La Residencia de Estudiantes fue un espacio cultural y educativo de extraordinaria brillantez en la Edad de Plata de la cultura española. De las personalidades involucradas en su creación y sostenimiento, de su proyecto intelectual, de los valores éticos y pedagógicos que inspiró y de las actividades y centros que impulsó desde su creación, en 1910, dejan muestra los libros que conformaron su biblioteca. La Biblioteca cumplía un papel esencial y, ya en la sede primera de la Residencia, en la madrileña calle Fortuny números 10 y 14, se dispuso un espacioso lugar para ubicarla. Tanto su primer director Alberto Jiménez Fraud, como el secretario de la Junta para Ampliación de Estudios, José Castillejo, y el propio Francisco Giner de los Ríos, se involucraron en la formación de la Biblioteca. Lo hicieron también los primeros miembros de la Residencia, como José Moreno Villa o profesores de la Universidad de Madrid, como Manuel García Morente, o de la Escuela Superior del Magisterio como Luis de Zulueta, así como institucionistas comprometidos con la renovación de la pedagogía de la altura de Aniceto Sela. Todos contribuyeron a crear los primeros fondos de la biblioteca realizando donaciones de libros propios, o bien títulos ajenos de su propiedad.
La nueva sede en la calle Pinar de Madrid proporcionaba el ambiente estético y el espacio necesarios. Desde octubre de 1916 la biblioteca de la Residencia se instaló en una sala en la que podrían situarse más de noventa lectores. De la dirección de la biblioteca fue encargado Francisco Manuel Peinado Chica, quien ocupó el cargo durante varios cursos. Los fondos de la Biblioteca crecían gracias a que la Junta para Ampliación de Estudios contribuía aportando ejemplares de sus propias publicaciones y colaboraba en la adquisición de libros. También, gracias a las donaciones de quienes empezaban a participar en las actividades culturales promovidas por la Residencia. Donativos de los primeros conferenciantes, como el pedagogo Luis de Zulueta, Ricardo de Orueta, Antonio García Solalinde, Francisco Beceña, o José Moreno Villa, además de residentes de honor como Alfonso Reyes. En 1917 Alberto Jiménez Fraud, director de la Residencia, encargó la tarea de sensibilización estética de los residentes a dos de sus tutores ya citados: Ricardo de Orueta y José Moreno Villa. Se produjo desde ese año un progresivo despliegue de las actividades culturales: se prestó especial atención a las salidas de los estudiantes y residentes en excursiones a la sierra, visitas al Museo del Prado y, sobre todo, a la formación musical. La Residencia albergó conciertos de las figuras más importantes de la música española como Andrés Segovia y Manuel de Falla, o internacionales como Wanda Landowska. De todas estas actividades la biblioteca tiene libros que sirven de testimonio: ediciones del Club de Alpinismo Español, el catálogo de Pedro de Madrazo con los cuadros del Museo del Prado (usado por Moreno Villa cuando explicaba estos cuadros a los estudiantes residentes) y una buena colección de libros de música, algunos de ellos donados por el musicólogo malagueño Rafael Mitjana.
La Residencia contó desde mediados de los años veinte con dos sociedades culturales que se comprometieron con ella de manera sólida: el Comité Hispano-Inglés y la Sociedad de Cursos y Conferencias. El primero, presidido por el Duque de Alba y apoyado por la Embajada británica en Madrid, promovió actividades culturales que reforzaban la inspiración educativa europeizante de la Junta para Ampliación de Estudios. El modelo del college repleto de luz y calma donde estudiantes escogidos pudieran tener el sosiego, los medios y los libros con los que formarse, estuvo siempre presente. El Comité Hispano-Inglés promovió la llegada de becarios británicos -Irving Bullock fue el primero- y envió a españoles a universidades británicas –Marcelino Pascua en la Universidad de Cambridge. Organizó conferencias y conciertos, como las del novelista H. G. Wells, el musicólogo J. Brande Trend o el economista J. Maynard Keynes que donaron sus obras. En 1924 la Residencia creó la Sociedad de Cursos y Conferencias que combinó disertaciones de escritores, pensadores y científicos españoles y extranjeros. Allí acudieron Mathieu Leclerc o Antonio de Marichalar, cuyos libros también pueden verse aquí.
La vocación internacional de la Junta para Ampliación de Estudios dejó su huella en los fondos bibliográficos de la Residencia de Estudiantes, en especial Portugal y América. El acercamiento a la cultura portuguesa se inició mediante varias conferencias y actividades y culminó con un viaje a Portugal en abril de 1922. Enseguida, un grupo de estudiantes y profesores portugueses fue invitado por la Residencia de Estudiantes a visitar Salamanca, Toledo y Madrid. La presencia en la biblioteca de las obras de escritores lusos como Eugenio de Castro, Teixeira de Pascoaes, Jaime Cortesão, Afonso Lopes Vieira y José M. Eça de Queiroz es buena muestra de la intensificación de los contactos entre España y Portugal. El continente americano estuvo siempre en el horizonte intelectual como demuestran los libros de Adolfo Posada y Rubén Darío expuestos. Así mismo, el escritor y diplomático Alfonso Reyes es esencial para entender los vínculos culturales entre España y América antes y después de la guerra civil, como el también diplomático, canciller de la embajada cubana en Madrid, José María Chacón y Calvo, muy cercano al círculo de Lorca y Alberti. El Instituto de las Españas de Nueva York, institución de la JAE instalada fuera de España, y dirigida por Federico de Onís, dejó su sello editorial en la biblioteca de la Residencia.
En torno a la JAE se creó en 1910, bajo la dirección de Blas Cabrera, el Laboratorio de Investigaciones Físicas que más tarde, y gracias al apoyo económico de la Fundación Rockefeller, sería el Instituto Nacional de Física y Química. Al tiempo, para favorecer la formación de estudiantes de ciencias de muy diversas procedencias, la Residencia puso en marcha, desde 1912, unos pequeños laboratorios que fueron consolidándose y cobrando mayor relevancia después. Nicolás Achúcarro fue su creador y encargó la organización del laboratorio de Histología a Luis Calandre y el de Química fisiológica a José Suredá Blanes y Julio Blanco. Poco después se crearon el de Química biológica, dirigido desde 1916 por Antonio Madinaveitia y José Mª Sacristán, el de Fisiología y Anatomía de los centros nerviosos, con Gonzalo Rodríguez Lafora, y el de Fisiología general dirigido por Juan Negrín. Allí elaboraron muchos residentes sus primeros trabajos académicos y sus tesis doctorales, defendidas en la Universidad de Madrid: Julio Palacios, Miguel Catalán y Enrique Moles, entre otros. Del mismo modo, se creó en 1910 el Centro de Estudios Históricos. Dirigido desde 1915 por Ramón Menéndez Pidal, trataba de responder, como indica el decreto de su constitución, al “interés creciente que inspiran en todas partes nuestra lengua, arte, historia y literatura”. De todo ello hablan las publicaciones aquí mostradas, así como los principales nombres a ellas asociadas, desde el propio Menéndez Pidal a Miguel Asín Palacios o Francisco J. Sánchez Cantón.
Gracias a los fondos de la biblioteca de la Residencia de Estudiantes conservados en el C. M. Ximénez de Cisneros podemos adentrarnos también en la actividad editorial del primer tercio del siglo XX en España. La propia Residencia puso en marcha una pequeña editorial institucional, muy influida por los modelos británicos en los que, también en estas tareas, se inspiraba. Los primeros libros recogieron los textos de las conferencias organizadas por la Residencia así como estudios de historia, derecho o física realizados por residentes. Al frente de las primeras ediciones de la Residencia estuvo Juan Ramón Jiménez, quien luego aplicaría sus conocimientos en este ámbito como director literario de la editorial Calleja. Los libros expuestos en esta sección muestran la intensa actividad editorial en Cataluña, con firmas tan emblemáticas como Gustavo Gili o Manuel Marín; también el desarrollo del sector en Madrid encabezado por Revista de Occidente, Aguilar, La Lectura, Calpe o Saturnino Calleja. Se observa igualmente el trabajo editorial en otras sedes como Valladolid (donde funcionaba Studium) o Málaga (donde la Editorial Sur fue fundada y dirigida por el antiguo residente Emilio Prados). Destacan, por último, las traducciones de textos filosóficos realizados por Manuel García Morente.
La Residencia de estudiantes no dejó de prestar atención a la presencia internacional de España. Los libros expuestos en esta vitrina muestran el interés de autores y residentes españoles por temas políticos de importancia en el escenario internacional: constituciones y constitucionalismo europeo –asunto central en la Segunda República-, organismos internacionales como la Sociedad de Naciones y biografías de personalidades determinantes en el mismo escenario. Esa dimensión se visualizó también en traducciones de obras esenciales como la de O. Spengler –a cargo de Manuel García Morente-, las Soledades de Góngora al inglés o la edición de los autores españoles como Marañón. Espacio reservado merecieron los textos políticos esenciales: la editorial Cénit publicó a Lenin y otros escritos relacionados con la Rusia revolucionaria, y la Residencia de Estudiantes quiso que esos libros formaran parte de su biblioteca, así como otros sobre economía soviética, la biografía de Stalin, la URSS en 1934 y los discursos de Mussolini.
La biblioteca de la Residencia de Estudiantes destacó claramente por la cantidad y calidad de los fondos que albergaba, pero también por el cuidado y organización que prestó a éstos. Las tres sedes que tuvo la biblioteca de la Residencia, Fortuny, Pinar y Auditorio, se reflejan en los sellos utilizados, lo que permite recuperar la fecha aproximada de adquisición. Se utiliza también una encuadernación homogénea, en pasta o en tela, con inclusión de un superlibris en el que se representa el logotipo de la Residencia. En esta sección se recogen también ejemplos de las principales formas de ingreso de libros en la biblioteca: compra -los menos-, donativo de personas relacionadas con la institución, donativo de organismos oficiales, como el Ministro de Instrucción Pública español o el gobierno británico, intercambio con los libros editados por la Junta para la Ampliación de Estudios, donativos de antiguos pensionados, etc. o ingreso a través de la Sociedad de Lectura. Todos estos ejemplos ayudan sin duda a conocer un poco mejor el funcionamiento de la biblioteca.
La Biblioteca de la Residencia de Estudiantes era el espacio compartido por residentes, intelectuales y estudiantes en general. No se descuidó la adquisición de obras representativas de la literatura española. Allí se leyó a Galdós, Clarín y a Emilia Pardo Bazán; a Ganivet, Maragall y Gabriel Miró, a Marquina, Rodríguez Lafora, Jacinto Benavente y Francisco Ayala, entre otros muchos. El itinerario seguido por los libros de la Residencia de Estudiantes en su traslado al Colegio Mayor Cisneros da pie a pensar que los libros expuestos –una muestra de los conservados- son sólo una parte. Es posible que muchos se perdieran.
Supo hacer visible la Residencia de Estudiantes dos de las más importantes tradiciones científicas en España. De la mano de Concepción Arenal –pero no sólo- se acentuó la preocupación por problemáticas sociales, que se cifró en estudios sobre criminología, sobre las diversas vertientes de la delincuencia y sobre derecho penal. Así mismo, la medicina de guerra, que iba a ser desgraciadamente tan necesaria en la España de la Guerra Civil, recibió especial atención. Destaca la edición de los estudios de Leandro Martín Santos, padre del novelista –y también médico-, o la casi aquí completa colección francesa de la editorial Masson sobre patologías, físicas y mentales, derivadas de conflictos bélicos.
Muchas fueron las personalidades relacionadas con el mundo de la Residencia y su Biblioteca. Tanto su director Alberto Jiménez Fraud, como el secretario de la Junta para Ampliación de Estudios, José Castillejo y el propio Francisco Giner de los Ríos, se involucraron en su formación. Lo hicieron también los primeros miembros de la Residencia, como José Moreno Villa, profesores de la Universidad de Madrid, como Manuel García Morente y José Ortega y Gasset, profesores de la Escuela Superior de Magisterio como Luis de Zulueta, o visitantes frecuentes como Miguel de Unamuno, Juan Ramón Jiménez y Manuel Machado. Los fondos de la Biblioteca crecían gracias a que la Junta para Ampliación de Estudios contribuía aportando ejemplares de sus propias publicaciones y también gracias a las donaciones de quienes empezaban a participar en las actividades culturales promovidas por la Residencia. Donativos de los primeros conferenciantes, como el pedagogo Luis de Zulueta; Ricardo de Orueta, Antonio García Solalinde, Francisco Beceña, o José Moreno Villa así como residentes de honor como Alfonso Reyes. La Biblioteca de la Residencia de Estudiantes era el espacio compartido por residentes, intelectuales y estudiantes en general. No se descuidó la adquisición de obras representativas de la literatura española. Allí se leyó a Galdós, Clarín y a Emilia Pardo Bazán; a Ganivet, Maragall y Gabriel Miró, a Marquina, Rodríguez Lafora, Jacinto Benavente, Pedro Salinas y Francisco Ayala, entre otros muchos. La Residencia colaboró con el Comité Hispano Inglés promovido por el Duque de Alba y en su Biblioteca queda bien reflejada esta colaboración a través de donaciones y dedicatorias.
Documentos gráficos:
Planos
Maquetas
Fotografías
Decreto de creación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
Decreto de creación de los colegios mayores.
Orden por la que las residencias "Jiménez de Cisneros" y "Teresa de Cepeda", dependientes del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, pasan a formar parte de la Universidad de Madrid en calidad de colegios mayores.