que aquí se describe no nos va a resultar tan ajena en este tiempo nuestro en el cual se van deshaciendo los mimbres de una sociedad autocomplaciente con unos supuestos logros de bienestar material.

Además de compararla con un clásico como el citado Lazarillo de Tormes, la crítica lo ha hecho también con otras obras más modernas pero no menos clásicas, como Los santos inocentes, El camino y otros relatos delibeanos situados en la otra Castilla; o La familia de Pascual Duarte o La colmena, quizá por la similitud de algunos personajes y situaciones; o al otro lado del mundo, con El Llano en llamas, de Juan Rulfo o el mismo Pedro Páramo, acaso porque no en vano la historia transcurre en medio de un páramo, de un llano quemado por el fuego de la sequía física y existencial; o con los chilenos José Donoso o Hernán Rivera Letelier, este último porque la casi totalidad de su obra se localiza en las salitreras del desierto de Atacama cuya geología y paisaje y paisanaje se asemeja demasiado a nuestra meseta; o el estadounidense McCarthy en La carretera, por la sobriedad y la precisión de su lenguaje.  Sea como fuere, es evidente que, como todo escritor que se precie, las influencias de unos u otros autores, obras y corrientes literarias van a ser determinantes en la construcción de una narrativa o de una trayectoria.

Probablemente le sea difícil a Jesús Carrasco mejorar esta novela pero es un gran reto si quiere continuar en la cumbre literaria donde él mismo se ha colocado, con ayuda de parte de la crítica. Un autor a quien será preciso seguir en su andadura porque todo apunta a no defraudarnos en ningún momento.

 

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Comentarios - 4

Andoni Calderón

4
Andoni Calderón - 7-10-2013 - 18:00:39h

Leí Intemperie un poco antes de que Javier hiciera la reseña. A mí me gustó. En ocasiones (sobre todo al principio) tenía la sensación de la existencia de algo inacabado. ¿Tendrá que ver con la profusión de palabras de las que habla Javier o con la pomposidad a la que se refiere Eduardo? No lo sé.
Sí sé, por otro lado, que experimenté algo diferente leyendo con el smartphone al lado y buscando las imágenes que reflejaban lo que las palabras mencionaban.

 

Yo no vi al Lazarillo ni pensé en un espacio o un tiempo diferente del nuestro, ni me hacía falta ya que cualquiera puede convertirse en nuestro. Sí vi intemperie, seres intemperiados (como creo que somos casi todos a poco que se rasque) tan previsibles como todos.

 

Creo que me arriesgaré a una segunda novela :-)

Javier Gimeno

3
Javier Gimeno - 11-09-2013 - 09:40:00h

Sería conveniente y de mucho interés para los lectores de ésta o de cualquier obra conocer los argumentos por los cuales alguien, como es el caso de Eduardo, critica una novela con epítetos tan descalificadores como los que emplea. Sobre todo porque usarlos sin ningún razonamiento es sencillo. Contrastar, en cambio, las opiniones según las cuales una obra le ha resultado "pomposa, cansina y previsible..." sería el inicio de un interesante debate donde podríamos abundar en lo ya comentado en el post de este blog acerca de la misma en un sentido positivo.

Eduardo

2
Eduardo - 10-09-2013 - 23:26:38h

Pues a mi me bastan tres palabras para definir esta novela: pomposa, cansina y previsible...

Elena

1
Elena - 9-09-2013 - 11:26:37h

Me imresionó esta novela. Son apenas 130 páginas pero se leen con vértigo y ansiedad. También con mucho placer, claro, por lo bien escrita que está.
Muy recomendable!


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