Titulo: Lecturas de teoría
sociológica clásica
Profesor: Mario Domínguez Sánchez
Departamento de Sociología V/Teoría Sociológica
Curso 2000-2001
TEMA
2. La
Ilustración
Montesquieu
Jean-Jacques Rousseau
TEMA
3.
El saber enciclopédico: Hegel
TEMA
4.
El ideal del industrialismo: Saint-Simon
TEMA
5.
El positivismo: Comte
TEMA
6.
El evolucionismo universal: Spencer
TEMA
7.
Antiguo Régimen y Revolución: Tocqueville
TEMA
8.
La teoría social en Karl Marx
TEMA
9.
Socialistas, marxistas y anarquistas
TEMA
10. El
evolucionismo clásico y el darwinismo social
Tema 6. El evolucionismo universal
Herbert Spencer
¿Qué es una sociedad?
(De Principios
de Sociología)
§ 212. ¿Qué es una sociedad? He aquí
una pregunta que hay que hacerse, y a la cual hay que
contestar desde el principio. La idea que nos formemos de una
sociedad será vaga, en tanto no hayamos determinado si, una
vez que veamos en ella una entidad, debe clasificársela como
absolutamente distinta de todas las demás o como semejante a
otras.
Se puede decir que una sociedad no es más
que un nombre colectivo que se emplea para designar
determinado número de individuos. Un nominalista que
transporte a otro terreno la controversia del nominalismo y
del realismo, podría afirmar que, así como la única cosa
que existe en la especie son los miembros que la componen, no
teniendo la especie existencia independiente de la de sus
miembros, sólo existen las unidades de una sociedad, siendo
la existencia de ésta puramente nominal. Podría establecer
como ejemplo el auditorio de un profesor, donde no se ve más
que un agregado que desaparece al fin de la conferencia, y
que, por consiguiente, no es una cosa, sino solamente una
coordinación de personas, y pretender que acontece lo mismo
con los ciudadanos que componen una nación
Sin discutir los primeros términos del
razonamiento, podemos negar los últimos. En el primer
ejemplo, la coordinación es temporal; en el segundo es
permanente; y la permanencia de las relaciones que existen
entre las partes constituyentes es lo que constituye la
individualidad de un todo y la distingue de la individualidad
de sus partes. Una mesa sólida, rota en pedazos, deja de ser
una cosa, y, por el contrario, las piedras, los ladrillos, las
maderas, antes separadas, llegan a ser una cosa que se llama
casa, cuando se la dispone con arreglo a cierto método.
Por eso teníamos razón cuando
considerábamos a la sociedad como una entidad, porque, aunque
esté formada con unidades discretas, la permanencia, durante
generaciones y siglos, de una coordinación que, de un modo
general, reserva la misma fisonomía en toda la región
ocupada por la sociedad, implica que la ensambladura de estas
sociedades tiene algo de concreto. Precisamente ese algo es lo
que nos suministra la noción de sociedad. En efecto, negamos
este nombre a esos grupos perpetuamente cambiantes que forman
los hombres primitivos, reservándolo para los grupos en que
se revela cierta constancia en la distribución de las partes
a consecuencia de una existencia regular.
§ 213. Puesto que consideramos a una
sociedad como una cosa, ¿en qué género de cosas las
colocamos? A lo que parece, no se asemeja a ninguno de los
objetos que nos dan a conocer nuestros sentidos. Sea la que
quiera la semejanza que pueda tener con otros objetos, no es
por los sentidos por donde la percibimos, sino únicamente por
la razón. Si lo que constituye una entidad es la relación
que une constantemente sus partes, surge otra cuestión: la de
si la relación constante que une sus partes se asemeja a las
relaciones constantes que unen las partes de otras entidades.
La única relación que se puede concebir entre una sociedad y
otra cosa, debe ser una relación debida a la analogía de los
principios que regulan la coordinación de las partes
constituyentes.
Hay dos grandes clases de agregados con los
cuales se puede comparar el agregado social: los inorgánicos
y los orgánicos. Considerados independientemente de sus
unidades vivientes, los atributos de una sociedad ¿se parecen
en algo a los de un cuerpo no viviente, a los de un cuerpo
viviente, o difieren totalmente de los atributos de los unos y
de los otros?
Basta establecer el primer extremo de la
pregunta anterior para contestarlo negativamente. Un todo de
partes vivas no puede tener caracteres generales semejantes a
los de los todos privados de vida. El segundo extremo, que no
implica una respuesta tan pronta, puede recibir una
contestación afirmativa. Vamos a examinar las razones que hay
para afirmar que las relaciones permanentes que existen entre
las partes de una sociedad son análogas a las relaciones
permanentes que existen entre las partes de un cuerpo vivo.
La sociedad es un organismo
(De Principios
de Sociología)
§ 214. Decir que el crecimiento es un
carácter común a los agregados sociales y a los agregados
orgánicos, no es negar que no haya nada de común entre los
primeros y los agregados inorgánicos; algunos de éstos, por
ejemplo, los cristales, tienen un modo de crecer visible, y en
la hipótesis de la evolución, todos, absolutamente todos,
han sido, en uno u otro momento, producto de la integración.
Sin embargo, cuando se los compara con las cosas que se llaman
inanimadas, los cuerpos vivos y las sociedades presentan de
una manera tan neta el aumento de masa, que bien podemos ver
en este fenómeno el carácter propio de estos dos géneros de
seres. Hay muchos organismos que crecen toda su vida, mientras
que otros crecen una gran parte de su vida. Ordinariamente el
crecimiento de las sociedades se prolonga hasta el momento en
que se dividen, o hasta aquél en que se derrumban.
§ 215. Otro carácter de los cuerpos
sociales, como de los cuerpos vivos, es que aumentan de
volumen a medida que adquieren una estructura más complicada.
En un animal inferior, o en el embrión de un animal superior,
hay pocas partes que puedan distinguirse; pero, a medida que
el último adquiere mayor masa, aumenta el número de sus
partes, y, al propio tiempo, se diferencian. Otro tanto cabe
decir de la sociedad. Al principio las diferencias que separan
sus grupos de unidades no llaman la atención, ni por su
número ni por su grado; pero, a medida que aumenta el número
de los miembros de la sociedad, se hacen cada vez más
marcadas sus divisiones y subdivisiones. Por otra parte, en el
organismo social, como en el organismo individual, la
diferenciación no se detiene más que cuando el organismo ha
realizado completamente el tipo que marca la madurez y precede
a la declinación.
Verdad es que en algunos agregados
inorgánicos, como, por ejemplo, en el sistema solar,
considerados en conjunto y en cada uno de sus miembros, las
integraciones van acompañadas de diferenciaciones de
estructura; pero éstas son relativamente tan lentas y
simples, que se puede prescindir de ellas. Es tan considerable
la multiplicación de partes perfectamente marcadas en el seno
de los cuerpos politices y de los cuerpos vivos, que tal
multiplicación constituye un carácter común propio para
distinguirlas de los cuerpos inorgánicos.
§ 216. Apreciaremos de una manera más
completa esta comunidad de caracteres observando que la
diferenciación progresiva de estructura va acompañada de una
diferenciación progresiva de función.
Las divisiones multiplicadas, primarias,
secundarias y terciarias que nacen en un animal que se
desarrolla, no toman para nada sus caracteres distintivos
mayores y menores. Al lado de diferencias en la forma y en la
composición, presentan diferencias en los actos que ejecutan;
llegan a ser órganos diferentes afectos a funciones
distintas. Tomando la totalidad de la función de absorber los
alimentos, al mismo tiempo que adquiere sus caracteres
estructurales, el canal alimenticio se secciona en partes
netamente distintas unas de otras; cada una de ellas tiene una
función especial, que es una parte de la función general. Un
miembro que sirve para la locomoción o para la aprehensión,
se divide y subdivide en partes que juegan en este oficio el
papel principal y las otras un papel auxiliar. Otro tanto cabe
decir de las partes en que se divide una sociedad. Al formarse
una clase dominante, no llega a ser solamente distinta del
resto de la sociedad, sino que toma el mando del resto; y
cuando esta clase se divide en dos, la una, que ha tenido
mayor parte del poder, la otra, que lo ha tenido menor, cada
una de estas subclases se pone a desempeñar papeles distintos
en el oficio del gobierno. Otro tanto cabe decir de las clases
cuyos actos están sometidos a la autoridad de los demás. Los
diversos grupos a que dan lugar tienen ocupaciones diversas,
dando de esta manera lugar cada uno de estos grupos en su
propio seno, a partes menos diferenciadas afectas a funciones
menos diferenciales.
Esto nos hace ver perfectamente cómo las
dos clases de cosas que comparamos se distinguen de las demás
clases, porque las diferencias de estructura que se forman
lentamente en los agregados inorgánicos no van acompañadas
de los caracteres que merecen el nombre de diferencias de
función.
§ 217. ¿Por qué en un cuerpo politice y
en un cuerpo vivo consideramos como funciones esas acciones
desemejantes de partes desemejantes, en tanto que no damos el
mismo nombre a las acciones desemejantes de las partes
desemejantes de un cuerpo inorgánico? Sisamos a verlo
examinando otro carácter común de estos primeros cuerpos,
que constituye su carácter más distintivo.
La evolución introduce en los unos y en
los otros diferencias, no diferencias simples, sino
diferencias unidas por una relación definida, diferencias de
tal naturaleza que hacen posibles todas las demás. Las partes
de un agregado inorgánico tienen entre sí tales relaciones,
que una de ellas puede cambiar mucho, sin que las otras se
afecten por ello de una manera apreciable. Las cosas pasan de
muy distinta manera en las partes de un agregado orgánico o
de un agregado social. En uno y otro, los cambios de las
partes se determinan mutuamente; en uno y otro, esta
mutualidad se acusa más a medida que progresa la evolución.
El tipo más inferior de la animalidad es en todas partes
estómago, en todas partes superficie respirable, en todas
partes miembro locomotor. El desarrollo de un tipo que tiene
apéndices, mediante cuya ayuda se mueve de acá para allá o
se apodera de su presa, no puede tener lugar sino cuando tales
apéndices, perdiendo la facultad de absorber el alimento
directamente a expensas de los cuerpos ambientes, lo reciben
de las partes que conservan la facultad de absorber. Una
superficie respiratoria en que los fluidos circulantes acaban
de airearse, no puede formarse sino a condición de que la
pérdida que sufre de la facultad de suministrarse a sí misma
alimentos, esté compensada por la formación de un aparato
que se los aporte. Otro tanto acontece en una sociedad. Lo que
de una manera tan adecuada llamamos organización de una
sociedad, supone relaciones del mismo género. En tanto,
permanece en estado rudimentario, todo el mundo es en ella
guerrero, cazador, constructor de chozas, fabricante de
utensilios. Todos sus miembros se bastan a sí mismos. Los
progresos que conducen a la sociedad al período de los
ejércitos permanentes, no pueden verificarse sin que se
establezcan coordinaciones para suministrar a este ejército
alimentos, vestidos, municiones de guerra, que el resto de la
sociedad ha producido. Si en un punto la población se ocupa
únicamente de agricultura y en otro de minas, si los unos
fabrican artículos de consumo en tanto que otros los
distribuyen, es a condición de que, en cambio de un género
especial de servicio prestado por cada miembro a cada miembro,
dé sus servicios en proporción conveniente.
La división del trabajo, a la que los
economistas fueron los primeros en constituir en fenómeno
social de primer orden, y que los biólogos han reconocido en
seguida entre los fenómenos de los cuerpos vivos, llamándola
división fisiológica del trabajo, es el hecho que constituye
la sociedad, como el animal en el estado de cuerpo vivo. Nunca
insistiré bastante en que, en lo que concierne a este
carácter fundamental, existe una perfecta analogía entre un
organismo social y un organismo individual. En un animal, la
detención de las funciones pulmonares pone prontamente fin a
los movimientos del corazón; si el estómago deja en absoluto
de hacer su oficio, bien pronto cesan de obrar todas las
demás partes; la parálisis, que ataca a los miembros,
condena todo el cuerpo a la muerte por falta de alimento o no
dejándole ya que pueda escapar del peligro; la pérdida de
los ojos, esos órganos tan pequeños, priva al resto del
cuerpo de un servicio esencial para su conservación; todas
estas relaciones no nos permiten dudar de que la mutua
dependencia de las partes sea un carácter esencial. Así
vemos en una sociedad, que los trabajadores en metales se
detienen cuando los mineros no les suministran primeras
materias; que los sastres y modistas tienen que holgar cuando
se paran las fábricas de hilados y de tejidos; que se
paraliza la sociedad manufacturera si no funcionan las
sociedades productoras y distribuidoras de alimentos; que ya
no pueden mantener el orden los poderes directos, gobierno,
oficinas, tribunales, policía, cuando no les son
suministrados los objetos necesarios para la vida por las
partes mantenidas en el orden. Nos vemos obligados a decir que
las partes de una sociedad están unidas por una relación de
dependencia tan rigurosa como la de las partes de un cuerpo
vivo. Por diferentes que sean en muchos respectos estos dos
géneros de agregados, se asemejan por este carácter
fundamental y por los caracteres que supone.
§ 223. (...) La sociedad presenta un
crecimiento continuo: a medida que crece, sus partes se hacen
desemejantes, su estructura llega a ser más complicada: las
partes desemejantes desempeñan funciones desemejantes; estas
funciones no sólo son diferentes, sino que sus diferencias
están ligadas por relaciones que las hacen posibles las unas
por las otras; la asistencia mutua que se prestan, conduce a
una dependencia mutua de las partes; en fin, las partes,
unidas por este lazo de dependencia mutua, viviendo
respectivamente la una por la otra, componen un agregado
constituido, conforme al mismo principio general que un
organismo individual. La analogía de una sociedad con un
organismo llega a ser más manifiesta cuando se ve que todo
organismo de un volumen apreciable es una sociedad, y cuando
se sabe después que, en uno como en otro la vida de las
unidades continúa durante algún tiempo cuando se paraliza
súbitamente la vida del agregado, en tanto que, si el
agregado no es destruido por la violencia, su vida sobrepuja
en mucho a la de sus unidades. Por más que el organismo y la
sociedad difieran en que el primero existe en el estado
concreto y la segunda en el estado discreto, y aunque exista
una diferencia en los fines servidos por la organización,
esto no implica una diferencia en sus leyes; las influencias
necesarias que unas en otras ejercen las partes, no pueden
transmitirse directamente, sino que se transmiten
indirectamente.
Crecimiento social
(De Principios de
Sociología)
§ 224. Como los cuerpos vivientes, las
sociedades comienzan bajo forma de gérmenes y nacen de masas
sumamente tenues en comparación de aquellas a que por fin
vienen a llegar. De pequeñas hordas errantes, como las de las
razas más inferiores, han salido las mayores sociedades. Es
ésta una conclusión que no se puede poner en duda. Los
objetos muebles de los hombres primitivos, más groseros aún
que aquellos de que se sirven los salvajes de nuestros días,
suponen que no existían las artes, sin las cuales no es
posible ninguna gran agregación humana. Las ceremonias
religiosas que han persistido entre antiguas razas
históricas, recuerdan los tiempos en que los antepasados de
estas razas tenían cuchillos de sílex y se proporcionaban
fuego frotando pedazos de madera; tiempos en que tenían que
vivir en esos pequeños grupos que sólo eran posibles antes
del nacimiento de la agricultura.
Esto hace suponer que, por efecto de la
integración directa o indirecta, se han producido, con el
tiempo, agregados sociales un millón de veces mayores que los
agregados que sólo existían en el lejano pasado. He aquí,
pues, un crecimiento que nos recuerda, por su marcha gradual,
el crecimiento de los cuerpos vivos.
§227. (...) Así pues, el crecimiento
social, lo mismo que el crecimiento de un cuerpo viviente, nos
muestra el rasgo fundamental de la evolución bajo un doble
aspecto. La integración se manifiesta en la formación de una
masa mayor y en el progreso de tal masa al estado de
coherencia que conviene a la íntima aproximación de las
partes.
Sin embargo, conviene añadir que hay una
forma de crecimiento social de la cual no se encuentra
analogía en el crecimiento orgánico, y es la que resulta de
la emigración de las unidades que pasan de una sociedad a la
otra. En muchos grupos primitivos y en algunos avanzados, la
emigración es un factor considerable del crecimiento. Pero,
en general, son tan débiles los efectos de esta causa en
comparación con los del crecimiento por aumento de la
población y por fusión de los grupos, que esta diferencia no
debilita la analogía que hemos hecho resaltar.
Estructura social
(De Principios de
Sociología)
§ 228. Como en los cuerpos vivientes, en
las sociedades el aumento de masa va asociado habitualmente de
un aumento de complejidad en la estructura. Al lado de la
integración, que es el carácter primario de la evolución,
las sociedades, como los cuerpos vivientes, muestran netamente
el carácter secundario de la diferenciación.
Hemos descrito en los Principios de
biología (§ 44) cómo se verifica la asociación de
estos dos caracteres en los animales. Prescindiendo de algunas
especies inferiores cuya actividad vital no es muy superior a
la de los vegetales, en todas partes tropezamos con la ley
general en cuya virtud los grandes agregados poseen una
organización complicada. Sin duda hay muchas excepciones a
esta ley, que proceden de las diferencias de medio, de comarca
o de tipo; pero esto no cambia nada el gran hecho de que, para
que marche la vida combinada de una gran masa viviente, son
necesarias coordinaciones complicadas. A medida que avanzamos
desde los grupos más pequeños a los más extensos, desde los
grupos compuestos a los doblemente compuestos, aumenta la
desemejanza de las partes. La masa social, homogénea mientras
es muy pequeña, adquiere ordinariamente mayor heterogeneidad
siempre que se agrega algo a su crecimiento; y para que
adquiera un gran volumen es preciso que adquiera una gran
heterogeneidad. Examinemos las principales fases de esta
operación.
En el estado en que viven los cayaguas o
indios de los bosques de la América del Sur, estado tan poco
social que «una familia vive a distancia de otra», es
imposible la organización social. Aun en el caso de que
exista una débil asociación de familias, no se establece la
organización mientras estas familias son poco numerosas y
errantes. Los grupos de esquimales, de australianos, de
bosquimanos y de fueguianos, no presentan ni aun esa
diferencia primaria de partes que implica la institución del
mando por un jefe de clan. Los miembros de estos grupos no
conocen otra autoridad que la que el más fuerte, el más
hábil o el más experimentado entre ellos puede adquirir por
un tiempo; no se encuentra entre ellos ni aun núcleo de
autoridad. Ordinariamente, donde quiera que hay grupos más
extensos se encuentra alguna especie de jefe. Sin duda, no es
una regla absoluta (porque, como veremos más tarde, la
génesis de una autoridad constituida depende de la naturaleza
de las funciones sociales); pero es una regla general. Los
grupos sin jefe y sin gobierno son incoherentes y se separan
antes de haber adquirido un volumen considerable; pero
ordinariamente, cuando un agregado se mantiene poco más o
menos en la cifra de 100 miembros, encontramos en él un
gobierno, simple o compuesto, uno o varios hombres que ejercen
en él una autoridad de orden natural o sobrenatural, o de uno
y otro a la vez. Tal es la primera diferenciación social.
Inmediatamente después se forma comúnmente otra que tiende a
establecer una división entre las partes reguladoras y las
partes operativas. En las tribus más degrada-: das, esta
distinción no se encuentra representada más que de una
manera grosera, por la diferencia que separa las condiciones
legales relativas, y las funciones de los dos sexos; al
ejercer una autoridad sin limites, los hombres se dedican a
las ocupaciones externas que la tribu nos presenta,
principalmente a la guerra, en tanto que la mujer permanece
sometida como bestia de carga, al trabajo, que consiste en la
parte más grosera del sostenimiento. Pero el crecimiento de
la tribu y el desarrollo de la institución de mando que da a
la tribu la superioridad militar, tuvieron bien pronto por
resultado el incremento de la porción operativa en que la
guerra proporciona cautivos. Esto se verifica en un principio
de una manera poco aparente. En la batalla se mata a los
hombres, y frecuentemente se los come, y a los no combatientes
se los reduce a esclavitud; los patagones, por ejemplo,
esclavizan a las mujeres y niños capturados en la guerra.
Más tarde, y sobre todo cuando concluyó el canibalismo, se
empezó a reducir, a esclavitud a los cautivos varones, de
donde resulta en ciertos casos, una clase operativa netamente
distinta de la clase reguladora.
(...) Al mismo tiempo que el aumento de
masa causado por la unión de agregados sociales primarios en
agregados secundarios, comienza a aparecer una nueva
diferencia de partes sociales. La unión del grupo compuesto
supone un jefe dedo totalidad de los grupos, lo mismo que los
jefes de cada grupo; una diferenciación análoga a la que en
el principio produjo un jefe, produce ahora un jefe de jefes.
Algunas veces se verifica la combinación para asegurar la
defensa contra un enemigo común, y otras es el resultado de
una conquista que somete todas las tribus a una sola. En este
último caso la tribu dominante, al mantener su supremacía,
desarrolla todavía más que carácter militar, y por tal
carácter, llega a ser diferente de las demás.
No tenemos que mostrar con más detalles
cómo, después que se han consolidado estos grupos de grupos
de manera que puedan ejercitarse por una agencia gubernamental
única sus fuerzas combinadas, pactos o alianzas con otros
grupos compuestos análogos o conquistas que los someten
abocan de tiempo en tiempo a la fusión de estos grupos; cómo
después que se ha obtenido este resultado, la agencia
gubernamental adquiere una mayor complejidad con su rey, sus
jefes locales, sus pequeños jefes, y cómo al mismo tiempo se
establecen divisiones de clases más marcadas: clase militar,
clase sacerdotal, clase servil, etc Se ve perfectamente que la
complicación de la estructura va acompañada del aumento de
la masa.
§ 229. El aumento de heterogeneidad, que
en las dos clases de agregados marcha con el crecimiento,
presenta otro carácter común. Además de la desemejanza de
partes que resulta del desarrollo de los órganos de
coordinación, va a formarse una desemejanza entre los grupos
coordenados, van a formarse en el animal órganos de
alimentación y en la sociedad órganos industriales.
Cuando los agregados animales más
inferiores se unen para formar un animal de orden superior, y
cuando, además, estos agregados secundarios se combinan para
formar agregados terciarios, cada elemento se asemeja en un
principio, por su estructura, a los demás elementos. Otro
tanto acontece con los grupos sociales menores combinados con
un grupo social mayor. Cada tribu, que en el principio se
basta a si propia, posee en si misma los aparatos
rudimentarios que necesita un tipo vital inferior, y estos
aparatos se asemejan a los de cualquier otra tribu. Solamente
la unión de las tribus facilita gradualmente el cambio de
productos, y así, como acontece con la mayor frecuencia, cada
una de las tribus componentes ocupa las localidades favorables
a los diferentes géneros de producción, surgen acciones
industriales diferentes, resultando de ello diferencias en las
estructuras industriales. Entre las tribus aisladas, aun entre
aquellas parecidas a las de Australia, hay cambio de
productos, suministrados por las comarcas respectivas de sus
tribus, que dura, naturalmente, mientras no están en guerra.
Evidentemente, cuando se ha llegado al grado de integración
de Madagascar, por ejemplo, o de los principales estados
negros de África, la paz interior, que es la consecuencia de
la obediencia a un solo gobierno, hace fáciles las relaciones
comerciales. Las partes semejantes, unidas de una manera
permanente, suponen el establecimiento de una dependencia
mutua, y al mismo tiempo que crece la dependencia mutua va
creciendo la desemejanza de las partes.
§ 230. El progreso de la organización,
que de esta manera acompaña al progreso en la agregación, lo
mismo en los organismos individuales que en los organismos
sociales, se conforma, en ambos casos, a la misma ley general
de las diferenciaciones más generales. El progreso va a las
más especiales: en el principio, diferencias de partes
profundas y simples; en seguida, en cada una de las partes
marcadas con una diferenciación primaria, cambios que la
subdividen en partes desemejantes luego, en estas
subdivisiones desemejantes, desemejanzas menores, y así
continuando.
§ 231. Estudiando más de cerca los
hechos, descubrimos otra analogía notable. Los órganos de
los animales y los de las sociedades tienen coordinaciones
internas dispuestas en conformidad con el mismo principio.
(...) Otro tanto acontece en una sociedad.
Los ciudadanos agrupados para formar un órgano que produce
algún articulo para el consumo nacional, o que proveen de
otra manera a las necesidades nacionales, tienen para
servirles órganos que substancialmente se asemejan a los de
cualquier otro grupo. Ya se trate de un distrito donde se teja
algodón o de uno dedicado a la cuchillería, siempre hay un
grupo de órganos que aportan los materiales groseros y un
grupo de órganos que recogen y expiden los artículos
manufacturados: hay un aparato complicado de canales
principales y secundarios que sacan los objetos necesarios a
la vida de la masa general de provisiones que circula por el
país, los lleva a los obreros de la localidad y a los que los
dirigen; hay órganos, como el correo y otros vehículos de
impulsión, que excitan o paralizan la industria local; hay el
poder gubernamental, político y eclesiástico, que mantiene
el orden y favorece una actividad saludable. Asimismo
también, cuando, al abandonar su distrito que fabrica
determinado producto, pasamos a un puerto de mar que absorbe y
expide mercancías, vemos que son comúnmente las mismas las
agencias distribuidoras y reguladoras. En aquellos mismos
parajes en que este órgano social, en lugar de desplegar una
actividad material, tiene, como una universidad, la función
de preparar determinadas clases de unidades para funciones
sociales de ciertos géneros, se encuentra también el mismo
tipo general de estructura: aparatos destinados al
sostenimiento y regulación de la localidad, diferentes en
ciertos respectos, se asemejan en el fondo; hay clases
análogas de distribuidores, clases análogas para ejercer la
autoridad civil y una clase particular desarrollada para
ejercer la autoridad eclesiástica.
Observando que un tipo común de estructura
en los órganos sociales, como un tipo común de estructura en
los órganos de un cuerpo vivo, es el concomitante necesario
de las relaciones de mutua dependencia, veremos con más
claridad que hasta ahora hasta dónde llega la semejanza
fundamental de la organización del individuo y de la
organización de la sociedad.
§ 232. Es también de mencionar otra
analogía. La formación de los órganos en un cuerpo viviente
marcha por vías que podemos llamar primarias, secundarias y
terciarias. Como análogas de estas vías encontramos otras
primarias, secundarias y terciarias en la formación de los
órganos sociales. Examinaremos separadamente cada una de
estas tres analogías.
Entre los animales de tipo inferior la
secreción de la bilis no se verifica por el hígado, sino por
células aisladas esparcidas a lo largo de la pared del
intestino delgado. Cada una de estas células desempeña su
función de separar de la sangre determinadas materias y
vierte cada una individualmente sus productos. No hay
propiamente órganos, sino determinado número de unidades que
no están agregadas para formar un órgano. Hay aquí una
analogía con la forma inicial de un aparato industrial en una
sociedad. Al principio cada obrero ejecuta su tarea solo, y
solo negocia su producto con el consumidor. Todavía se ve en
nuestras aldeas al zapatero remendón que, en el rincón de su
hogar, fabrica y vende sus botas, y al herrero que hace todos
los objetos de hierro que necesitan sus vecinos. Ejemplos son
éstos del tipo primitivo de todo órgano productor.
(...) Por lo dicho comprenderemos cómo, a
medida que crece la sociedad, se encuentra satisfecho el
aumento de demanda por la adición de un mayor número de
individuos de este género en que cada uno de ellos desempeña
sus funciones aparte.
Gracias a dos cambios simultáneos, el
órgano secretorio inicial de un animal llega a esa estructura
superior con la cual podemos hacer la siguiente comparación.
En lugar de permanecer aisladas, las células se reúnen en un
grupo compacto, y cada una de ellas, de simple que era, se
hace compuesta. En lugar de una célula única que elabora y
emite su producto especial, tenemos ahora un saquito alargado
que contiene una familia de células, cuyo saco, abierto por
uno de sus extremos, da salida a sus productos. Resulta de
esto un grupo integrado de folículas más o menos tubulares,
de las que cada una contiene unidades secretorias y posee un
orificio especial de descarga. En las sociedades
semicivilizadas encontramos un tipo social que corresponde
exactamente a ese tipo de órgano individual. En una de estas
sociedades sedentarias y en vía de crecimiento, las demandas
de obreros dedicados ahora a ocupaciones más especializadas
llegan a ser regulares, y cada obrero, apremiado de tiempo en
tiempo por el trabajo, hace que le ayuden sus hijos. Esta
manera de hacer, que comienza por accidente, se fija poco a
poco, y al fin este uso llega a ser en una sociedad una ley,
en virtud de la que cada cual debe educar a sus hijos en su
propio oficio.
(...) Se puede señalar una tercera
analogía. Además de este aumento del órgano glandular que
necesitan las funciones más activas de un animal más
perfeccionado, se opera un cambio de estructura resultante del
aumento de volumen.
(...) Pero del órgano industrial de que
hemos hablado pasamos, por grados análogos, a un órgano de
un orden más elevado. No se salta de la industria doméstica
a la industria manufacturera de un brinco; el tránsito se
verifica de una manera gradual. Encontramos el primer paso de
este progreso en las reglas de las corporaciones, en virtud de
las cuales se podía agregar a las familias un aprendiz
(quizá fuera un pariente) que, como dice Brentano, llegaba a
ser miembro de la familia del maestro; éste le enseñaba su
oficio y tenía que velar como un padre, tanto sobre su
moralidad como sobre su trabajo. El aprendiz era, en realidad,
un hijo adoptivo. Una vez introducida esta modificación, se
emplearon aprendices que se convirtieron en obreros
asalariados. Por efecto del desarrollo de este grupo familiar
modificado, el maestro se ha convertido en un mercader de los
productos fabricados, no ya únicamente por su propia familia,
sino por otros, y, adquiriendo extensión sus negocios, se ha
visto en la necesidad de dejar de ser obrero, no siendo ya
más que un distribuidor, un canal por donde corren los
productos del trabajo, no ya del pequeño número de
trabajadores que eran sus hijos, sino de un gran número de
obreros que ni siquiera son parientes suyos. Este cambio ha
llevado a la fundación de talleres donde el número de
empleados ha sobrepujado mucho al de los miembros de la
familia, hasta que, a la larga, la introducción de la fuerza
mecánica ha dado margen a la fábrica, edificio de varios
pisos en que cada uno contiene multitud de unidades
productoras que emiten corrientes de productos afluentes que
se reúnen de abocar al único paraje por donde se verifica la
salida. Finalmente, en los órganos industriales muy
desarrollados, como los que suministran los productos
textiles, se ven alzarse numerosas fábricas agrupadas en la
misma ciudad, y otras en las ciudades cercanas, a las cuales
conducen caminos ramificados por donde afluyen a estas
ciudades las primeras materias y salen fardos de paño, de
percal, etc.
§ 233. Estas analogías llegan a un punto
aún más interesante. En el individuo, como en la sociedad,
existe un contraste entre el modo original de desarrollo y un
modo que se lo ha sustituido más recientemente.
En el curso de la evolución orgánica,
desde los tipos inferiores hasta los tipos más elevados, han
tenido que pasar por modificaciones insensibles a través de
todas las fases que hemos descrito; pero en el presente, en la
evolución individual de un organismo de tipo elevado, estas
fases se han abreviado, encontrándose producido su órgano
por un método relativamente directo.
(...) Lo mismo acontece en la formación de
los órganos industriales. Ahora que se encuentra
perfectamente establecida la forma estructural que constituye
la fábrica, y que se ha impreso en la constitución social,
se ve cómo la toman prestada otras industrias cuando se ha
reconocido que puede adaptarse. Que se descubra en alguna
parte mineral de hierro, e inmediatamente se establecerá en
ella una fábrica metalúrgica; que se encuentre en cualquier
parte un agua excelente para la fabricación de cervezas, y se
alzará en ella una gran fábrica de este producto, sin que la
industria pase por las fases sucesivas del obrero aislado, del
trabajo de familia, de un grupo de familias, etc. Las primeras
materias y los hombres, son súbitamente atraídos hacia estos
parajes, donde se levanta con rapidez un aparato de
producción perteneciente al tipo avanzado. Es más: en lugar
de un solo gran establecimiento que se alza por el método
directo, sale de la tierra todo un grupo de grandes
establecimientos.
Funciones y tipos sociales
(De Principios
de Sociología)
§ 235. Si la organización consiste en una
construcción del conjunto tal que permita a sus partes
ejecutar funciones ligadas por una dependencia mutua, cuanto
menos avanzada sea la organización sus partes serán más
independientes unas de otras, en tanto que, por el contrario,
cuando la organización es avanzada, la dependencia de las
partes respecto del conjunto debe ser tan grande, que la
separación de las partes sea funesta al agregado. Esto es, en
efecto, tan verdad cuando se trata del organismo individual,
como cuando se trata del organismo social.
(...) Lo mismo, y por la misma razón,
acontece en los agregados sociales más inferiores. Un grupo
de hombres primitivos errantes, sin jefe, se divide sin
inconveniente. Cada hombre, a la vez guerrero, cazador y
obrero para fabricar sus propias armas, su choza, etc.,
acompañado de su mujer, que siempre tiene los mismos fardos
que llevar, no necesita concertarse con sus semejantes más
que para la guerra y algunas veces para la caza; y, a menos
que no se trate de combatir, el concierto con la mitad de la
tribu es tan útil como el concierto con la tribu entera. En
las mismas poblaciones en que existe la débil diferenciación
que atestigua la institución de un jefe, entraña muy pocos
inconvenientes una separación voluntaria o forzosa. Sea
antes, sea después de la emigración de una parte de la
tribu, un hombre se hace jefe y vuelve a comenzar la vida
social inferior que consiente este agregado.
Pero no sucede lo mismo en los agregados
animales o sociales de una organización avanzada.
(...) Sin duda cuando una sociedad
civilizada sufre una división tal, que una de sus partes
queda privada de una agencia central que ejerza la autoridad,
no tarda en rehacer otra; pero corre el riesgo de disolverse,
y antes que la reorganización reconstituya una autoridad
suficiente, está expuesta a permanecer durante largo tiempo
en un estado de desorden y de debilidad.
§ 236. Es de mencionar otro corolario
manifiesto a priori y demostrado a posteriori.. Cuando las
partes están poco diferenciadas, pueden, con mucha facilidad,
desempeñar las unas las funciones de las otras; pero cuando
están muy diferenciadas, no pueden desempeñar, o desempeñan
muy imperfectamente, las unas las funciones de las otras.
(...) En los organismos sociales, elevados
o inferiores, observamos estas facultades de sustitución
relativamente grandes y relativamente débiles. Naturalmente,
cuando cada miembro de la tribu repite, en su modo de
existencia, a todos los otros, no hay funciones desemejantes
que cambiar, y cuando ha surgido la débil diferenciación que
supone el cambio de armas por otros artículos entre un
miembro de la tribu diestro en la fabricación de armas y
otros que lo son menos, la destrucción de tal miembro, dotado
de una habilidad especial, no causa gran mal, puesto que el
resto de la tribu puede pasarse, aunque estando peor, sin el
trabajo que hacía para ellos. Aun en las sociedades
sedentarias, de un volumen considerable, encontramos
comprobada la verdad de lo que decimos. Zurita dice, que entre
los antiguos mejicanos, todos los indios sabían todos los
oficios que no exigían una gran destreza ni herramientas
delicadas. También afirma Prescott que todos los hombres, en
el Perú, debían conocer los diversos oficios esenciales al
bienestar doméstico. Por estos ejemplos se verá
perfectamente que las partes de las sociedades estaban tan
débilmente diferenciadas en sus ocupaciones, que era posible
a una de ellas desempeñar la ocupación de la otra. Pero en
sociedades como la nuestra, profundamente especializada, lo
mismo desde el punto de vista industrial que todo lo demás,
cuando una parte no desempeña su función, ninguna otra puede
suplirla. Si los desmañados trabajadores de las explotaciones
rurales se declararan en huelga, la población de las ciudades
los reemplazarían de una manera muy imperfecta, y nuestras
fábricas de metalurgia se paralizarían si sus obreros,
dedicados a una parte especial del trabajo, negaran su
concurso y hubiera que reemplazarlos con aldeanos o con
braceros dedicados a trabajar el algodón, y mucho menos los
mineros ni los marinos podrían desempeñar las elevadas
funciones legislativa, judicial, etc.
§ 260. (...) En las sociedades más
avanzadas hay que observar, por de pronto, que los caracteres
distintivos del tipo industrial no se muestran con plenitud ni
aun en el caso de que sea considerable la actividad
industrial, en tanto que el gobierno industrial se halle
confundido con el gobierno político. Así, por ejemplo,
parece ser que en Francia la casi totalidad del comercio al
por mayor con los extranjeros perteneció al Estado, a los
reyes y a los nobles... Ezequiel nos habla del rey de Tiro
como de un príncipe prudente en el comercio, hábil para
encontrar los metales en sus yacimientos, que se enriquecía
descubriéndolos y aumentando con otros tráficos sus
riquezas. Evidentemente, donde quiera que los jefes políticos
y militares se han convertido en jefes de la organización
industrial, ésta no ha podido manifestar sus caracteres
propios. Entre las sociedades antiguas que se deben citar para
mostrar la relación que une la actividad industrial con las
instituciones libres, se encuentra en primer término a;
Atenas, la que nos muestra esta relación con la nitidez que
cabe esperar de su contraste con los demás Estados griegos.
Hasta la época de Solon, todas las sociedades griegas
permanecían sometidas a oligarcas o a déspotas. Todas
aquellas en que la guerra continuó siendo la única
profesión honrosa y el trabajo era despreciado, conservaron
este tipo político, únicamente Atenas, en la que tenia la
industria un respeto relativo, donde Solon le dio alientos y
donde los artesanos encontraron un refugio, fue el punto en
que comenzó a formarse una organización industrial que
concluyó por crecer y hacer que se distinguiera de todas las
ciudades próximas, mientras que al propio tiempo se
desarrollaban en ella las instituciones democráticas. En los
tiempos modernos la relación que une un régimen social
preferentemente industrial con una forma de gobierno menos
coercitiva, se revela en las ciudades hanseáticas, en las de
los Países Bajos, que dieron nacimiento a la República
neederlandesa, y sobre todo en Inglaterra, en las colonias
inglesas y en los Estados Unidos.
A medida que se hacen menos frecuentes las
guerras y que ya no tienen por teatro más que territorios
lejanos; a medida que el desarrollo de la agricultura, de las
manufacturas y del comercio que acompañan a estos cambios
sobrepujaba en Inglaterra al de los Estados del Continente,
cuyos hábitos continuaban siendo militares, las instituciones
libres se desarrollaban dentro de ella. Lo que también hace
comprender que entre el régimen industrial y las
instituciones libres existe una relación de causa a efecto,
es que los países en que se han operado los mayores cambios
en el sentido de la libertad política son los industriales;
mientras que en los distritos rurales, donde son tan
constantes las transacciones mercantiles, han conservado
durante más tiempo el tipo primitivo con las ideas y
sentimientos a ellos referentes. Observamos cambios análogos
en la forma del gobierno eclesiástico. Donde quiera que se
desarrollan la actividad y la estructura industrial, esta rama
del sistema regulador, que ya no es una jerarquía rígida
como en el tipo depredador, pierde poco a poco su fuerza en
tanto que crece otra producción religiosa, y las
instituciones y los sentimientos se relajan a la vez. El
derecho al juicio privado se establece poco a poco, al mismo
tiempo que se fundan los derechos politices.
En lugar de una creencia impuesta por la
autoridad, aparecen creencias multiformes aceptadas
voluntariamente, y los grupos cada vez más multiplicados que
abrazan estas creencias, en lugar de obedecer a un gobierno
despótico, se gobiernan de una manera más o menos
representativa. El conformismo militar, sostenido por la
fuerza, cede su puesto a un no-conformismo sostenido por
unión voluntaria. A medida que se hace preponderante la misma
organización industrial que afecta a todo el resto de la
sociedad, presenta naturalmente este cambio de estructura. A
partir de la condición depredadora primitiva, bajo la cual el
amo alimenta a los esclavos que trabajan para él, se pasa por
fases en que crece la libertad, para llegar a una condición
como la de Inglaterra, en la cual todo el mundo, trabajadores
y empleadores, compradores y vendedores, viven completamente
independientes unos de otros, y donde existe una libertad
ilimitada de formar asociaciones que se gobiernan en
conformidad con los principios democráticos. En las
coaliciones de obreros y contra coaliciones de patronos, no
menos que en las asociaciones políticas y las ligas en favor
de tal o cual idea, encontramos el régimen representativo que
existe también en toda compañía de accionistas para la
explotación de una mina, de un banco, de un camino de hierro
o de cualquier otra empresa comercial. Por otra parte, vemos
que, así como en el tipo depredador el modo militar se
ramifica en todas las ramificaciones secundarias de la
actualidad social, el modo industrial se hace también
representar aquí. Asociaciones de ciudadanos,
espontáneamente realizadas y gobernadas en forma
representativa, conducen a buen término no numerosos
proyectos. Se halla uno tan perfectamente habituado a recurrir
a este género de organización, que para cada cuestión que
haya que resolver, el medio que se propone es el de una
sociedad gobernada por un comité electivo, a cuya cabeza se
halla un presidente nombrado por elección. Así se organizan
las asociaciones filantrópicas de todo género, las
instituciones literarias, las bibliotecas, los circulas, los
cuerpos destinados a fomentar las ciencias y las artes, etc.
Al lado de todos estos cambios se desarrollan sentimientos e
ideas referentes a las relaciones de los ciudadanos con el
Estado, opuestas a las que se asocian con el tipo depredador.
En lugar de la doctrina que impone una obediencia ciega al
agente que gobierna, aparece la doctrina que proclama la
soberanía de la voluntad del ciudadano, y que pretende que el
agente que le gobierna no tiene otro fin que el de realizar su
voluntad. Subordinado en autoridad, el poder regulador se
encuentra de este modo reducido en extensión. En lugar de
extender su autoridad a todo género de acciones, se le
escapan grandes categorías de éstas. Se repudia su autoridad
sobre las maneras de vivir, sobre los alimentos, sobre los
vestidos y sobre las distracciones; ya no se aguanta que
prescriba los métodos de producción, ni que reglamente el
comercio. Y no es esto todo: surge un nuevo deber, el de
resistir a un gobierno irresponsable, así como también, a
los excesos de un gobierno responsable. Aparece una nueva
tendencia en las minorías, la de desobedecer al cuerpo
legislativo que representa la mayoría cuando interviene de
cierta manera en los negocios de los particulares; y la
oposición de la minoría a las leyes que condena, conduce, de
tiempo en tiempo, a su abolición. A estos cambios en la
teoría política y en el sentimiento que la acompaña, se
agrega la creencia, confesada o no, de que las acciones
combinadas del agregado social tienen por objeto conservar las
condiciones que permiten a cada cual dirigir su vida de una
manera que le satisfaga, en lugar de la antigua creencia de
que todos deben proponerse como fin de su vida la
conservación de las acciones combinadas de este agregado.
Estos rasgos generales, que hacen que
difiera tan profundamente el tipo industrial del tipo militar,
surgen en las relaciones de individuos que entraña la
actividad industrial, relaciones completamente diferentes de
las que entraña la actividad depredadora. Todos los negocios
industriales, ya se traten entre patronos y obreros, ya entre
compradores y vendedores, ya entre personas dedicadas a las
profesiones liberales y sus clientes, se verifican mediante el
cambio libre. Por cualquier ventaja que la ocupación de A le
permita ceder, B le presta una ventaja equivalente, si no en
la forma de un objeto producido por él mismo, por lo menos en
la forma de dinero que gana por su profesión. Esta relación,
en la cual no es obligatorio el cambio mutuo de servicios,
donde ningún individuo está subordinado, se hace
predominante en la sociedad a medida que adquiere
preponderancia la actividad industrial. Determinando
diariamente las ideas y los sentimientos, aprendiendo cada
cual diariamente a afirmar sus propios derechos, aunque sea
forzándolos a reconocer los derechos correlativos de otro,
esta relación produce unidades sociales cuya estructura y
hábitos mentales dan a las coordenaciones sociales formas
correspondientes. Resulta de esto el tipo que tiene por
carácter general la misma libertad individual que implica
toda transacción comercial. La cooperación que desempeña
las funciones multiformes, llega a ser una cooperación
voluntaria. En fin, en tanto que el sistema de
cooperación desarrollado que da a un organismo social el tipo
industrial, adquiere por si mismo, como el sistema de
conservación desarrollado de un animal, un aparato regulador
del género difuso o no centralizado, tiende también a
descentralizar el aparato regulador primario, obligándole a
sacar de clases más numerosas los poderes delegados que
posee.
§ 263. Tenemos, pues, dos maneras de
clasificar las sociedades, las cuales no deben perderse de
vista cuando se quieran interpretar los fenómenos sociales.
Desde luego, hay que colocarlas en el orden
de su integración en simples, compuestas, doblemente
compuestas y triplemente compuestas, y, al propio tiempo que
comprobamos la elevación en el grado de evolución que
suponen estos escalones de composición, tenemos que reconocer
la elevación en el grado de evolución que dispone el aumento
de la heterogeneidad general y local.
Mucho menos definida es la demarcación que
tenemos que hacer entre las sociedades, según que la
preponderancia pertenezca al uno o al otro de sus grandes
aparatos de órganos. Sin hablar de los tipos inferiores, que
no presentan ninguna diferenciación, tenemos poquísimas
excepciones de la regla de que toda sociedad tiene órganos
para sostener la lucha con otras sociedades y órganos para
efectuar la conservación social; en fin, como la relación
que existe entre estos aparatos presenta todas las magnitudes,
no se puede fundar una clasificación específica sobre su
desarrollo relativo. Sin embargo, como el tipo depredador,
caracterizado por el predominio de uno de estos aparatos,
reposa en el principio de la cooperación obligatoria, en
tanto que el tipo industrial, caracterizado por el predominio
del otro, reposa en el principio de la cooperación
voluntaria, los dos tipos, cuando llegan a sus formas
extremas, son diametralmente opuestos, y el contraste que
separa a sus caracteres es el más importante de los objetos
de la sociología.
Si la ocasión fuera oportuna podríamos
añadir aquí algunas páginas para trazar los lineamientos de
un tipo posible en el porvenir, que difiriese del industrial
tanto como éste del depredador, esto es, de un tipo que
poseyera un aparato de conservación todavía más
completamente desarrollado que ninguno de los hasta ahora
conocidos, que no se sirviera de los productos de la industria
para conservar una organización depredadora ni para
consagrarlos de una manera exclusiva al crecimiento material,
sino que los empleara en hacer marchar funciones más elevadas
Como el contraste entre los tipos depredador e industrial
tiene por signo la transformación de la creencia de que los
individuos existen en provecho del Estado en la otra, según
la cual el Estado existe en provecho de los individuos, el
contraste que existe entre el tipo industrial y el tipo que
probablemente se desprenderá de él, tiene por signo la
transformación de la creencia de que la vida tiene por fin el
trabajo, en la que el trabajo tiene por fin la vida. Pero
aquí no tenemos que ocuparnos más que de las inducciones
sacadas de las sociedades que han existido y que existen, y no
debemos ponernos a especular sobre las sociedades posibles. Me
limitaré a dar, como signo de esta transformación, la
multiplicación de las instituciones destinadas a la cultura
estética e intelectual y otras funciones análogas que no
contribuyen directamente al sostenimiento de la vida, sino que
tienen por objeto inmediato la satisfacción del espíritu.
Dicho esto no añadiré nada.
Transformaciones sociales, de la sociedad
militar a la industrial
(De Principios de Sociología)
§ 264. La observación de las alteraciones
de las estructuras sociales que acompañan a la alteración de
las funciones sociales, suministra una verificación de las
ideas generales que acabamos de exponer en el último
capítulo; en él encontramos pruebas de la analogía de los
organismos sociales y de los organismos industriales. En unos
como en otros se verifica una metamorfosis a consecuencia del
cambio que hace pasar esos organismos de la vida errante a la
vida sedentaria; en los unos como en los otros se verifica una
metamorfosis a consecuencia del cambio que hace pasar
organismos de una vida en que el aparato interno, o dicho de
otro modo, de conservación, juega el papel principal, a una
vida que ejerce el aparato externo o de gasto, y en unos y en
otros se verifica una metamorfosis inversa.
(...) La única cosa común a estos
géneros opuestos de metamorfosis que tengamos que considerar,
es que los dos grandes sistemas de aparatos destinados a
realizar respectivamente los actos exteriores y los actos
interiores, se borran o se acusan según la vida que lleve el
agregado. Sin duda, por falta de tipos sociales definidos
fijados por la herencia, no podemos comprobar que las
metamorfosis sociales sostienen relaciones así definidas con
los cambios de vida producidos en un orden definido; pero la
analogía permite admitir lo que ya hemos tenido rezones para
concluir; es a saber: que cada uno de los aparatos, externos e
internos, con sus aparatos reguladores, aumentan o disminuyen
según que la actividad social se hace más militante o más
industrial.
§ 265. Antes de examinar cuáles son las
causas de las metamorfosis, observemos lo que las impide.
Acabo de dar a entender que, cuando una sociedad no saca una
estructura especifica de una línea de sociedades antecesoras
que han llevado una vida semejante a la suya, no puede sufrir
metamorfosis conforme a un modo y a un orden preciso: los
efectos de las influencias ambientes dominan sobre los de las
tendencias hereditarias. Bueno será que presentemos la
recíproca; es a saber: que cuando varias sociedades salidas
de otra han seguido carreras semejantes, resulta un tipo tan
perfectamente regulado en el ciclo de su desarrollo, de su
madurez y de su decadencia, que resiste a la metamorfosis.
§ 266. Las transformaciones del tipo
militar en tipo industrial y del industrial en militar, tienen
en este momento para nosotros un interés capital. Tenemos,
sobre todo, que notar cómo el tipo industrial, parcialmente
desarrollado en un pequeño número de casos, retrógrada al
tipo militante si vuelven a estallar conflictos
internacionales.
Cuando hemos comparado estos dos tipos
sociales, vimos cómo contrasta la cooperación obligatoria,
que necesita la actividad militar, con la cooperación
impuesta por una actividad industrial desarrollada; también
hemos visto que, cuando ha dejado de ser rígido el sistema
regulador coercitivo propio del primero, el sistema regulador
propio del segundo comienza a producirse a medida que la
industria florece al abrigo de la guerra. El gran movimiento
liberal que ha transformado todas las disposiciones políticas
de Inglaterra durante el largo periodo de paz que ha comenzado
en 1815, suministra una prueba de lo que decimos. Otro en
Noruega, donde la falta de guerra y el desarrollo de las
instituciones libres han marchado paralelamente. Pero reclama
nuestra atención el examen de los hechos que prueban que
vuelve a desarrollarse la estructura del tipo militante con el
retorno a los hábitos belicosos.
Sin insistir en los hechos que nos presenta
la historia antigua ni la calda, dos veces repetida, de la
naciente República neederlandesa, que se ha convertido en una
monarquía bajo la influencia retrógrada de la guerra, ni
sobre el derribo del Gobierno parlamentario en provecho del
Gobierno despótico, resultado de las guerras del protectorado
de Inglaterra, ni sobre los efectos que han tenido en Francia
las guerras de conquista que han cambiado la República en un
despotismo militar, nos bastará considerar los hechos de los
últimos años. Desde que, gracias a la guerra, se ha
establecido un régimen centralizado más fuerte, se ha
organizado en Alemania un régimen más coercitivo, como vemos
en la manera con que Bismark trata a los poderes
eclesiásticos; en la teoría de Molke, de que la seguridad de
un país que hay que preservar de un ataque de afuera y de un
desorden interior, exige que el presupuesto del ejército no
dependa de un voto del Parlamento, y, en fin, en las medidas
recientemente adoptadas para centralizar la autoridad que el
Estado ejerce sobre los ferrocarriles alemanes. En Francia
vemos al jefe del ejército convertido en jefe del Estado,
manteniendo el estado de sitio, nacido de la guerra en algunas
partes del país y la conservación de las medidas
restrictivas de la libertad bajo un Gobierno que se dice
libre. Pero los cambios del mismo género, experimentados
recientemente por la sociedad inglesa, suministran los
ejemplos más notables del por qué el tipo industrial se ha
desarrollado más en Inglaterra que en el continente y han
sido necesarios más esfuerzos para retrogradar.
Las guerras que han tenido lugar y los
preparativos para guerras posibles, han concurrido para la
producción de estos cambios. Por de pronto, desde el
advenimiento de Luis Napoleón, punto de partida de este
cambio, Inglaterra ha tenido la guerra de Crimea, la suscitada
por la sublevación de la India, la de la China y las más
recientes y menos serias de África. En segundo lugar, y sobre
todo, hemos asistido a la reproducción del desarrollo de la
organización militar y del sentimiento militar bajo la
influencia de la reproducción del desarrollo que en otras
partes recibían. En las naciones, como en los individuos, una
actitud amenazadora engendra una actitud defensiva. Esta es
una verdad que no necesita prueba. Todos estos motivos han
dado lugar entre nosotros al aumento de gastos en la marina y
en el ejército, a la construcción de fortificaciones, a la
formación de ejército de voluntarios, al establecimiento de
campos permanentes, a la repetición de las maniobras de
otoño y a las edificaciones militares en todo el reino.
De todos los signos que marcan este retorno
al tipo militar, debemos mencionar, por de pronto, el
despertar de las funciones depredadoras, que nunca dejan de
poner en juego a un aparato tan propio para la acción
defensiva como para la ofensiva. Así, en Atenas, la
organización militar y naval, que se había desarrollado
durante la lucha con el enemigo extranjero, no tardó en
emplearse en la agresión, y así en Francia el ejército
republicano victorioso, no tardó en convertirse en
instrumento de invasión. Esto es lo que ordinariamente
sucede, ano en la misma Inglaterra.
(...) Ahora que hemos observado este
retorno del desarrollo de la fuerza armada, y ese despertar
del espirita depredador, podemos notar algo que principalmente
nos interesa, es a saber: el retorno al tipo militar en
nuestras instituciones en general, la extensión de la
centralización y de la reglamentación. Desde luego la
observamos en el mismo Gobierno; las funciones de los
tribunales militares relativas a los desastres marítimos, son
usurpadas por la Administración Central de la Marina; un
ministro que reside en Londres, limita con su autoridad los
poderes del Gobierno de la India; en fin, los Cuerpos
administrativos de los condados, deseosos de descargarse de
una parte de las cargas que pesan sobre la localidad
echándola sobre la nación, abandonan al mismo tiempo parte
de su poder. La autoridad militar tiende a usurpar en todas
partes el lugar de la autoridad civil: hay jefes militares de
la Policía metropolitana y de la Policía provincial;
militares que desempeñan empleos en el Consejo de los
Trabajos y en el Departamento de la Industria; los inspectores
de los ferrocarriles son militares; en fin, algunos Cuerpos
municipales de las provincias nombran a militares para el
desempeño de los insignificantes empleos de que disponen. El
resultado inevitable de estos cambios, es que el lenguaje de
la administración afirma más la autoridad, y respeta menos
los derechos de los particulares.
(...) Otro ejemplo de la tendencia de los
aparatos gubernamentales a crecer a expensas de los aparatos
industriales, es el celo con que se pide la adquisición de
los caminos de hierro por el Estado, que si se ha aplazado ha
sido a causa de la pérdida que ha sufrido por la compra de
los telégrafos. Vemos hasta dónde llega este espíritu de
centralización cuando arrojamos la vista sobre los proyectos
de ejercer la filantropía por la fuerza; se apela al poder
del Estado para mejorar la conducta del pueblo; no se quiere
ver que las restricciones de v. la conducta de los individuos,
impuestas por antiguos reglamentos abolidos recientemente como
medidas tiránicas, estuvieron inspiradas en motivos
semejantes a los que hoy se invocan. Se quiere hacer a las
personas sobrias impidiendo que beban, restringiendo la
libertad que hasta el presente se ha tenido para comprar y
vender determinados artículos. En lugar de extender el
principio propio del régimen industrial que quiere que se
busquen remedios prontos y baratos a los males grandes o
pequeños que los ciudadanos se causan unos a otros, los
legisladores extienden el principio según el cual se les debe
prevenir. Las disposiciones introducidas en las minas, las
manufacturas, los buques, los cuartos amueblados, las
panaderías y los excusados de las casas privadas, están
reglamentadas por la ley, y sometidas a la vigilancia de
funcionarios. Se quiere poner remedio a la alteración de los
géneros, no por medio de un castigo pronto de la violación
de un contrato, sino por la vigilancia de analizadores
jurados. Ya no estarán obligados los ingleses a pagar los
servicios que reciban con el dinero que hayan ganado en un
trabajo efectivo, que es lo que debiera ser según la ley de
cooperación, sino que los recibirán sin merecerlo por un
esfuerzo proporcionado; sin haber hecho nada para ello, todo
inglés tendrá a su disposición bibliotecas libres, museos
locales libres, etc., a costa del público; se tomará de los
ahorros de los dignos, lo que se da a los menos dignos que no
han ahorrado.
Se admite tácitamente que la autoridad del
Estado sobre los ciudadanos no tiene límite asignable,
hipótesis propia del tipo militar, y al mismo tiempo se
presta una fe absoluta al juicio del Estado, fe que es
también un carácter del tipo militante. Se le abandona el
cuidado de velar por la salud del cuerpo y del espíritu, sin
que se suscite la menor duda sobre su capacidad. Después de
haber luchado siglos por destruir un poder que imponía a los
hombres sus doctrinas en nombre de su pretendida dicha eterna,
se invoca hoy otro poder que impone a los hombres sus
doctrinas para un pretendido bien temporal. En otro tiempo se
creía que la coacción en materia de enseñanza religiosa
estaba justificada por el juicio infalible de un Papa; hoy se
supone justificada en materia de instrucción secular, por el
juicio infalible de un Parlamento, y he aquí cómo, bajo pena
de prisión para los que la resistan, se establece una
educación mala en el fondo, mala en la forma y mala, en fin,
en el orden.
Herbert Spencer
(s/f): Las
inducciones de la Sociología. Madrid: La España Moderna.
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