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La Biblioteca Informa al Bibliotecario

  Nº 13
Octubre 2007

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El Patrimonio Histórico de la Universidad Complutense procedente de la expropiación de centros jesuitas madrileños en 1767 y 1835

por Aurora Miguel Alonso

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La Universidad Complutense de Madrid ha acumulado, a lo largo de sus más de quinientos años de funcionamiento, un patrimonio histórico y artístico importante, reflejo no sólo de la historia de la institución original, la Universidad de Alcalá, sino también de los centros y edificios que se le fueron adscribiendo. De todos estos centros los más ricos en patrimonio fueron sin duda los que provenían de la expropiación hecha a la Compañía de Jesús en 1767 y 1835.

La incautación de bienes de la Compañía de Jesús

La expulsión de la Compañía de Jesús del territorio español en 1767 dejó en manos del Estado español un muy importante número de casas, colegios e iglesias, que las autoridades tuvieron que dar, primero custodia y después uso.

En Madrid había al menos tres importantes Casas jesuitas que pasaron a control del Estado en 1767: el Colegio Imperial, sede de los Estudios Reales fundados por Felipe IV, la Casa Profesa y el Noviciado. También, en Alcalá de Henares, el Colegio Máximo de Alcalá fue ocupado, y parte de sus bienes, sobre todo su importantísima biblioteca, fue entregada a la Universidad de Alcalá.

Y de los cuatro centros jesuitas en su conjunto procede el legado más importante heredado por la UCM de la Compañía de Jesús, sus cuatro bibliotecas que, actualmente reunidas en la Biblioteca Histórica Marqués de Valdecilla, contribuyen a convertir nuestra colección en una de las primeras del país en fondo histórico.

A pesar de su procedencia, bibliotecas de Casas religiosas, el conjunto está lejos de ser sólo un fondo teológico-religioso, ni siquiera en la Casa Profesa, en donde la existencia de la biblioteca podía estar justificada sobre todo en proveer a los padres de la Compañía de material de apoyo en su labor de apostolado o confesionario. Todas las Casas cuentan con una biblioteca completísima en temática teológico-religioso, pero el Colegio Máximo, y sobre todo el Colegio Imperial, contaban también con una colección amplísima en todos las áreas del conocimiento tratados en esos momentos en el ámbito universitario.

Los estudios de filosofía en los siglos XVI a XVIII incluían, además de los estrictamente filosóficos, clásicos y modernos, buena parte de la temática hoy considerada científica: matemáticas, física experimental, historia natural, etc. por lo que todas estas ciencias están presentes necesariamente en los dos centros de enseñanza. Además las Casas jesuitas solían tener botica, incluso atendían al exterior (se conserva documentación de las boticas del Colegio Imperial, Noviciado y Colegio Máximo) lo que les hacía tener también una buena biblioteca de tema médico, pero también de otros que hoy quedarían fuera de lo que hoy consideraríamos estrictamente sanitarios: botánica, alquimia, filosofía natural, etc.

Pasaremos a continuación a describir el patrimonio procedente de dos de los centros jesuitas señalados, con una pequeña introducción histórica. En mi comunicación escrita amplio esta información.

El Noviciado o Casa de Probación de la Compañía de Jesús fue uno de los centros importantes jesuitas en Madrid. Fue fundado el año 1602 por Ana Félix de Guzmán, marquesa de Camarena e hija de don Pedro de Guzmán, primer Conde de Olivares. La casa de San Ignacio, este fue el nombre tomado, ocupaba una manzana completa en la calle San Bernardo, delimitada por dicha calle, y las hoy llamadas Noviciado, Reyes y Amaniel, con una amplia huerta en su interior.

Su primera iglesia recibió la advocación de San Ignacio Martír, así lo dice en el documento de fundación “hasta en tanto que el Beato Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús sea canonizado”.Tenía una importante biblioteca, de la que se conserva una descripción hecha por el comisionado Benito Antonio de Barrera.

Tras la expulsión de Orden, el edificio pasó a albergar a la comunidad de Padres del Salvador quienes hicieron algunas reformas en la Iglesia y en el convento, para adaptarlos a sus propias necesidades, y también al nuevo gusto artístico. Sufre los mismos avatares que el Colegio Imperial en 1816, 1821 y 1824 y con la desamortización de Mendizábal, se perdió definitivamente para la Compañía de Jesús, pasando a manos particulares.

Pocos años más tarde, la urgencia de las autoridades por encontrar un edificio idóneo para la recién trasladada Universidad de Alcalá, hace que el Estado recupere el edificio en su totalidad mediante compra e realice el traslado. Pocos años después, el deficiente estado del edificio aconseja su demolición y posterior reconstrucción, inaugurándose de nuevo en 1855, como sede del Rectorado y de las Facultades de Filosofía, Teología y Derecho. Únicamente se respeta la estructura de la iglesia, convirtiéndola en el Paraninfo de la Universidad.

De este periodo convulso de la historia de la Universidad se conservan varios inventarios, dos de ellos redactados antes (1852) y después (1857) de la inauguración del nuevo edificio.

Y si comparamos el segundo inventario, el más completo en detalles, con la descripción hecha de la Iglesia del Noviciado por Antonio Ponz ochenta años antes, se descubren algunas de las pinturas descritas por éste y que hoy están en nuestra Universidad.

En este segundo inventario se reseñan siete pinturas de tema jesuita procedentes, parece lógico, del antiguo Noviciado. De ellas, se informa que cuatro representan a San Francisco Javier “pintado en lienzo con marco dorado formando medios puntos por la parte superior e inferior como de dos varas de largo por cinco cuartas de ancho que representa un pasage de San Francisco Javier”, dos del mismo tema, pero de forma ovalada, y otra “sin marco como de dos varas de largo por una y media de ancho, que representa a S. Francisco Javier vestido de peregrino”, en total siete. De todos estos cuadros no se han localizado todavía ninguno, aunque es muy posible estén colgados, al menos alguno de ellos, en las paredes de algunas de las instituciones que hoy se alojan en el enorme “viejo caserón de San Bernardo”.

Si se conoce en cambio, a través de fuentes textuales, la existencia en la iglesia de una serie iconográfica sobre San Ignacio, costeada por el padre Everardo Nithard, confesor de la reina Mariana de Austria, y encargada al pintor flamenco Ignacio Raeth. Antonio Palomino nos da información del paso de Ignacio Raeth por la iglesia del Noviciado: “Asistió de compañero muchos años en el Noviciado de Madrid al eminentísimo señor Juan Everando y por el mismo tiempo pintó la vida de Nuestro Padre san Ignacio en treinta y seis cuadros, que están colocados hacia las tribunas en la iglesia nueva de dicha casa”.

¿Es posible que el redactor del inventario de 1857 confundiera la imagen de San Ignacio con la de San Francisco Javier?. El único cuadro en el que pormenoriza el tema, casualmente coincide con un tema clásico de las series ignacianas, el de San Ignacio peregrino. En el caso de aceptar esta hipótesis, dos de esas descripciones se podían referir a las pinturas localizadas recientemente en la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales y que, dada la primera ubicación de esta Facultad en la calle San Bernardo, puede pensarse proceden del antiguo Noviciado. Son dos lienzos de gran tamaño, 156 x 271 cm., lo que encajaría con las dimensiones de los lienzos citados en el inventario, y representan dos escenas de la vida ignaciana, La visión de la Storta y San Francisco de Borja asistiendo a un enfermo. En la actualidad están colgados en la Sala de Juntas del antiguo Pabellón de Gobierno.

La adscripción de estos dos lienzos a Ignacio Raeth queda en manos de especialistas, apenas se conoce obra suya, además de la escasa citada por Palomino.

Otros dos cuadros descritos en el Inventario, se custodian también en la Universidad, en la Biblioteca Histórica “Marqués de Valdecilla”, en el pasillo que une ésta con las entradas de cabecera al Paraninfo, y por lo tanto muy cerca de su primitivo destinto. Son Los desposorios místicos de santa Catalina y San Ignacio de Antioquia de Francisco Rizi. Antonio Ponz nos describe el lugar para el que fueron pintados: “en el crucero de la iglesia, los dos quadros grandes sobre las puertas que introducen a las Capillas, y representan a San Ignacio Mártir y los Desposorios de Santa Catarina, los hizo Francisco Rizi”.

El Colegio Imperial.
En 1560, Leonor de Mascareñas, aya del príncipe Carlos, adquirió una casa para la Compañía de Jesús. Eran unos locales muy pequeños que crecieron paulatinamente gracias a compras y legados de los propietarios colindantes. Durante varios años las autoridades de la Orden dudaron sobre la conveniencia de que esta casa se destinara a Casa Profesa o a Colegio, pero en 1571 el general de la Orden, Francisco de Borja, se inclina definitivamente por la apertura de un centro de enseñanza.

Tras la expulsión de los jesuitas, el conocimiento cierto de la riqueza y calidad de sus bibliotecas lleva a Carlos III a apoyar la creación de una gran biblioteca en Madrid, con sede en el Colegio Imperial, (a partir de ahora se llamará Reales Estudios de San Isidro), y en la que se incorporarán el resto de las bibliotecas expropiadas en Madrid: Casa Profesa y Noviciado. En 1815 la Compañía de Jesús vuelve a España. Fue deseo de Fernando VII devolverles todos sus bienes expropiados en 1767, por lo que, se les reintegró tanto los Reales Estudios, de nuevo llamado Colegio Imperial, como la biblioteca, aunque con la condición de que ésta última mantuviera la calidad de pública.

Durante los siguientes veinte años, los vaivenes políticos, por los que triunfan intermitentemente gobiernos revolucionarios o conservadores, significaron para la Compañía un peligro constante para su permanencia en España. En 1820 triunfó el constitucionalismo y se ordenó una nueva expulsión, mientras que el edificio del Colegio Imperial se utilizó para, trasladando la Universidad de Alcalá a Madrid, crear en sus locales la flamante Universidad Central de Manuel José Quintana. .

El Decreto del 11 de junio de 1823 firmado por la Regencia restablece de nuevo a las órdenes religiosas en el “ser y estado anterior a la revolución”, por lo que, tanto el Colegio Imperial como el Noviciado, es devuelto a la Compañía de Jesús. Y en 1834, revueltas populares en Madrid desembocaron en la muerte de hasta catorce religiosos, de los cuales siete fueron jesuitas, y se expropió definitivamente tras la expulsión de la Orden en 1835. A partir de ese momento, tanto el centro educativo y la biblioteca, con todos sus bienes y enseres pasan a ser propiedad definitiva del Estado.

Del Colegio Imperial procede una parte importantísima del fondo bibliográfico custodiado en nuestra Biblioteca Histórica Marqués de Valdecilla. Pero también existen otros objetos artísticos descritos en diferentes fuentes impresas. Procedente de la colección de retratos que decoraba en su día la biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras, en el. antiguo Colegio Imperial, existe hoy uno en el despacho del decano de la actual Facultad de Filosofía. Se trata del retrato del P. Mariana, citado por el P. Carlos Gálvez en su trabajo sobre esta colección de retratos, y que los describe así: “reducidos lienzos de 0,41 por 0,31 m, son las cabezas recortadas de los retratos de medio cuerpo [descritos anteriormente]. Los lienzos son viejos, con una numeración contemporánea escrita en el respaldo, que no responde a la actual. Los rebordes del lienzo, clavados en el bastidor, están pintados , pintados del color correspondiente al fondo o al cuerpo de la figura. Al recortarlos, y ya adaptados a los bastidores actuales, se les sobrepuso en la parte inferior un zocalillo verde, para que destacase el nombre en letras negras: ningún reborde inferior va pintado de verde”. En la colección de retratos hay variedad de calidades, y desgraciadamente a nuestro P. Mariana, de autor anónimo, lo califica de “copia endeble”.

Es muy probable que también proceda del Colegio Imperial el botamen farmacéutico existente actualmente en la Facultad de Veterinaria, 36 albarelos de cerámica de Talavera de distintas hechuras, pero todos ellos fechados en el siglo XVIII y posiblemente adquiridos para el Real Colegio de Veterinaria en los primeros años de su funcionamiento, finales del siglo XVIII (el Colegio se fundó en 1792). El botamen está decorado con el escudo de la Compañía de Jesús, el anagrama IHS y los tres clavos de Cristo, sobre un águila bicéfala coronada, en alusión a que el convento para el que fueron realizados era de fundación real. Se sabe que la Botica del Colegio Imperial, donada a la Real Inclusa por resolución de D. Pedro Rodríguez de Campomanes en 1767, fue cedida al boticario encargado de su administración, D. José Dorado, en 1772, y éste a su vez se la vendió, en 1784 a D. Jose Sánchez de la Breña.. Otra colección se conserva también en el Museo de la Farmacia Hispana de la Facultad de Farmacia, si bien éstos se adquirieron a lo largo del siglo pasado en el mercado tradicional. La colección está formada por diez tarros con el anagrama de la Compañía de Jesús, de los cuales cinco albarelos cuentan con escudo con águila bicéfala.

Colegio Máximo de Alcalá de Henares.
La Universidad de Alcalá se enriqueció también con la adjudicación de otro centro de la Compañía de Jesús. En 1768, profesores de la Universidad de Alcalá solicitan a Carlos III el edificio del Colegio Máximo de Alcalá, abandonado recientemente por los jesuitas, y que contaba también con una muy importante biblioteca. El informe presentado recibió un dictamen favorable, y los locales de este Colegio pasaron a ser, a partir de 1776, sede de la “Real Universidad y Estudio general de ella” y su biblioteca, se constituyó en la general de la universidad, ya que hasta ese momento no existían más que bibliotecas en los distintos Colegios, y muy diezmadas por la desidia.

Cuando llegaron los “enseres” de la Universidad de Alcalá a Madrid, vinieron reunidos los de todos los Colegios, por lo que es difícil dilucidar cuales de los objetos reseñados en los inventarios de 1852 y 1857 pueden proceder del Colegio Máximo de Alcalá, máxime cuando en 1799 el edificio original se perdió para la Universidad. Pero si he rastreado una colección muy venerada por la Compañía de Jesús, y que se mantenía custodiada en el Archivo del Colegio Máximo, una colección de cráneos de padres célebres relacionados con el centro, y que se encuentra reseñada en el inventario del Archivo del Colegio Máximo hecho por Francisco Ignacio de Moradillo y Xavier Fermín de Izuriaga en 1768.

La colección de cabezas vino a Madrid sin duda con todos los objetos de la Universidad de Alcalá y, en un momento dado, fue destinada para su custodia a la Biblioteca de San Isidro, quizá porque ésta era la institución de la universidad más cercana a la cultura jesuítica.

No habría pensado incluir en el presente trabajo las vicisitudes de estas reliquias si no hubiera tenido noticia hace muy poco tiempo de un nuevo depósito, por unos años, en un centro de la Universidad, entonces llamada Central, en este caso para su salvaguarda. Resumiendo mucho los acontecimientos, en 1936, el primer año de la Guerra Civil, unos milicianos decomisaron en Madrid unos restos humanos, unos cráneos, en una vivienda de la calle Goya nº 45, que resultó ser la residencia de la Curia jesuítica de la Provincia de Toledo. Los cráneos fueron entregados por orden judicial a la Escuela de Medicina Legal, anexa en esos momentos a la Facultad de Medicina para su estudio. Aunque en el expediente conservado en la Escuela no se dice claramente, manos amigas debieron conseguir que las reliquias no se enterraran en una fosa común, como en su momento dictaminó el juez, y en 1945 el profesor de la Facultad, P. Francisco Peiró y Peiró, solicitó y consiguió se le entregaran, como mandatario de la provincia jesuítica de Toledo.

(Extracto de la comunicación presentada en el Symposium: La desamortización: el expolio del patrimonio artístico y cultural de la Iglesia en España , 6/9-IX-2007, organizado por el Instituto Escurialense de Investigaciones Históricas y Artísticas).