La herencia
de la universidad medieval
El
veinte de mayo de 1293, Sancho IV de Castilla fundaba, a instancias del arzobispo de
Toledo don Gonzalo García Gudiel, un "estudio de escuelas generales" en la
villa de Alcalá, otorgándole todas las franquezas del estudio de Valladolid. Nada
sabemos de una posible existencia de escuelas anteriores a la fundación del estudio, y
apenas tenemos noticias de su vida posterior, que sin duda no fue muy brillante, pese a la
renovación que a mediados del siglo XV intentó el arzobispo don Alfonso Carrillo de
Acuña. Sí nos queda de manifiesto, en cambio, la vinculación al arzobispado de Toledo
de la villa de Alcalá, que quizá desde aquella época se constituyó en su segundo
centro administrativo y cultural, posibilitando así la fundación cisneriana doscientos
años después.
También
ignoramos si en el conjunto de códices que guardaba la biblioteca del Colegio Mayor de
San Ildefonso en Alcalá, de los que aproximadamente un centenar y medio se encuentra hoy
en la Biblioteca de la Universidad Complutense, podemos hallar algún rastro de los textos
utilizados en el estudio medieval complutense. Si prescindimos de los textos bíblicos,
sin duda acopiados en época de Cisneros para la obra de la Políglota, la mayor parte de
los restantes reflejan perfectamente el posible contenido de una biblioteca universitaria
de los siglos XIV y XV, no diferenciándose demasiado (excepto en el número, que es
sensiblemente inferior) de los que encontramos en la Universidad de Salamanca, la más
importante de la edad media en Castilla. Además, varios de los códices más conocidos
son ya identificables en los primeros inventarios del Colegio Mayor de San Ildefonso, de
la segunda década del siglo XVI.
Entre los códices conservados destacan numéricamente los de teología (obras de
los padres de la Iglesia como San Juan Crisóstomo, San Jerónimo o San Agustín, de los
autores de la alta edad media como Beda, Rhabano Mauro, San Isidoro o San Julián, de los
maestros dominicos o franciscanos del periodo universitario como Pedro Lombardo, Raimundo
Lulio o Tomás de Aquino), siguiéndoles en cantidad los de derecho (en el que predominan
los textos y comentarios de derecho canónico), los de filosofía (Okham, los
aristotélicos), los de ciencias (medicina, geometría, agricultura), los de gramática y
los de historia; el porcentaje de los escritos en lengua latina es abrumador, frente a los
hebreos (casi todos bíblicos) y griegos (bíblicos y científicos); los castellanos, de
variadas materias, no llegan a la decena.
Destacan
en este conjunto los Libros del saber de astronomía, título que procede del
asignado por Manuel Rico y Sinobas en el siglo XIX, pues en realidad se trata de una
recopilación de tratados astrológicos traducidos del árabe por Yehuda al-Cohen,
Guillén Arremón Daspa y otros, puestos en castellano con intervención directa del Rey,
según se especifica en el códice, copiados en el escritorio alfonsí en el año 1277 y
probablemente en Toledo. |