La Imprenta Real, creada en 1780, es otro de los gigantes
del siglo XVIII publicando obras de gran prestigio tanto por su contenido
como por su presentación. En 1789, además, creó la Real Calcografía para
que se encargara de la grabación e impresión de las láminas y consiguió
aglutinar a una de las mejores generaciones de artistas de la historia del
grabado español.
De todas las empresas acometidas por la Imprenta Real en
colaboración con la Real Calcografía una de las más importantes es la
serie de Retratos de los españoles ilustres (Madrid, Imprenta Real,
1791-) proyectada bajo los auspicios de Floridablanca, continuada por Aranda
y Godoy y cuyo primer cuaderno fue editado en 1791 bajo la dirección de
Manuel Salvador Carmona, a la sazón director de grabado de la Real Academia
de Bellas Artes de San Fernando. Su objetivo era dar a conocer "los
grandes hombres que en todo tiempo han precedido, y contribuye también a
dar fomento a los grabadores por los retratos que se les encargan,
perfeccionándose cada día más esta noble Arte" y su análisis
proporciona una acertada visión de la mentalidad de la época. Se grabaron
hasta el año 1814 un total de 114 retratos, a los que hay que añadir cinco
más que se hicieron en un intento de continuar la colección entre 1882 y
1889.
Obras destacables editadas, también, por la Imprenta
Real son La Música, poema de Tomás de Iriarte (3ª ed., Madrid,
Imprenta Real, 1789), en 1779, en la que intervinieron el dibujante Gregorio
Ferro y los grabadores Manuel Salvador Carmona, Joaquín Ballester y
Fernando Selma, con varias reediciones en 1784 y 1789; o Los comentarios
de Cayo Julio César, traducidos por José Goya y Muniain y editados en
1798 por Pedro Julián Pereira para la Imprenta Real, con patrocinio, una
vez más, del Infante Gabriel. Una portada de una sobria decoración
clásica da paso a una obra de gran erudición adornada con varias láminas
calcográficas como la que se exhibe del mapa de Cataluña.
Otros impresores madrileños dignos de recordar son
Benito Cano, que editó la Biblia (Madrid, Benito Cano, 1794-97)
traducida de la Vulgata por el escolapio Felipe Scio de San Miguel,
preceptor del Príncipe de Asturias y educador de los niños de la Corte de
Carlos III, en un exquisito impreso de preciosa tipografía y profusión de
grabados con un lenguaje más civil que religioso y dedicado al príncipe
heredero; o Gabriel Ramírez, con su Historia del famoso predicador Fray
Gerundio de Campaza del Padre Isla (Madrid, Gabriel Ramírez, 1758).