LAS CURVAS DE OFERTA Y DEMANDA DE FLEEMING JENKIN


CARLOS RODRIGUEZ BRAUN

Universidad Complutense. Facultad de Ciencias Económicas




LAS CURVAS DE OFERTA Y DEMANDA DE FLEEMING JENKIN
Carlos Rodríguez Braun[1]
Universidad Complutense

  La presente investigación expone algunas aportaciones analíticas
de Fleeming[2] Jenkin (1833-1885), el primer británico que publicó
diagramas de oferta y demanda y que los discutió explícitamente como
funciones.
  Jenkin es uno de esos economistas importados de otras disciplinas,
cuyas contribuciones al análisis económico no constituyen condición
necesaria para que accedan al podio de los pensadores ilustres. Demostración
de ello son las 24 líneas que recibe en la Enciclopedia Británica,
en las que la palabra economía no aparece ni una sola vez. Según la
cultura general, entonces, Jenkin fue un ingeniero especializado en
electricidad. 
  Henry Charles Fleeming Jenkin nació cerca de Dungeness, Kent, Inglaterra,
el 25 de marzo de 1833. Su padre era comandante de la marina británica
y su madre una novelista.[3]
  Siguiendo el itinerario familiar, estudió en Edimburgo, Francia e
Italia. En 1850 se graduó como ingeniero con las máximas calificaciones
en la Universidad de Génova. Trabajó en empresas de ingeniería ferroviaria,
eléctrica y de comunicaciones. Diez años después de graduarse pasó
a ocupar un alto cargo en la empresa que tendía el primer cable submarino
trasatlántico.
  En 1859 inicia una fructífera relación con uno de los grandes físicos
de la época, con cuyos intereses confluía Jenkin en cuestiones eléctricas
y de cableado submarino: Sir William Thomson (1824-1907), más conocido
como Lord Kelvin.
  Jenkin empezó a publicar trabajos técnicos animado por Thomson, quien
además impulsó su entrada en la Comisión de Normas Eléctricas de la
Asociación Británica para el Progreso de la Ciencia en 1861. Fue nombrado
catedrático de ingeniería en el University College de Londres en 1866
y en la Universidad de Edimburgo en 1868. Fue entonces cuando comenzó
a escribir sobre economía.
  Continuó su trabajo científico Äen 1873 publicó su libro más famoso,
Magnetismo y electricidad, traducido a varios idiomasÄ y su labor técnica
en cables submarinos y obras públicas, en especial las aguas corrientes
en las grandes ciudades. Prolífico inventor, registró 35 patentes,
siendo la más conocida un transporte eléctrico que bautizó telpherage.
  Murió 12 de junio de 1885, en Edimburgo. 


Jenkin economista
  Fleeming Jenkin merece figurar en la historia del pensamiento económico
por tres artículos que publicó entre 1868 y 1872, y que prueban que
este destacado ingeniero era también un economista más que respetable,
aunque al parecer no conocía de esta ciencia más de lo que había leído
en los Principios de John Stuart Mill.
  Los tres trabajos son ®Legitimidad de los sindicatos¯ (1868), ®La
representación gráfica de las leyes de oferta y demanda y su aplicación
al trabajo¯ (1870) y ®Los principios que regulan la incidencia de los
impuestos¯ (1871-72).
  El primer trabajo aborda la cuestión sindical. Jenkin
comenta un informe de la Comisión Real nombrada en 1867 para estudiar
el problema laboral, después de unos graves incidentes que habían tenido
lugar en Sheffield. Dicha circunstancia provocó la publicación de varios
estudios sobre el asunto. Uno de ellos, el de William Thomas Thornton
(1814-1880), dio lugar a un conocido episodio en la historia del pensamiento
económico: la ®retractación¯ de John Stuart Mill sobre la teoría del
fondo de salarios.
  Jenkin se plantea la pregunta de si pueden los sindicatos aumentar
los salarios, y afronta dos respuestas negativas que se daban entonces,
fundadas en la rigidez del fondo de salarios y de la oferta y la demanda
de trabajo.
  Su crítica al fondo de salarios pone el énfasis en una debilidad
central: el fondo no es fijo. No es evidente, entonces, que una subida
salarial comporte siempre una caída en el empleo. Un capitalista puede
aceptar una baja en el tipo de beneficio para mantener la escala de
producción. Si los capitalistas obtienen sus beneficios del capital
fijo, entonces preferirán aumentar el fondo de salarios, porque sus
beneficios disminuirán si lo hace la producción. En suma, el fondo
de salarios y los salarios pagados no tienen una vinculación clara
y automática. Afirma Jenkin: ®El argumento del fondo de salarios no
nos dice nada sobre el precio posible del trabajo, porque no nos dice
nada sobre cómo se determina el fondo mismo.¯
  Entonces ¿qué determina los salarios? Jenkin analiza la teoría de
la oferta y la demanda siguiendo a Stuart Mill, pero con añadidos de
interés. Por lo pronto, distingue entre cantidades ofertadas y demandadas
y disposiciones subjetivas a demandar y ofrecer; insiste en que estas
dos dimensiones deben mantenerse separadas. La igualdad de oferta y
demanda es una igualdad de cantidades ofertadas y demandadas a un precio
dado, pero ello puede no darse en el nivel de las disposiciones subjetivas.
  Jenkin plantea las cantidades ofertadas y demandadas en términos
de funciones. Escribe la demanda así:
D = f(1/x)
donde x es el precio. Dice que la dependencia de la demanda exclusivamente
del precio de la mercancía es ®un supuesto que puede ser válido en
cualquier día dado en el mercado¯.
  Por su parte, la función de oferta es
S = F (x)
con lo que el precio x puede determinarse siempre que, insiste Jenkin,
las cantidades demandadas y ofertadas varíen según un principio fijo
y exclusivamente como respuesta a cambios en los precios. 
  Pero el análisis debe complicarse porque la cantidad demandada no
es sólo función del precio Äestán los deseos de comprar y vender que
obligan a cambiar las ecuaciones:
D = f(A + 1/x)
S = F(B + x)
  El sistema sigue determinado si no cambian A, B, f, F . Este supuesto
es razonable, argumenta Jenkin, pero sólo a corto plazo y no en todas
las circunstancias.
  Aunque en este artículo no hay gráficos, es claro que Jenkin discurre
en términos de cambios en las funciones, al referirse a posibles modificaciones
en A  y B  según cambien las disposiciones a vender o a comprar. El
argumento no es abstracto en absoluto y Jenkin lleva bien el agua a
su molino; todo lo
anterior sirve para demostrar la siguiente proposición aparentemente
trivial: el precio puede cambiar sin que lo hagan las cantidades. ®Lo
que se necesita para este resultado es simplemente que cuando surge
una aversión a ofertar el artículo al precio antiguo, surja también
una inclinación por parte de los compradores a comprar a un precio
mayor.¯[4]
  En otras palabras: un aumento de A  y B , o en términos modernos,
un desplazamiento hacia la izquierda de la curva de oferta y hacia
la derecha de la curva de la demanda. Esto es una carga de profundidad
contra los que sostenían que el salario venía fijado por la oferta
y la demanda, y que un aumento del mismo necesariamente llevaría a
un menor empleo.
  ¿Por qué alude Jekin a lo que hoy se llamaría desplazamiento de las
curvas y no de cambios a lo largo de  las curvas? La respuesta probablemente
radique en la insistencia de Jenkin en que multitud de factores subjetivos
y de interrelación de oferta y demanda comportaban la falta de relación
automática entre precio y cantidad, entre salarios y empleo. Pensar
en términos de una sola  función es concebir que hay una sola relación
posible entre ambas variables. En el caso más extremo, el de una función
de demanda con elasticidad unitaria, una hipérbola equilátera, se trataría
de la versión más cruda del fondo de salarios: esto es exactamente
lo que Jenkin deseaba combatir.
  A juicio de Jenkin, las consecuencias de la igualación de oferta
y demanda no pueden preverse, porque los motivos presentes detrás de
ellas son múltiples e impredecibles. La competencia, sostiene, equipara
a la oferta y la demanda pero no fija el precio,  que depende de la
negociación. Aquí, por supuesto, está la puerta abierta para los sindicatos.[5]
  El trabajador individual y sin ahorros está en peor posición para
negociar que si se agrupa con otros compañeros. De ahí los sindicatos
y la posibilidad que tienen de aumentar los salarios por su mayor poder
negociador.
  Jenkin cree en la bondad del mercado, pero ello no quiere decir unidad
de intereses. Al contrario, los intereses de los trabajadores son opuestos
a los de los capitalistas. Esa contradicción tiene sólo una restricción,
determinada por la circunstancia de que ambas partes se necesitan mutuamente.[6]


  El derecho a la libre sindicación es para Jenkin claro Änótese que
en su tiempo dicha opinión no estaba universalmente extendida todavía,
ni mucho menosÄ y es equivalente al derecho de los empresarios para
hacer lo propio.[7]  Cierto es que un aumento desorbitado de los salarios
drena competitividad, pero Jenkin prefiere que el tema lo traten los
sindicatos con los empresarios en el marco del interés que tienen en
común: mantener el sistema.
  Sin embargo, ese derecho tiene límites, trazados por la necesidad
de que los sindicatos respeten el interés de la comunidad, y no el
de un grupo. Otro tanto ocurre con las empresas. 
  El primer límite que impone Jenkin a los sindicatos tiene que ver
con una preocupación que está presente en casi todos sus escritos:
el orden y la estabilidad. Se declara contrario a que los sindicatos
puedan modificar el mercado de trabajo súbitamente: ®La ley no debería
autorizar a que todos los funcionarios del ferrocarril en Londres proclamen
que mañana no trabajarán.¯[8]
  Otra característica que rechaza Jenkin son los acuerdos entre empresarios
y sindicatos que dañen a una tercera parte. Esta perspectiva ilumina
ingenuidad de Jenkin Äel creer que los agentes no van a utilizar un
poder si se les otorga y les beneficiaÄ y la diferencia entre la negociación
empresa/sindicato en el período clásico y en los tiempos modernos,
cuando la incorporación del Estado como tercer ®concertador¯  permite,
precisamente, toda clase de efectos de las negociaciones ®sociales¯
sobre terceras partes. 
  Reconoce Jenkin que en la práctica los sindicatos han estado asociados
a episodios de violencia, que condena, pero al mismo tiempo afirma
que la mayoría de los sindicatos son pacíficos, honestos, democráticos
y útiles para sus afiliados, que por eso los mantienen.[9]
  El segundo trabajo, de 1870, referido a la representación gráfica
de la oferta y la demanda, será analizado en un apartado específico
después. El tercer trabajo, que trata de la incidencia de los impuestos,
es el más conocido, especialmente en el mundo hispanohablante, puesto
que ha sido incluido en el volumen de ensayos sobre economía impositiva
compilado por Musgrave y Shoup, y traducido al castellano.[10] Jenkin
presenta en este trabajo la noción de excedente del consumidor y del
productor, anticipándose a Marshall.
  Para terminar este apartado, hay dos manuscritos de Jenkin, publicados
póstumamente, que completan su labor en el campo económico. 
  Uno de ellos, fechado en 1879-81, lleva por título ®El sistema de
tiempo-trabajo, o cómo evitar los males producidos por las huelgas¯;
Jenkin continúa con la preocupación por la estabilidad del mercado
de trabajo.
  En los demás mercados el precio que iguala a oferta y demanda es
alcanzado tras varias aproximaciones, en un ®proceso tentativo¯. El
público acepta el resultado final, pero no si alguna de las partes
se organiza para influir en el precio, que es lo que ocurre en el mercado
laboral, que fuerza la equiparación de los niveles salariales: ®Es
como si una persona comprase mil huevos a seis peniques la docena y,
cuando quisiese comprar cien más no pudiese ofrecer siete peniques
sin ir a todos los antiguos vendedores y pagarles la diferencia.¯[11]
  Dada esa circunstancia, Jenkin propone un mecanismo para equilibrar
oferta y demanda de trabajo, en la línea del tentative process que
tiene lugar en los otros mercados. 
  La idea consiste en prolongar el plazo de los contratos, de una semana
a un año. Si la demanda de trabajo aumenta, el empresario eleva los
salarios, pero sólo de los nuevos contratados. Así, su nómina crecerá
paulatinamente, a medida que venzan los contratos antiguos. Los sindicatos
aceptarán el sistema, confía Jenkin, porque maximiza el empleo, al
permitir averiguar el salario que vacía el mercado. Los trabajadores
tolerarán salarios distintos porque verían que la remuneración depende
claramente del nivel de la actividad económica y comprobarían que,
con un cierto retardo, todos se benefician con su incremento. 
  Es verdad que el mayor plazo de los contratos puede ocasionar perjuicios
a los trabajadores y los empresarios. La solución de Jenkin es que
los contratos no sean personales sino por trabajo durante un tiempo,
el time-labour system.  El empleado podrá abandonar su puesto de trabajo
siempre que
encuentre un sustituto, algo que no sería difícil en operaciones mecánicas
simples. El empresario puede despedir al trabajador, pero está obligado
a reemplazarlo inmediatamente por otro.
  Se evitarían así, afirma Jenkin, los daños por huelgas o cierres
patronales. Los salarios subirían y bajarían con la actividad, y el
empleo sería siempre el máximo posible. 
  Por fin, existe un curioso manuscrito de 1884, un año antes de su
muerte, titulado ®¿Es el beneficio de un hombre la pérdida de otro?¯.
Aquí se ve a este ingeniero-economista, amigo indudable de la clase
obrera y los sindicatos, defender al comercio y al mercado, porque
ambos aseguran que la producción se ajusta a las necesidades del público.
  Pone un ejemplo de una comunidad muy primitiva que habita una isla
remota. No hay opresión ni injusticia y la tierra sobra. Pero baja
la demanda de un producto y quienes lo fabrican se empobrecen hasta
que descubren que pueden elaborar un producto que sí tiene demanda
y vuelven a salir adelante.
  El problema es, entonces,  como en el caso anterior,  descubrir 
los cambios en la demanda y cambiar la oferta; para eso sirve el comercio:
®La mayor parte de los pobres lo son porque están produciendo las cosas
equivocadas.¯[12]
  La pobreza, por lo tanto, no depende del comercio sino de que las
personas necesitan consumir. La producción enriquece, arguye Jenkin,
y el consumo empobrece. La pobreza ®es la hija no deseada de esa necesidad
física que Sir William Thomson llama la disipación de la energía¯.[13]
Y el comercio aumenta la riqueza porque permite obtener lo que se
desea al entregar lo que se desea menos.
Las curvas de oferta y demanda
  El análisis de Jenkin se resume en tres leyes de la oferta y la demanda,
que guardan interesantes paralelismos con los periodos explícitamente
detallados por Marshall e implícitamente presentes en la economía clásica.
La primera ley sostiene que el precio de mercado es aquel en donde
se cruzan las curvas de oferta y demanda. La segunda ley afirma que
si la oferta total aumenta el precio cae, y si la demanda total o ®fondo
de compra¯ aumenta, el precio sube. Y según la tercera ley, el precio
a largo plazo de los artículos manufacturados depende fundamentalmente
del coste de producción, mientras que la cantidad producida depende
fundamentalmente de la demanda. 
Primera ley
  Los gráficos de oferta y demanda que Fleeming Jenkin pintó en 1870
se basan en un análisis geométrico de equilibrio parcial. Jenkin sigue
la convención matemática usual Äque cambiaría a partir de MarshallÄ
de asignar a la variable dependiente el eje de ordenadas y a la variable
independiente el eje de abcisas. 
  Aunque algunos historiadores han sugerido que Jenkin maneja las curvas
al estilo de Marshall[14], es más correcto afirmar que su enfoque es
del tipo de Walras. Las curvas de Jenkin, en efecto, indican cantidades
que los agentes están dispuestos a vender y comprar a cada precio,
y el equilibrio se alcanza mediante variaciones en el precio. 
  Ese equilibrio se produce cuando las curvas se cruzan; teóricamente,
porque en la realidad las curvas son desconocidas y se van descubriendo
a través de la competencia. Hay más elementos walrasianos, que apuntan
al proceso tentativo al que Jenkin se había referido en el artículo
sobre los sindicatos:
®Si cada persona declarase por escrito de antemano exactamente
cuánto venderá o comprará a cada precio, entonces el precio de mercado
se determinaría de inmediato y las transacciones se acordarían allí
y entonces. En la práctica, el precio al que se venderá cada cuartal
será una mera aproximación tentativa al precio teórico.¯[15]
  Jenkin no desarrolla las condiciones de estabilidad del equilibrio,
pero los casos que discute no son de inestabilidad: la primera derivada
de sus funciones de demanda no es positiva y la de sus funciones de
oferta no es negativa. 
  La primera ley de la oferta y la demanda es que el precio de mercado
viene dado por el punto de cruce de las dos curvas. Jenkin dibuja este
resultado en su Figura 1 que debería bastar para poner en cuarentena
la expresión habitual que se refiere a las curvas de oferta y demanda
®marshallianas¯. 






                                       FIGURA 1





  Es sabido que hubo geometría de la oferta y la demanda antes que
Marshall: el primero que dibujó esas curvas fue el matemático y economista
francés Antoine-Augustin Cournot (1801-1877), en sus Recherches sur
les principes mathématiques de la théorie des richesses de 1838; pero
el tratamiento gráfico de Jenkin se parecía más al que después publicaría
Marshall que el de Cournot. Asimismo, para mayor mérito de Jenkin,
no conoció la obra de sus predecesores.[16]
Digresión sobre la utilidad
  Lo expuesto hasta aquí plantea inevitablemente la cuestión de la
subjetividad del valor y por lo tanto de la utilidad. En el artículo
sobre los sindicatos Jenkin, que sigue a Stuart Mill, apunta que oferta
y demanda sólo son inteligibles en términos de cantidades, pero que
existe también una dimensión subjetiva Äparticularmente en el caso
de la demanda[17]Ä que se debe distinguir de la otra, porque es impredecible.
Pero inmediatamente subraya: ®Estas dos ecuaciones, la primera entre
dos cantidades y la segunda entre dos valores, son verdaderas ambas,
y una puede ser deducida de la otra.¯[18]
  Jenkin no explora esta eventual deducción porque no cree que pueda
decirse nada de lo subjetivo. En varias ocasiones Jenkin subraya la
importancia de dicha dimensión subjetiva del valor[19]  para prevenir
ante las conclusiones demasiado rígidas y apresuradas del análisis
de la oferta y la demanda.
  No sorprenderá ver a Jenkin recelar de la importancia práctica de
la utilidad. Brownlie y Lloyd Prichard han destacado que la relación
inversa entre cantidad y precio de la ecuación
D = f(A + 1/x)
implica la noción de utilidad marginal decreciente ÄS.Uemiya también
subraya este puntoÄ pero Jenkin no dice ni una palabra al respecto.
La expresión ®utilidad¯ es empleada en una oportunidad y con gran cautela:
®La demanda en la mente de los
compradores se corresponde con la utilidad que a su juicio tiene el
artículo; y las causas que confluyen para formar esa opinión son demasiado
numerosas como para admitir una clasificación.¯[20]
  En última instancia será la competencia la que revele el precio de
equilibrio, aunque los cambios en la apreciación de los bienes podrán
modificar los estímulos para la producción, más allá del corto plazo[21]
Äpero entonces la oferta y la demanda no cuentan a la hora de hallar
el precio, como se verá.
  En el artículo de la incidencia impositiva, que ya es de 1871 y permitió
a Jenkin conocer la Theory   de Jevons, criticará la noción de utilidad
de éste porque ®en la práctica su medición es imposible¯.
  Esta ausencia en última instancia de la utilidad en la explicación
del valor deja a Jenkin atrás de sus contemporáneos Jevons, Menger
y Walras, y lo  excluye de la escuela de la utilidad marginal.[22]
Segunda ley
  La dimensión subjetiva del valor, o mejor dicho su caeteris paribus,
permite a Jenkin acotar la validez de la primera ley de la oferta y
la demanda: ®La ley mencionada supone que cada persona conoce su mente,
es decir, sabe cuántos bienes comprará o venderá en ese momento y lugar
a cada precio, y supone también que sus opiniones no varían.¯[23] Jenkin
afirma que si esto se cumple el precio de mercado no varía durante
el proceso tentativo que culmina en su descubrimiento. 
  En la práctica, reconoce Jenkin, las mentes no se quedan quietas
ni cinco minutos, por lo que las curvas podrán cambiar dentro de dos
límites, impuestos por lo que llama ®oferta total¯  o cantidad total
disponible y ®fondo de compra¯ o cantidad de dinero que los agentes
disponen para comprar.
  El paso siguiente es suponer constante a una de dichas magnitudes
y aumentar la otra. Jenkin dibuja como resultado sus Figuras 5 y 6
que representan la segunda ley de la oferta y la demanda: si la oferta
total aumenta, los precios bajan, y si el fondo de compra aumenta,
los precios suben.
















        FIGURAS 5 Y 6





  Jenkin toma la precaución de distinguir entre esta ley y la
primera, porque esas dos ideas ®no son leyes en un sentido estricto
sino que expresan un grado de probabilidad, que variará inmensamente
según los casos y los bienes.¯[24]
  El que se trate de movimientos probables   pero no seguros sugiere
el propósito de Jenkin, al que dedicará el resto del artículo: en la
realidad los mercados no funcionan tal y como sus primeros gráficos
los pintan, y en particular el mercado de trabajo.
  Presenta entonces varios gráficos de mercados no competitivos, siguiendo
a W.T.Thornton.[25] Así, afirma que puede haber competencia entre compradores
pero no entre vendedores, puede no haber un precio de equilibrio o
haber varios. Los gráficos tienen trazados interesantes, como su Figura
9  que pinta una oferta infinitamente inelástica y una demanda superpuesta
en un tramo, lo que da como resultado un segmento de precios de equilibrio.






                        FIGURA 9



      

  Jenkin concluye que la primera ley de la oferta y la demanda indica
que el precio de equilibrio será el de la intersección de las curvas,
pero no determina cómo serán esas curvas. Y debe recordarse que tanto
la primera ley como la segunda suponen que los individuos perciben
la brecha entre las curvas a cada precio: ®La primera y segunda ley
de la demanda y la oferta no pueden afectar a aquellos casos en los
que los compradores y los vendedores no pueden estimar la relación
entre la demanda a un precio y la oferta a un precio.¯ Es destacable
que Jenkin apunte que uno de esos casos es el del monopolio bilateral,
el tema por el que Francis Ysidro Edgeworth (1845-1926) criticará a
Jevons en 1881: ®En transacciones simples entre una persona y otra
por un objeto...no se pueden trazar ni la curva de demanda ni la de
oferta: el precio es aquél al que el comprador pueda persuadir al vendedor
para que le entregue el artículo.¯[26]
Tercera ley
  Jenkin va cerrando las puertas a la utilización de la oferta y la
demanda. No sólo existen las situaciones no competitivas, en las que
no hay posibilidad de trazar curvas normales, sino que además tanto
el precio en la primera ley como los cambios en el precio en la segunda
ley dependen de ®estados mentales¯ de compradores y vendedores. Las
curvas, entonces, pueden desplazarse considerablemente y ninguna de
las dos leyes es capaz de indicar cuál será el precio de largo plazo.
  Jenkin presenta a continuación su tercera ley, integrada también
como las anteriores en la doctrina de Stuart Mill y en la tradición
clásica: ®A largo plazo, el precio del artículo manufacturado resulta
determinado fundamentalmente por su coste de producción, y la cantidad
manufacturada resulta fundamentalmente determinada por la demanda a
ese precio.¯[27]
  De esta manera, Jenkin expresa gráficamente la noción
marshalliana de equilibrio a corto y largo plazo. Una diferencia esencial
entre el largo plazo y el corto es que las curvas de oferta y demanda
medias a largo plazo sí pueden ser dibujadas con base empírica, aprovechando
las estadísticas históricas de ventas y de costes Äahora el eje de
ordenadas de Jenkin refleja cantidades históricas medias. No obstante,
esas estadísticas permitirán trazar curvas sólo aproximadas, y no existe
una ley para todos los bienes. En general, afirma Jenkin, las curvas
de demanda tenderán a ser horizontales (o sea, con ejes al estilo moderno,
inelásticas) y las de oferta tenderán a ser verticales (o sea, elásticas),
pero puede haber casos particulares donde la curvas tengan una elasticidad
ampliamente diferente, sean cóncavas o convexas, perfectamente horizontales
o verticales, etc. Ilustra así su tercera ley en su Figura 12 con dos
curvas de oferta, según que el trabajo, el capital y las materias primas
sean ®limitados¯ o ®casi ilimitados¯.




       FIGURA 12



  En cada momento hay desviaciones de la curva de oferta media (coste
de producción) por acción de las leyes primera y segunda. Entran en
acción las estimaciones de los productores sobre la posición de la
demanda, las expectativas sobre la posición futura de la demanda y
las diferentes apreciaciones de los agentes sobre cuál debe ser su
remuneración. 
  En suma, Jenkin toma sus ®leyes¯ en todo caso con las pinzas de la
probabilidad y la incertidumbre: ®El valor de todas las cosas depende
de fenómenos mentales y no de leyes referidas a meras cantidades de
objetos¯.[28]


Mercado de trabajo
  La exposición precedente permite conjeturar ya cuál va a ser la argumentación
de Jenkin cuando traslade el análisis de la oferta y la demanda al
mercado de trabajo. El salario es el precio en ese mercado, sujeto
por tanto a las leyes de la oferta y la demanda, pero Jenkin añade:
®Esta obviedad es frecuentemente interpretada como si ningún esfuerzo
por parte de los empresarios pudiese rebajar los salarios y ninguna
acción por parte de los trabajadores pudiese aumentarlos; se supone
que el precio del trabajo está fijado por una ley natural.¯[29]
  Como no hay curvas de demanda fijas, puesto que dependen de ®estados
mentales¯, la solución adecuada es dejar a los sindicatos libres y
confiar en su propio interés, porque Jenkin reconoce que más allá de
un cierto límite el poder negociador para subir los salarios conspirará
contra el aumento del empleo. Ahora bien, aparte de la capacidad sindical
para elevar los salarios ¿qué se puede afirmar sobre la determinación
salarial? Como era de esperar, muy poco: ®La primera ley de la demanda
y la oferta no es ninguna ayuda, porque su validez requiere que las
mentes de las personas estén determinadas de antemano; la segunda ley,
si es aplicada al trabajo, nos conduce a la doctrina malthusiana y,
si no es bien interpretada, a la equivocada teoría
del fondo de salarios.¯[30]
  Jenkin advierte con respecto a la doctrina malthusiana que no hay
forma de saber a priori  cuál es la proporción óptima entre población
y recursos, ni entre aumento de la población y aumento de la riqueza.
El efecto sobre los salarios de un aumento de la población depende
de la segunda ley, que sugiere sólo el movimiento probable de los precios.
Para conocer el nivel salarial hay que recurrir, como en los demás
bienes, a la tercera ley. Pero ¿cuál es el coste de producción del
trabajo? Su manutención pero, nuevamente, ese coste no es fijo.
  Si un trabajador cuenta con reservas Äproporcionadas por su sindicatoÄ
para negociar con su empleador, pedirá más dinero: su  coste de producción
habrá aumentado. Si el trabajador aspira a un mayor nivel de vida ello
automáticamente significa un mayor coste de producción: ®El coste de
producción del trabajo determina los salarios, pero ese coste a su
vez es determinado por las expectativas de las personas sobre su nivel
de vida.¯[31]
  La conclusión es pues similar a la general sobre los precios. Aunque
parezca extraño, son los trabajadores los que determinan sus salarios,
es decir, el coste de producción determina el precio. Ahora bien, la
otra conclusión también vale: el vendedor determina el precio, pero
el comprador determina la cantidad. Así, es el capital el que determina
cuántos trabajadores se emplearán a cada tipo de salario. De ahí la
importancia de la sabiduría sindical. 
  Se puede siempre plantear la crítica de que las excepciones a la
competencia no invalidan sus principios generales. Todas las excepciones,
las curvas discontinuas, el poder de negociación, las expectativas,
no hacen más que matizar un análisis que sigue siendo válido, como
reconoció John Stuart Mill en 1869.[32]
Impuestos
  En su artículo sobre los impuestos, publicado en las Actas de la
Sociedad Real de Edimburgo de 1871-72, Jenkin dibuja curvas de oferta
y demanda para analizar la incidencia tributaria.
  Como ya se ha dicho, Jenkin conocía la Theory  de Jevons cuando escribió
este artículo. Menciona al libro por haber presentado una versión algebraica
®mucho más compleja¯ de la oferta y la demanda. Jenkin estima que el
planteamiento algebraico no proporciona muchas ventajas, porque es
inconcebible que en la práctica las funciones resulten sencillas o
manejables, mientras que por el contrario una simple observación histórica
permite dibujar experimentalmente las curvas con una aceptable aproximación.[33]

  Para Jenkin no es razonable suponer que los agentes son ®una sola
mente¯ dispuesta a efectuar transacciones sólo a un precio. En la realidad,
en un mercado suficientemente grande 
®siempre hay unos pocos oferentes dispuestos a vender sólo si el precio
resulta muy superior al de mercado: ellos esperan que los precios suban.
Otros pretenden vender al precio de mercado, pero nunca a un precio
menor; y otros, los oferentes débiles, esperan que los precios caigan
y a ellos se les puede empujar para que vendan por debajo del precio
de mercado... Análogamente, hay unos pocos demandantes a los que se
puede obligar a que compren por encima del precio de mercado; otros
comprarán justo a ese precio, y otros sólo comprarán por debajo de
ese precio.¯[34]
  Jenkin traslada esta noción a un gráfico y presenta los excedentes
del consumidor y del productor como las áreas situadas respectivamente
entre la línea del precio de equilibrio y las
curvas de la demanda y la oferta. Declara que su análisis es novedoso,
lo que sólo es parcialmente correcto, porque Dupuit había expuesto
la idea del excedente del consumidor en 1844.
  La clave, afirma acertadamente Jenkin, está en la pendiente de las
curvas. Si la oferta tiene una pendiente muy pronunciada y la demanda
no, ganan relativamente más los compradores, y si es al revés, los
vendedores Ärecuérdese que, como también ocurre con los gráficos de
Cournot y Dupuit, las abscisas y las ordenadas reflejan respectivamente
precios y cantidades, al revés de lo que haría Marshall y la ciencia
económica posterior, y ya había hecho Karl Heinrich Rau (1792-1870)
en 1841.
  Aparte de que Jenkin destaca que esas ganancias varían según la actividad
de que se trate, puede subrayarse su comentario distinguiendo entre
salario y ganancia   del trabajador: ®La ganancia del trabajador puede
estimarse como la diferencia entre el salario que recibe y aquel salario
que apenas es capaz de impulsarlo a trabajar.¯[35]
  Cournot, el pionero en el análisis matemático de la incidencia impositiva,
detectó que la clave estaba en la elasticidad relativa. Jenkin también
lo percibió.  La proporción en que el impuesto recae sobre compradores
y vendedores ®es simplemente la relación entre la disminución del precio
para los vendedores y el aumento del precio para los compradores.¯[36]
  Jenkin aplica este análisis al caso del comercio entre dos países,
igual que había hecho analíticamente Stuart Mill y haría geométricamente
Marshall, y concluye que lo mejor es el libre cambio unilateral, porque
la pérdida de bienestar para las partes es mayor que los aranceles
que pagan, porque cualquier impuesto comporta una cierta pérdida del
excedente del consumidor y del productor; apunta también, pero no demuestra
formalmente, que existe un arancel o gravamen que maximiza la recaudación.[37]

Jenkin y Jevons y Marshall
  Varios aspectos de la obra de Jenkin atrajeron la atención de Edgeworth:
el método matemático y geométrico; la descripción de la oferta y la
demanda como funciones, en línea con el análisis de Cournot; el énfasis
en los procesos mentales (pero recuérdese que Jenkin no desarrolla
la noción de utilidad); el excedente del consumidor; y en especial,
como se destacó antes, la importancia de la capacidad de negociación
en la determinación del precio, en especial en un mercado de competencia
característicamente no perfecta, como el mercado de trabajo.[38]
  No obstante, el pensamiento económico de Jenkin no iba a tener ni
de lejos el reconocimiento que merecieron sus trabajos en otros campos.
Hay otros muchos casos, por supuesto, de obras de importancia analítica
y que pasaron prácticamente desapercibidas en el momento de su publicación,
como las Recherches  de Cournot o el Entwickelung  publicado en 1854
por Hermann Heinrich Gossen (1810-1858). Jenkin, además, no era un
economista, aspecto que tiene una importancia creciente en el siglo
XIX.[39] Pero a Jenkin lo distingue el trato poco generoso que le dispensaron
William Stanley Jevons y Alfred Marshall.
  Jevons conocía la obra de Jenkin y sentía por ella y por su autor
un considerable respeto. En septiembre de 1874 le escribe a Walras,
para agradecerle el ejemplar de los Elementos  que le había enviado
Ä®una obra altamente científica y original¯Ä, aunque le aclara que
no cree que atraiga el interés de más de media docena de expertos en
todo el mundo: uno de los nombres que da es el de Fleeming Jenkin.[40]
  Herbert Stanley Jevons, hijo del economista, reveló que el artículo
de Jenkin de 1870 fue el responsable de que Jevons se apresurara a
concluir y publicar su Theory of political economy, lo que ocurrió
en octubre del año siguiente: ®Según una de las notas manuscritas de
mi padre, la publicación pudo haber sido demorada hasta mucho después
de 1871, de no haber sido por la aparición en 1868 y 1870 de los artículos
del Profesor Fleeming Jenkin¯.[41]
  Jevons no deseaba ser anticipado por Jenkin, con quien había mantenido
relación epistolar a raíz del artículo sobre los sindicatos de 1868,
que Jenkin le remitió en forma manuscrita. Por desgracia, no se han
conservado las cartas enviadas por Jevons, pero sí tres que le escribió
Jenkin en marzo de ese año, que incluyen unos gráficos muy notables,
de exactamente la  misma factura que el célebre que Jevons pintó en
el capítulo IV de su Theory  para ilustrar el intercambio. Es posible
que Jevons ya estuviera pensando en un gráfico de esas características
Ädos curvas de utilidad superpuestasÄ pero no hay forma de probarlo.
Jenkin insiste en las dificultades de medición de la utilidad y en
la indeterminación del precio en el monopolio bilateral.[42]
  El recelo de Jevons ante la omisión de su nombre en el artículo de
Jenkin sobre las leyes de la oferta y la demanda puede explicar el
virtualmente nulo reconocimiento de éste en la Theory. Su nombre no
aparece cuando habla Jevons sobre W.T.Thornton[43]; lo menciona en
el prólogo a la segunda edición como uno de los pocos ®que se aventura
en la ingrata cuestión de la ciencia matemático-económica¯[44], y Jevons
declara que su deuda mayor es con Lardner, a quien atribuye incorrectamente
la ilustración gráfica de las leyes de la oferta y la demanda.[45]
  Jevons no dibujó curvas de oferta y demanda,[46]  aunque sí afirmó
Äigual que JenkinÄ que se podían derivar a partir de las funciones
de utilidad. Admitió la validez del análisis de Jenkin pero insistió
en que él ya empleaba curvas intersecantes para ilustrar el precio
de mercado en sus lecciones antes de 1870. No hay prueba alguna para
esta reivindicación, como tampoco la habrá en el caso de Marshall.[47]

  La lectura de los Principios de Economía de Alfred Marshall, en su
edición definitiva de 1920 da la pauta del reconocimiento que dispensaba
el gran economista inglés a sus predecesores. Hay sólo una mención
a Jenkin, en la nota final del capítulo 13 del libro 5. Marshall se
limita a apuntar que su método es similar al de Dupuit y Jenkin, a
quien cita mal y fecha en 1871. Pese al notable parecido de sus análisis,
no hay una sola mención a Jenkin cuando Marshall estudia la incidencia
de los impuestos y el excedente del consumidor y del productor; ni
tampoco en el Apéndice J sobre la doctrina del fondo de salarios. Los
antecedentes de Marshall, tal cual queda consignado en el prólogo a
la primera edición del libro, de 1890, son pocos: Cournot y Johann
Heinrich von Thünen (1783-1850) Älejanos y, nótese, no británicos.[48]
  La edición variorum de los Principios   arroja alguna luz sobre este
inadecuado reconocimiento de Jenkin por Marshall. Por lo pronto, en
la primera edición, la nota mencionada en el párrafo anterior no incluye
a Dupuit. Guillebaud, el editor, comenta que entre los papeles de Marshall
hay una hoja, en la tercera edición del libro, de 1895, correspondiente
a dicha nota, en la que Marshall dejó manuscritas estas líneas: ®Las
curvas de Fleeming Jenkin tienen una forma peculiar, y no se parecen
a nada
que yo conozca,  a excepción de las que Rau añadió como apéndice a
las primeras ediciones de su Volkswirtshatfslehre.¯
  Marshall alega que conoció la obra de Rau antes de ver el trabajo
de Jenkin (que cita bien), y aún antes había leído a Cournot y von
Thünen. La nota termina así:
®La sustancia de las curvas de este capítulo ya estaba en mis lecciones
de 1870, o antes: las curvas relativas al monopolio corresponden a
una etapa muy posterior de mi trabajo, y fueron presentadas ante la
Sociedad Filosófica de Cambridge en 1873. Él [Jenkin] no conoció mi
obra, así como yo no supe del artículo que leyó en la Sociedad de Edimburgo
[el de los impuestos]  hasta muchos años después. Por fin él oyó hablar
de mi trabajo y me envió un ejemplar de sus escritos.¯[49]
  Se observa, por tanto, que Marshall sabía muy bien quién era Jenkin,
y en las ediciones anteriores de los Principios  fue capaz de mencionarlo
y hay testimonios de que estaba lo suficientemente familiarizado con
sus escritos como para citarlos correctamente. No obstante, en ningún
caso reconoce anticipación alguna. Además, esta nota no menciona al
excedente del consumidor.
  El primer trabajo publicado por Marshall fue la recensión de la Theory
de Jevons, en abril de 1872. Marshall tenía treinta años de edad.
En esa reseña, aparte de Jevons, Marshall cita a un sólo economista
contemporáneo: Fleeming Jenkin. Característicamente, disputa Marshall
la utilidad del método matemático. Se inclina por utilizar palabras
que todos puedan entender y prefiere ®el lenguaje de los diagramas
o, como ha sido llamado por el Profesor Fleeming Jenkin, la representación
gráfica.¯ [50]
  La importancia que Marshall asigna a Jenkin era, entonces, indisputable.
Y recuérdese el consejo que le dio aquél a Jevons: el libro habría
mejorado sin las matemáticas y con los diagramas. 
  Con el paso del tiempo la generosidad de Marshall disminuyó. En 1908
le escribe a John Bates Clark (1847-1938) que se ha vuelto ®insensible¯:
se limita a hacer referencias en notas al pie de página, pero no admite
deudas: ®Soy consciente de que algunos pensarán que implícitamente
reconozco deudas. Ejemplos de éstas son Francis Walker [1840-1897]
y Fleeming Jenkin.¯[51]
  En los años cruciales, en torno a 1870, Alfred Marshall no publica
nada. Hubo sin embargo varios manuscritos, borradores de eventuales
publicaciones, que leyeron sus alumnos y colegas más aventajados: Herbert
Somerton Foxwell (1849-1936), (el después Sir) Henry Hardinge Cunynghame
(1848-1935) y John Neville Keynes (1852-1949). Ellos apoyaron las reivindicacion
es del maestro. En la biografía que escribió sobre él, John Maynard
Keynes (1883-1946) descarta toda posible anticipación de nadie a Marshall.[52]
  Marshall insiste en que la base de su teoría ya estaba terminada
antes de la Theory  de Jevons, o sea, antes de 1871, y que había trabajado
sobre la productividad marginal en 1869 y sobre la cuasi-renta en 1868.
Le escribió a León Walras en 1883, diciéndole que había enseñado la
teoría de la utilidad marginal en Cambridge antes de la Theory  y que,
siguiendo a Cournot, había ido más allá que Jevons. En lo referido
al excedente del consumidor, le escribe a E.R.A. Seligman (1861-1939)
en 1896: ®mis deudas son con Cournot, no con Fleeming Jenkin ni con
Dupuit.¯[53] 
  Whitaker, el responsable de la edición de los escritos económicos
tempranos de Marshall, cree que la influencia de Jenkin sobre éste
fue imperceptible. Quizás haya sido así, pero no está claro que Jenkin
no se le haya anticipado. Este es el punto en cuestión: no que Marshall
haya copiado a Jenkin sino que arribó a un análisis similar después.
  Es perfectamente posible que obtuviesen sus conclusiones de forma
independiente.[54] Después de todo, ambos tenían formación matemática
y estaban aplicándola al texto básico de economía de entonces, los
Principios de Stuart Mill.  La formulación simétrica de oferta y demanda
es un descubrimiento lógico, como apunta Whitaker, para quien estuviese
desarrollando el pensamiento de Mill. El propio Mill se acerca a la
solución en su reseña de Thornton de 1869, pero Jenkin, como se vio
antes, había planteado la solución formalmente correcta en 1868.[55]
  1868 es una fecha importante para esta cuestión, porque es el año
en que Marshall declaró haber leído a Cournot. Y hay que recordar que,
al parecer, Jenkin no había leído más que a Stuart Mill hasta 1870.
No conocía a Cournot y no tenía en principio por qué estar al tanto
de los artículos de Dupuit, puesto que sus intereses en el campo de
la ingeniería iban por otros derroteros que los que habían preocupado
a los ingenieros-economistas de la Escuela de Puentes y Caminos de
París en la década de 1840 Ämás extraño, quizás, es que no citara a
D.Lardner.
  Las lecciones de Marshall nos brindan otro testimonio interesante,
en una carta que Foxwell escribe a Maynard Keynes en abril de 1925:
®Lo leí  [al artículo de Jenkin]  en las vacaciones de Semana Santa
de 1870, en la época en que asistía a las clases de Marshall sobre
economía diagramática, y se lo mostré. Nunca olvidaré su expresión
de disgusto mientras hojeaba el artículo. Es que no había nada en Cournot
que se aproximase tanto al enfoque general de Marshall sobre la teoría
del valor, y en particular a su presentación de la ecuación de oferta
y demanda.¯[56]
  Hay razones para conjeturar, entonces, que la importancia de Jenkin
para Marshall fue mayor que la reflejada en los Principios. Pero falta
la prueba de que Marshall se le había anticipado independientemente.
Su propio testimonio y el de sus alumnos así lo sugiere. A Marshall
le disgusta ver el artículo de Jenkin e insiste en que no le aportó
nada que no supiera Äen ambos puntos coincide con Jevons. Ello no es
imposible, pero su anticipación a Jenkin no se puede apoyar en nada
que no sea meramente testimonial.[57]
Conclusión
  Fleeming Jenkin fue un economista notable, que con su bagaje de conocimientos
de ingeniería fue capaz de un interesante trabajo científico en economía.
Entre sus avances destacan el análisis de la oferta y la demanda como
funciones, los mercados imperfectamente competitivos, y el excedente
del consumidor y del productor.
  Vistos sus logros, la indiferencia con que fue tratado por sus contemporáneos
Äcon la excepción de EdgeworthÄ carece de justificación. Es verdad
que Jenkin fue un outsider  de la economía, que empezaba entonces a
institucionalizarse como profesión. Pero es más probable que la indiferencia
proviniese de la desconsiderada actitud que tuvieron hacia él Jevons
y Marshall. Ambos devaluaron marcadamente sus aportaciones e
insistieron en que habían trabajado independientemente de Jenkin y
en que le habían precedido en todo lo que importaba. Adoptaron esta
última actitud con tanto entusiasmo como pocas pruebas. 













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ENDNOTES********************************

[1]Notas

. Este trabajo deriva de la primera parte del proyecto de investigación
que presenté en las oposiciones a cátedra en la Universidad Complutense
en abril de 1994. Agradezco los comentarios de los miembros del tribunal,
y también los que me formularon con anterioridad Fernando Méndez Ibisate
y los asistentes al seminario de la Universidad Complutense sobre los
cien años de los Principios de Marshall, y con posterioridad los integrantes
del seminario de Historia Económica de la Universidad Carlos III.

[2]. El nombre debe pronunciarse ®fleming¯ y no ®fliming¯. Stevenson
(1887), p.21.

[3]. Detalles sobre la vida de Jenkin en Brownlie y Loyd Prichard (1963).
Para una extensa y notable biografía véase Stevenson (1887). Fue muy
afortunado Jenkin al contar entre sus alumnos y admiradores al autor
de La isla del tesoro, que además provenía de una familia de ingenieros
y sentía por esa profesión una admiración que contrasta con el recelo
frente a la ciencia que rezuma El extraño caso del Dr. Jekyll y el
Sr. Hyde.

[4]. Jenkin (1887), pp. 13, 17n, 18, 18n, 19n.

[5]. Ibíd., pp. 18, 22. Una balanza, subraya Jenkin en bella metáfora,
no fija el peso: lo descubre. 

[6]. Ibíd., p. 28.

[7]. La asimetría entre ambos derechos ya había sido señalada por Adam
Smith (1776), I.viii.11-13  y I.x.c.61. Los economistas clásicos fueron
en general simpatizantes de los sindicatos, a pesar de los rasgos violentos
de las asociaciones de trabajadores. Esta actitud de respaldo a los
sindicatos se mantuvo después, con Alfred Marshall. Cf. O'Brien (1989),
pp. 394-6 y Petridis (1973), p. 167. Véase también Groenewegen (1994).
Una interesante crítica a esta actitud de los economistas en Hutt (1936).

[8]. Jenkin (1887), p. 35.

[9]. Ibíd., pp. 37, 56, 74. Una visión análogamente simpatizante con
los sindicatos, referida también a la Comisión parlamentaria, en Ludlow
y Jones (1867).

[10]. Jenkin (1871-72), pp. 250-64.

[11]. Jenkin (1887), pp. 125-6.

[12]. Ibíd., pp. 148.

[13]. Ibíd., pp. 141.

[14]. Brownlie y Lloyd Prichard (1963), pp. 208ss.

[15]. Jenkin (1887), p. 79.

[16]. Humphrey (1992), p. 21. Agradezco al profesor Fernando Méndez
Ibisate por haber llamado mi atención hacia este artículo. 

[17]. Jenkin (1887), p.15. Según Jenkin, oferta es una expresión que
se emplea ®casi siempre¯ para referirse a una cantidad presentada a
la venta. No obstante, también se la puede considerar como disposición
subjetiva a vender; cf. Brownlie y Prichard (1963), pp. 208-9.

[18]. Jenkin (1887), p. 16.

[19]. Ibíd., pp. 87, 88, 93, 95. En el manuscrito ®¿Es el beneficio
de un hombre la pérdida de otro?¯, vuelve a destacar la subjetividad
del valor: ®es sólo el pensamiento lo que causa el valor de las cosas¯,
p. 141.

[20].  Brownlie y Pritchard (1963), p. 209; Jenkin (1887), p. 98; Uemiya
(1981), p. 177. 

[21]. Jenkin (1887), pp. 98-99.

[22]. Ibíd., pp. 109-110. Howey (1989), pp. 22, 86.

[23]. Jenkin (1887), p. 78.
[24]. Ibíd., p. 81.

[25]. William Thomas Thornton publicó en 1869 On labour,  donde critica
la idea del fondo de salarios fijo e insiste en que los salarios son
determinados sólo por la negociación. John Stuart Mill, compañero de
trabajo de Thornton en la Compañía Inglesa de las Indias Orientales,
se ®retractó¯ dramáticamente en 1869, en un artículo sobre  On labour
titulado ®Thornton on labour and its claims¯. Parece que no fueron
las críticas de Thornton sobre las leyes de la oferta y la demanda
las que impresionaron a Mill sino las posibilidades que se abrían ante
los sindicatos con la ausencia de un fondo de salarios fijo. Es posible
que haya sido Mill quien influyó sobre Jenkin en este artículo publicado
un año más tarde. Jenkin, no obstante, insiste en que él había demostrado
la falacia del fondo de salarios en su trabajo de 1868, ®y la misma
argumentación, empleada posteriormente por el Sr. Thornton, ha sido
reconocida como acertada por el Sr. John Stuart Mill¯. Cf. Schumpeter
(1954), pp. 669-70; Forget (1991); Negishi (1986); Ekelund y Thommesen
(1989); Jenkin (1887), p. 94; Mill (1967), p. 635; Schwartz (1972),
pp. 90-101, 274.

[26]. Jenkin (1887),  p. 86; Creedy (1992), p. 172.

[27]. Jenkin (1887), p. 89.

[28]. Ibíd., pp. 92-93.

[29]. Ibíd., pp. 93-94.

[30]. Ibíd., p. 97.

[31]. Ibíd., p. 102.

[32]. Schwartz (1972),  p. 92; Schumpeter (1954), p. 942.

[33]. Jenkin (1887), pp. 107-108.

[34]. Ibíd., p. 109.

[35]. Ibíd., p. 112. 

[36]. Houghton (1958), p. 53; Humphrey (1992), p. 19; Jenkin (1887),
pp. 113-115. Hay un error en la página 114, cuando Jenkin concluye
que cuando todo el impuesto recae sobre los compradores la demanda
es vertical: debe decir horizontal. 

[37]. Ibíd., pp. 112-15.

[38]. Edgeworth (1923) y Spengler (1971), p. 37.


[39]. Diversos especialistas han destacado este carácter de outsider
de Fleeming Jenkin. Puede mencionarse al autor del manual que más
atención presta a Jenkin: Whittaker (1948), pp. 504-5.

[40]. Uemiya (1981),  p. 175; Jevons (1977), Vol. IV, p. 66.

[41]. Jevons (1977), Vol. III, p. 166. 

[42].  Ibíd., pp. 167-178; Creedy (1992), pp. 119-20; Black (1962),
pp. 199-200.

[43]. Jevons (1871), pp. 148-50.

[44]. Ibíd., p. 65. Los otros nombres que da son el americano Simon
Newcomb (1835-1909) y los británicos Henry Dunning Macleod (1821-1902),
George Darwin (1845-1912) y Alfred Marshall. 

[45]. Ibíd., p. 50-51; Uemiya (1981), pp. 181, 187.

[46]. La única excepción es la Figura 7 en Jevons (1871), p. 160; cf.
también Uemiya (1981), pp. 184-85.

[47]. Jevons (1977), Vol. VI, p. x;  Black (1987); Robertson (1985),
p. 48; Staley (1989), p. 140; Brownlie y Lloyd Prichard (1963), pp.
215-6; Houghton (1958), p. 53n; Ekelund y Hébert (1992), pp. 329, 385.
Parece claro que es el método gráfico lo que lleva a que Jevons se
apresure a terminar y publicar su Theory. Uemiya (p. 186) conjetura
que la razón última del trato poco cariñoso de Jevons hacia Jenkin
se explica no porque éste se hubiese adelantado a aquél sino porque
Jevons no quería verse mezclado con alguien que, al no basar su análisis
en la utilidad, no confluía con él en el nuevo carril anti-clásico
hacia donde deseaba impulsar a la teoría económica. Es interesante
a este respecto que Marshall se remitiese a Cournot, que  se enrola
aún más que Jenkin entre los no subjetivistas.

[48]. Marshall (1920), p. 394n. Marshall no cita el trabajo concreto
de Jenkin. Sólo habla de ®Edinburgh Philosophical Transactions¯ y 1871.
Son dos errores. La fecha correcta es 1870 y aunque los artículos de
1868 y 1870 son de Edimburgo, ninguno corresponde a esa cita. ®Marshall
fue generoso de forma sistemáticamente exagerada con sus predecesores
clásicos y más bien tacaño con sus contemporáneos¯; Gordon, (1973).
®Marshall era muy consciente de su papel como líder nacional¯, Schumpeter
(1954), p. 840.

[49]. Marshall (1961),Vol. II, pp. 534. 

[50]. Pigou (1925), p. 99. 

[51]. Ibíd., p. 416. También fue poco generoso Marshall con Hans von
Mangoldt (1824-1868), Dupuit y Léon Walras (1834-1910); cf. Schneider
(1960); Segura (1987 y 1988);  Schumpeter (1954) pp. 838-40 y 1061;
y Houghton (1958), p. 53n.

[52]. Para Keynes ®la idea de aplicar métodos matemáticos [a la economía]
estaba en el aire, pero todavía [hasta Marshall] no había producido
nada sustancial¯ y ®en 1867 [Marshall] empezó a desarrollar los métodos
diagramáticos¯; Keynes (1963), pp.  150 y 153. Schumpeter (1954) comenta:
®Una y otra vez me ha impresionado el hecho de que economistas competentes
e incluso eminentes incurran en la acrítica costumbre de atribuir a
Marshall lo que, "objetivamente", debería ser atribuido a otros (¡incluso
la curva de la demanda "marshalliana"!)¯, p. 839n.
[53].  Marshall (1975), Vol. 1, p. 39.

[54]. Creedy (1992), p. 68.

[55]. Bradley (1989).

[56]. Marshall (1975), p. 45n.

[57]. Ibíd., Vol. 2, p. 241. La simpatía de Whitaker por Marshall se
observa en este breve comentario: ®Parece probable que Jenkin haya
sido anticipado por Leslie Stephen, que era como Marshall un Wrangler
de Cambridge¯, p. 41. Esta conjetura, basada en un inédito cuaderno
de notas de Stephen que Whitaker cita a través del biógrago de aquél,
es poco defendible. Sir Leslie Stephen (1832-1904), distinguido intelectual,
padre de Vanessa Bell y Virginia Woolf,  no fue un economista ni un
científico, sino un hombre de letras Äsu biógrafo, Frederic William
Maitland, fue un historiador. En una carta Stephen revela poco aprecio
por Thornton, ®que siempre está aburriendo a todo el mundo con la oferta
y la demanda¯.  Maitland (1906), pp. 45-6, 73, 75, 189.  Entre los
colegas de Stephen en Cambridge se contaba William Whewell (1794-1866),
un notable pionero de la economía matemática  Äincidentalmente, Marshall
no lo menciona jamás. Los interesantes trabajos de Whewell, un matemático
tan cauteloso como Marshall sobre las posibilidades de las matemáticas
en la economía, pueden verse en  Whewell (1829). Hutchison sostiene
que los análisis de Whewell ®difícilmente pueden haber sido desconocidos
por Marshall¯; Hutchison (1967), p. 77 y la extensa nota 4, pp. 77
79.