Los libros de viajes de Don Francisco Guerra


Marta Torres Santo Domingo.
Biblioteca Histórica de la Universidad Complutense de Madrid.
 

        Si una biblioteca personal es siempre el reflejo de los intereses culturales y científicos de su propietario, en el caso de Francisco Guerra podemos decir que su colección bibliográfica desborda cualquier intento de especialización del saber y se aproxima a aquellas bibliotecas de siglos pasados en las que la historia del conocimiento humano aparecía en toda su plenitud. Así, la medicina, la literatura, la física, el arte militar, las matemáticas, la religión, la alquimia, la historia y tantas y tantas ramas del árbol luliano se van desplegando ante nuestros ojos con una riqueza de matices imposible de aprehender por el súper especializado hombre del siglo veintiuno.

        Sorprende, pues, la variedad de intereses cultivados por Francisco Guerra. Pero la sorpresa se convierte en auténtica admiración cuando se comienza a valorar despacio, ejemplar a ejemplar, los libros y ediciones que de cada materia ha ido seleccionando y adquiriendo para enriquecer su colección.

        Uno de los conjuntos que más llaman la atención dentro de la biblioteca de Francisco Guerra es la de los libros de viajes. Ser lector y coleccionista de libros de viajes supone, en primera instancia, tener curiosidad por el conocimiento que sobre el mundo se ha ido produciendo a lo largo de los siglos. La construcción de la imagen del mundo es una de las hazañas más apasionantes que el hombre puede vivir. Y acompañar, a través de los libros que escribieron, a aquellos viajeros que quisieron romper los límites del espacio conocido se convierte, sin duda, en una de las grandes aventuras intelectuales que Francisco Guerra ha querido regalarnos a lectores y bibliógrafos.

        No es fácil hacer, en una primera aproximación como la que aquí se presenta, una valoración rigurosa del conjunto de libros de viajes que posee la colección Guerra. Todas las épocas, desde el siglo XV, están representadas: los primeros descubrimientos de los portugueses en África y en las Indias, la llegada de los españoles a América, la entrada de los ingleses en el panorama colonial, la penetración de los jesuitas en el Oriente Lejano, la búsqueda del Preste Juan en Etiopía, los grandes viajes científicos de la Ilustración, la llegada a los polos, el interior de África o los relatos de peregrinación a Tierra Santa. Y cualquier destino imaginable tiene un hueco en sus estanterías: China, Angola, Australia, Filipinas, California, el Tibet, Egipto, Senegal, La Conchinchina, el Orinoco, Japón, Paraguay, Rusia, el Amazonas, España, Persia, etc. A todos estos lugares viajamos con exploradores, piratas, misioneros, peregrinos, científicos, colonizadores, espías, mártires, militares, reyes, bucaneros, y muchos más personajes que a través de sus relatos nos abren los ojos a experiencias de conocimiento muy vivas y llenas de enseñanzas para el hombre moderno.

        Pero, además, este conocimiento se nos ofrece en libros contemporáneos de las aventuras descritas, primeras ediciones, ejemplares únicos en España, obras de gran rareza, libros llenos de magníficos grabados con vistas de paisajes y mapas, bellamente encuadernados, con antiguos poseedores ilustres, publicados en las principales imprentas europeas, en muchos casos de difícil acceso para el investigador español y, en definitiva, de una importancia singular para el bibliógrafo y el historiador de la ciencia. Porque si de algo hablan los libros de viajes es de ciencia en sentido amplio. Una ciencia en que se conjugan sin fracturas los conocimientos científicos con el desarrollo del pensamiento humanístico y la reflexión desde la perspectiva social con la aventura tecnológica.

        La colección de libros de viajes de Francisco Guerra está compuesta por varios centenares de volúmenes y completa la rica colección que de esta materia posee ya la Biblioteca Histórica de la Universidad Complutense [1] .

        En el apartado de las historias generales de viajes destaca como obra de singular rareza el libro de Richard Hakluyt, The principal navigations, voyages, traffiques and discoveries of the English nations, made by sea or overland, impreso en Londres, por George Bishop y Ralph Newberie, en 1589 [BH FG 2748]. Se trata de la primera edición de uno de los textos fundacionales de la literatura de viajes, junto con la obra de Giambattista Ramusio, Primo volume delle nauigationi et viaggi, impresa en Venecia por los herederos de Lucantonio Giunti en 1550 [BH FG 20682] y que la Biblioteca Histórica ya tenía entre sus fondos.

        Recoge más de doscientos relatos de viajes y descubrimientos, muchos de ellos fuentes primarias sobre las posesiones españolas y portuguesas y responde a la necesidad de disponer de información reciente y accesible sobre las nuevas tierras descubiertas, en el contexto de un nuevo orden mundial en el que el control de los océanos ocupa un lugar estratégico y la rivalidad anglo española comienza a inclinarse del lado británico. Es, sin duda, una de las obras esenciales de la época de la reina Isabel I y un hito en la bibliografía inglesa del siglo XVI. Incluye, además, relatos sobre la Armada Invencible o los ataques ingleses a las costas de la Coruña y Cádiz. Es paradójico, sin embargo, que una obra de la relevancia de ésta para la historia de España esté ausente, sin embargo, de los fondos del patrimonio bibliográfico reunido en bibliotecas españolas.

        El ejemplar que ahora ingresa en la Biblioteca Histórica procedente de la colección Francisco Guerra es, hasta el momento, el único conocido en España [2] . Además de la obra de Hakluyt, la colección Guerra es especialmente rica en libros de viajes impresos en Inglaterra, muy raros en bibliotecas españolas y de los que la Biblioteca Histórica tenía una gran laguna.


Navigatium atque itinerarium bibliotheca

BH FG 4194

       
        Así, podríamos mencionar más de medio centenar de impresos con ejemplos tan significativos como la primera edición de la obra de John Harris, Navigatium atque itinerarium bibliotheca, impresa en Londres por Thomas Bennet en 1705 [BH FG 4194-4195] también único ejemplar conocido en bibliotecas españolas y otro hito imprescindible en la larga saga de las historias generales de viajes.

 


BH FG 2992

Curiosa es la obra de William Lithgow, The totall discours of the rare adventures and painfull peregrinations, de la cual Guerra posee la segunda edición impresa en Londres por Nicholas Okes en 1632 [BH FG 2992] (1ª ed. en 1614) y que cuenta la historia de un extravagante viajero que después de multitud de peripecias termina sus aventuras en España a manos de la Inquisición y teniendo posteriormente problemas graves con el embajador español en Inglaterra. No cabe duda que  es una obra digna de un estudio pormenorizado para el conocimiento de la España de principios del siglo XVII [3].


BH FG 2992
 


A voyage to the Pacific Ocean
BH FG 4191

        No podemos dejar de mencionar entre los ejemplares de la colección Guerra, clásicos ausentes de la Biblioteca Histórica como la primera edición del tercer viaje del capitán Cook, A voyage to the Pacific Ocean, impresa en Londres, por W. and A. Straha, en1784 [BH FG 2744-2746, Grabados BH FG 4191], en un magnífico conjunto de tres volúmenes y un impresionante atlas en folio con los grabados del viaje, que tuvo tanto éxito que la edición completa se agotó al tercer día de ponerse a la venta [4] . Uno de los grabados representa la muerte del capitán en una escaramuza con los nativos en la isla de Hawai en 1799. Había muerto el más famoso explorador británico de todos los tiempos y nacía el mito. Otras cinco ediciones se publicaron el mismo año y otras catorce antes del año 1800.

        Para terminar con el conjunto de impresos ingleses, queremos destacar la primera edición de la obra de James Bruce, Travels to discover the source of the Nile (Edinburgh, J. Ruthen, 1790, BH FG 2858-2862), relato de aquel mítico viaje en el que se nos cuenta la llegada a las fuentes del Nilo de un escocés enamorado de la cultura árabe tras una melancólica estancia en la España dieciochesca [5] . James Bruce (1730-1794) es uno de los viajeros británicos más conocidos del siglo XVIII, habiéndose hecho famoso en todo el mundo por sus exploraciones africanas en Egipto, Nubia y Etiopía. Fue objeto de una gran polémica por presentarse como el primer europeo que vió las fuentes del Nilo, uno de los sueños europeos desde los tiempos de Herodoto. Muchos estudiosos defendieron, sin embargo, la figura del jesuita español Pedro Páez como primer europeo de los tiempos modernos en descubrir el origen del Nilo. No obstante, este debate no empaña la figura de James Bruce, uno de los exploradores más importantes y difundidos del siglo XVIII. El periplo africano le llevó casi seis años de su vida, desde 1768 a 1773, y no fue hasta 1790 cuando dio a la imprenta sus relatos. Sus cualidades literarias, el interés de las tierras visitadas, el ritmo y exotismo de sus aventuras, y su perfil de arabista, científico y esforzado viajero convirtieron su vida en una leyenda y su obra en una auténtico bestseller. Tuvo tan excelente acogida que pronto aparecieron multitud de ediciones en diversos países e idiomas. Sólo se conoce otro ejemplar de esta obra en una biblioteca española.

        Entre los libros de viajes impresos en Francia, y aún siendo conscientes de la dificultad de seleccionar alguno para esta introducción no podemos dejar de mencionar tres interesantísimas obras ausentes hasta ahora de la Biblioteca Histórica. Por una lado, la obra de Alexander Olivier Exquemelin, Histoire des avanturiers qui se sont signalez dans les Indes, (Paris, Jacques Le Febure, 1688, BH FG 2685-2866), el libro de piratas por excelencia, escrito por un auténtico pirata del Caribe y en el que se han basado, hasta nuestros días, algunas de las obras de ficción más famosas sobre este tema.


Description de l’Egypte
BH FG 2864

        La segunda obra que destacamos hoy se refiere a Egipto y es una de las primeras crónicas de viajeros que durante el siglo XVIII comienzan a multiplicarse contribuyendo al conocimiento de la cultura faraónica y preparando el nacimiento de la Egiptología (y la Egiptomanía) que culminará con la expedición napoleónica en 1798. Se trata de la obra de Benoit de Maillet, cónsul general de Francia en Egipto durante el reinado de Luis XIV que envió numerosas antigüedades a Europa, tanto al propio rey como a otros interesados como el conde de Caylus, que poseía una importante colección egipcia. En 1735 publicó una obra que forma parte ya de la bibliográfica esencial de los estudios egiptológicos y que incluye información sobre la geografía de Egipto, religión, monumentos, pirámides, momias, costumbres, flora y fauna titulada Description de l’Egypte (Paris : Chez Louis Genneau, à S. Pierre aux Liens : et Jacques Rollin, fils, à Saint Athanase, 1735, BH FG 2864).

 

        Para terminar esta breve presentación de la imprenta francesa hemos elegido la obra de Alexander Humboldt y Aimé Bonpland, Vues des cordillères et monumens des peuples indigènes de l'Amerique, impresa en Paris por la casa F. Schoell en 1813 [BH FG 4189] que forma parte de la edición monumental en francés de la obra, Voyage aux régions équinoxiales du noveau continent fait en 1799, 1800, 1801, 1802, 1803 et 1804, fantástico infolio plagado de hermosos grabados, algunos coloreados, con vistas de paisajes, volcanes, esculturas, trajes típicos, manuscritos indígenas, etc. de América del Sur. Es, sin duda, una de las joyas de la colección Guerra y su donación a la Biblioteca Histórica enriquece de una forma singular el conjunto de las obras americanas de la Universidad Complutense.


Vues des cordillères et monumens des
peuples indigènes de l'Amerique

BH FG 4189


Vues des cordillères et monumens des peuples indigènes de l'Amerique
BH FG 4189

        Los descubridores portugueses fueron los primeros europeos que rompieron las fronteras del mundo conocido comenzando, desde los tiempos de Enrique el Navegante, a viajar hacia el sur de la costa africana, consiguiendo la circunnavegación completa de África a finales del siglo XV y lanzándose, desde allí, a la conquista de las Indias Orientales. A partir de estos acontecimientos, los descubrimientos pasaron a ser relatados por cronistas, viajeros, aventureros, misioneros o comerciantes, transformándose una realidad histórica en materia narrativa. Los libros de viajes que durante los siglos XV y XVI surgen en Portugal responden a códigos diferentes que los escritos durante la edad media y se caracterizan por estar dirigidos a un hombre distinto, surgido del Renacimiento, que con los descubrimientos de otras geografías, de muy distintas civilizaciones y de sociedades tan diferentes, confía en dominar y rebasar los misterios de la naturaleza, poniendo las nuevas tierras descubiertas, al servicio de incipientes Estados-Nación que, con esa dominación, se convertirán en imperios [6] .

        De los nombres imprescindibles para conocer de primera mano los viajes portugueses hay varios en la biblioteca de Francisco Guerra de los que la Biblioteca Histórica no disponía de ningún ejemplar. Entre ellos destaca el nombre de Joao de Barros (c. 1496-1570), autor de las famosas Decadas, el primer gran historiador de Portugal y un mito indiscutible de la vida intelectual portuguesa en el siglo XVI. Joao de Barros, hijo natural de un noble portugués, empezó muy joven su carrera cortesana en la que llegó a ser tesorero y administrador (feitor) de la Casa de Indias y de la Casa de Mina. Tuvo también la oportunidad de viajar, primero a África muy joven, y más tarde a Brasil de donde volvió sin mucho éxito como colonizador y con graves problemas financieros. A la vuelta de esta desastrosa expedición, el rey le encomendó escribir una historia de los portugueses en la India, que fue concebida por su autor como un conjunto de volúmenes, en el que cada volumen relata un periodo de diez años, que es llamado, por esa razón, Decada. A pesar de las acusaciones, justificadas, de ofrecer el punto de vista del naciente imperio y una euforia expansionista nacida del ideal patriótico renacentista, la historia de los descubrimientos portugueses de Barros, con sus vívidas descripciones de las maravillosas tierras de África y Oriente, puede ser considerada como una gran contribución a la literatura de viajes. Se ha subrayado la claridad en la exposición y su riguroso orden así como un estudio cuidadoso de los historiadores y geógrafos orientales y de las fuentes de su propio país.

        Nos han llegado cuatro volúmenes de las Decadas de Barros publicados a partir de 1552. Algo después, Diogo de Couto continuó la obra de Barros añadiendo nueve volúmenes más a las Décadas. En la colección Francisco Guerra aparece una edición italiana de L’Asia de Barros (Venecia, Valgrisio, 1562, BH FH 2919), una edición portuguesa de las tres primeras Decadas (Lisboa, I. Rodriguez, 1628, BH FG 2941-2943) y varias ediciones portuguesas de la continuación de Couto [7] .

        En la abundante bibliografía portuguesa presente en la biblioteca Francisco Guerra nos es particularmente querida una obra singular que relata una apasionante aventura que tuvo lugar en el interior de África a principios del siglo XVI. Desde el siglo XI existía en Europa la creencia de que, en algún lugar del Extremo Oriente, había un reino cristiano situado en lo que habrían sido las tierras de los Reyes Magos y que estaría gobernado por un misterioso sacerdote conocido como el Preste Juan. Con el auge del Islam y en el contexto de las Cruzadas, penetró en los gobernantes europeos la idea de encontrar ese reino para convertirlo en el aliado imprescindible que necesitaba para acabar con la dominación musulmana. No se tenía bien ubicada la situación geográfica del reino y, durante mucho tiempo, se creyó que podía estar más allá de Armenia y Persia o, incluso, en el “fabuloso” Catay. Sin embargo, hacia el siglo XIV se abandonó la búsqueda en Asia y se orientó hacia el África Oriental, identificándolo con lo que entonces se llamaba Etiopía o Abisinia, reino cristiano de rito monofisita cuyos emperadores se consideraban descendientes de la reina de Saba. Dicho reino tenía relaciones con la iglesia copta de Egipto y estaba situado en uno de los flancos de la zona dominada por el Islam, lo que le confería un valor estratégico para los monarcas europeos.

Los primeros que intentaron establecer contacto con los etíopes fueron, nuevamente, los portugueses quienes enviaron varias expediciones a finales del siglo XV con el fin de poder estrechar unas relaciones que les permitieran tener una base de operaciones para sus viajes hacia la India y, además, un enclave militar en la guerra contra los turcos. En 1520 el rey Manuel I envió otra embajada de la que nos ha llegado el testimonio de un miembro de la expedición, el misionero franciscano Francisco Alvares (c.1490-c.1540). Francisco Alvares viajó por toda Etiopía, visitó la ciudad sagrada de Lalibela y exploró el sur. A su vuelta a Europa escribió una gran obra que se convirtió en la primera descripción detallada de Etiopía. La obra que nos ha llegado parece ser un extracto y con el título de Ho Preste Ioam das Indias : verdadera informaçam das terras do Preste Ioam, fue publicada en Lisboa, en casa de Luis Rodríguez, en 1540 [BH FG 2908] [8] . Destaca la hermosa portada con una ilustración xilográfica que recuerda a la de los libros de caballerías. Fue recibida con gran interés en Europa pues, por primera vez, se tenía conocimiento de Etiopía a través de un testigo directo lo que llevó a que se repitieran las ediciones a  lo largo del siglo  XVI.  En español hubo tres ediciones en este 


Ho Preste Ioam das Indias : verdadera informaçam das terras do Preste Ioam
BH FG 2908

siglo de las cuales, en la biblioteca Francisco Guerra se guarda un ejemplar de la tercera, impresa en Toledo, en casa de Pedro Rodríguez en 1588 [BH FG 2899].

        Interesantes y abundantes impresos, algunos de gran rareza como los filipinos, dan cuenta de las aventuras misioneras en el Lejano Oriente. Atravesamos China, Japón, Conchinchina, Filipinas, e incluso conseguimos llegar al Tibet. Obras como la de Pedro Murillo Velarde, Historia de la provincial de Philipinas de la Compañía de Jesús (Manila, Nicolás de la Cruz Bagay, 1749, BH FG 3060) dan fe de ello. Y hablando de Oriente, con la biblioteca Guerra la Universidad Complutense pasa a tener el privilegio de contar con un magnífico ejemplar de la obra de Engelbert Kaempfer, Amoenitatum exoticarum politico-physico-medicarum fasciculi V…, Rerum Persicarum & ulteriores Asiae (Lemgau, H.W. Meyer, 1712, BH FG 3522), única obra publicada en vida del que fue el primer científico naturalista en describir la naturaleza de Oriente, incluyendo información muy relevante para la historia natural, más de quinientas plantas de Persia y Japón, la forma de hacer el papel, etc.


Epitome de la Biblioteca oriental i occidental, nautica i geografica...
BH FG 2168

        Dejamos para el final la referencia a los impresos españoles y mexicanos de los que la colección Guerra es especialmente rica y que requerirán investigaciones de mayor rigor y profundidad como las que en este mismo número de Pecia Complutense presentan los profesores Mercedes Fernández Valladares y Fermín de los Reyes. Toda la expansión española y los asentamientos coloniales en el continente americano están presentes en la colección Guerra a través de primeras ediciones narradas por algunos de sus protagonistas o escritas por los cronistas y primeros historiadores americanistas. Pedro Lozano describiendo el Gran Chaco en Argentina, Pedro González de Agüeros la isla de Chiloé, Jose Cassani el Nuevo Reyno de Granada, Agustín de Zárate y Diego Fernandez la Provincia del Perú, Manuel Rodríguez el Marañón y el Amazonas, los hermanos García Nodal el Estrecho del Maire, etc [9] . En este sentido, y por mencionar sólo una obra, elegimos la de Antonio de León Pinelo, Epítome de la Biblioteca Oriental y Occidental, Náutica y Geográfica, impresa en Madrid, por Juan González en 1629 [BH FG 2168]. Se trata  de la  primera bibliografía específica sobre el Nuevo  Mundo  y

una de las primeras bibliografías geográficas publicadas en Europa. Aunque no es especialmente rara, sin embargo la Biblioteca Histórica no la tenía entre sus fondos con lo que, nuevamente, se vuelve a llenar un hueco imprescindible en nuestras estanterías.

        Esta breve presentación de la colección de Francisco Guerra debe llegar a su fin. Sin embargo, el viaje no ha hecho sino empezar. Cientos de ejemplares de obras maestras de la literatura de viajes escritas hace varios siglos esperan el momento de ser descubiertas, leídas y disfrutadas por los investigadores del siglo veintiuno. Y con cada descubrimiento, el mundo se hará más grande y se abrirá a más espacios de conocimiento. La literatura de viajes es, desde hace tiempo, una de las líneas de investigación más activas entre los interesados en la historia de la ciencia y de las humanidades en España. Pero esta línea de trabajo necesita fuentes primarias sobre las que construir hipótesis, desfacer entuertos, y ampliar nuestro sentido de la realidad histórica. La hazaña intelectual de Francisco Guerra al crear una biblioteca como la que estamos describiendo, y su impagable generosidad al legarla a la Biblioteca Histórica de la Universidad Complutense de Madrid, nos anima y motiva, desde el más profundo agradecimiento, a ponerla a disposición del público interesado, a la vez que nos compromete, como institución varias veces centenaria, a conservarla y difundirla para las generaciones venideras.
 

 

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