Titulo: Lecturas de teoría sociológica clásica
Profesor: Mario Domínguez Sánchez
Departamento de Sociología V/Teoría Sociológica
Curso 2000-2001

 

TEMA 2.    La Ilustración
                   Montesquieu
           Jean-Jacques Rousseau
TEMA 3.    El saber enciclopédico: Hegel
TEMA 4.    El ideal del industrialismo: Saint-Simon
TEMA 5.    El positivismo: Comte
TEMA 6.    El evolucionismo universal: Spencer
TEMA 7.    Antiguo Régimen y Revolución: Tocqueville
TEMA 8.    La teoría social en Karl Marx
TEMA 9.    Socialistas, marxistas y anarquistas
TEMA 10.  El evolucionismo clásico y el darwinismo social

 

Tema 6. El evolucionismo universal

Herbert Spencer

¿Qué es una sociedad? (De Principios de Sociología)

§ 212. ¿Qué es una sociedad? He aquí una pregunta que hay que hacerse, y a la cual hay que contestar desde el principio. La idea que nos formemos de una sociedad será vaga, en tanto no hayamos determinado si, una vez que veamos en ella una entidad, debe clasificársela como absolutamente distinta de todas las demás o como semejante a otras.

Se puede decir que una sociedad no es más que un nombre colectivo que se emplea para designar determinado número de individuos. Un nominalista que transporte a otro terreno la controversia del nominalismo y del realismo, podría afirmar que, así como la única cosa que existe en la especie son los miembros que la componen, no teniendo la especie existencia independiente de la de sus miembros, sólo existen las unidades de una sociedad, siendo la existencia de ésta puramente nominal. Podría establecer como ejemplo el auditorio de un profesor, donde no se ve más que un agregado que desaparece al fin de la conferencia, y que, por consiguiente, no es una cosa, sino solamente una coordinación de personas, y pretender que acontece lo mismo con los ciudadanos que componen una nación

Sin discutir los primeros términos del razonamiento, podemos negar los últimos. En el primer ejemplo, la coordinación es temporal; en el segundo es permanente; y la permanencia de las relaciones que existen entre las partes constituyentes es lo que constituye la individualidad de un todo y la distingue de la individualidad de sus partes. Una mesa sólida, rota en pedazos, deja de ser una cosa, y, por el contrario, las piedras, los ladrillos, las maderas, antes separadas, llegan a ser una cosa que se llama casa, cuando se la dispone con arreglo a cierto método.

Por eso teníamos razón cuando considerábamos a la sociedad como una entidad, porque, aunque esté formada con unidades discretas, la permanencia, durante generaciones y siglos, de una coordinación que, de un modo general, reserva la misma fisonomía en toda la región ocupada por la sociedad, implica que la ensambladura de estas sociedades tiene algo de concreto. Precisamente ese algo es lo que nos suministra la noción de sociedad. En efecto, negamos este nombre a esos grupos perpetuamente cambiantes que forman los hombres primitivos, reservándolo para los grupos en que se revela cierta constancia en la distribución de las partes a consecuencia de una existencia regular.

§ 213. Puesto que consideramos a una sociedad como una cosa, ¿en qué género de cosas las colocamos? A lo que parece, no se asemeja a ninguno de los objetos que nos dan a conocer nuestros sentidos. Sea la que quiera la semejanza que pueda tener con otros objetos, no es por los sentidos por donde la percibimos, sino únicamente por la razón. Si lo que constituye una entidad es la relación que une constantemente sus partes, surge otra cuestión: la de si la relación constante que une sus partes se asemeja a las relaciones constantes que unen las partes de otras entidades. La única relación que se puede concebir entre una sociedad y otra cosa, debe ser una relación debida a la analogía de los principios que regulan la coordinación de las partes constituyentes.

Hay dos grandes clases de agregados con los cuales se puede comparar el agregado social: los inorgánicos y los orgánicos. Considerados independientemente de sus unidades vivientes, los atributos de una sociedad ¿se parecen en algo a los de un cuerpo no viviente, a los de un cuerpo viviente, o difieren totalmente de los atributos de los unos y de los otros?

Basta establecer el primer extremo de la pregunta anterior para contestarlo negativamente. Un todo de partes vivas no puede tener caracteres generales semejantes a los de los todos privados de vida. El segundo extremo, que no implica una respuesta tan pronta, puede recibir una contestación afirmativa. Vamos a examinar las razones que hay para afirmar que las relaciones permanentes que existen entre las partes de una sociedad son análogas a las relaciones permanentes que existen entre las partes de un cuerpo vivo.

 

La sociedad es un organismo (De Principios de Sociología)

§ 214. Decir que el crecimiento es un carácter común a los agregados sociales y a los agregados orgánicos, no es negar que no haya nada de común entre los primeros y los agregados inorgánicos; algunos de éstos, por ejemplo, los cristales, tienen un modo de crecer visible, y en la hipótesis de la evolución, todos, absolutamente todos, han sido, en uno u otro momento, producto de la integración. Sin embargo, cuando se los compara con las cosas que se llaman inanimadas, los cuerpos vivos y las sociedades presentan de una manera tan neta el aumento de masa, que bien podemos ver en este fenómeno el carácter propio de estos dos géneros de seres. Hay muchos organismos que crecen toda su vida, mientras que otros crecen una gran parte de su vida. Ordinariamente el crecimiento de las sociedades se prolonga hasta el momento en que se dividen, o hasta aquél en que se derrumban.

§ 215. Otro carácter de los cuerpos sociales, como de los cuerpos vivos, es que aumentan de volumen a medida que adquieren una estructura más complicada. En un animal inferior, o en el embrión de un animal superior, hay pocas partes que puedan distinguirse; pero, a medida que el último adquiere mayor masa, aumenta el número de sus partes, y, al propio tiempo, se diferencian. Otro tanto cabe decir de la sociedad. Al principio las diferencias que separan sus grupos de unidades no llaman la atención, ni por su número ni por su grado; pero, a medida que aumenta el número de los miembros de la sociedad, se hacen cada vez más marcadas sus divisiones y subdivisiones. Por otra parte, en el organismo social, como en el organismo individual, la diferenciación no se detiene más que cuando el organismo ha realizado completamente el tipo que marca la madurez y precede a la declinación.

Verdad es que en algunos agregados inorgánicos, como, por ejemplo, en el sistema solar, considerados en conjunto y en cada uno de sus miembros, las integraciones van acompañadas de diferenciaciones de estructura; pero éstas son relativamente tan lentas y simples, que se puede prescindir de ellas. Es tan considerable la multiplicación de partes perfectamente marcadas en el seno de los cuerpos politices y de los cuerpos vivos, que tal multiplicación constituye un carácter común propio para distinguirlas de los cuerpos inorgánicos.

§ 216. Apreciaremos de una manera más completa esta comunidad de caracteres observando que la diferenciación progresiva de estructura va acompañada de una diferenciación progresiva de función.

Las divisiones multiplicadas, primarias, secundarias y terciarias que nacen en un animal que se desarrolla, no toman para nada sus caracteres distintivos mayores y menores. Al lado de diferencias en la forma y en la composición, presentan diferencias en los actos que ejecutan; llegan a ser órganos diferentes afectos a funciones distintas. Tomando la totalidad de la función de absorber los alimentos, al mismo tiempo que adquiere sus caracteres estructurales, el canal alimenticio se secciona en partes netamente distintas unas de otras; cada una de ellas tiene una función especial, que es una parte de la función general. Un miembro que sirve para la locomoción o para la aprehensión, se divide y subdivide en partes que juegan en este oficio el papel principal y las otras un papel auxiliar. Otro tanto cabe decir de las partes en que se divide una sociedad. Al formarse una clase dominante, no llega a ser solamente distinta del resto de la sociedad, sino que toma el mando del resto; y cuando esta clase se divide en dos, la una, que ha tenido mayor parte del poder, la otra, que lo ha tenido menor, cada una de estas subclases se pone a desempeñar papeles distintos en el oficio del gobierno. Otro tanto cabe decir de las clases cuyos actos están sometidos a la autoridad de los demás. Los diversos grupos a que dan lugar tienen ocupaciones diversas, dando de esta manera lugar cada uno de estos grupos en su propio seno, a partes menos diferenciadas afectas a funciones menos diferenciales.

Esto nos hace ver perfectamente cómo las dos clases de cosas que comparamos se distinguen de las demás clases, porque las diferencias de estructura que se forman lentamente en los agregados inorgánicos no van acompañadas de los caracteres que merecen el nombre de diferencias de función.

§ 217. ¿Por qué en un cuerpo politice y en un cuerpo vivo consideramos como funciones esas acciones desemejantes de partes desemejantes, en tanto que no damos el mismo nombre a las acciones desemejantes de las partes desemejantes de un cuerpo inorgánico? Sisamos a verlo examinando otro carácter común de estos primeros cuerpos, que constituye su carácter más distintivo.

La evolución introduce en los unos y en los otros diferencias, no diferencias simples, sino diferencias unidas por una relación definida, diferencias de tal naturaleza que hacen posibles todas las demás. Las partes de un agregado inorgánico tienen entre sí tales relaciones, que una de ellas puede cambiar mucho, sin que las otras se afecten por ello de una manera apreciable. Las cosas pasan de muy distinta manera en las partes de un agregado orgánico o de un agregado social. En uno y otro, los cambios de las partes se determinan mutuamente; en uno y otro, esta mutualidad se acusa más a medida que progresa la evolución. El tipo más inferior de la animalidad es en todas partes estómago, en todas partes superficie respirable, en todas partes miembro locomotor. El desarrollo de un tipo que tiene apéndices, mediante cuya ayuda se mueve de acá para allá o se apodera de su presa, no puede tener lugar sino cuando tales apéndices, perdiendo la facultad de absorber el alimento directamente a expensas de los cuerpos ambientes, lo reciben de las partes que conservan la facultad de absorber. Una superficie respiratoria en que los fluidos circulantes acaban de airearse, no puede formarse sino a condición de que la pérdida que sufre de la facultad de suministrarse a sí misma alimentos, esté compensada por la formación de un aparato que se los aporte. Otro tanto acontece en una sociedad. Lo que de una manera tan adecuada llamamos organización de una sociedad, supone relaciones del mismo género. En tanto, permanece en estado rudimentario, todo el mundo es en ella guerrero, cazador, constructor de chozas, fabricante de utensilios. Todos sus miembros se bastan a sí mismos. Los progresos que conducen a la sociedad al período de los ejércitos permanentes, no pueden verificarse sin que se establezcan coordinaciones para suministrar a este ejército alimentos, vestidos, municiones de guerra, que el resto de la sociedad ha producido. Si en un punto la población se ocupa únicamente de agricultura y en otro de minas, si los unos fabrican artículos de consumo en tanto que otros los distribuyen, es a condición de que, en cambio de un género especial de servicio prestado por cada miembro a cada miembro, dé sus servicios en proporción conveniente.

La división del trabajo, a la que los economistas fueron los primeros en constituir en fenómeno social de primer orden, y que los biólogos han reconocido en seguida entre los fenómenos de los cuerpos vivos, llamándola división fisiológica del trabajo, es el hecho que constituye la sociedad, como el animal en el estado de cuerpo vivo. Nunca insistiré bastante en que, en lo que concierne a este carácter fundamental, existe una perfecta analogía entre un organismo social y un organismo individual. En un animal, la detención de las funciones pulmonares pone prontamente fin a los movimientos del corazón; si el estómago deja en absoluto de hacer su oficio, bien pronto cesan de obrar todas las demás partes; la parálisis, que ataca a los miembros, condena todo el cuerpo a la muerte por falta de alimento o no dejándole ya que pueda escapar del peligro; la pérdida de los ojos, esos órganos tan pequeños, priva al resto del cuerpo de un servicio esencial para su conservación; todas estas relaciones no nos permiten dudar de que la mutua dependencia de las partes sea un carácter esencial. Así vemos en una sociedad, que los trabajadores en metales se detienen cuando los mineros no les suministran primeras materias; que los sastres y modistas tienen que holgar cuando se paran las fábricas de hilados y de tejidos; que se paraliza la sociedad manufacturera si no funcionan las sociedades productoras y distribuidoras de alimentos; que ya no pueden mantener el orden los poderes directos, gobierno, oficinas, tribunales, policía, cuando no les son suministrados los objetos necesarios para la vida por las partes mantenidas en el orden. Nos vemos obligados a decir que las partes de una sociedad están unidas por una relación de dependencia tan rigurosa como la de las partes de un cuerpo vivo. Por diferentes que sean en muchos respectos estos dos géneros de agregados, se asemejan por este carácter fundamental y por los caracteres que supone.

§ 223. (...) La sociedad presenta un crecimiento continuo: a medida que crece, sus partes se hacen desemejantes, su estructura llega a ser más complicada: las partes desemejantes desempeñan funciones desemejantes; estas funciones no sólo son diferentes, sino que sus diferencias están ligadas por relaciones que las hacen posibles las unas por las otras; la asistencia mutua que se prestan, conduce a una dependencia mutua de las partes; en fin, las partes, unidas por este lazo de dependencia mutua, viviendo respectivamente la una por la otra, componen un agregado constituido, conforme al mismo principio general que un organismo individual. La analogía de una sociedad con un organismo llega a ser más manifiesta cuando se ve que todo organismo de un volumen apreciable es una sociedad, y cuando se sabe después que, en uno como en otro la vida de las unidades continúa durante algún tiempo cuando se paraliza súbitamente la vida del agregado, en tanto que, si el agregado no es destruido por la violencia, su vida sobrepuja en mucho a la de sus unidades. Por más que el organismo y la sociedad difieran en que el primero existe en el estado concreto y la segunda en el estado discreto, y aunque exista una diferencia en los fines servidos por la organización, esto no implica una diferencia en sus leyes; las influencias necesarias que unas en otras ejercen las partes, no pueden transmitirse directamente, sino que se transmiten indirectamente.

 

Crecimiento social (De Principios de Sociología)

§ 224. Como los cuerpos vivientes, las sociedades comienzan bajo forma de gérmenes y nacen de masas sumamente tenues en comparación de aquellas a que por fin vienen a llegar. De pequeñas hordas errantes, como las de las razas más inferiores, han salido las mayores sociedades. Es ésta una conclusión que no se puede poner en duda. Los objetos muebles de los hombres primitivos, más groseros aún que aquellos de que se sirven los salvajes de nuestros días, suponen que no existían las artes, sin las cuales no es posible ninguna gran agregación humana. Las ceremonias religiosas que han persistido entre antiguas razas históricas, recuerdan los tiempos en que los antepasados de estas razas tenían cuchillos de sílex y se proporcionaban fuego frotando pedazos de madera; tiempos en que tenían que vivir en esos pequeños grupos que sólo eran posibles antes del nacimiento de la agricultura.

Esto hace suponer que, por efecto de la integración directa o indirecta, se han producido, con el tiempo, agregados sociales un millón de veces mayores que los agregados que sólo existían en el lejano pasado. He aquí, pues, un crecimiento que nos recuerda, por su marcha gradual, el crecimiento de los cuerpos vivos.

§227. (...) Así pues, el crecimiento social, lo mismo que el crecimiento de un cuerpo viviente, nos muestra el rasgo fundamental de la evolución bajo un doble aspecto. La integración se manifiesta en la formación de una masa mayor y en el progreso de tal masa al estado de coherencia que conviene a la íntima aproximación de las partes.

Sin embargo, conviene añadir que hay una forma de crecimiento social de la cual no se encuentra analogía en el crecimiento orgánico, y es la que resulta de la emigración de las unidades que pasan de una sociedad a la otra. En muchos grupos primitivos y en algunos avanzados, la emigración es un factor considerable del crecimiento. Pero, en general, son tan débiles los efectos de esta causa en comparación con los del crecimiento por aumento de la población y por fusión de los grupos, que esta diferencia no debilita la analogía que hemos hecho resaltar.

 

Estructura social (De Principios de Sociología)

§ 228. Como en los cuerpos vivientes, en las sociedades el aumento de masa va asociado habitualmente de un aumento de complejidad en la estructura. Al lado de la integración, que es el carácter primario de la evolución, las sociedades, como los cuerpos vivientes, muestran netamente el carácter secundario de la diferenciación.

Hemos descrito en los Principios de biología (§ 44) cómo se verifica la asociación de estos dos caracteres en los animales. Prescindiendo de algunas especies inferiores cuya actividad vital no es muy superior a la de los vegetales, en todas partes tropezamos con la ley general en cuya virtud los grandes agregados poseen una organización complicada. Sin duda hay muchas excepciones a esta ley, que proceden de las diferencias de medio, de comarca o de tipo; pero esto no cambia nada el gran hecho de que, para que marche la vida combinada de una gran masa viviente, son necesarias coordinaciones complicadas. A medida que avanzamos desde los grupos más pequeños a los más extensos, desde los grupos compuestos a los doblemente compuestos, aumenta la desemejanza de las partes. La masa social, homogénea mientras es muy pequeña, adquiere ordinariamente mayor heterogeneidad siempre que se agrega algo a su crecimiento; y para que adquiera un gran volumen es preciso que adquiera una gran heterogeneidad. Examinemos las principales fases de esta operación.

En el estado en que viven los cayaguas o indios de los bosques de la América del Sur, estado tan poco social que «una familia vive a distancia de otra», es imposible la organización social. Aun en el caso de que exista una débil asociación de familias, no se establece la organización mientras estas familias son poco numerosas y errantes. Los grupos de esquimales, de australianos, de bosquimanos y de fueguianos, no presentan ni aun esa diferencia primaria de partes que implica la institución del mando por un jefe de clan. Los miembros de estos grupos no conocen otra autoridad que la que el más fuerte, el más hábil o el más experimentado entre ellos puede adquirir por un tiempo; no se encuentra entre ellos ni aun núcleo de autoridad. Ordinariamente, donde quiera que hay grupos más extensos se encuentra alguna especie de jefe. Sin duda, no es una regla absoluta (porque, como veremos más tarde, la génesis de una autoridad constituida depende de la naturaleza de las funciones sociales); pero es una regla general. Los grupos sin jefe y sin gobierno son incoherentes y se separan antes de haber adquirido un volumen considerable; pero ordinariamente, cuando un agregado se mantiene poco más o menos en la cifra de 100 miembros, encontramos en él un gobierno, simple o compuesto, uno o varios hombres que ejercen en él una autoridad de orden natural o sobrenatural, o de uno y otro a la vez. Tal es la primera diferenciación social. Inmediatamente después se forma comúnmente otra que tiende a establecer una división entre las partes reguladoras y las partes operativas. En las tribus más degrada-: das, esta distinción no se encuentra representada más que de una manera grosera, por la diferencia que separa las condiciones legales relativas, y las funciones de los dos sexos; al ejercer una autoridad sin limites, los hombres se dedican a las ocupaciones externas que la tribu nos presenta, principalmente a la guerra, en tanto que la mujer permanece sometida como bestia de carga, al trabajo, que consiste en la parte más grosera del sostenimiento. Pero el crecimiento de la tribu y el desarrollo de la institución de mando que da a la tribu la superioridad militar, tuvieron bien pronto por resultado el incremento de la porción operativa en que la guerra proporciona cautivos. Esto se verifica en un principio de una manera poco aparente. En la batalla se mata a los hombres, y frecuentemente se los come, y a los no combatientes se los reduce a esclavitud; los patagones, por ejemplo, esclavizan a las mujeres y niños capturados en la guerra. Más tarde, y sobre todo cuando concluyó el canibalismo, se empezó a reducir, a esclavitud a los cautivos varones, de donde resulta en ciertos casos, una clase operativa netamente distinta de la clase reguladora.

(...) Al mismo tiempo que el aumento de masa causado por la unión de agregados sociales primarios en agregados secundarios, comienza a aparecer una nueva diferencia de partes sociales. La unión del grupo compuesto supone un jefe dedo totalidad de los grupos, lo mismo que los jefes de cada grupo; una diferenciación análoga a la que en el principio produjo un jefe, produce ahora un jefe de jefes. Algunas veces se verifica la combinación para asegurar la defensa contra un enemigo común, y otras es el resultado de una conquista que somete todas las tribus a una sola. En este último caso la tribu dominante, al mantener su supremacía, desarrolla todavía más que carácter militar, y por tal carácter, llega a ser diferente de las demás.

No tenemos que mostrar con más detalles cómo, después que se han consolidado estos grupos de grupos de manera que puedan ejercitarse por una agencia gubernamental única sus fuerzas combinadas, pactos o alianzas con otros grupos compuestos análogos o conquistas que los someten abocan de tiempo en tiempo a la fusión de estos grupos; cómo después que se ha obtenido este resultado, la agencia gubernamental adquiere una mayor complejidad con su rey, sus jefes locales, sus pequeños jefes, y cómo al mismo tiempo se establecen divisiones de clases más marcadas: clase militar, clase sacerdotal, clase servil, etc Se ve perfectamente que la complicación de la estructura va acompañada del aumento de la masa.

§ 229. El aumento de heterogeneidad, que en las dos clases de agregados marcha con el crecimiento, presenta otro carácter común. Además de la desemejanza de partes que resulta del desarrollo de los órganos de coordinación, va a formarse una desemejanza entre los grupos coordenados, van a formarse en el animal órganos de alimentación y en la sociedad órganos industriales.

Cuando los agregados animales más inferiores se unen para formar un animal de orden superior, y cuando, además, estos agregados secundarios se combinan para formar agregados terciarios, cada elemento se asemeja en un principio, por su estructura, a los demás elementos. Otro tanto acontece con los grupos sociales menores combinados con un grupo social mayor. Cada tribu, que en el principio se basta a si propia, posee en si misma los aparatos rudimentarios que necesita un tipo vital inferior, y estos aparatos se asemejan a los de cualquier otra tribu. Solamente la unión de las tribus facilita gradualmente el cambio de productos, y así, como acontece con la mayor frecuencia, cada una de las tribus componentes ocupa las localidades favorables a los diferentes géneros de producción, surgen acciones industriales diferentes, resultando de ello diferencias en las estructuras industriales. Entre las tribus aisladas, aun entre aquellas parecidas a las de Australia, hay cambio de productos, suministrados por las comarcas respectivas de sus tribus, que dura, naturalmente, mientras no están en guerra. Evidentemente, cuando se ha llegado al grado de integración de Madagascar, por ejemplo, o de los principales estados negros de África, la paz interior, que es la consecuencia de la obediencia a un solo gobierno, hace fáciles las relaciones comerciales. Las partes semejantes, unidas de una manera permanente, suponen el establecimiento de una dependencia mutua, y al mismo tiempo que crece la dependencia mutua va creciendo la desemejanza de las partes.

§ 230. El progreso de la organización, que de esta manera acompaña al progreso en la agregación, lo mismo en los organismos individuales que en los organismos sociales, se conforma, en ambos casos, a la misma ley general de las diferenciaciones más generales. El progreso va a las más especiales: en el principio, diferencias de partes profundas y simples; en seguida, en cada una de las partes marcadas con una diferenciación primaria, cambios que la subdividen en partes desemejantes luego, en estas subdivisiones desemejantes, desemejanzas menores, y así continuando.

§ 231. Estudiando más de cerca los hechos, descubrimos otra analogía notable. Los órganos de los animales y los de las sociedades tienen coordinaciones internas dispuestas en conformidad con el mismo principio.

(...) Otro tanto acontece en una sociedad. Los ciudadanos agrupados para formar un órgano que produce algún articulo para el consumo nacional, o que proveen de otra manera a las necesidades nacionales, tienen para servirles órganos que substancialmente se asemejan a los de cualquier otro grupo. Ya se trate de un distrito donde se teja algodón o de uno dedicado a la cuchillería, siempre hay un grupo de órganos que aportan los materiales groseros y un grupo de órganos que recogen y expiden los artículos manufacturados: hay un aparato complicado de canales principales y secundarios que sacan los objetos necesarios a la vida de la masa general de provisiones que circula por el país, los lleva a los obreros de la localidad y a los que los dirigen; hay órganos, como el correo y otros vehículos de impulsión, que excitan o paralizan la industria local; hay el poder gubernamental, político y eclesiástico, que mantiene el orden y favorece una actividad saludable. Asimismo también, cuando, al abandonar su distrito que fabrica determinado producto, pasamos a un puerto de mar que absorbe y expide mercancías, vemos que son comúnmente las mismas las agencias distribuidoras y reguladoras. En aquellos mismos parajes en que este órgano social, en lugar de desplegar una actividad material, tiene, como una universidad, la función de preparar determinadas clases de unidades para funciones sociales de ciertos géneros, se encuentra también el mismo tipo general de estructura: aparatos destinados al sostenimiento y regulación de la localidad, diferentes en ciertos respectos, se asemejan en el fondo; hay clases análogas de distribuidores, clases análogas para ejercer la autoridad civil y una clase particular desarrollada para ejercer la autoridad eclesiástica.

Observando que un tipo común de estructura en los órganos sociales, como un tipo común de estructura en los órganos de un cuerpo vivo, es el concomitante necesario de las relaciones de mutua dependencia, veremos con más claridad que hasta ahora hasta dónde llega la semejanza fundamental de la organización del individuo y de la organización de la sociedad.

§ 232. Es también de mencionar otra analogía. La formación de los órganos en un cuerpo viviente marcha por vías que podemos llamar primarias, secundarias y terciarias. Como análogas de estas vías encontramos otras primarias, secundarias y terciarias en la formación de los órganos sociales. Examinaremos separadamente cada una de estas tres analogías.

Entre los animales de tipo inferior la secreción de la bilis no se verifica por el hígado, sino por células aisladas esparcidas a lo largo de la pared del intestino delgado. Cada una de estas células desempeña su función de separar de la sangre determinadas materias y vierte cada una individualmente sus productos. No hay propiamente órganos, sino determinado número de unidades que no están agregadas para formar un órgano. Hay aquí una analogía con la forma inicial de un aparato industrial en una sociedad. Al principio cada obrero ejecuta su tarea solo, y solo negocia su producto con el consumidor. Todavía se ve en nuestras aldeas al zapatero remendón que, en el rincón de su hogar, fabrica y vende sus botas, y al herrero que hace todos los objetos de hierro que necesitan sus vecinos. Ejemplos son éstos del tipo primitivo de todo órgano productor.

(...) Por lo dicho comprenderemos cómo, a medida que crece la sociedad, se encuentra satisfecho el aumento de demanda por la adición de un mayor número de individuos de este género en que cada uno de ellos desempeña sus funciones aparte.

Gracias a dos cambios simultáneos, el órgano secretorio inicial de un animal llega a esa estructura superior con la cual podemos hacer la siguiente comparación. En lugar de permanecer aisladas, las células se reúnen en un grupo compacto, y cada una de ellas, de simple que era, se hace compuesta. En lugar de una célula única que elabora y emite su producto especial, tenemos ahora un saquito alargado que contiene una familia de células, cuyo saco, abierto por uno de sus extremos, da salida a sus productos. Resulta de esto un grupo integrado de folículas más o menos tubulares, de las que cada una contiene unidades secretorias y posee un orificio especial de descarga. En las sociedades semicivilizadas encontramos un tipo social que corresponde exactamente a ese tipo de órgano individual. En una de estas sociedades sedentarias y en vía de crecimiento, las demandas de obreros dedicados ahora a ocupaciones más especializadas llegan a ser regulares, y cada obrero, apremiado de tiempo en tiempo por el trabajo, hace que le ayuden sus hijos. Esta manera de hacer, que comienza por accidente, se fija poco a poco, y al fin este uso llega a ser en una sociedad una ley, en virtud de la que cada cual debe educar a sus hijos en su propio oficio.

(...) Se puede señalar una tercera analogía. Además de este aumento del órgano glandular que necesitan las funciones más activas de un animal más perfeccionado, se opera un cambio de estructura resultante del aumento de volumen.

(...) Pero del órgano industrial de que hemos hablado pasamos, por grados análogos, a un órgano de un orden más elevado. No se salta de la industria doméstica a la industria manufacturera de un brinco; el tránsito se verifica de una manera gradual. Encontramos el primer paso de este progreso en las reglas de las corporaciones, en virtud de las cuales se podía agregar a las familias un aprendiz (quizá fuera un pariente) que, como dice Brentano, llegaba a ser miembro de la familia del maestro; éste le enseñaba su oficio y tenía que velar como un padre, tanto sobre su moralidad como sobre su trabajo. El aprendiz era, en realidad, un hijo adoptivo. Una vez introducida esta modificación, se emplearon aprendices que se convirtieron en obreros asalariados. Por efecto del desarrollo de este grupo familiar modificado, el maestro se ha convertido en un mercader de los productos fabricados, no ya únicamente por su propia familia, sino por otros, y, adquiriendo extensión sus negocios, se ha visto en la necesidad de dejar de ser obrero, no siendo ya más que un distribuidor, un canal por donde corren los productos del trabajo, no ya del pequeño número de trabajadores que eran sus hijos, sino de un gran número de obreros que ni siquiera son parientes suyos. Este cambio ha llevado a la fundación de talleres donde el número de empleados ha sobrepujado mucho al de los miembros de la familia, hasta que, a la larga, la introducción de la fuerza mecánica ha dado margen a la fábrica, edificio de varios pisos en que cada uno contiene multitud de unidades productoras que emiten corrientes de productos afluentes que se reúnen de abocar al único paraje por donde se verifica la salida. Finalmente, en los órganos industriales muy desarrollados, como los que suministran los productos textiles, se ven alzarse numerosas fábricas agrupadas en la misma ciudad, y otras en las ciudades cercanas, a las cuales conducen caminos ramificados por donde afluyen a estas ciudades las primeras materias y salen fardos de paño, de percal, etc.

§ 233. Estas analogías llegan a un punto aún más interesante. En el individuo, como en la sociedad, existe un contraste entre el modo original de desarrollo y un modo que se lo ha sustituido más recientemente.

En el curso de la evolución orgánica, desde los tipos inferiores hasta los tipos más elevados, han tenido que pasar por modificaciones insensibles a través de todas las fases que hemos descrito; pero en el presente, en la evolución individual de un organismo de tipo elevado, estas fases se han abreviado, encontrándose producido su órgano por un método relativamente directo.

(...) Lo mismo acontece en la formación de los órganos industriales. Ahora que se encuentra perfectamente establecida la forma estructural que constituye la fábrica, y que se ha impreso en la constitución social, se ve cómo la toman prestada otras industrias cuando se ha reconocido que puede adaptarse. Que se descubra en alguna parte mineral de hierro, e inmediatamente se establecerá en ella una fábrica metalúrgica; que se encuentre en cualquier parte un agua excelente para la fabricación de cervezas, y se alzará en ella una gran fábrica de este producto, sin que la industria pase por las fases sucesivas del obrero aislado, del trabajo de familia, de un grupo de familias, etc. Las primeras materias y los hombres, son súbitamente atraídos hacia estos parajes, donde se levanta con rapidez un aparato de producción perteneciente al tipo avanzado. Es más: en lugar de un solo gran establecimiento que se alza por el método directo, sale de la tierra todo un grupo de grandes establecimientos.

 

Funciones y tipos sociales (De Principios de Sociología)

§ 235. Si la organización consiste en una construcción del conjunto tal que permita a sus partes ejecutar funciones ligadas por una dependencia mutua, cuanto menos avanzada sea la organización sus partes serán más independientes unas de otras, en tanto que, por el contrario, cuando la organización es avanzada, la dependencia de las partes respecto del conjunto debe ser tan grande, que la separación de las partes sea funesta al agregado. Esto es, en efecto, tan verdad cuando se trata del organismo individual, como cuando se trata del organismo social.

(...) Lo mismo, y por la misma razón, acontece en los agregados sociales más inferiores. Un grupo de hombres primitivos errantes, sin jefe, se divide sin inconveniente. Cada hombre, a la vez guerrero, cazador y obrero para fabricar sus propias armas, su choza, etc., acompañado de su mujer, que siempre tiene los mismos fardos que llevar, no necesita concertarse con sus semejantes más que para la guerra y algunas veces para la caza; y, a menos que no se trate de combatir, el concierto con la mitad de la tribu es tan útil como el concierto con la tribu entera. En las mismas poblaciones en que existe la débil diferenciación que atestigua la institución de un jefe, entraña muy pocos inconvenientes una separación voluntaria o forzosa. Sea antes, sea después de la emigración de una parte de la tribu, un hombre se hace jefe y vuelve a comenzar la vida social inferior que consiente este agregado.

Pero no sucede lo mismo en los agregados animales o sociales de una organización avanzada.

(...) Sin duda cuando una sociedad civilizada sufre una división tal, que una de sus partes queda privada de una agencia central que ejerza la autoridad, no tarda en rehacer otra; pero corre el riesgo de disolverse, y antes que la reorganización reconstituya una autoridad suficiente, está expuesta a permanecer durante largo tiempo en un estado de desorden y de debilidad.

§ 236. Es de mencionar otro corolario manifiesto a priori y demostrado a posteriori.. Cuando las partes están poco diferenciadas, pueden, con mucha facilidad, desempeñar las unas las funciones de las otras; pero cuando están muy diferenciadas, no pueden desempeñar, o desempeñan muy imperfectamente, las unas las funciones de las otras.

(...) En los organismos sociales, elevados o inferiores, observamos estas facultades de sustitución relativamente grandes y relativamente débiles. Naturalmente, cuando cada miembro de la tribu repite, en su modo de existencia, a todos los otros, no hay funciones desemejantes que cambiar, y cuando ha surgido la débil diferenciación que supone el cambio de armas por otros artículos entre un miembro de la tribu diestro en la fabricación de armas y otros que lo son menos, la destrucción de tal miembro, dotado de una habilidad especial, no causa gran mal, puesto que el resto de la tribu puede pasarse, aunque estando peor, sin el trabajo que hacía para ellos. Aun en las sociedades sedentarias, de un volumen considerable, encontramos comprobada la verdad de lo que decimos. Zurita dice, que entre los antiguos mejicanos, todos los indios sabían todos los oficios que no exigían una gran destreza ni herramientas delicadas. También afirma Prescott que todos los hombres, en el Perú, debían conocer los diversos oficios esenciales al bienestar doméstico. Por estos ejemplos se verá perfectamente que las partes de las sociedades estaban tan débilmente diferenciadas en sus ocupaciones, que era posible a una de ellas desempeñar la ocupación de la otra. Pero en sociedades como la nuestra, profundamente especializada, lo mismo desde el punto de vista industrial que todo lo demás, cuando una parte no desempeña su función, ninguna otra puede suplirla. Si los desmañados trabajadores de las explotaciones rurales se declararan en huelga, la población de las ciudades los reemplazarían de una manera muy imperfecta, y nuestras fábricas de metalurgia se paralizarían si sus obreros, dedicados a una parte especial del trabajo, negaran su concurso y hubiera que reemplazarlos con aldeanos o con braceros dedicados a trabajar el algodón, y mucho menos los mineros ni los marinos podrían desempeñar las elevadas funciones legislativa, judicial, etc.

§ 260. (...) En las sociedades más avanzadas hay que observar, por de pronto, que los caracteres distintivos del tipo industrial no se muestran con plenitud ni aun en el caso de que sea considerable la actividad industrial, en tanto que el gobierno industrial se halle confundido con el gobierno político. Así, por ejemplo, parece ser que en Francia la casi totalidad del comercio al por mayor con los extranjeros perteneció al Estado, a los reyes y a los nobles... Ezequiel nos habla del rey de Tiro como de un príncipe prudente en el comercio, hábil para encontrar los metales en sus yacimientos, que se enriquecía descubriéndolos y aumentando con otros tráficos sus riquezas. Evidentemente, donde quiera que los jefes políticos y militares se han convertido en jefes de la organización industrial, ésta no ha podido manifestar sus caracteres propios. Entre las sociedades antiguas que se deben citar para mostrar la relación que une la actividad industrial con las instituciones libres, se encuentra en primer término a; Atenas, la que nos muestra esta relación con la nitidez que cabe esperar de su contraste con los demás Estados griegos. Hasta la época de Solon, todas las sociedades griegas permanecían sometidas a oligarcas o a déspotas. Todas aquellas en que la guerra continuó siendo la única profesión honrosa y el trabajo era despreciado, conservaron este tipo político, únicamente Atenas, en la que tenia la industria un respeto relativo, donde Solon le dio alientos y donde los artesanos encontraron un refugio, fue el punto en que comenzó a formarse una organización industrial que concluyó por crecer y hacer que se distinguiera de todas las ciudades próximas, mientras que al propio tiempo se desarrollaban en ella las instituciones democráticas. En los tiempos modernos la relación que une un régimen social preferentemente industrial con una forma de gobierno menos coercitiva, se revela en las ciudades hanseáticas, en las de los Países Bajos, que dieron nacimiento a la República neederlandesa, y sobre todo en Inglaterra, en las colonias inglesas y en los Estados Unidos.

A medida que se hacen menos frecuentes las guerras y que ya no tienen por teatro más que territorios lejanos; a medida que el desarrollo de la agricultura, de las manufacturas y del comercio que acompañan a estos cambios sobrepujaba en Inglaterra al de los Estados del Continente, cuyos hábitos continuaban siendo militares, las instituciones libres se desarrollaban dentro de ella. Lo que también hace comprender que entre el régimen industrial y las instituciones libres existe una relación de causa a efecto, es que los países en que se han operado los mayores cambios en el sentido de la libertad política son los industriales; mientras que en los distritos rurales, donde son tan constantes las transacciones mercantiles, han conservado durante más tiempo el tipo primitivo con las ideas y sentimientos a ellos referentes. Observamos cambios análogos en la forma del gobierno eclesiástico. Donde quiera que se desarrollan la actividad y la estructura industrial, esta rama del sistema regulador, que ya no es una jerarquía rígida como en el tipo depredador, pierde poco a poco su fuerza en tanto que crece otra producción religiosa, y las instituciones y los sentimientos se relajan a la vez. El derecho al juicio privado se establece poco a poco, al mismo tiempo que se fundan los derechos politices.

En lugar de una creencia impuesta por la autoridad, aparecen creencias multiformes aceptadas voluntariamente, y los grupos cada vez más multiplicados que abrazan estas creencias, en lugar de obedecer a un gobierno despótico, se gobiernan de una manera más o menos representativa. El conformismo militar, sostenido por la fuerza, cede su puesto a un no-conformismo sostenido por unión voluntaria. A medida que se hace preponderante la misma organización industrial que afecta a todo el resto de la sociedad, presenta naturalmente este cambio de estructura. A partir de la condición depredadora primitiva, bajo la cual el amo alimenta a los esclavos que trabajan para él, se pasa por fases en que crece la libertad, para llegar a una condición como la de Inglaterra, en la cual todo el mundo, trabajadores y empleadores, compradores y vendedores, viven completamente independientes unos de otros, y donde existe una libertad ilimitada de formar asociaciones que se gobiernan en conformidad con los principios democráticos. En las coaliciones de obreros y contra coaliciones de patronos, no menos que en las asociaciones políticas y las ligas en favor de tal o cual idea, encontramos el régimen representativo que existe también en toda compañía de accionistas para la explotación de una mina, de un banco, de un camino de hierro o de cualquier otra empresa comercial. Por otra parte, vemos que, así como en el tipo depredador el modo militar se ramifica en todas las ramificaciones secundarias de la actualidad social, el modo industrial se hace también representar aquí. Asociaciones de ciudadanos, espontáneamente realizadas y gobernadas en forma representativa, conducen a buen término no numerosos proyectos. Se halla uno tan perfectamente habituado a recurrir a este género de organización, que para cada cuestión que haya que resolver, el medio que se propone es el de una sociedad gobernada por un comité electivo, a cuya cabeza se halla un presidente nombrado por elección. Así se organizan las asociaciones filantrópicas de todo género, las instituciones literarias, las bibliotecas, los circulas, los cuerpos destinados a fomentar las ciencias y las artes, etc. Al lado de todos estos cambios se desarrollan sentimientos e ideas referentes a las relaciones de los ciudadanos con el Estado, opuestas a las que se asocian con el tipo depredador. En lugar de la doctrina que impone una obediencia ciega al agente que gobierna, aparece la doctrina que proclama la soberanía de la voluntad del ciudadano, y que pretende que el agente que le gobierna no tiene otro fin que el de realizar su voluntad. Subordinado en autoridad, el poder regulador se encuentra de este modo reducido en extensión. En lugar de extender su autoridad a todo género de acciones, se le escapan grandes categorías de éstas. Se repudia su autoridad sobre las maneras de vivir, sobre los alimentos, sobre los vestidos y sobre las distracciones; ya no se aguanta que prescriba los métodos de producción, ni que reglamente el comercio. Y no es esto todo: surge un nuevo deber, el de resistir a un gobierno irresponsable, así como también, a los excesos de un gobierno responsable. Aparece una nueva tendencia en las minorías, la de desobedecer al cuerpo legislativo que representa la mayoría cuando interviene de cierta manera en los negocios de los particulares; y la oposición de la minoría a las leyes que condena, conduce, de tiempo en tiempo, a su abolición. A estos cambios en la teoría política y en el sentimiento que la acompaña, se agrega la creencia, confesada o no, de que las acciones combinadas del agregado social tienen por objeto conservar las condiciones que permiten a cada cual dirigir su vida de una manera que le satisfaga, en lugar de la antigua creencia de que todos deben proponerse como fin de su vida la conservación de las acciones combinadas de este agregado.

Estos rasgos generales, que hacen que difiera tan profundamente el tipo industrial del tipo militar, surgen en las relaciones de individuos que entraña la actividad industrial, relaciones completamente diferentes de las que entraña la actividad depredadora. Todos los negocios industriales, ya se traten entre patronos y obreros, ya entre compradores y vendedores, ya entre personas dedicadas a las profesiones liberales y sus clientes, se verifican mediante el cambio libre. Por cualquier ventaja que la ocupación de A le permita ceder, B le presta una ventaja equivalente, si no en la forma de un objeto producido por él mismo, por lo menos en la forma de dinero que gana por su profesión. Esta relación, en la cual no es obligatorio el cambio mutuo de servicios, donde ningún individuo está subordinado, se hace predominante en la sociedad a medida que adquiere preponderancia la actividad industrial. Determinando diariamente las ideas y los sentimientos, aprendiendo cada cual diariamente a afirmar sus propios derechos, aunque sea forzándolos a reconocer los derechos correlativos de otro, esta relación produce unidades sociales cuya estructura y hábitos mentales dan a las coordenaciones sociales formas correspondientes. Resulta de esto el tipo que tiene por carácter general la misma libertad individual que implica toda transacción comercial. La cooperación que desempeña las funciones multiformes, llega a ser una cooperación voluntaria. En fin, en tanto que el sistema de cooperación desarrollado que da a un organismo social el tipo industrial, adquiere por si mismo, como el sistema de conservación desarrollado de un animal, un aparato regulador del género difuso o no centralizado, tiende también a descentralizar el aparato regulador primario, obligándole a sacar de clases más numerosas los poderes delegados que posee.

§ 263. Tenemos, pues, dos maneras de clasificar las sociedades, las cuales no deben perderse de vista cuando se quieran interpretar los fenómenos sociales.

Desde luego, hay que colocarlas en el orden de su integración en simples, compuestas, doblemente compuestas y triplemente compuestas, y, al propio tiempo que comprobamos la elevación en el grado de evolución que suponen estos escalones de composición, tenemos que reconocer la elevación en el grado de evolución que dispone el aumento de la heterogeneidad general y local.

Mucho menos definida es la demarcación que tenemos que hacer entre las sociedades, según que la preponderancia pertenezca al uno o al otro de sus grandes aparatos de órganos. Sin hablar de los tipos inferiores, que no presentan ninguna diferenciación, tenemos poquísimas excepciones de la regla de que toda sociedad tiene órganos para sostener la lucha con otras sociedades y órganos para efectuar la conservación social; en fin, como la relación que existe entre estos aparatos presenta todas las magnitudes, no se puede fundar una clasificación específica sobre su desarrollo relativo. Sin embargo, como el tipo depredador, caracterizado por el predominio de uno de estos aparatos, reposa en el principio de la cooperación obligatoria, en tanto que el tipo industrial, caracterizado por el predominio del otro, reposa en el principio de la cooperación voluntaria, los dos tipos, cuando llegan a sus formas extremas, son diametralmente opuestos, y el contraste que separa a sus caracteres es el más importante de los objetos de la sociología.

Si la ocasión fuera oportuna podríamos añadir aquí algunas páginas para trazar los lineamientos de un tipo posible en el porvenir, que difiriese del industrial tanto como éste del depredador, esto es, de un tipo que poseyera un aparato de conservación todavía más completamente desarrollado que ninguno de los hasta ahora conocidos, que no se sirviera de los productos de la industria para conservar una organización depredadora ni para consagrarlos de una manera exclusiva al crecimiento material, sino que los empleara en hacer marchar funciones más elevadas Como el contraste entre los tipos depredador e industrial tiene por signo la transformación de la creencia de que los individuos existen en provecho del Estado en la otra, según la cual el Estado existe en provecho de los individuos, el contraste que existe entre el tipo industrial y el tipo que probablemente se desprenderá de él, tiene por signo la transformación de la creencia de que la vida tiene por fin el trabajo, en la que el trabajo tiene por fin la vida. Pero aquí no tenemos que ocuparnos más que de las inducciones sacadas de las sociedades que han existido y que existen, y no debemos ponernos a especular sobre las sociedades posibles. Me limitaré a dar, como signo de esta transformación, la multiplicación de las instituciones destinadas a la cultura estética e intelectual y otras funciones análogas que no contribuyen directamente al sostenimiento de la vida, sino que tienen por objeto inmediato la satisfacción del espíritu. Dicho esto no añadiré nada.

 

Transformaciones sociales, de la sociedad militar a la industrial (De Principios de Sociología)

§ 264. La observación de las alteraciones de las estructuras sociales que acompañan a la alteración de las funciones sociales, suministra una verificación de las ideas generales que acabamos de exponer en el último capítulo; en él encontramos pruebas de la analogía de los organismos sociales y de los organismos industriales. En unos como en otros se verifica una metamorfosis a consecuencia del cambio que hace pasar esos organismos de la vida errante a la vida sedentaria; en los unos como en los otros se verifica una metamorfosis a consecuencia del cambio que hace pasar organismos de una vida en que el aparato interno, o dicho de otro modo, de conservación, juega el papel principal, a una vida que ejerce el aparato externo o de gasto, y en unos y en otros se verifica una metamorfosis inversa.

(...) La única cosa común a estos géneros opuestos de metamorfosis que tengamos que considerar, es que los dos grandes sistemas de aparatos destinados a realizar respectivamente los actos exteriores y los actos interiores, se borran o se acusan según la vida que lleve el agregado. Sin duda, por falta de tipos sociales definidos fijados por la herencia, no podemos comprobar que las metamorfosis sociales sostienen relaciones así definidas con los cambios de vida producidos en un orden definido; pero la analogía permite admitir lo que ya hemos tenido rezones para concluir; es a saber: que cada uno de los aparatos, externos e internos, con sus aparatos reguladores, aumentan o disminuyen según que la actividad social se hace más militante o más industrial.

§ 265. Antes de examinar cuáles son las causas de las metamorfosis, observemos lo que las impide. Acabo de dar a entender que, cuando una sociedad no saca una estructura especifica de una línea de sociedades antecesoras que han llevado una vida semejante a la suya, no puede sufrir metamorfosis conforme a un modo y a un orden preciso: los efectos de las influencias ambientes dominan sobre los de las tendencias hereditarias. Bueno será que presentemos la recíproca; es a saber: que cuando varias sociedades salidas de otra han seguido carreras semejantes, resulta un tipo tan perfectamente regulado en el ciclo de su desarrollo, de su madurez y de su decadencia, que resiste a la metamorfosis.

§ 266. Las transformaciones del tipo militar en tipo industrial y del industrial en militar, tienen en este momento para nosotros un interés capital. Tenemos, sobre todo, que notar cómo el tipo industrial, parcialmente desarrollado en un pequeño número de casos, retrógrada al tipo militante si vuelven a estallar conflictos internacionales.

Cuando hemos comparado estos dos tipos sociales, vimos cómo contrasta la cooperación obligatoria, que necesita la actividad militar, con la cooperación impuesta por una actividad industrial desarrollada; también hemos visto que, cuando ha dejado de ser rígido el sistema regulador coercitivo propio del primero, el sistema regulador propio del segundo comienza a producirse a medida que la industria florece al abrigo de la guerra. El gran movimiento liberal que ha transformado todas las disposiciones políticas de Inglaterra durante el largo periodo de paz que ha comenzado en 1815, suministra una prueba de lo que decimos. Otro en Noruega, donde la falta de guerra y el desarrollo de las instituciones libres han marchado paralelamente. Pero reclama nuestra atención el examen de los hechos que prueban que vuelve a desarrollarse la estructura del tipo militante con el retorno a los hábitos belicosos.

Sin insistir en los hechos que nos presenta la historia antigua ni la calda, dos veces repetida, de la naciente República neederlandesa, que se ha convertido en una monarquía bajo la influencia retrógrada de la guerra, ni sobre el derribo del Gobierno parlamentario en provecho del Gobierno despótico, resultado de las guerras del protectorado de Inglaterra, ni sobre los efectos que han tenido en Francia las guerras de conquista que han cambiado la República en un despotismo militar, nos bastará considerar los hechos de los últimos años. Desde que, gracias a la guerra, se ha establecido un régimen centralizado más fuerte, se ha organizado en Alemania un régimen más coercitivo, como vemos en la manera con que Bismark trata a los poderes eclesiásticos; en la teoría de Molke, de que la seguridad de un país que hay que preservar de un ataque de afuera y de un desorden interior, exige que el presupuesto del ejército no dependa de un voto del Parlamento, y, en fin, en las medidas recientemente adoptadas para centralizar la autoridad que el Estado ejerce sobre los ferrocarriles alemanes. En Francia vemos al jefe del ejército convertido en jefe del Estado, manteniendo el estado de sitio, nacido de la guerra en algunas partes del país y la conservación de las medidas restrictivas de la libertad bajo un Gobierno que se dice libre. Pero los cambios del mismo género, experimentados recientemente por la sociedad inglesa, suministran los ejemplos más notables del por qué el tipo industrial se ha desarrollado más en Inglaterra que en el continente y han sido necesarios más esfuerzos para retrogradar.

Las guerras que han tenido lugar y los preparativos para guerras posibles, han concurrido para la producción de estos cambios. Por de pronto, desde el advenimiento de Luis Napoleón, punto de partida de este cambio, Inglaterra ha tenido la guerra de Crimea, la suscitada por la sublevación de la India, la de la China y las más recientes y menos serias de África. En segundo lugar, y sobre todo, hemos asistido a la reproducción del desarrollo de la organización militar y del sentimiento militar bajo la influencia de la reproducción del desarrollo que en otras partes recibían. En las naciones, como en los individuos, una actitud amenazadora engendra una actitud defensiva. Esta es una verdad que no necesita prueba. Todos estos motivos han dado lugar entre nosotros al aumento de gastos en la marina y en el ejército, a la construcción de fortificaciones, a la formación de ejército de voluntarios, al establecimiento de campos permanentes, a la repetición de las maniobras de otoño y a las edificaciones militares en todo el reino.

De todos los signos que marcan este retorno al tipo militar, debemos mencionar, por de pronto, el despertar de las funciones depredadoras, que nunca dejan de poner en juego a un aparato tan propio para la acción defensiva como para la ofensiva. Así, en Atenas, la organización militar y naval, que se había desarrollado durante la lucha con el enemigo extranjero, no tardó en emplearse en la agresión, y así en Francia el ejército republicano victorioso, no tardó en convertirse en instrumento de invasión. Esto es lo que ordinariamente sucede, ano en la misma Inglaterra.

(...) Ahora que hemos observado este retorno del desarrollo de la fuerza armada, y ese despertar del espirita depredador, podemos notar algo que principalmente nos interesa, es a saber: el retorno al tipo militar en nuestras instituciones en general, la extensión de la centralización y de la reglamentación. Desde luego la observamos en el mismo Gobierno; las funciones de los tribunales militares relativas a los desastres marítimos, son usurpadas por la Administración Central de la Marina; un ministro que reside en Londres, limita con su autoridad los poderes del Gobierno de la India; en fin, los Cuerpos administrativos de los condados, deseosos de descargarse de una parte de las cargas que pesan sobre la localidad echándola sobre la nación, abandonan al mismo tiempo parte de su poder. La autoridad militar tiende a usurpar en todas partes el lugar de la autoridad civil: hay jefes militares de la Policía metropolitana y de la Policía provincial; militares que desempeñan empleos en el Consejo de los Trabajos y en el Departamento de la Industria; los inspectores de los ferrocarriles son militares; en fin, algunos Cuerpos municipales de las provincias nombran a militares para el desempeño de los insignificantes empleos de que disponen. El resultado inevitable de estos cambios, es que el lenguaje de la administración afirma más la autoridad, y respeta menos los derechos de los particulares.

(...) Otro ejemplo de la tendencia de los aparatos gubernamentales a crecer a expensas de los aparatos industriales, es el celo con que se pide la adquisición de los caminos de hierro por el Estado, que si se ha aplazado ha sido a causa de la pérdida que ha sufrido por la compra de los telégrafos. Vemos hasta dónde llega este espíritu de centralización cuando arrojamos la vista sobre los proyectos de ejercer la filantropía por la fuerza; se apela al poder del Estado para mejorar la conducta del pueblo; no se quiere ver que las restricciones de v. la conducta de los individuos, impuestas por antiguos reglamentos abolidos recientemente como medidas tiránicas, estuvieron inspiradas en motivos semejantes a los que hoy se invocan. Se quiere hacer a las personas sobrias impidiendo que beban, restringiendo la libertad que hasta el presente se ha tenido para comprar y vender determinados artículos. En lugar de extender el principio propio del régimen industrial que quiere que se busquen remedios prontos y baratos a los males grandes o pequeños que los ciudadanos se causan unos a otros, los legisladores extienden el principio según el cual se les debe prevenir. Las disposiciones introducidas en las minas, las manufacturas, los buques, los cuartos amueblados, las panaderías y los excusados de las casas privadas, están reglamentadas por la ley, y sometidas a la vigilancia de funcionarios. Se quiere poner remedio a la alteración de los géneros, no por medio de un castigo pronto de la violación de un contrato, sino por la vigilancia de analizadores jurados. Ya no estarán obligados los ingleses a pagar los servicios que reciban con el dinero que hayan ganado en un trabajo efectivo, que es lo que debiera ser según la ley de cooperación, sino que los recibirán sin merecerlo por un esfuerzo proporcionado; sin haber hecho nada para ello, todo inglés tendrá a su disposición bibliotecas libres, museos locales libres, etc., a costa del público; se tomará de los ahorros de los dignos, lo que se da a los menos dignos que no han ahorrado.

Se admite tácitamente que la autoridad del Estado sobre los ciudadanos no tiene límite asignable, hipótesis propia del tipo militar, y al mismo tiempo se presta una fe absoluta al juicio del Estado, fe que es también un carácter del tipo militante. Se le abandona el cuidado de velar por la salud del cuerpo y del espíritu, sin que se suscite la menor duda sobre su capacidad. Después de haber luchado siglos por destruir un poder que imponía a los hombres sus doctrinas en nombre de su pretendida dicha eterna, se invoca hoy otro poder que impone a los hombres sus doctrinas para un pretendido bien temporal. En otro tiempo se creía que la coacción en materia de enseñanza religiosa estaba justificada por el juicio infalible de un Papa; hoy se supone justificada en materia de instrucción secular, por el juicio infalible de un Parlamento, y he aquí cómo, bajo pena de prisión para los que la resistan, se establece una educación mala en el fondo, mala en la forma y mala, en fin, en el orden.

 

Herbert Spencer (s/f): Las inducciones de la Sociología. Madrid: La España Moderna.

 

 

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