Libros de
uso universitario
A
instancias de los Reyes Católicos, y por encargo directo de Cisneros, el impresor polaco,
establecido en Sevilla, Estanislao Polono se trasladó a Alcalá en los primeros años del
siglo XVI, imprimiendo allí la Vita Christi del Cartujano y algunas obras más;
fue la primera imprenta que allí hubo, pero duró poco (de 1502 a 1504), pues al no
cubrir el impresor sus expectativas económicas regresó pronto a Sevilla. Algunos años
más habrían de transcurrir hasta que, en 1511, e indudablemente también por
instigación de Cisneros, un impresor de origen francés que se había establecido en
Pamplona, pasando luego a Logroño, donde se había prestigiado con sus ediciones de
Nebrija, trasladara su actividad principal a Alcalá: se trataba de Arnao Guillén de
Brocar, que, aunque iniciando su actividad como impresor de obras piadosas para la reforma
cisneriana, aparece también ligado a la Universidad desde el primer momento. Además, con
Arnao Guillén se inicia una dinastía de impresores complutenses ligados a las tareas
universitarias, que se continúa en su hijo Juan, en su yerno Miguel de Eguía, en Andrés
de Angulo, cuñado de Juan, etc.
La pequeña
muestra que aquí se expone trata de reflejar la actividad de los impresores complutenses
de los siglos XVI a XVIII en lo que a libros editados como resultado de la vida
universitaria se refiere. Los tres primeros libros guardan relación con la polémica
entre erasmistas y adversarios del sabio de Rotterdam en las aulas de Alcalá, como las
célebres Annotationes de Diego López de Zúñiga contra la edición del Nuevo
Testamento por Erasmo, o la obra de uno de los más reputados erasmistas, Francisco de
Vergara, junto a la edición complutense de una obra de Erasmo en la imprenta de Miguel de
Eguía. La admiración por aquél en determinados círculos complutenses era manifiesta, y
sus presiones alcanzaron al propio Cardenal Cisneros, recomendándole que le invitara a la
nueva Universidad, invitación que Cisneros cursó en varias ocasiones sin que el sabio de
Rotterdam llegara a decidirse a aceptarla.
Se exponen
también una obra de Cosmografía de Sacrobosco comentada por el célebre profesor de
Alcalá Pedro Ciruelo; una bella edición, con portada adornada de xilografías en la que
aparece el escudo cisneriano, de una obra de filosofía de Jacobus Faber en la que comenta
las obras de Aristóteles; y los comentarios a Galeno del también profesor complutense
Pedro García Carrero. Una de las ediciones de la obra de lógica del jesuita Antonio
Rubio, cuyo uso estuvo muy extendido en varias universidades, aparece con el Decreto del
claustro de Alcalá en que se declara al autor como propio de la Universidad, y a la obra
como obligatoria para la lectura en las aulas, seguido de la Provisión Real que confirma
el Decreto y manda se cumpla.
Por último, el
conjunto de normas para el uso del latín y fraseología hispano-latina firmado por el
profesor Nicolás Antonio Heredero y Mayoral, de 1790, tiene la curiosidad de estar
dedicado a doña María Isidra Quintina de Guzmán y la Cerda, hija de los Condes de
Oñate, a la que la Universidad Complutense concedió el grado de Doctora en Filosofía y
Letras Humanas, en 1785, en solemne acto y en atención a sus méritos, aun sin haber
pasado por las aulas. |