A los buenos viejos amigos.
El huracán pegó de verdad a cosa de un minuto antes de medianoche. Las ráfagas de viento restallaban una tras otra, sin descanso, ¡cómo si al mismísimo señor en lo alto le estuviese dando un soberano ataque de tos! Los tres hombres idénticos permanecían dentro del carro de policía parqueado en el callejón. La ciudad estaba sin luz. Solo se podían oír las pesadas gotas volando con el viento. El oficial Brian observó con inquietud la forma en que se tambaleaban esos transformadores eléctricos, tan macizos en sus enclenques postecillos. Decidió mejor mover la patrulla hasta la otra esquina y ganar una mejor visión de la calzada. Los otros no dijeron nada cuando él apagó los limpiaparabrisas y las luces delanteras, de todas formas, no había mucho que ver en medio de aquella ventolera embetunada.
-...unidades cercanas a la Avenida del Puerto acudir a Venegas y San Ignacio, colapso de residencias, repito... -la voz chirriante se entrecortó.
[Seguir leyendo] ¡¡¡Espada láser!!!