En las tierras gobernadas por el emperador Carlos,
España ocupaba un lugar periférico que la alejaba de los centros
importantes de creación artística europea y de los circuitos
internacionales del libro.
Las imprentas españolas, no más de cincuenta a lo largo
del siglo y, aunque con notables excepciones, modestas en su mayoría,
carecían de recursos económicos y capacidad de producción para competir
con los brillantes talleres de Alemania, Italia, Francia y los Países Bajos.
Trabajaron, principalmente, para el mercado nacional y destacan las
dedicadas al mundo universitario en Alcalá (Brocar, Eguía) y Salamanca
(Junta, Portonaris, Terranova) o las establecidas en ciudades de rica vida
económica y política como Sevilla (Cromberger), Zaragoza (Coci) o Valencia
(Mey).
Sin embargo, y a pesar de esta singular situación, en la
España del siglo XVI se produjeron algunas de las obras más meritorias de
la historia universal del libro. Entre ellas brilla con luz propia la Biblia
Políglota Complutense, una de las cumbres del humanismo español que,
bajo el liderazgo del Cardenal Cisneros, consiguió conciliar todos los
saberes teológicos y filológicos de la época desde un prisma de
modernidad que supera el medievalismo imperante. Además, es un monumento
del arte tipográfico mundial por la complejidad, perfección y belleza de
sus tipos, estructura y composición, convirtiéndose en la obra maestra de
su impresor Arnao Guillén de Brocar llamado a Alcalá por Cisneros, por
mediación de Antonio de Nebrija, para trabajar como auténtico impresor
universitario. Durante los años 1514-1517 vieron las luz los 6 volúmenes
que la componen destacando la tipografía del volumen I, el Pentateuco, en
la que cada página viene estructurada en 5 bloques textuales : en las
columnas superiores, hebreo, latino de la Vulgata y griego de los Setenta,
con traducción interlineal latina; en la parte inferior, paráfrasis caldea
de Onkelos y la traducción latina.
Continuador de la obra de Brocar en Alcalá fue su yerno
Miguel de Eguía, hombre culto y buen tipógrafo a quien su humanismo
erasmizante le provocó graves problemas con la Inquisición. Edita sus
libros con gran gusto y la orla mitológica de los trabajos de Hércules que
aparece en varios de sus libros, entre ellos en el de Antonio Cartagena,
Liber de peste, de signis febrium et de diebus criticis (1530), es una
de las más bellas portadas del Renacimiento español.
En Zaragoza destaca el taller de Jorge Coci cuya obra Las
quatorze Decadas de Tito Livio (1520) está considerada como uno de los
mejores libros impresos del siglo XVI, ilustrado con numerosos grabados en
madera de carácter medievalizante y de procedencia alemana. No hay que
olvidar que Alemania fue la cuna del grabado en madera al que llevó a sus
más altas cotas artísticas. Tendrían que pasar casi cuatrocientos años
para que esta técnica volviese a florecer de la mano de los artistas
encuadrados en el movimiento expresionista que encontraron su fuente de
inspiración en los libros ilustrados de las primitivas imprentas.