Apagadas las luces,
acabada la fiesta,
superada la resaca,
vuelta a la realidad.
Siempre se ha dicho
que del amor al odio,
como al abismo, un paso;
pero rozar la muerte,
la indiferencia, cuesta más.
Sentir que no se ha sido,
abandonar el escenario
y volverse innecesario
en la intemperie de los días,
y seguir errante bajo la lluvia,
solo, con los sueños perdidos,
desahuciado y olvidado.