Las Bulas de Rodrigo de Borja y los orígenes de la imprenta española
 

Fermín de los Reyes Gómez
Facultad de Ciencias de la Documentación UCM

1. Introducción[1]

            El pasado día 9 de enero salió a la luz el hallazgo, por el técnico del archivo de la Catedral de Segovia, de unos ejemplares de la Bula de Rodrigo de Borja, aunque el hecho ocurrió, en realidad, el 22 de noviembre del pasado año. La Bula, uno de los míticos testimonios de la imprenta española, era conocida por un ejemplar que perteneció al bibliófilo alemán Víctor von Klemperer[2], y que describió con detalle Konrad Haebler. La mala suerte quiso que el bombardeo de Dresde, en 1945, acabara con la biblioteca del erudito y que la bula, considerada como uno de los primeros impresos españoles, desapareciera. La noticia que se dio hablaba de cinco ejemplares impresos de dicha bula, pero al desplazarme a Segovia para verlos, comprobé que, en realidad, no eran idénticos y que se trataba de, al menos, dos ediciones de la de Klemperer, a saber: un ejemplar de la bula conocida, para vivos, y cuatro de la desconocida, para difuntos. Además de éstas, había dos bulas manuscritas y es posible que aún haya más sorpresas.

            Este artículo, avance de un estudio más amplio cuando se den las condiciones oportunas, se extiende en algunos datos que pretenden ayudar a situar las bulas en su contexto, por lo que también se hablará de otros productos tipográficos tempranos, tales como las bulas para la catedral de Sevilla, de 1473, y la Bula para la cristianización de Guinea, también sevillana, pero posiblemente más tardía.

¿Dónde están las bulas segovianas?

            Las bulas localizadas, al menos cinco impresas y dos manuscritas, están en la Catedral de Segovia y forman parte de la encuadernación de dos incunables, ya que se colocaron entre la tapa de madera y la hoja de guarda, sirviendo como refuerzo para su unión. De hecho, la parte superior de las bulas traspasa la tapa en, aproximadamente, un centímetro, y sirve para cerrar un primer cuadernillo de encuadernación con la guarda volante y con otra hoja de respeto. Al haberse roto las guardas por la parte del interior, quedan al descubierto apenas unas líneas, lo suficiente como para que fueran identificadas como las bulas de Borja, pero hasta que no se proceda a despegar la guarda y extraer las bulas, no se podrá tener más datos de su estado de conservación (algunas parecen recortadas, otras completas), y de otros aspectos externos e internos, claves para una correcta identificación.

Archivo Capitular de Segovia (ACS).

Izda.: A-94. Guardas

Dcha.: A-186. Detalle las bulas

 

            Los dos incunables tienen una característica encuadernación en piel de estilo mudéjar de círculo o estrella central, de la que hay numerosos testimonios en la catedral segoviana, entre ellos los libros impresos por Juan Párix. Están elaboradas en cordobán y la estructura de su decoración se compone de un círculo central, con filetes o cintas que salen del círculo y, por otro lado, con una estrella en el interior[3].




Encuadernación mudéjar de círculo.

ACS. A-186

 

2. Historia bibliográfica de la Bula de Borja

            La noticia de la existencia de un ejemplar impreso de esta bula la tuvo Konrad Haebler por un librero anticuario que, hacia 1925, le preguntó por tres bulas en español, una de las cuales era la de Borja. Haebler la debió de adquirir para el bibliófilo Victor von Klemperer y ya en 1927 la describió acompañada de su fotografía[4]. Haebler percibe en su letra una similitud a la de Arnold ter Hoerner, de Colonia. Afirma, además, que se trata de una de las bulas más antiguas, detrás de las de Gutenberg y de Neuhausen, puesto que presume que fue impresa durante el verano de 1473: “Si todas estas suposiciones son correctas, esta bula sería, por lo tanto, el documento impreso más antiguo surgido en suelo español”, tal vez en Segovia. Este testimonio ha servido para que se conociera en adelante, puesto que la bula, junto con la mayor parte de la colección Klemperer, fue destruida en el bombardeo de Dresde de 1945.

            A la noticia de Haebler siguieron otras, como la de Jordi Rubió (1927) quien, en virtud de la moneda de la bula, el florín de oro aragonés, atribuía la impresión a Aragón, lo que asumió Haebler en 1935. El Gesamtkatalog der Wiegendrucke, en un suplemento (894/10) al describir la bula, la atribuye, con interrogante, a Segovia después del 5 de marzo de 1473, e incluye tanto las medidas (116x122 mm) como los tipos, 78 G.

            El librero y bibliógrafo Francisco Vindel se empeña, en El Arte Tipográfico en España en el siglo XV, volumen de Dudosos de Lugar de Impresión, en que es una estampación xilográfica por la falta de justificación del margen derecho y por otros detalles análogos.

            Hay otros muchos bibliógrafos que han hablado de la bula con posterioridad, sobre todo porque también se trataba de establecer los orígenes de la imprenta en España, y más porque la consolidación de la imprenta segoviana de Párix propiciaba, aunque con dificultades, que la Bula de Borja se realizara en Segovia[5]. Entre los más destacados, el incunabulista Antonio Odriozola cree posible la impresión en Segovia, pero se inclina por negar que sea Párix, tanto por la irregularidad de los tipos góticos como por la impericia de su composición[6].

            El trabajo más completo sobre la Bula la realizó Carlos Romero de Lecea en su obra La bula de Rodrigo de Borja. La bula más antigua impresa fuera de Alemania (1980), que incluye el facsímil de la bula impresa. Tras un amplio estudio de todos sus aspectos, concluye que es la más antigua impresa fuera de territorio alemán, en Segovia, posiblemente en el taller de Juan Párix, y “con suficiente antelación al 31 de julio de 1473”.

            Años después, 1986, Ramón Gonzálvez, en un magnífico trabajo sobre unas bulas de la catedral de Toledo, entre las que se encuentra una manuscrita de la de Borja, afirma que las bulas solo pudieron imprimirse después del 5 de marzo de 1474, fecha en que se produjo la reducción del precio de las bulas inferiores de dos a un florín. En cuanto al lugar de impresión, dice que “la atribución a Juan Párix de Heidelberg, activo en Segovia, me parece puramente conjetural”. Por otro lado, la presencia de otra bula manuscrita para la cristianización de Guinea en Toledo, hace que estudie los datos conocidos y date su impresión “a fines de 1477 o todo lo más, en enero de 1478” [7].

El trabajo de Gonzálvez, especialmente importante para los orígenes de la imprenta toledana, ha sido refrendado por quienes hemos realizado un estado de la cuestión de la primitiva imprenta española, a veces con afirmaciones categóricas. El retraso en un año de la Bula de Borja suponía, además, que tres bulas sevillanas de 1473 pasaran a ocupar el primer lugar.

            Un último y no menos importante trabajo es el de Harry Wohlmuth sobre las tempranas bulas españolas impresas, en especial acerca de la Bula de Guinea, que por entonces poseía y que hoy está en la Biblioteca Nacional de Madrid. Según el autor, esta bula, que había sido datada tradicionalmente hacia 1477, e incluso 1480, “debió haberse impreso en Sevilla probablemente hacia finales de 1472, o a más tardar a principios de 1473”[8]. Esta datación suponía un claro adelanto de la imprenta sevillana (refrendado por los testimonios de las bulas de 1473) y prácticamente la ponía a la altura de la segoviana.

            Volveré sobre los dos últimos trabajos con detenimiento, puesto que al revisarlos a raíz de la aparición de las bulas segovianas, es posible que haya que cambiar algunos datos considerados como válidos hasta ahora.

 3. La Bula de Borja. Algunos datos

Una bula es un documento papal que concedía algunas indulgencias a cambio de su compra, y cuyo fin era recaudar fondos para la cruzada, la guerra de Granada, o la construcción o reparación de una catedral, entre otros. Las hay manuscritas y, desde la invención de Gutenberg, también impresas. Se produjeron millones de ejemplares hasta el siglo XX, pero su escasa entidad y la caducidad de su validez propiciaron su desaparición; por ello no es de extrañar que sean pocas las que se conocen y que aparezcan en lugares poco accesibles. Además, bastantes de ellas son los primeros productos de algunas imprentas, por lo que su interés aumenta. En España se controla cerca de un centenar de ediciones incunables, impresas en, al menos catorce localidades, pero siguen apareciendo nuevos testimonios, de los que habrá próximas noticias[9].

           
ACS. A-186 (Derecha). Detalle del comienzo

            La Bula de Borja

            El 21 de marzo de 1472, Sixto IV encomienda la predicación de la Cruzada “contra perfidos et sevissimos hostes christiane religiones turchos” en España, por dos años, a Rodrigo de Borja, su legado a látere[10]. Borja, uno de los personajes más destacados de su época, obispo de Valencia y cardenal (luego Papa), fue nombrado por Sixto IV legado pontificio en Castilla y León en 1471, si bien no salió de Roma hasta el 15 de mayo de 1472. Desempeñó su legatura desde entonces hasta el 12 de septiembre de 1473. Tenía como misiones recaudar el diezmo de los beneficios eclesiásticos y la predicación de la Cruzada. Comenzó por Aragón con el intento de recaudación del diezmo, pero al no conseguirlo redujo el tributo a cien mil florines. Partió hacia Castilla el 2 de noviembre y en unos meses, de finales de enero a finales de febrero de 1473, asistió en Segovia a la Congregación eclesiástica de Castilla y León, donde se proclamó solemnemente la bula de Cruzada. Según el historiador Diego de Colmenares, permaneció en la ciudad dos meses[11] y luego se trasladó a Alcalá de Henares. Abandonó Castilla a principios de julio de 1473.

            Por lo que respecta a la bula contra los turcos, hay dos tipos, tanto para la vida (la más común hasta entonces) como para la muerte, lo que se refleja, además, en los testimonios conservados. Su precio variaba según el estado y condición del adquiriente, desde veinte florines de oro de Aragón para los reyes hasta los dos para el estado inferior, luego reducidos a uno:

            Reyes: veinte florines de Aragón. Hijos de los reyes: doce. Arzobispos, obispos y personas ilustres (príncipes, duques, condes y militares): ocho. El resto, con abades y barones, cinco. Mujeres e hijos de barones, priores, canónigos y señores, y familiares, tres. Estado inferior a los anteriores, dos, si bien luego se produjo la reducción a uno, asunto importante para la posible datación de la impresión.


Florín de oro de Aragón de Juan II (1458-1479). Banco de España

            La situación monetaria en Castilla era de debilidad e inestabilidad y, de hecho, por aquellas fechas era frecuente su falsificación, lo que alteraba el valor. De ahí que Rodrigo de Borja promulgara varias bulas, una el 15 de febrero de 1473, estableciendo la excomunión “nemini reservata” para los falsificadores. Quizá por ello se establece como unidad monetaria para el pago el florín de oro de Aragón, equivalente (así lo indica el propio Borja) a doscientos maravedíes castellanos, cifra muy elevada por aquel entonces[12]. Ello no supone que la bula se imprimiera ni promulgara en Aragón, lo que parece aceptado hace tiempo por los especialistas. En cambio, las cuentas aportadas por el nuncio y colector pontificio Leonoro de Leonoris sobre los ingresos de la predicación de la cruzada (1473-1476) y los gastos de la cruzada y subsidio (1473-1475) las realiza en maravedíes, dado que la predicación se realizó en Castilla[13].

            La bula fue prorrogada en varias ocasiones hasta la Pascua de 1477 y su predicación no estuvo exenta de dificultades, que enumera Leonoro en un resumen de 1476:

-         El alto precio de las más baratas, que llevó, como se ha dicho, a la reducción a un florín.

-         La falsificación de bulas (“falsificationes et adulteraciones sigilli et bullarum in pluribus provintiis”).

-         El fraude de los predicadores, que absolvían sin necesidad de las bulas.

-         La suspensión general de las indulgencias con motivo del Jubileo de 1475 “que fuit pernicies et destructio totalis ipsius negotii”. La excepción de la indulgencia de la bula de Borja tuvo que pregonarse y ocasionar muchos gastos a los ya habidos.

-        Las luchas civiles en Castilla.

-       La oposición de algunos eclesiásticos, que prohibieron la predicación de la cruzada porque querían participar de los emolumentos.

            Estos y otros motivos impidieron la venta de muchas bulas y justificaron las sucesivas prórrogas hasta 1477.

Fechas conocidas: ¿1473 ó 1474?

            A partir de ahora me ceñiré al asunto de las fechas, de gran importancia para la posible datación de los impresos. Hasta ahora había dos opiniones: la de Romero de Lecea, que daba por cierta la impresión de la bula en el mismo año de 1473; y la de Gonzálvez, que afirma que no pudo realizarse la impresión antes del 5 de marzo de 1474. Estos últimos datos han sido dados por válidos por los especialistas en los posteriores trabajos al de Gonzálvez; pero, a raíz de la aparición de las bulas segovianas, releyendo con cuidado la información publicada, creo que hay que revisar las últimas afirmaciones. Intentaré explicar la secuencia.

            El documento clave para la secuencia es la declaración de Sixto IV de 1 de febrero de 1474 con las condiciones de la predicación, la reducción de la limosna más baja de dos a un florín y la ampliación del plazo hasta el 29 de junio de 1474[14]. De su lectura se puede extraer la siguiente información:

            1) 1472, 21 marzo: Sixto IV encomienda a Rodrigo de Borja la predicación de la Cruzada contra los turcos por dos años. Es importante tener en cuenta que se produce diez meses antes de que se reúna la Congregación eclesiástica de Castilla y León. Como se ha indicado más arriba, dicho documento no ha sido localizado ni por Goñi ni por Fernández Alonso.

            2) 1473, 5 marzo: Se lleva a cabo la reducción de la limosna de dos florines a uno. Este punto es muy importante, pues anticipa en un año la data ofrecida por Gonzálvez.

            3) 1474, 1 febrero: Se confirma la reducción de la limosna y se amplía el plazo del 21 de marzo a la fiesta de San Pedro y San Pablo, esto es, el 29 de marzo del mismo año.

            El punto más destacado es el segundo, el de la reducción, por lo que me permito reproducir la parte de la transcripción que se refiere a él:

            “(…) Volumus enim ac similiter declaramus reductionem duorum florenorum auri de Aragonia ad unum ad animas defuctorum olim inferiores status et gradus referri debere. Illo vero, qui post quintam diem mensis martii anni ab incarnatione dominice millesimi quadringentesimi septuagesimi secundi, qua reductio huiusmodi facta fuit, pro assequenda indulgentia et plenaria remissione in duobus florenis seu illorum vero valore se obligarunt et in libris questorum ac thesaurariorum sancte cruciate se inscribere fecerum (…)”[15].

            Por lo tanto, la reducción se produce en marzo de 1473, lo que no quiere decir que la impresión se produjera en fechas cercanas, pero, desde luego, no excluye que sea a lo largo de dicho año. Hay que tener en cuenta, y así lo afirma Gonzálvez, que las dificultades de venta de las bulas a dos florines, esto es, a cuatrocientos maravedíes, y los trámites pertinentes para obtener la reducción, llevarían su tiempo, pero ahí están los documentos citados. A ello hay que añadir que las propias bulas impresas, que también son documentos contrastados, confirman dicha datación:

            “E después a cinco de março año de mill e ccc [sic] lxxiii el dicho nro. santo padre por su bulla reduxo a un florin p[ar]a la dicha guerra”[16].

            Es cierto que hay una confusión en las centenas, pero lo mismo ocurre poco después, antes de la fórmula de absolución:

            “fecha a [en blanco] dias del mes de [en blanco] año de mill e ccc [sic] lxx [en blanco]”.

            Romero de Lecea añade, además, otro dato que puede servir para la datación, el de las cuentas aportadas por Leonoro de Leonoris. En efecto, los ingresos en Burgos a fecha de 31 de julio de 1473, cincuenta mil maravedíes, y los de Segovia el 19 de agosto, cerca de cincuenta mil, a los que añade otros dos asientos en la misma ciudad, con fecha de 17 de diciembre de 1473 y de 5 de febrero de 1474, otros setenta y cinco mil[17]. Concluye que “los cuatro asientos antes citados, son los suficientemente explícitos para no dudar de que la Bula de Rodrigo de Borja tuvo que estar impresa en sus primeros ejemplares, con suficiente antelación a la fecha del 31 de julio de 1473”[18].

            Si se transforman las cifras a florines, unidad de la bula, a los doscientos antes citados, resulta que el equivalente son doscientos cincuenta en Burgos y casi otros tantos en Segovia a finales de julio. ¿Y cuántas bulas serían? La mayoría, dado que la reducción se había producido ya, se tomarían a un florín, pero hay que contar asimismo con las de mayor precio, a tres y cinco. Entonces, ¿serían unas doscientas de a un florín en cada ciudad? Es una cifra respetable y, sobre todo, hay que tener en cuenta que Leonoro es uno de los cuatro comisarios.

            Son muchos más los asientos de Leonoro entre el 23 de junio de 1473 (44.000 maravedíes en Zamora y Astorga) y el 27 de octubre de 1475 (180.000 maravedíes en Segovia). Aunque sería prolijo incluir todos los datos, tan solo mencionaré los más significativos:

            Burgos: 291.000 mrs. (entre el 31 de julio de 1473 y el 10 de febrero de 1474).

            Palencia: 260.267 mrs. (entre el 16 de noviembre de 1473 y el 10 de febrero de 1474).

            Sigüenza-Plasencia: 234.525 mrs. (entre el 22 de diciembre de 1473 y el 28 de enero de 1474).

            Más adelante hay cifras mayores, como los 600.000 mrs. de Ávila o los 410.000 de Salamanca, ambas del 25 de junio de 1474. En Segovia, en todo el periodo se supera el millón de maravedíes, mientras que en Burgos el millón y medio. Por otra parte, se aprecia un considerable aumento de ingresos a partir de mayo y junio de 1474, al igual que entre finales de este año y principios de 1475.

            En conclusión, los documentos parecen confirmar que la reducción del precio de la bula de dos a un florín se realizó el 5 de marzo de 1473, lo que se confirmó el 1 de febrero de 1474. De ahí que, junto con otros datos, como las cuentas del colector, se pueda afirmar que la impresión se comenzara a realizar a partir de marzo de 1473, no necesariamente por aquellas fechas. Lo que no puede afirmarse categóricamente es que no pudieron imprimirse antes de marzo de 1474.

            Lugar de impresión e impresor

            Otro aspecto enigmático de la bula es el de su lugar de impresión y, cómo no, el del tipógrafo responsable. Desde que Haebler diera la noticia y describiera la bula, han sido diversas las opiniones, relacionadas la mayoría con la posibilidad de que fuera en Segovia, dado que la Congregación del estado eclesiástico de Castilla y León se celebró en la ciudad a comienzos de 1473. Si por aquel entonces tenía su taller Juan Párix, parecería lógico que se hicieran en él los trabajos de impresión de la bula, pero hay que analizar otros aspectos y, sobre todo, ver las diversas posibilidades.

            Lo primero que hay que analizar es la tipografía, una letra gótica que a Haebler le parecía análoga a la del alemán Arnold ter Hoerner, de Colonia, alejada de la que entonces se usaba en Roma. Son tipos pequeños, 78 G, que tienen diversos talleres para este tipo de textos y para las apostillas marginales. El que no se conozcan textos que contengan estos tipos dificulta la identificación del taller. Las primitivas prensas españolas (Segovia, Valencia, Barcelona y, parece que Sevilla –las bulas para la Catedral-) emplean tipos redondos y, salvo nuestra bula, es a partir de 1475 cuando se empiezan a utilizar los góticos. Pero hay una excepción, y es que Párix utilizó en Segovia, en los primeros textos, además de su característica 111 R, algunas letras góticas: “E” mayúscula (tan solo en el Sinodal), una “g” (en los cuatro más tempranos) y el signo “2” (et). Estos tipos han desconcertado a los especialistas y ha habido diversas hipótesis, incluida la Romero de Lecea de su elaboración en la ciudad con la intención de que el Sinodal de Aguilafuente se asemejara en algo al códice que contenía su texto. No es el momento de volver con detenimiento a este asunto[19], pero el hecho de que el de Heidelberg empleara tipos góticos en Segovia lo acerca a la posibilidad de la elaboración de la Bula de Borja. Además, la aparición de estos cinco ejemplares impresos, si nos atenemos a la tesis “ecológica” de Odriozola, inclinaría la balanza hacia la ciudad del Eresma, ya que la concentración es un indicio claro del origen.

            Hay quien, como Gonzálvez, afirma que la atribución a Párix parece “puramente conjetural”, y entonces hay que ver otras hipótesis.

            Una de las barajadas es la de que el legado viniera acompañado por alguien preparado para la impresión, aunque esta hipótesis plantea algunos problemas. En primer lugar, no despeja la duda de la utilización de la gótica; en segundo, es posible que se realizaran ediciones de la bula en periodos distintos (recuérdese la reducción) lo que nos llevaría a hablar de una cierta permanencia del impresor en Castilla.

            No es descartable la impresión de las bulas en otro taller castellano, tal vez sevillano, con temprana imprenta, también de bulas, como se verá más abajo, si bien la tipografía parece no coincidir; o burgalés, sede de Leonoro, aunque con los mismos problemas aludidos antes.

            Siempre queda la posibilidad de que se trajeran desde Roma (o desde otro lugar), pero nada apunta a ello y, desde luego, lo dejamos como última opción.

            Por más que se den alternativas, hasta la aparición de nuevos datos y, sobre todo, hasta que no se analice con mayor detalle el tránsito del documento manuscrito al impreso, en este caso en relación con la Cancillería romana, será complicado avanzar. Con respecto a la tipografía, una interesante sugerencia de Gonzálvez es la impresión de tipografías especiales para evitar las falsificaciones, abundantes y bien documentadas[20]. Habrá que profundizar en los documentos, que hablan de falsificaciones de firmas y de sellos, pero veo más relación de la tipografía con las características diplomáticas.

 4. Los testimonios conocidos de la bula: impresos y manuscritos

            ¿Coexisten manuscritos e impresos o éstos suceden a los primeros? A raíz de los testimonios conocidos de la bula se deduce la coexistencia de las versiones impresas y las manuscritas, algo lógico si se tiene en cuenta la multiplicidad de destinatarios y precios. En efecto, la mayor parte de las bulas se dirigen a las clases populares, más numerosas, lo que propicia su impresión, mientras que las más caras, en menor número, se harían a mano. Por ejemplo, se puede apreciar la gran diferencia de ejemplares de ambos tipos cuando Leonoro declara el estado de la recaudación el 19 de octubre de 1475, antes de irse; se refiere a Juan S. de Bilbao, canónigo de Burgos, que “tiene resçebidas fasta en treze días de octubre de LXXV años cinco mill ochoçientas e sesenta e tres bulas de un florín cada una, e más setenta bulas de a tres florines cada una, e una bula de a ocho florines, e otra de a çinco”. Lo mismo hace con Alonso Carrillo, de Cuenca, que tiene recibidas “siete mill e quatroçientos e noventa e ocho bulas de a un florín cada una, e más dos bulas de a tres florines cada una”[21].

            Además, se añade otra circunstancia, la diferencia diplomática entre las manuscritas y las impresas. Así, las clases superiores pagan más, pero también reciben un documento con mayores garantías, como el sello pendiente con las armas del Papa y del legado. Todo ello no aparta la posibilidad de una inicial distribución manuscrita hasta que llegara la imprenta, ni que haya bulas de tres florines impresas. La extracción de las buletas de Segovia nos podrá dar algún dato más sobre este asunto. Por cierto, en el documento antes citado, Leonoris afirma que quedan en poder de Blasco S., canónigo de Segovia, “çerca de tres mill bulas”.

4.1. Bulas impresas

            Las bulas impresas, de las que se debieron realizar varias decenas de miles (ciento setenta mil según Romero de Lecea), son, en la actualidad, cinco, a las que hay que añadir la desaparecida de Klemperer. A continuación paso a dar los datos posibles tanto de la desaparecida como de lo poco que se puede apreciar de las cinco segovianas.

            Ejemplar Klemperer

            El ejemplar desaparecido en 1945 y que perteneció al bibliófilo Klemperer, era de un florín “para en la vida” y, según la descripción de Haebler, la tomó “gomes de…”. Cuenta, en la parte inferior, con la firma del colector Lianorus y, por debajo, de “Stefanus hiraldi”. Además, indica que “en la margen inferior se reconoce que ostentaba un sello colgado”. Tiene veintisiete líneas, incluida la del encabezamiento, y espacios en blanco para el nombre del comprador de la indulgencia, así como para el día, mes y la unidad del año (está impreso hasta lxx). Destaca la secuencia inicial, “Nos don Rodrigo”, en letras mucho mayores.


Facsímil del ejemplar que perteneció a V. Klemperer

            Ejemplares de Segovia. Dos ediciones (descripción provisional)

            Las pocas líneas que se pueden ver de los ejemplares de Segovia, siempre de la parte superior de la bula, no dejan lugar a dudas, se trata de la de Borja. Ahora bien, se puede ver que al menos el encabezamiento varía: una es “para en la vida” (como la de Dresde) y las otras cuatro son “para en la muerte”. Un importante hallazgo que nos aporta, al menos, dos ediciones. El posible tamaño de una completa es de unos 170x130 mm. Los encabezamientos de las bulas, un centímetro aproximadamente, están doblados de manera que forman un cuadernillo con las hojas de guarda y de respeto, práctica habitual en la época.

            ¿Se trata de dos ediciones o de variantes? En realidad, son dos ediciones que se diferencian tanto en el encabezamiento como en parte del texto:

ACS. A-186 (Izquierda)
 
ACS. A-94

            A falta de poder realizar un detenido examen con las bulas completas, el fragmento más grande que se puede ver en una de las de difuntos (A-94, derecha), permite ver con claridad que se trata de dos ediciones. La línea superior completa que se ve es la número tres y las variantes comienzan a partir de la décima, tal como marca el recuadro. Las palabras distintas son “plenísima” / “e sinō p” / “lenisi”. Comparando el texto de esta bula con la bula manuscrita conservada en el Instituto Valencia de Don Juan (de la que se hablará más abajo) también para difuntos, dichas palabras (que subrayo) coinciden en el contexto de las bulas para la muerte, a saber:

            “(…) causa e asi mesmo les da indulgencia e plenisima remission dellos e que non sean obligados a confessar los pecados que ya otra ves de vida o verdaderamente o vitro confesado e sy no pudiera fablar en el acto [ilegible] de la [ilegible] en verdadero segund de la dicha indulgencia e plenísima remision et por quanto vos (…)”[22].

            Los ejemplares se reparten en dos incunables, a saber:

            A-94: Carcano, Michele (O.F.M.): Sermonarium de peccatis per adventum et per duas quadragesimas. Basileae: Michael Wenssler, 1479, 29 mayo, 1479.

            (Valverde, 126; ISTC, ic00195000; IBE, 1482).

            A-186: Hieronymus: Vitae Sanctorum Patrum. Norimbergae: Antonius Koberger, 1478, 7 mayo. (Valverde, 250; ISTC, ih00199000; IBE, 3171).

            Indicaré la posición actual de las bulas y las denominaré con la signatura del incunable seguida por letras de su posición (I = izquierda; C= Centro; D= derecha) para su mejor identificación, siempre en el sentido de la lectura de las bulas.

A-94

            El primer grupo, de tres bulas, está ubicado en la tapa anterior del incunable A-94, pegadas al interior del libro. Se trata de tres bulas impresas para difuntos, de las que se ven unas pocas líneas, lo que se destaca en la tabla en amarillo más fuerte. El resto se oculta bajo la guarda, lo que se indica con el amarillo pálido.

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Bula A94-I

Impresa

Difuntos

 

Bula A94-C

Impresa

Difuntos

 

Bula A94-D

Impresa

Difuntos

 

 

A-94

Tapa anterior


ACS. A-94. Detalle de las tres bulas

A94-I

            La bula A94-A es, en apariencia, la que se conserva más completa, dado que se aprecian los márgenes izquierdo y derecho, además de verse cinco o seis líneas. Es una bula “para en la muerte”, como otras tres. Las medidas aproximadas son 173x130-135 mm. (según la zona). Se superpone en unos centímetros a la A94-B.


ACS. A-94 (Izquierda). Detalle de la bula

A94-C

            La bula A94-B, que queda por su lado izquierdo por debajo de la anterior, tiene unas medidas más reducidas, 130x135-115 mm. Se ven tres líneas, entre la tres y la seis, y el margen derecho. Se superpone, en su parte derecha, a la A94-C. También es para difuntos.


ACS. A-94 (Centro)

A94-D

            La última bula, situada a la derecha (o en la parte inferior según se abre el libro para su lectura), la A94-C, es la que menos se ve a lo ancho, tan solo 92 mm. (x138), aunque, como se ha mostrado más arriba, en la parte superior derecha se llegan a ver hasta 10 líneas, al poder levantarse una parte de la guarda. Está cortada aproximadamente a 300 mm. del final y en parte afectada por insectos.


ACS. A-94 (Derecha)

 

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Fragmento de pergamino vuelto

¿posible bula?

 

Bula A94-PD

Manuscrita

 

 

 

 

 

A-94

Tapa posterior

            En la tapa posterior se aprecian restos de una bula manuscrita (A94-PD), con unas dimensiones de 175x112-130 mm. y, en la parte izquierda, sobre la anterior, un fragmento de pergamino vuelto en el que no se ve letra alguna, pero que puede contener otra bula. Habrá que esperar al trabajo de los restauradores.


ACS. A-94 (Posterior, derecha). Detalle del comienzo y de la costura del cuadernillo

 A-186

            El incunable A-186 contiene algo más variado, como son dos bulas impresas, una para difuntos y otra para en la vida (como la Klemperer), además de otra manuscrita. Hay restos de la acción de insectos, que afectan a la bulas.

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Bula A186-I

Impresa

Vivos

 

Bula A186-C

Manuscrita

Vivos

 

Bula A186-D

Impresa

Difuntos

 

 

A-186

Tapa anterior


ACS. A-186. Tapa anterior

A186-I

            Esta bula es la única que, en apariencia, coincide con la de Klemperer, ya que es para en la vida. De unos 124x125 mm., se aprecian cuatro líneas de la parte izquierda, cortándose a unos 45 mm. del margen derecho, si bien está por debajo de la bula de su derecha.

ACS. A-186 (Izquierda)

A186-C

            En el centro, con una parte sobre la A186-E, una bula manuscrita para la vida, con unas dimensiones aproximadas de 117x115 mm.

ACS. A-186 (Centro). Encabezamiento
 
ACS. A-186 (Centro)

A186-D

            En la parte de la izquierda, ligeramente por encima de la anterior, una bula para la muerte, de unos 167x120 mm. Se conserva un centímetro del margen derecho y está cortada prácticamente en el extremo de la derecha.

ACS. A-186 (Derecha)

            4.2. Las bulas manuscritas

            Las bulas manuscritas conocidas se ubican en diversos archivos y se han otorgado a tres mujeres: la princesa Isabel la Católica, Constanza Fernández de Quirós, dama toledana, y Leonor de Zúñiga, Condesa de Oropesa. Por lo que respecta a las dos segovianas antes descritas, no se conocerá su destinatario hasta que no se puedan ver en su integridad, por lo que no las incluiré en este apartado.

            Archivo General de Simancas

            En Simancas[23] permanece una bula excepcional por el personaje que toma la bula, la princesa Isabel, pocos meses antes de su coronación, el 29 de junio de 1474:

            “E por quanto vos la muy illustre e muy alta e poderosa señora Doña Isabel Princesa de Castiella e Reyna de Cecilia del estado sobre dicho tomastes la yndulgencia para en la vida e distes veinte florines para ayuda de la dicha guerra”

            Es una bula para la vida y su precio es de veinte florines, el propio para reyes y reinas. Tiene destacadas, como las impresas, las primeras tres palabras, “Nos don Rodrigo” (con una letra más adornada que el resto), así como el encabezamiento “Fórmula de absolución” y su comienzo, “Dios”. Con veinticinco líneas, en su parte inferior consta la firma de “Lianorus”, colector de los bienes pontificios.

            Catedral de Toledo

            Hace veinticinco años el entonces archivero de la Catedral de Toledo, Ramón Gonzálvez, daba noticia de la aparición, en el archivo capitular, de once bulas incunables y de un ejemplar manuscrito de la Bula de Borja, entre otros documentos que pertenecieron a la acaudalada dama toledana Constanza Fernández de Quirós[24].



Bula de Borja tomada por Constanza Fernández.

Archivo Capitular de Toledo (ACT). O.11.C.1.8

 

            Se trata de una bula “para en la muerte” cuyo precio es de un florín, si bien no se hace mención, como en el impreso, a la reducción del precio.


Detalle del encabezamiento de la bula de Toledo, en que se aprecia que es para la muerte.

                   Otra de sus características es la carencia de fecha. Según Gonzálvez, dado que afirma que la reducción del precio de dos a un florín es posterior al 5 de marzo de 1474 y que la bula se debió de tomar en Toledo, donde se presentó en junio de dicho año, la bula de Constanza Fernández podría ser de ese mismo mes, al igual que la anterior de la princesa Isabel.

            El encabezamiento es distinto al del resto de testimonios conocidos (impresos y manuscritos), dado que tan solo destaca la palabra “Nos”, mientras que el resto (al menos hasta “don rodrigo” está en caracteres más pequeños, como los del resto del texto. Por el contrario, la palabra “absolucion” aparece con un gran tamaño encabezando la característica fórmula de absolución.

            En la parte inferior aparece la firma “P. episcopus gadicensis” y “D. notarius apostolicus”. En el periodo transcurrido entre 1472 y 1493 fue obispo de Cádiz Pedro Fernández de Solís, que también fue nombrado gobernador y provisor del arzobispado de Sevilla durante el periodo del arzobispo y cardenal Pedro González de Mendoza (1473-1482). Fernández de Solís residía en Sevilla (en las casas del obispado, cerca de la iglesia de San Marcos), donde continuaba en 1493[25]. Su firma le sitúa como comisario de Cruzada en una demarcación que abarcaba las siguientes diócesis: Badajoz, Cádiz, Cartagena, Córdoba, Coria, Jaén, Sevilla y Toledo.

            Por último, al ejemplar toledano le quedan restos del sello de lacre, que podría tener, como veremos a continuación, los escudos de Sixto IV y del cardenal Borja.

            Instituto Valencia de Don Juan

            Antes de poder aportar más datos de las dos bulas manuscritas de Segovia, daré también la noticia de la aparición de otro ejemplar elaborado a mano de la Bula de Borja, ubicado en el Instituto Valencia de Don Juan[26]. Es para difuntos [“y[n] morte”], pero de las de cinco florines de oro, por lo que su datación, a 25 de noviembre de 1473, no nos puede ayudar para aclarar el asunto de la reducción de los florines. Está firmada, al igual que la toledana, por el Obispo de Cádiz, si bien cambia el notario, “S. Raion”.

Conserva perfectamente el sello, ojival de papel y cera. Se trata de un sello de jurisdicción, el correspondiente a Rodrigo de Borja como Cardenal legado del Papa Sixto IV para los reinos de España, por lo que contiene dos escudos: el de Sixto IV, en la parte superior, emblema del poder papal, y el del cardenal Rodrigo de Borja, en la inferior, bajo el capelo cardenalicio[27].

 

Bula de Borja tomada por Leonor de Zúñiga. Instituto Valencia de Don Juan.

 

 


Sello de la bula con los dos escudos:

Superior: Sixto IV (arriba a la dcha.)

Inferior: Cardenal Borja (izquierda)

 

           Tiene veintiséis líneas y bastantes similitudes con las impresas conocidas, en especial por la secuencia gráfica “Nos don rodrigo”, lo que no ocurre con la toledana. Sí con la de Simancas, si bien esta última está mucho más decorada al pertenecer a la princesa Isabel.

            Su compradora es Leonor de Zúñiga, “Señora de Oropesa”[28]. La bula procede de la documentación de la casa de Frías, posiblemente adquirida por los condes de Valencia de Don Juan, a fines del siglo XIX, al librero Pedro Vindel. Parece que algunos papeles fueron vendidos al Conde extrayéndolos de legajos del archivo ducal. Hay que tener en cuenta que Leonor de Zúñiga también tomó, al menos, otras tres bulas: la Bula de indulgencias a favor de la cristianización de Guinea y las Islas Canarias[29] (Sevilla?, 1477-1478?); una Bula de indulgencias para la Guerra de Granada (Toledo, Juan Vázquez, c. 1484, marzo)[30]; y la Bula de indulgencias a favor de la Iglesia de San Salvador de Ávila[31] (Valladolid, Monasterio de Prado, 1481). Al menos esta última la tuvo Vindel, quien se la vendió al bibliófilo Ludwig Rosenthal[32].

            Más tarde don Guillermo de Osma encargó la catalogación del archivo a Antonio Paz y Melia, quien analizó el “envío 127” en febrero de 1915[33]. En sus notas se habla de varios documentos, entre ellos una primera bula manuscrita de 1467 y, a continuación, de la de Borja:

            “La 2ª expedida por D. Rodrigo de Borja, Cardenal de Valencia, (26-nov.1473) está en vitela, y tiene sello de placa pendiente, con las armas del Cardenal”.

            Junto a la nota, Guillermo de Osma añade a lápiz “Incunable?”, relacionándola con la hasta entonces conocida como Bula Klemperer.

5. Las bulas y la temprana imprenta española. Reflexiones en voz alta

            Nuestra enigmática bula, en el contexto de la primitiva imprenta española, vuelve a plantear serios problemas. Aunque las protagonistas de este trabajo son las bulas de Borja, no está de más replantearse algunos datos. El punto de partida, a la vista de los testimonios conocidos y de los trabajos más recientes que conocemos, es el siguiente:

            - Bula de indulgencias a favor de la cristianización de Guinea y las Islas Canarias: fines de 1472 o principios de 1473, según Wohlmuth, 1477-1478, según Gonzálvez, y 1480 para Haebler. Se conserva un ejemplar en la Biblioteca Nacional de Madrid.

            - Bula [¿para la fábrica y obra de la Catedral de Sevilla?]: antes de 1 de mayo de 1473. Se conoce por referencias de Diego Alejandro Gálvez, bibliotecario de la Catedral, que la cita “fecha en Santa María, año de 1473, en las kalendas de mayo”, y sita en el archivo de la Catedral de Sevilla[34].

            - Bula de indulgencias [en latín] para la fábrica y obra de la Catedral de Sevilla: datada en septiembre de 1473. Se trata, al igual que la siguiente, de un impreso justificativo de haber realizado la visita a la catedral y de haber dado la limosna correspondiente. También vista en la misma catedral en el siglo XIX, pero hoy día sin localizar[35].

            - Bula de indulgencias [en castellano] para la fábrica y obra de la Catedral de Sevilla: sin datación (solo septiembre de m. ccclxx [en blanco]), pero al ser como la anterior se supone del mismo año. Al igual que la otra, sin localizar hoy día.

            -  Bula de Rodrigo de Borja: datada, según Gonzálvez, después del 5 de marzo de 1474; antes, desde Haebler, desde el 5 de marzo de 1473.

            ¿Tenía razón Romero de Lecea cuando afirmaba que la de Borja es la primera bula impresa en España, o bien Wohlmuth cuando databa la Bula de Guinea a finales de 1472 o principios de 1473? La cuestión es compleja, máxime cuando hay noticias de tres bulas, pero sin ejemplar localizado; además, por el baile de fechas de la de Borja (1473 ó 1474) y, no digamos, de la de Guinea (1472-1473, 1477-1478 ó 1480, según las atribuciones de Lyell o Haebler, entre otros). A falta de la posible aparición de las bulas de la Catedral de Sevilla, con probabilidad impresas en la misma ciudad[36], dedicaré unas líneas a la Bula de Guinea y a la temprana imprenta de la ciudad del Guadalquivir.

            La Bula de Guinea

            Lo único en lo que coinciden todos los bibliógrafos que han descrito o hablado de esta bula es en el lugar de impresión, Sevilla, y en el taller, el de Antonio Martínez, Alfonso del Puerto y Bartolomé Segura, con una letra 92 G-R. La datación tradicional de esta bula ha oscilado entre 1477-1478, por Gonzálvez, hasta circa 1480, desde Haebler (111(6)) a Sheppard y Painter. Tras ellos, destaca sobremanera la anticipación que arguye Wohlmuth, fines de 1472 o principios de 1473, aceptada hasta hoy día.


Bula de Guinea. BN. I-2710(10)

            Es verdad que hay argumentos convincentes para ambas fechas, que paso a exponer de forma resumida.

            Circa 1480. La más tardía, c. 1480, se ha realizado a partir de la firma del Obispo de Canarias (del Rubicón) quien, si es Juan de Frías, como todo hace creer, fue promovido a sede Canaria en 1477, actuando con certeza desde el año siguiente. Además, hay otros datos históricos, como el Pacto de Alcaçovas, de 4 de septiembre de 1479, por el que Portugal reconoce la jurisdicción de España sobre las Islas Canarias, tras lo cual hubo una expedición en 1480. A ello hay que añadir que hay seguridad de la actividad del taller de Martínez, Puerto y Segura a partir de 1477.

            Circa 1477-1478. Gonzálvez intenta precisar más a partir de la aparición de una bula manuscrita en la catedral de Toledo, datada el 29 de marzo de 1477, que tomó Constanza Fernández de Quirós. Supone que la predicación de la bula en Toledo debió de ser en los últimos días de la cuaresma de 1477, previa la versión manuscrita a la impresa. El que esté firmada por “A. magister artium apostolicus nuncius”, el antes mencionado obispo Fr. Alfonso de Bolaños (desde 1477), que la impresa esté dirigida a redimir a los cautivos ya cristianizados (y posterior a la manuscrita) y que haya una sentencia de 6 de febrero de 1478 que impide la esclavitud a cristianos bautizados, le lleva a poner como posibles fechas de impresión entre finales de 1477 y febrero de 1478.


Bula de Guinea (1477, 29 marzo). ACT. Z.11.B.1.13

            Circa 1472-1473. La noticia de las bulas sevillanas de 1473, que parecen anticipar en varios años la presencia de un taller en la localidad, es un argumento de apoyo para que Wohlmuth pueda atribuir la de Guinea a 1472-1473. En cuanto al obispo, aduce que podría tratarse de Juan de San Lúcar, que accedió a partir de los años setenta, si bien no aporta ningún otro dato sobre éste. Continúa con el otro personaje mencionado en la bula impresa, Fr. Alfonso de Bolaños, que pudo fallecer entre el 24 de noviembre de 1477 y el 13 de mayo de 1478. Pero, sin duda, el peso de su argumentación radica en las diversas bulas y comunicados sobre el asunto de la cristianización de Canarias y Guinea, que detalla. Se remonta a la bula Pastoris aeternis, de 29 de junio de 1472, en la que Sixto IV concede privilegios a Bolaños para la misión de predicación, lo que ha de contar con el refrendo de Rodrigo de Borja, a quien el Papa se lo comunica el 5 de julio de ese año. El 1 de mayo de 1473, la bula Regimini universalis ecclesiae otorga beneficios a Fr. Alfonso en el marco de los problemas de división de los franciscanos observantes y conventuales. Unos meses más tarde, el 3 de septiembre, dos bulas, la Romanus Pontifex, sobre el mismo asunto, y la Intenta continue saluti animarum, sobre la continuidad de la bula pese al Jubileo, parecen asegurar la temprana impresión de las bulas.

            Ahora bien, el resto de documentos que menciona, cuyas fechas transcurren entre los años 1477 y 1479, los interpreta en una fase final de predicación de la bula, aunque, como a continuación indicaré, pueden ser utilizados en el sentido contrario, esto es, a favor de que la actividad principal se produce en esos últimos años.

            Datación propuesta: Circa 1477-1478. El hecho de que existan unas bulas sevillanas impresas en 1473, de las que la única referencia es la fecha y que tienen “un carácter redondo como el corriente de imprenta del día, a excepción de algunos abreviados y letras mayúsculas parecidos a las alemanas”[37], posibilita la impresión de la de Guinea, si bien no parece coincidir esta descripción con la tipografía de esta última, en caracteres góticos con mayúsculas redondas y góticas. No parece un argumento en sí mismo, aunque hay que esperar a que puedan aparecer para decir algo en firme. Odriozola, con respecto a este asunto, afirmaba lo siguiente[38]:

            “De todos modos, ésta resulta ser la primera imprenta de Sevilla y distinta de la de los tres compañeros que citamos antes, pues no parecen tener tipos romanos”.

            Dado que los tipos de la Bula de Guinea son claramente del taller de Martínez, Puerto y Segura, la apoyatura de las bulas de 1473 se debilita. Por otro lado, se ha pasado por alto, o no se le ha dado la suficiente importancia, la noticia que proporciona María Antonia Varona[39] del pleito que mantuvieron los herederos de Diego Sánchez Cantalapiedra y Juan de Porras (hijo de Alonso). En él se declaran los primeros trabajos realizados en Salamanca, pero también los antecedentes de la sociedad de Sánchez Cantalapiedra y Porras, en la que éste aporta trescientos mil maravedíes a cambio de la cuarta parte “de lo que se fiziese e obrase en la dicha çibdad de Sevilla” y una quinta parte de lo impreso en Salamanca. Estamos hablando de los años setenta y hay constancia documental de un taller en Sevilla aparte del conocido de Antonio Martínez, Bartolomé Segura y Alfonso del Puerto, pese a que se atribuyan en un colofón ser los primeros artífices de la imprenta en la ciudad. Esto viene a corroborar la hipótesis de Odriozola (con precauciones por las fechas tan tempranas) y, además, se puede relacionar con otro asunto relacionado con la Bula de Guinea, el de su falsificación, constatada en un documento de 20 de diciembre de 1479:

            “fray Andrea de Cunis… me fiso relaçión, disiendo que algunos de los tesoreros e reçebtores e recaudadores de los maravedís de las bullas de la dicha indulgencia, e asy mesmo otras personas… que han fecho muchas bulas falsas, e sello e firma e registro falso, e han dado e dan las dichas bullas por estos mis regnos, disiendo ser de las de la dicha indulgencia”[40].

            El mismo Wolhmuth afirma, al tratar este asunto:

            “Con fecha anterior al 20 de diciembre de 1479 existía ya en España al menos uno o más talleres de imprenta con la capacidad técnica de contrahacer el ejemplar de la Bula de Guinea, incluyendo aun la facilidad de reproducir su sello xilográfico”

            Bien puede tratarse del taller de Sánchez Cantalapiedra, que tiene en su producción salmantina una partida de bulas, por lo que el asunto no le es ajeno. Sea como fuere, este dato y los demás que presenta Wohlmuth, apuntan a un momento de gran actividad de la bula en torno a 1478 o 1479. Una serie de documentos castellanos, la mayoría de los Reyes Católicos, refuerzan la idea de un momento álgido a finales de la década. Así, en el Archivo General de Simancas, sección de Cancillería, Registro General del Sello, hay al menos treinta y tres documentos relacionados con la bula, cuyo inicio se data en mayo de 1477 y el final el 20 de diciembre de 1480, si bien sin ningún documento de 1478[41].

            Se inicia el 10 de mayo de 1477, en que se ordena que se deje a Fr. Alonso predicar las bulas e indulgencias[42], lo que se consolida el 24 de noviembre, en que los Reyes se dirigen a todos los estados para que se permita predicar la bula, ante la petición de Pedro de Setién, tesorero mayor de la bula, que afirma que algunas personas lo impedían[43]. Pero, sin duda, es significativo otro documento, de 13 de mayo de 1478, en que el mismo Setién se compromete a entregar setecientos veinte mil maravedíes de la predicación de la bula por Castilla y León. Si el precio es de ciento veinte maravedíes por bula, serían, según cuentas que realiza el propio Wohlmuth, seis mil ejemplares de la bula. Este autor menciona la suspensión de la predicación, según afirma el Rey Fernando en carta a Sixto IV el 20 de noviembre de 1479[44]. Este hecho se produciría entre el 13 de mayo de 1478 (en que se confirma el convenio entre Alonso de Palencia y Juan de Frías) y el citado documento de noviembre de 1479. En diciembre de este último año, hay dos documentos reales que requieren consolidar el arreglo de cuentas pendientes por la bula[45]. En esta ocasión aparece mencionado el sucesor de Fr. Alfonso, Andrés de Cunis.

            En 1480 también se percibe gran actividad relacionada con la bula y sus pagos: se exige el pago el 15 de marzo, se habla de deudas en el obispado de Cuenca a los tesoreros de la bula, y, en junio, varios documentos tratan la recaudación de la bula en Oviedo[46].

            Por último, tras el encarcelamiento del colector Francisco Ortiz el 2 de febrero de 1480, el 22 de noviembre de ese mismo año, en virtud de la bula Quamvis distractis curis, Sixto IV revoca los privilegios y se cierra el periodo de vigencia de la bula de Guinea. Después de esta fecha, otros documentos hablan de deudas, como las de Francisco de Arceo a los depositarios de la bula[47], el informe de daños que reciben los receptores y tesoreros de la bula de Canarias[48], los deudores que hay en el principado de Asturias[49] o los de Álava[50].

            Aparte de estos datos citados por Wohlmuth y los de Simancas, hay algún otro que refuerza la mayor actividad en estos años, como dos documentos del archivo de la catedral de Burgos, uno de 29 de septiembre de 1479, testimonio del mandamiento dado por Cunis a todos sus tesoreros y procuradores para que remuneren a los que trabajen en la administración y negociación de la indulgencia de Canarias; y otro del 12 de mayo de 1480, un poder relacionado con la cuarta de la bula de Canarias[51].

            A la vista de los datos tipográficos (aparente no coincidencia con las bulas sevillanas y sí con las del taller de Martínez, Segura y Puerto) y, sobre todo, con la mayor información documental entre 1477 y 1479, en que se producen problemas, se habla de cuentas y de falsificaciones, se produce la predicación en Toledo (recuérdese la bula de Constanza Fernández) parece más propio atribuir la impresión de la Bula de Guinea hacia 1477 o 1478 y no antes.

Impreso sevillano de 1478 (Martínez, Segura y Puerto)

Conclusiones

            La aparición de las bulas en la catedral de Segovia nos facilita unos testimonios que nos servirán para poder dar luz sobre uno de los enigmas de la primitiva imprenta española. De momento, y hasta que se extraigan, se ha demostrado la elaboración de dos ediciones, una para la vida, la conocida, y otra para difuntos, novedosa en su versión impresa. El repaso a la documentación generada permite volver a anticipar su posible impresión al año 1473, de nuevo “compitiendo” con las bulas sevillanas sin ejemplar conocido hoy día, y estar a la par de los primeros trabajos de Párix. Más complejo es el asunto de la atribución a un taller determinado, difícil de despejar con los datos conocidos; no obstante, la presencia de tantos ejemplares en un lugar suele apuntar a su origen, para lo que hay que recordar la ubicación de los ejemplares de Juan Párix en la catedral de Segovia. Por otro lado, la revisión de los trabajos previos sobre la temprana imprenta española, parece llevar a retrasar de nuevo la datación de la Bula de Guinea, hasta 1477 o 1478.

            Además de la Bula de Borja, aún quedan más enigmas, como el de las bulas sevillanas (algún día aparecerán de nuevo), el Sacramental de la Fundación Lázaro Galdiano y el Flos Sanctorum de la Biblioteca del Congreso de Washington. Por supuesto, los impresos menores, entre ellos las bulas, tan importantes en la producción de los talleres, nos facilitarán la tarea, y en breve daremos nuevas, y creo que interesantes, noticias. Sea como fuere, el hallazgo de las bulas ha servido para que se pueda abrir un nuevo debate y para que se reactiven los trabajos sobre los orígenes de la imprenta en España.

 

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Wohlmuth, Harry. Las más tempranas bulas de indulgencias españolas impresas: nuevos datos sobre la fecha de impresión de la Bula de Guinea y de la introducción de la imprenta en Sevilla. En El libro antiguo español. Actas del segundo Coloquio Internacional (Madrid), Salamanca, etc.: Universidad, etc., 1992, pp. 493-553.

 


[1] Para realizar este trabajo ha sido inestimable la colaboración del Cabildo de Segovia, del Cabildo de Toledo y del Instituto Valencia de Don Juan, que agradezco sinceramente. De la misma manera, agradezco la colaboración de mis compañeros, los doctores José María de Francisco Olmos, que me ha facilitado los datos acerca de la moneda y de los escudos de Sixto IV y de Borja; José Luis Gonzalo Sánchez-Molero, con quien compartí el hallazgo de la bula del Instituto Valencia de Don Juan, y a quien debo los datos acerca de la procedencia de estos fondos, así como otros de carácter documental; y Antonio Carpallo Bautista, por su ayuda tanto con las encuadernaciones como con las bulas toledanas.

[2] Se han publicado hace unos años los diarios de este apasionante personaje: Klemplerer, Victor. Quiero dar testimonio hasta el final. Diarios. Barcelona: Galaxia Gutenberg; Círculo de Lectores, 2003. 2 v.

[3] Un buen estudio de estas encuadernaciones en Carpallo Bautista, Antonio. Las encuadernaciones de los libros de Juan Párix bajo el mecenazgo de Juan Arias Dávila. En Juan Párix, primer impresor en España. [Burgos]: Fundación Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, 2004, pp. 265-282.

[4] Haebler, Konrad. Die Wiegendrucksanlung von Klemperer ibesondere deren Allassbrief. Dresden, 1927: “Me costó poco esfuerzo comprobar que las tres bulas impresas sobre pequeños pliegos de pergamino eran totalmente desconocidas y me parecieron tan valiosas, que no sólo recomendé urgentemente la compra, sino que al mismo tiempo rogué se me reservara el derecho de prioridad para la compra; por lo que tras prolongadas negociaciones también estos tres ejemplares únicos acabaron formando parte de la colección de Klemperer”. La historia la narra con detalle Romero de Lecea, Carlos. La bula más antigua impresa fuera de Alemania. Madrid: Joyas Bibliográficas, 1980, pp. 49-70, a quien sigo.

[5] Sobre el estado de la cuestión se puede ver mi introducción al facsímil del Sinodal de Aguilafuente. Burgos, etc.: Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, 2004.

[6] Odriozola, Antonio. La imprenta en Castilla en el siglo XV. En Historia de la Imprenta Hispana, Madrid: Editora Nacional, 1982, pp. 132-133.

[7] Gonzálvez Ruiz, Ramón. Las bulas de la catedral de Toledo y la imprenta incunable castellana. En Toletum. 1986, n. 18 p. 9-180. El análisis de la bula borgiana en pp. 57-73, y el de la de Guinea, en pp. 74-79.

[8] Wohlmuth, Harry. Las más tempranas bulas de indulgencias españolas impresas: nuevos datos sobre la fecha de impresión de la Bula de Guinea y de la introducción de la imprenta en Sevilla. En El libro antiguo español. Actas del segundo Coloquio Internacional (Madrid), Salamanca, etc.: Universidad, etc., 1992, pp. 493-553.

[9] Entre las localidades destacan Barcelona, Lérida, Toledo y Valencia. Además, Burgos, Montserrat, Pamplona, Salamanca, Sevilla, Valladolid, Valldemosa, Zamora y Zaragoza. En breve publicaré, junto con José Luis Gonzalo, un par de trabajos con noticias de varias bulas incunables desconocidas.

[10] Aunque no se ha podido encontrar, la citan Goñi Gaztambide, José. Historia de la bula de la Cruzada en España. Vitoria: Editorial del Seminario, 1958, p. 424; y Fernández Alonso, Justo. Legaciones y nunciaturas en España de 1466 a 1521. I: 1466-1486. Roma: Instituto Español de Historia Eclesiástica, 1963, p. 87, y su contenido se puede reconstruir a partir de documentos posteriores, como la bula Sic decet Romanum, de 1 de febrero de 1474, de donde cito. Véase Fernández Alonso. Legaciones, doc. 81, pp. 113-116.

[11] “Y a dos meses partió el legado a Alcalá de Henares donde le esperaban los príncipes, a quien se mostraba afecto”. Colmenares, Diego: Historia de la insigne Ciudad de Segovia. Segovia: Diego Díaz, 1637, cap. XXXIII. Cito por la edición de Segovia: Academia de Historia y Arte de San Quirce, 1984, II, p. 89.

[12] Fernández Alonso. Los enviados p. 109: “e así mesmo porque el dicho Pero López dixo e juró en nuestras manos que la mayor parte de los florines non se avían pagado más de a doscientos maravedíes, porque así los avía dexado tasados el Reverendíssimo señor Legado et por otras causas que entonçe dixo”. La moneda, con un peso de algo más de 3,40 gramos de oro de dieciocho quilates, se acuñaba en las principales ciudades de la Corona de Aragón (Barcelona, Palma, Perpiñán, Valencia y Zaragoza). En cuanto a su valor en Castilla durante el reinado de Enrique IV (1454-1474) sufrió un gran aumento en relación con el maravedí castellano, desde los 65 (1442) hasta los 210, de 1471; no obstante, aunque en 1473 se intentó frenar estas subidas aprobando un cambio oficial de 200 maravedíes, en 1475 su valor era de 240 mrs., llegando en 1480 a los 265. La unidad, en tiempos de la bula, se corresponde con la acuñada por el rey Juan II (1458-1479).

[13] Los documentos los transcribe Fernández Alonso. Legaciones, doc. 122, p. 214-224, y doc. 127, p. 241-261, respectivamente. Acerca de Leonoro de Leonoris, nombrado colector en Castilla y León, en una segunda etapa, el 28 de noviembre de 1470, hasta 1475, véase Fernández Alonso. Los enviados, pp. 75-102. Presenta las cuentas el 15 de marzo de 1476, pero tuvo problemas con la Curia, lo que le motiva a escribir varios memoriales justificativos.

[14] Reproducido por Fernández Alonso. Legaciones, doc. 81, p. 113-116. Tal vez el regesto del documento pueda llevar a la confusión, como se verá.

[15] Fernández Alonso. Legaciones, p. 115. Conviene recordar que según la datación “ab incarnatione Domini” o de la Anunciación, el año comienza el 25 de marzo después del nacimiento de Cristo; así pues, las fechas del 1 de enero al 24 de marzo corresponden al año siguiente del indicado. Por eso la datación “ab incarnatione dominice millesimi quadringentesimi septuagesimi secundi” es de 5 de marzo de 1473. Para estos asuntos véase la obra de Francisco Olmos, José María de. Los usos cronológicos en la documentación epigráfica de la Europa occidental en las épocas antigua y medieval. Madrid: Castellum, 2003.

[16] Cito por el facsímil que incluye Romero de Lecea en su obra.

[17]Cuentas de Leonoro de Leonori sobre ingresos por la predicación de la cruzada [1473-1476], transcritas por Fernández Alonso. Legaciones, doc. 122, asientos [2], [81], [82] y [85].

[18] Romero de Lecea, pp. 79-80.

[19] Para el taller de Párix véase Reyes Gómez, Fermín de los. La imprenta de Juan Párix en Segovia. En Juan Párix, primer impresor en España. [Burgos, etc.]: Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, etc., 2004, pp. 127-146. Además, la introducción al Sinodal de Aguilafuente. [Burgos]: Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, 2004.

[20] Gonzálvez. Las bulas, p. 44.

[21] Declaración de Leonoro de Leonori sobre el estado de la predicación y recaudación de la cruzada, cuya prosecución queda encomendada a Francisco Ortiz. 1475, 19 octubre. Reproducido por Fernández Alonso. Legaciones, doc. 105, pp. 169-172.

[22] La transcripción de la Bula de Borja otorgada a Leonor de Zúñiga ha sido realizada por José Luis Gonzalo, a quien de nuevo agradezco su labor.

[23] Patronado Real, 27, 14 duplicada. Romero de Lecea la reproduce en apéndice, de donde se toma la imagen.

[24] 0.11.C.1.18. A raíz de su hallazgo publicó el magnífico trabajo ya citado, el más completo para comprender el complejo ámbito de las bulas: origen, análisis documental y tipológico, descripción de las bulas y estudio de la historia de la imprenta incunable a través de ellas. Por supuesto, también incluye el estudio acerca del origen de las bulas halladas en Toledo, Constanza Fernández de Quirós.

[25] Antes fue abad de la abadía segoviana de Párraces, se le envió como legado a Roma para interceder para la sucesión al trono de Castilla del príncipe Alfonso. Tras ser nombrado obispo de Tuy (el 6 de octubre de 1469), se le trasladó a la sede episcopal gaditana el 15 de junio de 1472.

[26] Instituto Valencia de Don Juan. C.5.4. Agradezco la inestimable ayuda de mi compañero el Dr. José Luis Gonzalo Sánchez-Molero, que me puso sobre la pista de ciertos documentos y con quien tuve el placer de compartir el hallazgo de la bula. Además, ha realizado la transcripción y me ha aportado, entre otros, los datos acerca del origen de la documentación, la casa de Frías, y sobre Leonor de Zúñiga.

[27] Agradezco la información proporcionada, incluidas las reproducciones de los escudos, por mi colega el Dr. José María de Francisco.

[28] Leonor de Zúñiga era hija de Álvaro de Zúñiga (duque de Béjar) y de Leonor Pimentel. Se casó en primeras nupcias con Juan de Luna, conde de San Esteban de Gormaz, hijo de Álvaro de Luna. Al fallecer don Juan, doña Leonor se volvió a casar, en 1460, con Fernando Álvarez de Toledo, señor de Oropesa, Torrico, Cabañas, Jarandilla y Tornavacas, cuyo apoyo a los Reyes Católicos le supuso a su hijo el condado por cédula real de 30 de agosto de 1477.

[29] ISTC: ia00459800; Haebler, 111[6]. El ejemplar conocido lo adquirió James Lyell a Ludwig Rosenthal, de Munich. Después estuvo en poder de Harry Wohlmuth, hasta que lo adquirió la Biblioteca Nacional de Madrid, signatura I-2710(10). Se describe en Martín Abad, Julián. Catálogo de incunables de la BN. Segundo Apéndice. Madrid: Biblioteca Nacional, 1993, n. 9. Se hablará con más detenimiento de esta bula.

[30] ISTC: is00570500. El ejemplar de Leonor de Zúñiga perteneció a James Lyell, quien afirma haberlo adquirido recientemente. Recuerdo que la edición de su obra es de 1926.

[31] ISTC: ia00459900; Haebler, 111[2]. El único ejemplar conocido, que perteneció a Francisco Vindel, más tarde a Rosenthal, y a James Lyell. Se compró a Albrecht Rosenthal en 1947 por sesenta y cinco libras. Por último, perteneció a Albert Ehrman y Jonh Ehrman lo donó, en 1978, a la Bodleian Library de Oxford, signatura Broxb.95.6.

[32] Hay que recordar la compra, por el librero Pedro Vindel, en 1893, de la biblioteca de la Duquesa de Frías y Condesa de Fuensalida, luego adquirida por Francisco Zabálburu a través de Sancho Rayón. Cid Noé, Paul [Seudónimo de Francisco Vindel]. Pedro Vindel. Historia de una librería. Madrid. 1945. Vindel afirma que también compró otro lote en 1908 a la Duquesa de Frías por seis mil pesetas, y pudo también haber adquirido parte del archivo, que luego debió de vender en parte al Conde de Valencia de Don Juan y a otros bibliófilos, como lo muestra la ubicación actual de las bulas antes citadas. El propio Vindel habla de negocios con los Rosenthal (padre e hijos), quienes le “han hecho importantísimas compras” desde 1894 hasta 1907. Precisamente en este año, Vindel afirma que fue a verle Haebler con Ludwig Rosenthal.

[33] Por lo que respecta al “envío 127”, contenía “Privilegios, Bulas y documentos varios” de los siglos XV y XVI, la mayoría relacionados con los condes de Oropesa de aquella época. Al menos cinco de los documentos del envío estaban relacionados con doña Leonor de Zúñiga. Más adelante, los documentos fueron extraídos para formar la colección de documentos medievales del Instituto, catalogada a finales de los años 80 del siglo pasado por don Gregorio de Andrés. No hemos localizado algunas de las piezas catalogadas en 1915.

[34] Apuntaciones que podrán servir para indicar el origen y el establecimiento de [la] imprenta en España. Manuscrito citado por Francisco Aguilar Piñal. Diego Alejandro Gálvez y el origen de la imprenta sevillana. En Archivo Hispalense. 1969, n. 50-51, pp. 107-116. Lo cita Wohlmuth, pp. 505-506.

[35] La noticia de esta bula y de la siguiente viene de un folleto del siglo XIX titulado Proyecto a la impresión de las obras publicadas e inéditas del Doctor Rodrigo Caro, sin indicaciones tipográficas, citado por Hazañas y La Rúa, Joaquín. La imprenta en Sevilla… Sevilla: Imp. de la Revista de Tribunales, 1892, pp. 5-6.

[36] En el Archivo di Statu de Roma, se conserva el siguiente documento: Cantidades percibidas por Francisco Pinelo de la indulgencia de Santa María de Sevilla por la tercera parte correspondiente a la Santa Sede (1473-1477). Por dicho concepto, se percibieron un millón doscientos veintitrés mil, ochocientos sesenta y seis maravedíes en 1473. Véase Fernández Alonso. Legaciones, doc. 153, pp. 353-354.

[37] Así citado en Hazañas. La imprenta, p. 6.

[38] Odriozola, Antonio: La imprenta en Castilla en el siglo XV, pp. 133-134.

[39] Varona García, Mª Antonia. Identificación de la primera imprenta anónima salmantina. En Investigaciones Históricas. 1994, n. 14, p 25-33.

[40] Tomo el texto de Wohlmuth, que lo reproduce en p. 539. Los documentos en Archivo General de Simancas (AGS). RGS. 147912, 39 y 40.

[41] La búsqueda ha sido realizada por José Luis Gonzalo. Estos documentos se complementan con los aportados por Wohlmuth en su estudio.

[42] AGS. RGS. 147704/14707, 175. 

[43] AGS. RGS. 147711, 354 y 355.

[44] Wohlmuth, p. 543. El Rey insta al Papa para que extienda los privilegios para la conversión y conquista de Granada, objetivo prioritario por entonces.

[45] AGS. RGS. 147912, 36 y 37.

[46] AGS. RGS. 148003, 64; 148005, 208; 148006, 78, 234, 235 y 286.

[47] AGS. RGS. 148012, 183.

[48] AGS. RGS. 148012, 197.

[49] AGS. RGS. 148012, 56.

[50] AGS. RGS. 148012, 61. Se trata del último documento relacionado con el tema de las bulas.

[51] Los dos documentos se citan en la base de datos del archivo capitular de Burgos: Archivo Histórico de la Catedral de Burgos. [Burgos]: Caja Círculo. Accesible en la siguiente dirección electrónica:
: http://www.cajacirculo.com/es/index.php?PA_ID=476 [Fecha de consulta: 29 de enero de 2008].

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