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del Instituto de Análisis Económico y Financiero |
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Autor(es): Mikel Buesa y José Molero
Título: Tamaño empresarial e innovación tecnológica en la economía española
Resumen:
TAMAÑO EMPRESARIAL E INNOVACIÓN TECNOLÓGICA EN LA ECONOMÍA ESPAÑOLA* MIKEL BUESA y JOSÉ MOLERO Catedráticos de Economía Aplicada Departamento de Economía Aplicada II e Instituto de Análisis Industrial y Financiero Universidad Complutense de Madrid |
1. INTRODUCCIÓN.
La adquisición de ventajas competitivas en las empresas -y, a través de ellas, en las naciones- se asienta en el mundo moderno, de manera creciente, sobre el desarrollo de capacidades de aprendizaje y de organización susceptibles de ser proyectadas hacia los mercados, que desplazan al precio de las mercancías a un plano secundario. En efecto, como tempranamente lo visualizara Schumpeter, "en la realidad capitalista, no es esta especie de competencia -la basada en los precios- la que cuenta, sino la que lleva consigo la aparición de artículos nuevos, de una técnica nueva, de fuentes de abastecimiento nuevas, de un nuevo tipo de organización, es decir la competencia que da lugar a una superioridad decisiva en el
costo o en la calidad". En el plano microeconómico, este mismo
autor destaca la inferioridad de las empresas que se configuran conforme al modelo
neoclásico de la economía -el de la competencia perfecta en el que los agentes ajustan
su oferta a los precios vigentes en el mercado-: "la empresa de la especie que es
compatible con la competencia perfecta tiene, en muchos casos, una eficiencia interna
mediocre, especialmente en el campo de la técnica, y, siendo esto así, desaprovechará
oportunidades económicas... Y -añade Schumpeter- una industria en situación de
competencia perfecta es mucho más susceptible de ser desbaratada -y de esparcir los
bacilos de la depresión- bajo el impacto del progreso o de las perturbaciones
externas".
Esta percepción shumpeteriana -que coloca al cambio tecnológico en
el núcleo central del desarrollo económico- ha encontrado eco en la moderna teoría
económica de la innovación, especialmente en su corriente evolucionista. Fruto de esta
última ha sido el desplazamiento del objeto del análisis desde el problema de los
factores determinantes de la innovación hacia la cuestión de la configuración de los
procesos innovadores dentro de los diferentes ámbitos en los que éstos tienen lugar,
particularmente en el empresarial. El estudio de tales procesos parte de la consideración
de que la tecnología se conforma como un multidi-mensional y complejo elenco de
conocimientos, una gran parte de los cuales tienen un carácter tácito y son, por ello,
específicos de cada empresa u organización. Esos conocimientos se generan en el
aprendizaje que se deriva de la realización de diferentes tipos de actividades orientadas
a obtenerlos -I+D, diseño industrial e ingeniería, principalmente-, pero también en la
experiencia de producción y de operación en los mercados. Las posibilidades de
obtención de resultados innovadores a partir de esas actividades dependerán del nivel
tecnológico previamente alcanzado -por ello, la tecnología es acumulativa-, de las
oportunidades que abran las fuentes del conocimiento científico y técnico disponibles,
del grado de apropiabilidad de los frutos de la innovación y de los recursos que se
destinen a llevarlas a cabo -sin que en este último caso pueda postularse una relación
de proporcionalidad entre recursos y resultados, dado que, como todo proceso de
aprendizaje, el tecnológico está sometido a una fuerte incertidumbre-.
La conceptualización de la tecnología que acaba de resumirse,
permite explicar la existencia de diversas formas de articulación del proceso innovador
que dan lugar a diferentes modelos de comportamiento tecnológico entre las empresas.
Tales modelos -o regímenes tecnológicos- surgen de una combinación particular, en cada
caso, de los elementos que caracterizan a la tecnología -fuentes de conocimiento,
oportunidades para alcanzar una innovación, apropiabilidad y acumulatividad-, de las
actividades que se emprenden para desarrollarla, así como de los recursos que se asignan
a su sostenimiento, y de la configuración estructural de los agentes que se implican en
su generación.
Pues bien, dentro de este marco analítico, en este trabajo nos
proponemos analizar el comportamiento tecnológico de las empresas innovadoras españolas
de diferente tamaño con el fin de desvelar los rasgos característicos de las encuadradas
en cada una de las clases dimensionales. Para lograr este objetivo, es preciso resolver
previamente dos cuestiones metodológicas relevantes:
i) La primera concierne a la delimitación del conjunto de las
empresas innovadoras. Bajo este concepto, englobamos a todas las empresas que efectúan un
esfuerzo permanente de asignación de recursos, orientado hacia la generación de una
parte significativa de las tecnologías de producto o de proceso que emplean en la
producción de bienes o servicios, lo que se especifica en la realización de diversos
tipos de actividades -como las de I+D, diseño industrial, ingeniería de producción o
acumulación de experiencia productiva- de las que se desprenden los conocimientos,
formalizados o tácitos, sobre los que se sustenta la obtención, por ellas, de
innovaciones. El problema que se plantea para la investigación empírica es que se carece
de fuentes estadísticas que reúnan información acerca de esas empresas, pues, en el
caso español, solamente se dispone de la referente a las que realizan actividades de I+D,
dado el carácter incompleto de la primera encuesta sobre innovación realizada por el
INE. Por tanto, no conocemos cuántas empresas forman parte del colectivo innovador, lo
que nos obliga a movernos en un cierto marco de incertidumbre. Sin embargo, debe añadirse
que la referencia a las empresas que realizan actividades de I+D constituye una buena
aproximación al conjunto de las innovadoras, puesto que una parte importante de éstas
desempeñan dichas actividades y, lo que es más importante, son aquellas las que
concentran la mayor parte de los recursos que se destinan a la innovación.
ii) La segunda, más relevante aún, se refiere a la disponibilidad
de datos sobre los elementos que configuran los modelos de innovación en las empresas.
Los requerimientos de información a este respecto sobrepasan ampliamente la oferta que se
desprende de las encuestas oficiales sobre la I+D, e incluso sobre las actividades
innovadoras, lo que, unido al hecho de que éstas no permiten un tratamiento
individualizado de los datos empresariales por estar sometidas al secreto estadístico,
obliga a buscar fuentes alternativas. En nuestro caso, siguiendo la pauta metodológica
que ya hemos ensayado en otros estudios precedentes, utilizaremos los resultados de una
encuesta específicamente diseñada para el análisis de los procesos innovadores y
realizada -en los meses de Mayo y Junio de 1995- sobre el conjunto de las empresas que,
entre 1984 y 1994, habían obtenido créditos del CDTI para la financiación de
actividades de generación de tecnología -principalmente, proyectos de I+D-. Dado que el
número de estas empresas cubre una parte muy relevante de las que, en España hacen I+D,
y que la muestra objeto de la encuesta es plenamente representativa de ellas, entendemos
que, por esta vía, se obtiene una buena aproximación al objetivo propuesto.
Partiendo de la información a la que acaba de hacerse referencia,
en las páginas que siguen se efectúa, en primer lugar, una descripción de las
características estructurales de las empresas innovadoras, prestando una especial
atención a su proyección hacia los mercados exteriores y a su posición competitiva.
Posteriormente, se entra en el análisis de las formas que adopta en ellas el desarrollo
tecnológico, haciéndose mención a la organización de las actividades innovadoras, los
recursos destinados a ellas, los resultados obtenidos y los procedimientos empleados en su
apropiación, de acuerdo con una metodología derivada de la orientación teórica a que
anteriormente se ha hecho referencia. Y por último, se estima una función discriminante
con objeto de desvelar los elementos que explican el comportamiento innovador de las
empresas de diferente dimensión.
2. CARACTERÍSTICAS ESTRUCTURALES DE LAS EMPRESAS INNOVADORAS.
La delimitación del concepto de empresa innovadora de la que se
parte en este trabajo, dificulta, por la carencia de fuentes estadísticas, la
determinación cuantitativa del universo formado por las que tienen ese carácter en
España. Sin embargo, como se ha señalado en el epígrafe precedente, una aproximación a
ese universo y, sobre todo, a la probabilidad de que formen parte de él distintos tipos
de empresas definidos por su dimensión, puede obtenerse mediante el empleo de los datos
relativos a la I+D. En el cuadro 1 se contiene la
información requerida para este propósito. En ella se puede apreciar que sólo 2,25 de
cada mil empresas españolas realizan actividades formalizadas de investigación,
elevándose esta proporción hasta el 9,03 por mil entre las industriales y disminuyendo
hasta el 0,53 y el 0,08 por mil entre las de servicios y de la construcción,
respectivamente. Es, por tanto, el sector industrial, el que registra una mayor
probabilidad en la existencia de empresas innovadoras y el que reúne a un mayor número
de éstas.
Pero más allá de esta constatación, lo relevante a los efectos
del análisis que aquí se realiza es comprobar que -como muestra el cuadro 1 y se representa en el gráfico
1- la probabilidad de que las empresas emprendan actividades innovadoras es
fuertemente creciente con el tamaño, especialmente en el sector industrial. Esa
probabilidad resulta seguramente infravalorada en el caso de las empresas de menor
dimensión, dado que la fuente informativa empleada no recoge datos acerca de las
actividades distintas de la I+D que, eventualmente, pueden ser relevantes dentro de ellas.
Con los datos disponibles no es posible aventurar ninguna hipótesis sobre el orden de
magnitud de tal infravaloración; pero aunque éste fuera elevado, no por ello dejarían
de reflejarse unas amplias diferencias entre las proporciones de empresas innovadoras
existentes en los distintos estratos dimensionales.
Por otra parte, cuando se toma como referencia al conjunto de las
empresas innovadoras, se compruebe que éste lo forman principalmente unidades de reducida
dimensión, tal como se muestra -ya a partir de los resultados de nuestra encuesta- en el cuadro 2 y en el gráfico 2. En
efecto, las empresas pequeñas suponen el 39 % del total, ampliándose esta ratio hasta
más del 50 % en los sectores agrario y de servicios, y en las industrias productoras de
bienes de equipo. Otro tercio está formado por las empresas medianas del estrato
inferior, siendo su presencia más amplia en el caso de las industrias de bienes
intermedios y de consumo. En estas mismas industrias se constata también una proporción
relativamente alta de empresas medianas del estrato superior y de empresas grandes,
categorías éstas que, con relación al conjunto, engloban a poco más de la cuarta parte
del total.
En definitiva, la evidencia disponible revela que un cierto número
de empresas de dimensión pequeña o mediana han encontrado oportunidades para emprender
estrategias innovadoras, y que ello hace que constituyan el núcleo más extenso de las
que se encuentran involucradas en la generación interna de tecnología dentro del país.
Sin embargo, con relación a la población correspondiente, son pocas las empresas
pequeñas que han adoptado esas estrategias, en tanto que la mayoría de las grandes sí
lo han hecho, situándose las medianas en una posición intermedia entre ambos extremos.
Otro aspecto relevante en la caracterización de las empresas
innovadoras es su edad, pues, al ser los procesos tecnológicos acumulativos, la
disponibilidad de experiencia constituye un factor favorable para la obtención de
resultados innovadores. Los datos que, a este respecto, proporciona nuestra encuesta,
muestran que la estructura de edades de las empresas se extiende sobre un amplio abanico
de fechas de creación, aunque con una clara asimetría hacia los años más recientes.
Fruto de ella, como se comprueba en el cuadro 3, es la edad
media estimada para el conjunto -que apenas supera los 24 años- y el hecho de que la
mayor parte de las empresas se hayan constituido durante el período en el que la
economía española experimentó un intenso proceso de reestucturación en el marco de una
creciente apertura exterior y de una intensificación de la competencia en el mercado
interno. Tal asimetría se explica por el comportamiento de las empresas pequeñas, pues,
en los restantes estratos dimensionales, las creadas con anterioridad a 1970 suponen más
de la mitad del total, incrementándose esta proporción con el tamaño y dando lugar a
notorias diferencias entre las edades medias estimadas para cada grupo. Dicho de otro
modo, la edad de las empresas innovadoras está directamente relacionada con su tamaño,
lo que probablemente se explica en función del ciclo vital en el que se inscribe,
generalmente, la trayectoria empresarial.
Por otra parte, cuando la edad de las empresas se mide no por su
fecha de constitución, sino por el tiempo transcurrido desde que se hicieron cargo de
ellas sus actuales accionistas de control, se aprecia un notable rejuvenecimiento al
desplazarse la distribución hacia los períodos posteriores a 1980, tal como también
refleja el cuadro 3. Este fenómeno, que afecta con similar intensidad a todas las
empresas innovadoras con independencia de su dimensión, se explica por la amplitud que
adquieren los cambios de control entre ellas, de manera que casi un 40 % han visto
modificada la composición de su accionariado; y, por otra parte, puede estar relacionado
con su adopción de estrategias competitivas en las que la generación de tecnología
juega un papel trascendente.
El capital de control de las empresas es también un elemento a
considerar para su caracterización estructural. Los datos correspondientes a esta
variable -que se exponen en el cuadro 4- revelan que la mitad
de las empresas innovadoras pertenecen a capitales nacionales, adoptando un carácter
independiente; otra cuarta parte se integran en grupos locales; el capital extranjero
controla el 18 %; y el 6 % restante queda en manos del sector público. La distribución
por tamaños de las empresas de cada uno de estos grupos muestra sensibles diferencias
entre unos y otros, de manera que mientras que las que se integran en el primero tienden a
adoptar una dimensión reducida, las que se encuadran en los demás presentan una
proclividad hacia los tamaños medianos y grandes, especialmente en el caso de las
pertenecientes al sector público y, en menor medida, al capital foráneo. Visto en otra
perspectiva, las empresas pequeñas están controladas fundamentalmente por capitales
nacionales -siendo independientes en más de dos tercios y estando integradas en grupos
cerca del 25 %-; las que ocupan entre 51 y 250 trabajadores participan de esta misma
tendencia, aunque con menos intensidad, dado que una quinta parte de ellas se ubican
dentro de algún grupo multinacional; las de tamaños medianos del estrato superior, en
cambio, aparecen bajo la órbita de algún grupo privado nacional o foráneo -un tercio en
cada caso- o, en medida inferior, son independientes del capital nacional; y las más
grandes se encuentran en su mayoría integradas dentro de grupos, bien sea extranjeros
-más del 38 %-, del sector público -el 28 %- o del capital privado local -el 23 %-,
siendo pocas -un 11 %- las independientes.
La proyección de las empresas hacia los mercados exteriores
constituye el cuarto aspecto que se tomará aquí en consideración para caracterizarlas.
Tres son los ámbitos de su actividad en los que esa proyección se manifiesta: el
comercial, el inversor y el tecnológico.
Por lo que al primero de ellos se refiere, de acuerdo con nuestra
encuesta que se recogen en el cuadro 5, puede afirmarse que
casi las cuatro quintas partes de las empresas innovadoras realizan su actividad
comercial, al menos en parte, dentro de los mercados internacionales a través de la
exportación. Esta probabilidad exportadora -que supera ampliamente la que se registra en
el conjunto de las empresas industriales del país- guarda una relación con el tamaño,
creciente hasta el estrato de las empresas que emplean entre 251 y 500 trabajadores y
ligeramente decreciente posteriormente, lo que coincide con los resultados de buena parte
de los estudios internacionales sobre este asunto, aunque no así con los referidos a la
economía española, en los que no se constata el decaimiento de la proporción de
empresas exportadoras entre las de mayor dimensión.
Por otra parte, la propensión exportadora -o cociente entre
exportación y ventas- se estima en el 21,2 % para el conjunto de las empresas innovadoras
que comercian con el exterior; una ratio ésta netamente inferior a la del 33,9 % que,
para el año 1992, se ha obtenido con referencia a las empresas exportadoras españolas.
Esa propensión es resultado de una cierta diferenciación en los comportamientos
comerciales exteriores, pues mientras para el 45 % de las empresas las ventas
internacionales superan la cuarta parte del total, el resto no llega a esta proporción,
siendo incluso inferior al 10 % en más de un tercio de los casos. Pues bien, esa
diferenciación de comportamientos carece de relación con el tamaño, de forma que su
distribución no es significativamente distinta entre las empresas de una u otra
dimensión. Por tanto, aunque nuestra estimación de la propensión exportadora de las
empresas pequeñas da como resultado un valor ligeramente inferior a la media, para el
conjunto de las innovadoras, no parece existir una relación entre esa magnitud y el
tamaño, lo que se compadece con el carácter incierto de la vinculación teórica entre
ambas variables y con los resultados empíricos de otros estudios sobre este asunto.
El segundo ámbito de la proyección externa de las empresas es el
que concierne a la inversión directa en otros países. Este tipo de operaciones implica
para ellas un cambio cualitativo relevante de su estrategia internacional, pues supone su
ubicación comercial o productiva en el exterior a través de empresas filiales. En el
caso que aquí nos ocupa, un 28 % de las empresas innovadoras encuestadas afirman haber
realizado ese tipo de inversiones, estando presentes, por término medio, en 2,5 países
con filiales comerciales y en 0,8 con filiales de producción. Es, por tanto, la
comercialización de la producción que se realiza en España, el objetivo más relevante
que orienta su inversión foránea. El tamaño empresarial es una variable claramente
relacionada con las pautas inversoras de las empresas innovadoras, tal como se puede
apreciar en los datos que se recogen en el cuadro 6. De
hecho, la probabilidad de que éstas tengan filiales en el extranjero aumenta con la
dimensión hasta que se alcanza el umbral de 250 empleados. Y el modo como las empresas
que invierten organizan su presencia exterior difiere de unos intervalos dimensionales a
otros. Así, el umbral mencionado establece una frontera nítida en cuanto a la
probabilidad de que esas empresas tengan filiales de producción y de que éstas se
localicen en uno o varios países, lo que se especifica en las diferencias que se aprecian
en los valores medios de esta última variable. En cambio, la probabilidad de operar a
través de filiales comerciales guarda con el tamaño una relación decreciente que se
trunca en el intervalo de las empresas más grande, lo que, unido a las diferencias que
también se advierten en las distribución de aquellas según el número de países, hace
que el valor medio de esta variable sólo supere al del conjunto en dicho intervalo.
La proyección externa de las empresas innovadoras también se
especifica en el terreno tecnológico, tanto en lo que concierne a la transferencia
internacional de tecnología, como en lo que respecta a la realización de actividades de
I+D por medio de laboratorios instalados en otros países o a través de la cooperación
con empresas foráneas. A todas estas formas de internacionalización de la tecnología se
refieren los resultados de nuestra encuesta que aparecen reflejados en el cuadro 7. Como se puede comprobar, en la primera participan el
13,3 % de las empresas innovadoras, en tanto que cedentes de licencias, y el 37,7 %, como
prestatarias de servicios de asistencia técnica, reflejando el tradicional desequilibrio
que, entre ambas formas de transferencia de tecnología hacia el exterior, existe en la
economía española. En ambos casos, el tamaño es una variable diferenciadora de los
comportamientos empresariales al ejercer un efecto de umbral similar al que se ha
señalado anteriormente para la inversión directa.
Ese mismo efecto se aprecia en el caso de la realización de
actividades de I+D en el extranjero por medio de centros ubicados en otros países, aunque
conviene resaltar que esta modalidad de internacionalización es en extremo minoritaria,
pues sólo un 4,2 % de las empresas encuestada declaran poseerlos. En cambio, la
cooperación tecnológica a través de la participación en programas internacionales de
I+D -que se ha extendido sobre un tercio de las empresas analizadas- muestra una relación
lineal con la dimensión de éstas, de modo que aumenta continuamente al incrementarse el
número de los trabajadores empleados en ellas.
Finalmente, para concluir este examen de las empresas innovadoras en
función de su dimensión, se hará referencia a continuación a su posición competitiva
y al lugar que ocupan dentro del mercado principal en el que operan. Para abordar el
primero de estos aspectos recurriremos a la valoración que las propias empresas hacen
acerca de su situación con respecto a sus rivales nacionales y extranjeros en tres ítems
relativos a la oferta con la que concurren en el mercado -calidad y precios de los
productos y nivel de la prestación de servicios a los clientes- y en otros dos de
carácter global -posición comercial y nivel tecnológico-. Esa valoración -cuyos
resultados no difieren entre si cuando se desagregan por tamaños, como se hace en el cuadro 8- muestra que:
i) Con relación a sus competidores nacionales, las empresas
innovadoras se consideran, en general, superiores en todos los terrenos. Los índices de
valoración -todos ellos con valores mayores que el que corresponde a la igualdad con los
rivales- son más altos en los ítems referentes a la calidad de los productos, los
servicios al cliente y el nivel tecnológico de la empresa, y muestran cuantías algo más
moderadas en la evaluación de la posición comercial y, sobre todo, de la capacidad de
competir en precios. Parece, por tanto, que la estrategia de estas empresas se orienta
hacia la diferenciación de la oferta a partir del desarrollo de innovaciones
tecnológicas y relega la capacidad de competir en precios a un plano secundario.
ii) El anterior perfil competitivo se reproduce cuando las empresas
se comparan con sus homólogas extranjeras, aunque en este caso todos los índices
reflejan un nivel más bajo. Este nivel se sitúa, generalmente, en valores cercanos al de
equivalencia con los rivales, excepto cuando se evalúa la posición competitiva en
precios y, en algunas categorías de empresa, la posición comercial, donde los índices
muestran una situación de inferioridad.
En síntesis, las empresas que venimos estudiando son, en general,
superiores a sus competidores nacionales y -excepto en el terreno de los precios- se
consideran en pie de igualdad con sus competidores extranjeros. Por ello, dada su
preferente orientación al mercado interno, no es extraño que muchas de ellas declaren
ocupar posiciones preeminentes en su mercado principal. En efecto, como se muestra en el
cuadro 9, el 28,6 % de estas empresas se consideran líderes en ese mercado, otro 46,9 %
entienden que ocupan una de las cinco primeras posiciones y un 14,5 % se sitúan entre los
quince competidores más destacados, de manera que tan sólo un 10 % se clasifican en
lugares secundarios.
Esta distribución -que puede estar influida por el hecho de que,
cuando la delimitación del ámbito de la rivalidad en el mercado se circunscribe al
entorno en el cada empresa opera, son generalmente pocos los competidores relevantes que
participan en él- difiere entre las distintas categorías dimensionales. Así, el
liderazgo es, entre las grandes empresas, mucho más intenso que en el resto, y las
posiciones secundarias son tanto más frecuentes cuanto menor es el tamaño de los
encuestados.
En apretada síntesis, los principales aspectos que se han puesto de
relieve en este epígrafe son los siguientes:
i) El conjunto de empresas innovadoras existente en España está
formado por un amplio núcleo de unidades de pequeña y mediana dimensión, al que se
añade un reducido número de empresas grandes. La proporción de las empresas de cada
estrato dimensional que se integran en ese conjunto es fuertemente creciente con el
tamaño, especialmente en el sector industrial. Y es en este sector en el que se ubican
productivamente la mayoría de las empresas innovadoras.
ii) Algunas variables que delimitan la estructura y los
comportamientos empresariales en el colectivo innovador, se encuentran estrechamente
relacionadas con el tamaño. Así ocurre con la edad -de manera que las empresas son tanto
más jóvenes cuanto menor es su dimensión-, el capital de control -pues la proporción
de empresas vinculadas a grupos, sean de capital privado nacional, público o extranjero,
crece con el tamaño- y la probabilidad de proyectarse hacia los mercados exteriores a
través de la exportación, la inversión directa o la internacionalización de la
tecnología -cuyo valor es más alto en los estratos dimensionales mayores, existiendo en
ciertos casos un efecto de umbral generalmente situado en torno a los 250 trabajadores-.
iii) Sin embargo, el tamaño no influye sobre la percepción que
tienen las empresas de su posición competitiva. Ésta es, para todas ellas, superior a la
de sus rivales nacionales -especialmente en lo que atañe a los elementos diferenciadores
de la oferta y al nivel tecnológico, aunque no así en lo referente a la capacidad
competitiva en precios, lo que afecta a su posición comercial- y similar a la de sus
homólogas extranjeras -con las que se consideran en pie de igualdad, excepto, nuevamente,
en lo relativo a los precios-. Y es esa superioridad competitiva la que explica que una
buena parte de estas empresas ocupe posiciones destacadas en su respectivo mercado, siendo
el liderazgo más frecuente en las grandes que en las medianas y pequeñas.
3. EL PROCESO INNOVADOR: ORGANIZACIÓN Y EFICIENCIA EN LA
ASIGNACIÓN DE RECURSOS A LA GENERACIÓN Y APROPIACIÓN DE LA TECNOLOGÍA.
Examinados ya los elementos estructurales y de comportamiento que
caracterizan a las empresas innovadoras, se entra en este epígrafe a analizar el proceso
mismo de la innovación; un proceso que, desde la perspectiva económica, se concreta en
la asignación de recursos para el desarrollo de distintos tipos de actividades de
generación de tecnología de las que se desprenden unos determinados resultados que esas
empresas se apropian total o parcialmente. Se trata, por tanto, de estudiar cómo las
empresas organizan esas actividades, qué recursos financieros y humanos emplean en ellas
y cuál es la relación entre éstos y las innovaciones que obtienen.
Para ello, adoptaremos como punto de partida la medición del nivel
de autonomía tecnológica de estas empresas, es decir, del grado en el que, a través de
su propio esfuerzo de creación de conocimiento, cubren sus requerimientos de tecnología.
Ese nivel se establece, a partir de los resultados de nuestra encuesta, para el conjunto
de las empresas, en el 73,4 % por lo que se refiere a la tecnología de producto y en el
68,6 % por lo que concierne a la tecnología de proceso, tal como se muestra en el
gráfico 3. Entre las empresas de distinta clase de tamaño, sólo en el caso de las
grandes se puede constatar un comportamiento diferencial, al ser su autonomía
tecnológica menor que en el resto. Por tanto, puede afirmarse que, salvando este último
caso, las empresas innovadoras generan por si mismas una gran parte de las tecnologías
que emplean, lo que les hace depender en escasa medida de las aportaciones externas.
Para la consecución de ese nivel de autonomía, las empresas
desarrollan diversos tipos de actividades relacionadas con la generación de tecnología.
Así, como se muestra en el cuadro 10, casi el 96 % ejecutan
tareas de investigación -generalmente de forma continuada en el tiempo-; a su vez, el 60
% realizan actividades de diseño industrial -siendo en este caso relativamente amplio el
número de las que lo hacen sólo ocasionalmente-; y un 70 % desempeñan labores de
ingeniería ligadas a la producción -también con discontinuidad temporal en una buena
proporción de casos-. La dimensión empresarial ejerce una influencia clara tanto sobre
la adopción de estas actividades como sobre su regularidad. De este modo, el porcentaje
de las empresas que las realizan tiende a aumentar con el tamaño -siendo la relación
entre ambas variables más nítida en el caso de la ingeniería-, al igual que ocurre con
el porcentaje de las que lo hacen de una manera regular.
Sin embargo, no todas esas actividades adquieren la misma
importancia para las empresas en orden a la generación del conocimiento tecnológico. En
efecto, de acuerdo con los resultados de nuestra encuesta, es la I+D, añadida a la
acumulación de experiencia, la mejor valorada por ellas, ocupando una posición
secundaria la ingeniería de producción y, más aún, el diseño industrial, según se
muestra en el gráfico 4. En esta pauta valorativa son, en general coincidentes todas la
empresas con independencia de su dimensión, no advirtiéndose diferencias significativas
entre los índices estimados, salvo en el caso de la ingeniería, actividad ésta cuya
importancia se valora crecientemente a medida que se incrementa el tamaño.
Los objetivos tecnológicos que se plantean las empresas con la
realización de las actividades innovadoras se expresan en el gráfico
5. En él se puede apreciar la primacía que se da al desarrollo y mejora de productos
frente a la consecución de tecnologías de proceso o a la adaptación de tecnologías
adquiridas a otras empresas,lo que coincide con los resultados obtenidos en los estudios
internacionales sobre este asunto. En este caso, también se da una gran homogeneidad de
los índices de valoración obtenidos para cada estrato de dimensión, apuntándose como
excepción el menor interés que, para las empresas pequeñas, adquieren las tecnologías
de proceso o la adaptación de las adquisiciones externas.
Por otra parte, para la especificación de los proyectos que se
emprenden con el fin de alcanzar los objetivos precedentes, las empresas cuentan en
ocasiones con la colaboración de sus proveedores o de los usuarios de sus tecnologías y
productos. Este asunto, al que se da una creciente importancia en el diseño de la
política tecnológica con el fin de reforzar las externalidades del proceso de
generación de la tecnología, se ha abordado en nuestra encuesta ofreciendo los
resultados que se representan en el gráfico 6. Como se puede
comprobar, sólo el papel de los usuarios se valora en un nivel mediano por las empresas
innovadoras españolas, siguiendo una pauta levemente decreciente con el tamaño. En
cambio, la cooperación con los proveedores es poco relevante, sin que la valoración
guarde, en este caso, una relación definida con la dimensión de las empresas.
Dada la relevancia de la I+D dentro del conjunto de las actividades
innovadoras, conviene retener dos aspectos de su organización. El primero es el que se
refiere al tipo de investigación hacia el que se orienta el esfuerzo empresarial. En el gráfico 7 se muestra que, para las empresas innovadoras, lo más
relevante es el desarrollo tecnológico, y que la investigación aplicada y básica
ocupan una posición más secundaria, en especial esta última. Este resultado -por otra
parte coincidente con el que se desprende de las estadísticas disponibles sobre las
actividades empresariales de I+D- es muy uniforme entre todas las empresas con
independencia de su dimensión, no advirtiéndose diferencias significativas entre ellas.
El segundo aspecto organizativo de la I+D es el que hace referencia
al papel que ejercen en ella las actividades internas a las empresas y las que se realizan
en cooperación con otros agentes. La encuesta, cuyos resultados se muestran en el gráfico 8, revela a este respecto que, para todas las empresas,
sin que existan diferencias significativas entre ellas, son aquellas actividades las más
relevantes en orden al desarrollo de la I+D y a la consecución de sus objetivos.
Asimismo, todas las formas de cooperación se valoran por debajo del nivel mediano, lo que
muestra que, para las empresas, su implicación con otros agentes en la realización de
las tareas de I+D, se percibe como secundaria, especialmente cuando esos agentes son
empresariales. No obstante, hay que puntualizar, con relación a esto último, que, sin
abandonar esa posición relegada, las empresas grandes valoran la cooperación
interempresarial de una forma más positiva que las demás. En definitiva, por tanto, la
I+D interna ocupa un lugar preeminente en la organización de las actividades de
investigación, siendo la cooperación mucho menos relevante. Aunque carecemos de los
datos necesarios para establecer una explicación causal de este resultado, conviene
resaltar que su especificación es coherente con los modelos teóricos que han abordado el
asunto.
Para el sostenimiento del conjunto de las actividades innovadoras a
las que se viene haciendo referencia a lo largo de este epígrafe, las empresas asignan un
conjunto de recursos financieros y humanos cuya estimación se ha efectuado en el cuadro 11. De acuerdo con ella, esos recursos pueden cifrarse,
para cada empresa, en el 5,88 % de sus ventas y en el empleo de 29,3 personas,
correspondiendo alrededor del 60 % a la I+D y el resto a las demás actividades.
Estas cifras globales no deben ocultar el distinto comportamiento de
las empresas de diferente tamaño. Si se tiene en cuenta que la referente a las ventas
constituye un indicador de esfuerzo relativo y la alusiva al empleo es un indicador de
esfuerzo absoluto, puede afirmarse que el primero es mayor cuanto más pequeñas son las
empresas y el segundo, por el contrario, aumenta con el tamaño de éstas. Dicho de otro
modo, las empresas de menor dimensión asignan a las actividades innovadoras unos recursos
cuya cuantía es notoriamente inferior a la que destinan las de mayor tamaño, pero, al
hacerlo, desarrollan un esfuerzo relativo más grande que el de éstas.
El cuadro 11 contiene asimismo diversos
indicadores sobre los resultados del proceso de generación de innovaciones. Los
principales aspectos que se desprenden de su observación, son los siguientes:
i) En primer lugar, los nuevos productos suponen más de un tercio
de las ventas de las empresas en el mercado interno y casi el 30 % de sus exportaciones;
en cambio, la incidencia de las innovaciones de proceso es menor, cifrándose en el 31 %
para las ventas interiores y en el 24 % para las exteriores.
ii) Por otra parte, los anteriores indicadores difieren entre las
empresas que se clasifican en los distintos estratos dimensionales, sin que pueda
establecerse una relación definida entre el tamaño y los resultados innovadores. Así,
la incidencia de la innovación de producto sobre las ventas en el mercado interno, parece
seguir una pauta decreciente -aunque no perfectamente lineal- al aumentar la dimensión,
lo que no ocurre con la innovación de proceso, cuya repercusión sobre esas ventas es
sensiblemente igual para todas las empresas. En cambio, la incidencia del primer tipo de
innovaciones describe una trayectoria en forma de U invertida cuando el mercado de
referencia es el exterior, en tanto que la del segundo muestra una relación creciente con
el tamaño.
iii) En tercer lugar, los resultados que reflejan los indicadores
sobre las diferentes modalidades de la propiedad industrial muestran que la obtención de
innovaciones susceptibles de ser protegidas institucionalmente, es bastante mediocre. Las
empresas innovadoras españolas obtienen, por término medio, una patente cada año y
nueve meses, un modelo de utilidad cada cinco años y un trimestre, una marca cada año y
tres meses, y un dibujo industrial cada ocho años y siete meses. En síntesis, utilizando
el indicador ponderado, registran algún elemento de propiedad industrial cada siete meses
y medio.
iv) Por último, estos mismos indicadores, tomados en su conjunto,
muestran que los resultados innovadores aumentan con la dimensión, siguiendo una
progresión continua desde las empresas pequeñas hasta las grandes.
A partir de los indicadores de recursos y de resultados que acaban
de exponerse, puede analizarse la eficiencia innovadora de las empresas de diferente
tamaño, tal como se hace en el gráfico 9. Para ello, se
estima el valor de las ventas de nuevos productos o de productos elaborados con nuevos
procesos -tanto en el mercado interno como en el externo- por cada peseta invertida en
actividades innovadoras; y asimismo se pone en relación el indicador ponderado de
propiedad industrial con el personal destinado a ellas.
Los resultados obtenido a través de los tres indicadores ponen de
relieve que las empresas pequeñas son las menos eficientes de todas las innovadoras, lo
que no ocurre con las medianas que emplean hasta 250 trabajadores, donde se obtienen
niveles relativamente altos en cuanto a la relación entre recursos y resultados. Esta
relación, a partir del estrato dimensional que acaba de mencionarse, se hace
continuamente decreciente para la innovación de producto. En cambio, para la innovación
de proceso, tras disminuir en el estrato de las empresas que ocupan entre 250 y 500
empleados, cambia de sentido y aumenta hasta alcanzar su máximo nivel entre las grandes
empresas. Y lo contrario ocurre en la ratio relativa a la propiedad industrial que crece
continuamente con la dimensión empresarial para truncar su trayectoria en el último
estrato.
En definitiva, aunque la relación entre el tamaño empresarial y la
eficiencia innovadora no se encuentra unívocamente definida en todos los indicadores,
parece claro que, en conjunto, la peor posición la ocupan las empresas pequeñas y que,
en cambio, las medianas obtienen los mejores resultados. Ello implica que las economías
de escala en los procesos innovadores son muy limitadas, lo que está en línea con los
resultados de otros estudios acerca de este asunto. Y señala asimismo que el mayor
esfuerzo que realizan las empresas pequeñas al destinar sus recursos a la financiación
de las actividades innovadoras no se ve recompensado con unos resultados innovadores
cuantitativamente mayores que los obtenidos por las empresas de dimensión mediana y
grande.
Por otra parte, con relación a los resultados innovadores, en
nuestra encuesta hemos indagado también acerca del carácter que adoptan los nuevos
productos o procesos obtenidos por las empresas. Se trata, a este respecto, de conocer si
esos productos o procesos consti-tuyen innovaciones radicales -es decir, son novedosos en
el mercado- o si más bien siguen una pauta imitativa de las innovaciones obtenidas por
los competidores o, en fin, son resulta-do de la modificación de otros ya existentes y la
innovación adopta un carácter incremental.
El cuadro 12 responde a este
planteamiento. En él se comprueba el predominio de las innovaciones imitativas o
incrementales tanto con relación a la tecnología de producto como a la de proceso. Ello
se constata en todos los estratos de tamaño, aunque con menos intensi-dad en las empresas
pequeñas que en el resto. Por otra parte, en la innovación radical -que se constata para
los productos y procesos en el 38,9 y el 18,5 % de las empresas, respectivamente- no se
aprecian diferencias sensibles entre las de una u otra dimensión. Además, como revela el
índice correspondiente, en general todas las empresas orientan los resultados de la
generación de tecnología hacia la innovación de producto -lo que coincide con sus
objetivos, tal como se ha mostrado anteriormente-, siendo esa orientación algo más
intensa en las empresas de menos de 250 trabajadores que en las que superan este tamaño,
en especial las más grandes -lo que concuerda con la mayor relevancia que, sobre la pauta
media, dan éstas a la innovación de proceso-.
En la perspectiva empresarial, no sólo es relevante la consecución
de resultados tecnológicos a partir de la realización de las actividades innovadoras,
sino también su apropiación, de manera que se internalicen los frutos de su esfuerzo
financiero y humano. Como es sabido, la tecnología reúne -en lo que afecta a sus
elementos de conocimiento formalizables- las características de los bienes públicos, por
lo que su apropiación requiere de la existencia de elementos institucionales que aseguren
los derechos de propiedad -como es el caso del sistema de propiedad industrial- o que, si
no impidan, al menos dificulten la transferencia de esos conocimientos -como ocurre con
los procedimientos para asegurar el secreto-. A estos dos métodos se añade, además, la
regularidad en la innovación, pues, a través de ella, las empre-sas pueden lograr una
cierta ventaja sobre sus competidores al hacer obsoletas las innovacio-nes cuya difusión
se extiende más allá de los primeros innovadores. Lógicamente, la utiliza-ción por las
empresas de los anteriores procedimientos de apropiación dependerá de sus costes y del
nivel de protección que ofrezcan, lo que a su vez se relaciona con el grado en el que
impliquen la publicidad de la información tecnológica y los costes en los que hayan de
incurrir los imitadores para reproducir el conocimiento al que esa información se
refiere.
Sin que hayamos podido entrar en sus causas explicativas, a través
de nuestra encuesta sí se ha establecido la jerarquización que hacen las empresas de los
diferentes procedimientos de apropiación. Como se muestra en el gráfico
10, ninguno de ellos se considera siquiera "medianamente importante", lo que
tal vez se corresponda con la preferente orientación de los resultados del proceso
tecnológico hacia las innovaciones incrementales e imitativas, según se ha señalado
anteriormente. Y, por otra parte, dentro de esta pauta, la regularidad innovadora es el
medio más apreciado para asegurar la apropiación, situándose en un segundo nivel las
patentes y marcas, y más distanciados los sistemas de sostenimiento de secretos, los
modelos de utilidad y los dibujos industriales. Estos resultados son bastante homogéneos
entre las empresas de diferente tamaño, no advirtiéndose entre ellas diferencias
estadísticamente significativas, excepto en la valoración de la regularidad por las más
grandes.
En resumen, en la organización de las actividades innovadoras, la
asignación de recursos a su sostenimiento y la obtención y apropiación de los
resultados tecnológicos que de todo ello se deriva, existen elementos comunes y
diferenciadores entre las empresas de distinta dimensión que revelan la diversidad de
formas que adquieren los procesos de genera-ción del conocimiento técnico empleado en la
producción. En otros término, entendemos que esos procesos constituyen una realidad
calidoscópica, de manera que de unos elementos aparentemente iguales, cuando se
consideran individualizadamente, emergen disposiciones organizativas y resultados
innovadores heterogéneos que, como se ha visto en este epígrafe, parecen guardar una
relación compleja con el tamaño empresarial.
4. INNOVACIÓN Y TAMAÑO DE LA EMPRESA: UN ANÁLISIS
DISCRIMINANTE.
Si, como acaba de expresarse, la relación entre la dimensión de
las empresas y las formas organizativas que adoptan sus actividades innovadoras, es
compleja, es preciso avanzar en el análisis para tratar de desvelar qué variables
ejercen una mayor influencia en su deter-minación. Para ello, en este epígrafe se
procede a exponer los resultados obtenidos en la estimación de funciones discriminantes
entre las empresas de distinto tamaño, en las que se han tenido en cuenta las variables
estructurales y tecnológicas que se han examinado en los apartados precedentes y para las
que se han observado diferencias relevantes en los valores que adoptan para cada uno de
los estratos dimensionales en los que se han desagregado las empresas objeto de este
estudio.
Como es sabido, el análisis discriminante tiene por objeto la
clasificación de distintos individuos en grupos alternativos a partir de los valores que
toma, para cada uno de ellos, un conjunto de variables continuas o discretas que, de ser
significativas, pueden interpretarse como factores explicativos de aquella. En nuestro
caso, esas variables son las referidas a la edad de las empresas, su apertura externa a
través de la exportación, la inversión y la internacionalización de la tecnología, su
posición de liderazgo en el mercado, su nivel de autonomía tecnológica, su dedicación
a la realización con regularidad de los diferentes tipos de actividades innovadoras, los
recursos asignados a éstas y su organización en lo referente a la cooperación con otros
agentes, sus resultados innovadores en términos de ventas y de obtención de patentes, y
su valoración de la regularidad innovadora como procedimiento de apropiación de la
tecnología; variables todas ellas definidas de acuerdo con los criterios e indicadores
que se han expresado a lo largo de los anteriores epígrafes.
Pues bien, partiendo de esas variables y siguiendo un procedimiento
de selección paso a paso para minimizar la landa de Wilks -lo que implica hacer máxima
la variabilidad entre los grupos en los que se clasifican las empresas y mínima la
dispersión de las variables dentro de esos grupos- se han estimado las funciones
discriminantes entre las empre-sas de cada estrato dimensional -tomados éstos de dos en
dos para facilitar la interpretación de los resultados- que se reflejan en el cuadro 13. Se trata, como puede apreciarse, de funciones que
clasifican correctamente un alto porcentaje de las empresas -muy superior al que
resultaría de un mero proceso aleatorio- y cuyos estadísticos alcanzan un nivel de
significación plenamente aceptable. Por ello, pueden hacerse las siguientes
consideraciones sobre las variables explicativas de la diferenciación entre las empresas
innovadoras de distinta dimensión:
i) En primer lugar, en todas las funciones discriminantes estimadas
existen cinco variables comunes. Por una parte, el año de creación de las empresas cuyo
signo es opuesto según los grupos de tamaño que se comparen: positivo entre las
pequeñas y las medianas del estrato inferior, entre las medianas del estrato superior y
las grandes, y entre éstas últimas y las pequeñas; y negativo en el caso de las
pequeñas con respecto a las medianas del estrato superior, y en el de éstas y sus
homólogas del estrato inferior. Quiere ello decir que la edad no sigue siempre la misma
pauta al establecer la diferencia entre las empresas de cada dimensión, de manera que en
unos casos juega en favor de la clasificación de éstas en los de mayor tamaño, y en
otros actúa en sentido inverso, matizándose así el análisis efectuado en el segundo
epígrafe.
Por otra, dos elementos relativos a la organización del proceso
innovador -la realización de actividades de ingeniería y la cooperación con empresas no
vinculadas- que resultan ser más intensos, para todas las funciones, en las empresas que
se clasifican en los estratos superiores de tamaño.
Y, finalmente, las dos variables expresivas de la asignación de
recursos a la innovación, en las que, además, los valores de los coeficientes son muy
elevados: con signo negativo, el esfuerzo financiero que realizan las empresas -gasto en
innovación sobre ventas-, lo que expresa su magnitud decreciente a medida que se
incrementa el tamaño; y con signo positivo, el número de personas empleadas en las
actividades innovadoras, lo que indica que el volumen absoluto de esos recursos aumenta
con la dimensión empresarial.
ii) Por otra parte, existen variables que no se han retenido en
ninguna de las funciones discriminantes o que sólo aparecen en una de ellas. Se trata, en
el primer caso, de la posición de liderazgo, lo que debe interpretarse que este elemento
estructural no juega ningún papel en la diferenciación de las empresas innovadoras por
tamaños. Y, en el segundo, de la propensión exportadora -que sólo discrimina entre las
empresas encuadradas en los dos primeros estratos, coherentemente con lo que se ha
señalado en el análisis descriptivo efectuado en el segundo epígrafe- y de la propiedad
de centros de I+D en el extranjero -que juega un papel discriminante únicamente cuando se
comparan las empresas pequeñas y las grandes-.
iii) En tercer lugar, cabe señalar que el mayor número de
variables discriminantes se registra en las clasificaciones en las que aparecen las
empresas pequeñas. Cuando éstas se comparan con las grandes se obtienen los mayores
valores tanto en el porcentaje de casos clasificados correctamente, como en la
correlación canónica, siendo las varia-bles que orientan hacia la dimensión superior la
edad, la proyección exterior a través de la inversión y de la propiedad de laboratorios
de I+D, la regularidad en la realiza-ción de actividades de I+D y de ingeniería, la
cooperación con otras empresas, la cuantía del personal que se emplea en las actividades
innovadoras y los resultados innovadores en productos; y las que lo hacen hacia el estrato
inferior la autonomía tecnológica, la realización de actividades de diseño industrial,
el esfuerzo financiero y la obtención de patentes. En cambio, entre ambos grupos de
empresas, no se retie-nen dentro de la función discriminante las variables referentes a
la exportación, las licencias, la colaboración con los Centros Públicos de
Investigación, los resultados innovadores en procesos y la valoración de la apropiación
de la tecnología mediante la regularidad innovadora.
Asimismo, en la clasificación de las empresas entre los grupos de
pequeñas y media-nas del estrato superior se obtiene un elevado porcentaje de casos
correctamente asignados y un alto valor de la correlación canónica. Las variables que
orientan esa clasificación hacia este último intervalo de tamaño son la
internacionalización a través de la inversión y la concesión de licencias, la
autonomía tecnológica, la realización de actividades de I+D y de ingeniería, la
cooperación con Centros Públicos y empre-sas no vinculadas, la asignación de personal a
las actividades innovadoras y la obten-ción de patentes; y las que tienden a asignar a
las empresas en el grupo de las peque-ñas, la edad, la realización de actividades de
diseño, el esfuerzo financiero y la obtención de resultados innovadores en procesos. En
este caso, la función discriminante no recoge las variables referentes a la probabilidad
de exportar y de realizar inver-siones directas, a la cooperación con empresas
vinculadas, a los resultados innovadores en productos y a la regularidad innovadora.
Finalmente, entre las pequeñas y las medianas empresas del estrato
inferior se constata el mayor número de variables discriminantes con coeficientes
significativos. Éstas adoptan un signo positivo -y juegan en favor de la asignación de
las empresas en el grupo de las medianas cuanto mayor sea su valor- en los casos de la
edad, la apertura comercial e inversora al exterior, la autonomía tecnológica, la
realización regulas de actividades de I+D e ingeniería, la cooperación con todo tipo de
agentes y la cantidad de personas que trabajan en actividades innovadoras. Y por el
contrario, expresan una mayor intensidad en las empresas pequeñas, además del esfuerzo
de asignación de recursos financieros a las actividades innovadoras, todas las variables
de resultados -con excepción de las patentes- y la valoración de la regularidad
innovadora como método de apropiación de la tecnología. En esta ocasión, no entran en
la función discriminante ni las variables relativas a la internacionalización de la
tecnología, ni las referentes al diseño y a las patentes.
iv) Y, en cuarto lugar, cuando se estiman las funciones que
distinguen entre los dos grupos de empresas medianas o entre las que de éstas se ubican
en el estrato superior y las que lo hacen en el colectivo de las grandes, se obtiene el
menor número de variables discriminantes. Ello es así porque entre esos grupos existen
numerosas características comunes a las empresas, de manera que los elementos que las
diferencian se refieren, además de a las cinco variables que aparecen en todas las
funciones recogidas en el cuadro 13, a la inversión y la
concesión de licencias al exterior, la cooperación interempresarial, la innovación de
proceso y la regularidad innovadora, en el primer caso, y a la autonomía tecnológica, la
colaboración con otras empresas, la innovación de producto y la obtención de patentes,
en el segundo.
Por consiguiente, los resultados obtenidos en el análisis
discriminante vienen a confirmar la existencia de características diferenciales entre las
empresas innovadoras de una u otra dimensión. Esas características las distinguen entre
si, aunque no siempre de la misma manera ni en el mismo sentido, salvo en contadas
excepciones, lo que revela la diversidad que envuelve al conjunto que aquí se ha
analizado. En este contexto, las funciones estimadas han puesto de relieve que las
empresas pequeñas son las que menos comparten elementos comunes con las demás,
adquiriendo así una singularidad notoria cuyo contenido varía en función del grupo con
las que se comparan. Y, a su vez, las que emplean entre 250 y 500 trabajadores son las que
adoptan una mayor similitud con las ubicadas en los grupos de tamaño inmediatamente
superior e inferior. Todo ello hace que las referencias al colectivo de las empresas
innovadoras y, sobre todo, el diseño de políticas de fomento de la innova-ción,
necesariamente han de tener en cuenta esta diversificación de los comportamientos,
abandonando toda pretensión de linealidad en la concepción de los procesos de
generación de tecnología, si se busca incidir de forma eficaz sobre los resultados que
de éstos pueden desprenderse en orden a la mejora de la capacidad competitiva del país.
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NOTAS AL PIE DE PÁGINA
*Este trabajo recoge parcialmente los resultados de un proyecto de investigación sobre la actuación del Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial (CDTI), desarrollado en el Instituto de Análisis Industrial y Financiero. Un mayor detalle de este proyecto se puede consultar en la memoria realizada por MOLERO, BUESA, FERNANDEZ y JIMENEZ (1995).
Agradecemos al CDTI el respaldo institucional y económico prestados para llevar a cabo la investigación, así como su autorización para difundirla en este texto. Asimismo, queremos dejar constancia de la deuda que hemos contraído con Antonio Fonfría -Profesor Ayudante en el Departamento de Economía Aplicada II de la Universidad Complutense- por su ayuda en la realización de las estimaciones econométricas que figuran en la parte final del trabajo.
1. Cfr. SCHUMPETER (1942), pág. 122. Notese que el autor reitera aquí las que, muchos años antes, en SCHUMPETER (1911) definiera como tipos básicos de innovaciones. Vid. sobre este y otros aspectos del pensamiento schupeteriano acerca de la innovación, VEGARA (1989).
2. Cfr. SCHUMPETER (1942), págs. 148 y 149.
3. Como señala SYLOS LABINI (1988), uno de los más destacados discípulos de Schumpeter, "a largo plazo el progreso técnico no es simplemente el principal factor del desarrollo económico sino que representa su condición necesaria". Cfr. pág. 95.
4. Esta afirmación no implica desconocer que una buena parte de las aportaciones teóricas y empíricas de la economía industrial acerca de los procesos microeconómicos de asignación de recursos a la generación de tecnología, se basa en una versión mistificada del pensamiento de Schumpeter. Vid. para una revisión de esta literatura, KAMIEN y SCHWARTZ (1989). En cuanto a la corriente evolucionista, los textos más relevantes son los de NELSON y WINTER (1982), DOSI (1984) y FREEMAN (1982 y 1990). Vid. para un panorama, DOSI (1992) y MOLERO (1990 y 1994).
5. Acerca del concepto de régimen tecnológico, vid. NELSON y WINTER (1982), WINTER (1984) y ORSENIGO (1989).
6.. Nótese que este concepto difiere parcialmente del empleado por la OCDE en el Manual de Oslo [OCDE (1992b)], sobre el que se basa la Encuesta sobre innovación tecnológica en las empresas del Instituto Nacional de Estadística [vid. INE (1994b)], puesto que en este último caso se consideran también entre las innovadoras a las empresas que son simplemente adquirentes de tecnología desincorporada o de equipos relacionados con las innovaciones de producto o proceso, y a las que, eventualmente, pueden realizar únicamente actividades de marketing de nuevos productos.
7. Vid. INE (1994b), pág. 3, donde se explica que la encuesta referida al año 1991 tuvo que ser suspendida por problemas presupuestarios en pleno proceso de recogida de datos.
8. El INE (1994b) estima que del total de empresas innovadoras -definidas con un concepto más amplio que el que aquí se emplea, tal como se ha señalado en la nota 6- un 63,4 % realizan actividades de I+D.
9. El INE (1994b) estima que entre el 73,6 y el 88,7 % del gasto total en innovación se realiza por las empresas que desempeñan actividades de I+D.
10. Vid. BUESA y MOLERO (1992a) y MOLERO y BUESA (1994).
11. Los principales resultados de esta encuesta se analizan en MOLERO, BUESA, FERNANDEZ y JIMENEZ (1995).
12. Las 1354 empresas del universo encuestado suponen alrededor de las tres cuartas partes de las que, según el INE, desarrollan actividades de I+D en España.
13. La muestra, formada por 525 empresas, proporciona datos con un margen de error del ± 3,42 %, con un nivel de confianza del 95,5 %, con referencia al universo de las empresas financiadas por el CDTI. Ese margen se eleva hasta el ± 5,73 % en el caso de las empresas que emplean hasta 50 trabajadores, el ± 5,74 % en el de las que ocupan entre 51 y 250, el ± 7,79 % en las que tienen entre 251 y 500 y el ± 8,07 % en las de más de 500 empleados. Vid. sobre este y otros aspectos metodológicos de la encuesta, MOLERO, BUESA, FERNANDEZ y JIMENEZ (1995), págs. 225 y ss.
14. No se ha tenido en cuenta el sector agrario -para el que la estadística del INE contabiliza 50 empresas que hacen I+D- por carecerse de datos acerca del número total de empresas que lo forman.
15. La preeminencia de la industria en el terreno de la innovación es un resultado bien establecido por los análisis empíricos realizados en diversos países. Vid. para el caso británico, DE BRESSON y TOWNSEND (1978), para el norteamericano, SCHERER (1982), para el canadiense, SEGUIN DULUDE (1982), SEGUIN DULUDE y AMESSE (1986) y DE BRESSON et al. (1986), para el italiano, DE BRESSON et al. (1993), y para el español, BUESA (1992) y BUESA y MOLERO (1992b).
16. Vid. en el mismo sentido, para el caso francés, CRÉPON (1993), y para el de las empresas valencianas, GUMBAU (1994).
17. Vid. el Prólogo de K. Pavitt al libro de BUESA y MOLERO (1995) y LHUILLERY y TEMPLÉ (1994). En este sentido apuntan las diferencias entre las distribuciones de las empresas innovadoras y de las que realizan actividades de I+D, dentro del sector industrial, que se desprenden de las encuestas del INE, dado el desplazamiento de aquella hacia los estratos de menor tamaño, tal como se muestra a continuación:
Tamaño de las empresas (nº de trabajadores) | |||||
< 49 | 50-99 | 100-249 | 250-499 | > 500 | |
Empresas innovadoras (%) | 43,0 | 19,6 | 18,1 | 10,6 | 8,7 |
Empresas que realizan I+D (%) | 32,0 | 15,3 | 21,6 | 15,6 | 15,5 |
Fuente: Elaboración propia a partir de datos del INE (1994a) y (1994b).
18. Estos resultados no difieren significativamente de los que, para el conjunto de la economía española, proporciona el INE (1994a) tomando como referencia a las empresas que desarrollan actividades de I+D.
19. Este mismo fenómeno se ha constatado para las empresas innovadoras madrileñas y para las que desarrollan actividades de diseño industrial. Vid. sobre las primeras, BUESA y MOLERO (1992a), y sobre las segundas, BUESA y MOLERO (1995).
20. Vid. en este mismo sentido, GUMBAU (1994).
21. La trayectoria vital de las empresas observables en un determinado momento del tiempo, guarda relación con su entrada en el mercado y con su supervivencia, estando ambos fenómenos relacionados con el tamaño. Así, GEROSKI (1992) muestra que los movimientos de entrada -y de salida- en el mercado son tanto más intensos cuanto menor es la dimensión de las empresas; y a su vez BONNEAU (1994) destaca que las empresas que sobreviven, siempre que no hayan alcanzado un tamaño grande, tienen una alta probabilidad de incrementarlo. Este último resultado es similar al que se ha obtenido, para el caso español, en algunos estudios sobre la ley de Gibrat, cuya síntesis se puede encontrar en BUESA y MOLERO (1988), págs. 124 a 127.
22. Nuestros resultados no difieren apenas de los que, para el total de las empresas, se expresan en la encuesta del INE (1994a).
23. Debe señalarse que nuestra encuesta sobrevalora esta probabilidad, sobre todo debido a un sesgo que afecta, en lo fundamental a las empresas de menor dimensión. A partir de una fuente alternativa a la encuesta -el directorio del ICEX- hemos comprobado que la probabilidad exportadora se sitúa en torno al 55 %. De todos modos este sesgo no invalida las conclusiones que se expresan a continuación.
24. Partiendo de la información referente a las empresas que exportan más de diez millones de pesetas al año -que se expone en el estudio de ALONSO y DONOSO (1994)- y de la que proporciona EUROSTAT (1994) sobre el número total de empresas industriales, puede estimarse la probabilidad exportadora de estas últimas en el 10,2 %, para el año 1990, y en el 11,3 %, para el año 1991.
25. Vid. sobre las evidencias nacional e internacional, ALONSO y DONOSO (1994), págs. 10 a 30.
26. Vid. ALONSO y DONOSO (1994).
27. El valor de la c2 (11,5999), obtenido a partir de la distribución de las frecuencias de empresas exportadoras según su propensión exportadora, no difiere significativamente de cero con un nivel de confianza del 95 %.
28. Vid. para ambos puntos la síntesis que efectúan ALONSO y DONOSO (1994), págs. 24 y 25, y 34 a 41. Por otra parte, debe destacarse que los resultados que acaban de exponerse son, en general, coincidentes con los obtenidos por MOLERO (1995) en su análisis de las pautas de internacionalización de las empresas innovadoras madrileñas.
29. Vid. en el mismo sentido, para el caso de las empresas innovadoras madrileñas, las estimaciones econométricas efectuadas por MOLERO (1995).
30. Vid. sobre este tema los estudios de SÁNCHEZ (1988) -en el que se analizan los comportamientos de las empresas vendedoras de tecnología- y de CASADO (1995) -en el que se efectúa un examen desagregado del conjunto de las transacciones tecnológicas exteriores y de sus factores explicativos-.
31. Tal valoración se expresa a través del índice (PCE) definido, para cada categoría de empresas i, de acuerdo con la siguiente expresión:
Donde FIN, FIG y FUP expresan las frecuencias correspondientes a las empresas que consideran que su posición es inferior, igual o superior a la de sus competidores. El valor máximo del índice así definido es 3, y el valor 2 señala el nivel de igualdad con los rivales.
32. La aplicación de un test de diferencia de medias muestra que, para todos los ítems, los índices de valoración que corresponden a cada intervalo de tamaño, son significativamente iguales a los del conjunto con un nivel de confianza superior al 95 %.
33. Resultados similares a éstos se han constatado en otros estudios sobre las empresas innovadoras españolas. Vid. para el caso de las madrileñas, BUESA y MOLERO (1992a), y para las que han desarrollado actividades de diseño industrial, BUESA y MOLERO (1995).
34. Vid. a este respecto, las consideraciones de LEVIN et al. (1987) a partir de la experiencia de las empresas innovadoras norteamericanas.
35. La aplicación de un test de diferencia de medias entre los valores que, para la tecnología de producto, se reflejan en el gráfico 3, muestra que éstos son iguales entre si, con un nivel de confianza del 99 %, para los tres primeros estratos dimensionales, y distintos del que corresponde a las empresas grandes, incluso cuando el nivel de confianza se rebaja al 95 %. El mismo resultado se obtiene para la tecnología de proceso cuando se exige una confianza del 99 %, aunque no si ésta se establece en el 95 %, pues, en este último caso, los valores no difieren significativamente entre si.
36. Este resultado es, a grandes rasgos, coincidente con el que hemos obtenido en BUESA y MOLERO (1992a) para las empresas madrileñas.
37. Para este y los sucesivos indicadores valorativos, se ha empleado el siguiente índice (IV), estimado para cada una de las categorías de empresas i:
En él, j designa la valoración expresada por cada una de las empresas encuestadas, y Xij la frecuencia obtenida. Los valores de j oscilan entre 0 -en el caso de las empresas que no contestan a la pregunta o de las que consideran que el ítem correspondiente es "no relevante"- y 5 -cuando la valoración del ítem es "muy importante"-; y los de j', excliudos los ceros, entre 1 -cuando el ítem es "poco importante"- y 5.
38. Aunque no con la misma posición relativa de la ingeniería y el diseño, estos resultados son similares a los que se han observado para las empresas innovadoras de la Comunidad de Madrid. Vid. BUESA y MOLERO (1992a).
39. Vid. entre los trabajos sobre este tema, PATEL y PAVITT (1995). Por otra parte, la encuesta sobre la innovación del INE (1994b), aunque abre mucho el abanico de objetivos acerca de los que se pregunta -y por ello es difícil de interpretar-, apunta en la misma dirección.
40. En ambos casos, los índices obtenidos para el primer estrato de tamaño son significativamente menores, con un nivel de confianza del 95 %, que los estimados para los demás.
41. Para la delimitación de estos conceptos, que jerarquizan las actividades de I+D en función del nivel de originalidad del conocimiento y de su orientación hacia objetivos de aplicación productiva, vid. OCDE (1992a).
42. Vid. INE (1994a).
43. Tres son los tipos de argumentos que se han esgrimido para justificar la preferencia de las empresas por la internalización de sus actividades de I+D, o, lo que es lo mismo, para explicar el lugar secundario de la cooperación. Por una parte, que los costes de transacción para regular las relaciones entre una empresa y el agente con el que coopera, son muy elevados, sobre todo porque, para aquella, es difícil garantizar la apropiación de la tecnología y el control del participante externo. Por otra, que, dados el carácter parcialmente tácito del conocimiento tecnológico y su especificidad con respecto a quien lo genera, las empresas sólo pueden asegurar su creación involucrándose en la realización de actividades de I+D. Y, en tercer lugar, que, al existir una relación estrecha entre la generación de tecnología y la producción y comercialización de los bienes y servicios, las empresas sólo pueden garantizar la obtención de los efectos de aprendizaje que se derivan de estas últimas actividades, internalizando la I+D. Vid. sobre todo ello, DOSI, TEECE y WINTER (1990), FORAY y MOWERY (1990) y el trabajo de síntesis de WEINSTEIN (1992).
44. Nuestra estimación del empleo medio en I+D, tanto agregada como desagregadamente, es próxima a la que se deriva de la encuesta del INE (1994a). Sin embargo, nuestros datos sobre los recursos destinados a la financiación de las actividades innovadoras, difieren sensiblemente de los que estima el INE (1994b). Los resultados de su encuesta muestran que las empresas destinan el 1,4 % de sus ventas a la I+D y otro 2 % a las restantes actividades innovadoras. Sin embargo, el propio INE corrige esta estimación al evaluar el gasto total en innovación, pudiéndose deducir de sus datos, por comparación con los de la encuesta sobre la I+D, que aproximadamente la mitad de dicho gasto se realiza en investigación y la otra mitad en las demás actividades innovadoras. Este último resultado, más próximo al nuestro, elevaría el gasto total en innovación hasta el 9,6 % de las ventas de las empresas innovadoras, lo que hace dudar de la bondad de la encuesta del INE acerca de este punto.
45. Las ponderaciones de este indicador son las que se desprenden de la consideración de la importancia que dan las empresas a cada una de las formas de la propiedad industrial como medio de apropiación de la tecnología, aspecto éste al que se hace referencia más adelante.
46. Vid. para una revisión de la literatura sobre el tema, KAMIEN y SCHWARTZ (1989).
47. Vid. sobre estos temas, los trabajos de LEVIN et al. (1987), MANSFIELD et al. (1981), MANSFIELD (1985) y, para una síntesis de los aspectos más relevantes, GUELLEC y KABLA (1994).
48. Recuérdese que la importancia mediana corresponde al valor tres en los índices estimados.
49. Ello es coincidente con los resultados que reflejan los estudios internacionales -vid. principalmente el de LEVIN et al. (1987)- y con los que hemos obtenido en nuestro estudio sobre las empresas innovadoras madrileñas -vid. BUESA y MOLERO (1992a)-.
50. La diferencia entre las empresas grandes y pequeñas es, en este ítem, significativa con un nivel de confianza del 95 %.
51. Para los aspectos teóricos y prácticos de la
estimación de funciones discriminantes, vid. BISQUERRA (1989) y URIEL (1995).
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Fecha de actualización: 25/09/98