La historia del libro a través de las colecciones de la Universidad Complutense 
Exposición permanente de la Biblioteca Histórica

Introducción

Manuel Sánchez Mariana

Las bibliotecas históricas, bien lo sean por la acumulación de fondos bibliográficos como resultado de su actividad a través del tiempo, bien por la adquisición sistemática como resultado de la misión que tienen encomendada, son algo más que depósitos de libros. Los libros, individualmente, se reúnen en las bibliotecas para su consulta por los lectores o investigadores que necesiten o deseen apropiarse de su contenido o analizar sus características físicas o su presentación estética, con el fin de enriquecer su experiencia intelectual o de recopilar los datos para ser utilizados o expuestos en una investigación. Pero el potencial cultural de los libros, bien sea uno a uno o en colección, es tan grande que rebasa los límites de las necesidades de la consulta individual de su contenido.

Desde la más remota antigüedad, y especialmente desde el invento de Gutenberg a mediados del siglo XV, y hasta hoy, el libro ha sido la forma más habitual, permanente e influyente de difundir las ideas, con la consecuencia de que, como objeto físico, siempre ha significado mucho más que la materialidad de un conjunto de hojas de papel cosidas por el lomo y pegadas a una cubierta, pero incluso como objeto intelectual, también ha rebasado el estricto significado de las palabras que forman las frases de su texto. El significado de los libros está siempre en relación con la mentalidad de la época, dependerá en muchos casos de la innovación, o incluso del revulsivo social, que en su momento supuso su contenido; siempre tendrán mucho que ver con otros libros cuyas ideas combatirán, renovarán o reafirmarán. No se concibe un libro aislado en el tiempo y en el espacio, ni siquiera como objeto de biblioteca guardado para su conservación y utilización por los lectores o investigadores.

Los bibliotecarios, y especialmente los bibliotecarios de fondos históricos, guardianes de los mayores tesoros de la historia del pensamiento humano, siempre hemos tendido a la consideración de nuestra misión como la de custodios de un patrimonio que era necesario transmitir a las generaciones futuras. El asegurar la pervivencia de estos testimonios del pensamiento humano, y el facilitar la consulta a los investigadores, son ya por sí tareas ímprobas y difíciles de cumplir, como para tratar de romper esta barrera e introducirnos en el peligroso terreno de las actividades culturales que implicasen la manipulación suplementaria de los libros y aumentasen los riesgos de deterioro. Los cambios sociales de los últimos años, y la diversificación de los estudios que hacen referencia a la historia cultural del libro, han impuesto una serie de cambios que es necesario admitir puesto que afectan a la entraña misma de la consideración del libro como fundamento de nuestra cultura.

Puesto que el libro es algo más que un libro, y puesto que un libro es algo más que su texto; ya que un libro ha de ser considerado forzosamente en relación con otros libros e inserto en unas circunstancias históricas, y ya que el potencial cultural del libro rebasa la mera atención del especialista, aparece como deber ineludible del bibliotecario la realización o promoción de actividades o muestras en las que el público culto pueda vislumbrar el desarrollo de la historia del pensamiento humano y su influjo en una determinada sociedad y fomentar así su capacidad crítica.

OVIDIO NASÓN, Publio
Le transformationi di M. Lodovico Dolce...
Con I'aggiunta de gli argomenti et allegorie...
di ciascum canto.
Vinegia: Gabriel Giolito de Ferrari, 1561.
23x15,5 cm.
[FLL 28103].

Dos tipos de actividades de difusión del potencial intelectual del contenido de una biblioteca se nos aparecen en principio como básicas: las exposiciones monográficas, y las muestras permanentes sobre la historia del libro y la lectura. Las primeras se suelen considerar como la tarea más propia y exclusiva de las bibliotecas históricas, y muchas de ellas –entre las que se encuentra la nuestra– la han desarrollado con asiduidad o con intermitencia; su objeto es mostrar las piezas más destacadas de la colección en un conjunto orgánico que facilite el conocimiento de los fondos entre el gran público y a la vez abra nuevas vías de investigación. Las segundas, es decir, las muestras de la historia del libro, suelen tenerse como objeto de los denominados museos del libro, de los que existen varios ejemplos muy destacables en Europa, tales como el Gutenberg-Museum en Maguncia, el Deutsches Buch- und Schriftmuseum de Leipzig, o el Museo Plantin-Moretus instalado en la histórica imprenta de Amberes; también varias bibliotecas nacionales han desarrollado, con mayor o menor fortuna, museos de este tipo anejos a sus instalaciones, y uno de los más modernos y atractivos es sin duda el museo interactivo de la Biblioteca Nacional española. El objeto de los museos del libro sería, en principio, no el de mostrar piezas muy destacadas, sino el de proponer un desarrollo orgánico de la historia del pensamiento escrito en una presentación eminentemente cultural que atienda tanto a la forma material de la difusión del pensamiento, como a la evolución de la historia de las ideas en relación con las actividades humanas.

La amplitud y variedad de las colecciones de la Biblioteca de la Universidad Complutense nos ha impulsado a ensayar, en paralelo con las exposiciones monográficas, una muestra de desarrollo historicista que sirva para iniciar, tanto a los alumnos de la Universidad como al público en general, en el conocimiento de la cultura escrita.

La diferencia en el planeamiento de las exposiciones entre las bibliotecas y los museos del libro se refiere fundamentalmente a la consideración de los libros como objetos materiales por parte de los segundos. No está muy lejos esta consideración de la de los eruditos del Renacimiento y del Barroco que en sus museos de antigüedades o "cámaras de las maravillas" mezclaban libros y objetos artísticos, arqueológicos o meramente curiosos, como en los casos, notorios entre nosotros, de Lorenzo Ramírez de Prado en Madrid, el Conde de Guimerá en Zaragoza, o Vincencio Juan de Lastanosa en Huesca. Nuestra muestra no se atiene plenamente a los planteamientos de un museo del libro, pero pretende ser algo más que una exposición bibliográfica, al mezclar en su concepción tanto aspectos formales del libro como ejemplos del desarrollo de la historia de las ideas, junto a piezas cuya exposición se justifica por sí misma al ser representativas del arte del grabado en un determinado momento. Sin pretender ser exhaustiva, trata de proporcionar al visitante una visión histórica sobre la producción y difusión del pensamiento impreso en Europa desde sus orígenes hasta el fin del antiguo régimen, con un apéndice sobre la Universidad Complutense que justifica la existencia de esta colección.

La preparación de esta muestra, que hemos seguido atentamente, es obra del entusiasmo, la cultura y la capacidad de trabajo de Marta Torres Santo Domingo; entusiasmo que ha sabido transmitir a cuantos, de un modo u otro, han tenido alguna intervención en ella. Con paciencia y dedicación ha sabido ir descubriendo los tesoros de una colección todavía no muy bien conocida y de la que, a causa de su dispersión hasta hace poco tiempo, casi solo se sabía de su gran volumen y riqueza, pero no se tenía una visión de conjunto. Por tanto, aparte del valor didáctico que esta exposición pueda tener y de las oportunidades que proporciona para la difusión de la historia del libro, estimamos que es una contribución importante para el mejor conocimiento del contenido de esta Biblioteca.