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DURANTE LA EDAD MEDIA,
las descripciones botánicas existentes en los tratados médicos y de
historia natural provenían exclusivamente de la tradición clásica.
Las obras de Dioscórides y de Plinio fueron los referentes casi
únicos para el estudioso que se introducía en el mundo de las
plantas. Pero, a partir de la invención de la imprenta, la edición
de nuevos herbarios en países centroeuropeos y su pronta difusión,
puso de manifiesto que la flora descrita en los tratados
grecorromanos no se correspondía siempre con la hallada en el
hábitat cercano a muchos lectores. La realidad se hizo pronto
patente: no existían las mismas especies vegetales en todos los
lugares, como hasta entonces se había creído, y, además, la llegada
de nuevas plantas de las Indias recién descubiertas, totalmente
desconocidas, lo ratificaba.
Ya en los herbarios de
la época incunable, sobre todo a partir del Gart der Gesundheit, se
describen por primera vez especies existentes exclusivamente en la
región centroeuropea, tendencia seguida por los verdaderos creadores
de la botánica renacentista. Otto Brunfels, Hieronymus Bock y
Leonart Fuchs. Sus tratados, profusamente ilustrados, contribuyeron
decisivamente a que multitud de herborizadores en toda Europa fueran
ampliando paulatinamente el listado de plantas conocidas.
Un nuevo periodo se
abre con la labor descriptora de los médicos botánicos flamencos
Rembert Dodoens, Mathias de l’Obel y Charles de l’Écluse, apoyados
decididamente en su esfuerzo en investigación botánica por el
impresor Cristóbal Plantino.
Charles de l’Éscluse,
el más destacado de los tres desde un punto de vista botánico, viajó
en su juventud por toda Europa, describiendo por primera vez la
flora de la Península Ibérica, de Austria y de Hungría; fue además
botánico del emperador Maximiliano II de Austria, y en sus últimos
años, dirigió el jardín de la Universidad de Leyden. Mantuvo
correspondencia con botánicos de toda Europa, lo que enriqueció aún
más los datos reunidos en sus viajes.
A partir del siglo
XVII, la botánica se separa definitivamente de la medicina. La
descripción se hace cada vez más precisa favorecida por la aparición
de nuevas clasificaciones botánicas. Hay una constante incorporación
de nuevas especies vegetales llegadas de paises lejanos, pero
también se incorporan a los tratados plantas locales que hasta
entonces no se habían descrito. Una labor acumulativa en la que, con
frecuencia, trabajan botánicos anónimos y cuya labor, en ocasiones
restringida a una localidad, permite a su vez la inclusión de la
información acumulada en publicaciones cada vez más exhaustivas a
nivel nacional.
Como ejemplo claro de
este carácter acumulativo de las floras nacionales, se puede citar,
en el caso español, los tratados publicados por Charles de l’Écluse
(1576), Jacques Barrelier (1714), José Quer (1762-1784) o Antonio
Cavanilles (1791-1801).
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