La historia del libro a través de las colecciones de la Universidad Complutense.

La imprenta española en el siglo XVII:
Los impresores


QUINTANA, Jerónimo
A la muy antigua, noble y coronada villa de Madrid:
historia de su antigüedad, nobleza y grandeza.
En Madrid: en la Imprenta del Reyno, 1629. 29x20 cm.
[FLL 30340].

En Madrid, desde que Felipe II instaló la Corte en ella, en 1561, se vive una intensa vida intelectual, con la consiguiente actividad libraria. Más de cien impresores trabajaron durante la centuria en Madrid: Juan de la Cuesta, impresor de la primera edición del Quijote, Alonso Martín, Juan González, Andrés García de la Iglesia, etc.

Destacan Luis Sánchez, impresor humanista, con una cuidada y copiosa producción ejemplo de la cual son las Obras de Luis Carrillo (1613) que incluye portada grabada por el famoso valenciano Perret; Francisco Martínez, del que se exponen los Diálogos de la Pintura de Vicente Carducho (1633) con láminas diseñadas por el mismo autor; Juan García Infanzón cuya Descripción del real monasterio de San Lorenzo de el Escorial del padre jerónimo Francisco de los Santos (1698) incluye magníficos grabados de una de las cumbres de la arquitectura de los Austrias en España. Y sobre todo, la Imprenta Real, creada a finales del siglo XVI y que alcanza su mayor esplendor en este siglo convirtiéndose en la mejor imprenta del siglo XVII en España. Estuvo regentada, en sucesivas etapas, por los mas importantes impresores madrileños que compitieron por ofrecer publicaciones de una gran perfección formal. Algunas piezas son, todavía hoy, imprescindibles en la bibliografía madrileña, como la obra de Jerónimo de Quintana, A la muy antigua, noble y coronada villa de Madrid: historia de su antigüedad, nobleza y grandeza (1629) en la que la portada, grabada por Roberto Cordier, reproduce el altar de la Virgen de Atocha con el escudo de Madrid, el oso y el madroño, y numerosas alegorías: Grecia, Roma, la Fe, la Eucaristía y animales simbólicos.

En el antiguo Reino de Aragón se desarrolla durante este siglo una importante labor en el campo de la edición. En Barcelona permanecieron activos durante la centuria unos sesenta talleres entre los que destacan los de Margarit, Matevad, Lacavallería y Sebastián de Cormellas que publicó numerosos libros de temática catalana como la Historia de los victoriossimos Condes de Barcelona de Francisco Diago (1603). Los Lanaja, junto con la familia Dormer, desarrollaron una interesante producción en Zaragoza, sirviendo de ejemplo de sus talleres los Anales de Aragón desde 1520 hasta 1525, de Francisco Diego de Sayas Rabanera (1666), cuya portada es un ejemplo perfecto del modelo arquitectónico barroco ya mencionado: grabado al buril por el zaragozano Juan Renedo en la que una colgadura central contiene los textos identificativos de la obra y rodeado de una orla con el escudo del Reino de Aragón en el centro y los escudos de las demarcaciones geográficas sobre las columnas salomónicas; en el basamento, alegorías emblemáticas. En Valencia, salido de las prensas de Pedro Patricio Mey, podemos contemplar los Anales del Reyno de Valencia, también de la pluma de Francisco Diago. Finalmente, en Mallorca, de los herederos de Gabriel Guasp, se expone la obra de Vicente Mut, Historia del Reyno de Mallorca (1650).

Andalucía está representada por la imprenta granadina de Andrés de Santiago que, en 1638, publica la obra de Francisco Bermúdez de Pedraza Historia eclesiástica, principios y progressos de la ciudad y religión católica de Granada.

 

Juan Mongastón, impresor en Nájera, ocupa un lugar en este apartado por ser el responsable de la primera edición que se realiza en España sobre los Emblemas de Alciato, por Diego López, Declaración magistral sobre los emblemas de Andrés Alciato (1615). El libro de emblemas, producto del más puro contrarreformismo, responde al objetivo de propagar visualmente las verdades de la Iglesia o ideas morales o políticas mediante la interacción de texto e imagen, puesto que un emblema consiste en dotar a una imagen de un título explicativo y de un poema. En general, en España las ilustraciones de los emblemas son toscas xilografías, más baratas que las calcografías, como en el ejemplo expuesto. Fueron obras muy populares y su venta estaba asegurada.

Artus Taberniel en Salamanca, Pedro Rodríguez en Toledo, Francisco de Lyra en Sevilla, Juan Nogués en Huesca, Luís Martínez Grande en Alcalá de Henares, son los nombres de algunos de los muchos impresores que trabajaron en esta centuria en la que la función de impresor se enriquece, todavía más, convirtiéndose en el factor esencial de la fabricación del libro en su sentido más amplio: editor, mercader, patrocinador, librero, distribuidor, etc.