El burdel estaba en la llanura. Vieron sus luces amarillentas relumbrando en la oscuridad, al abrigo de una colina rocosa. Dos contenedores de carga que alguna vez pertenecieron a una nave espacial, veinte metros de largo cada uno, conectados mediante una pasarela tubular también pensada para su uso en el vacío. La pasarela parecía el segmento deshinchado de un gusano gigante. Las siluetas de una media docena de vehículos, incluso un viejo camión con motor de explosión. Gómez aparcó el deslizador y bajaron. Las botas crujieron en la tierra. Constelaciones abigarradas se hundían tras la cordillera. Un perro aulló en alguna parte.
[Seguir leyendo] Un perro aulló en alguna parte (avance del libro Perros del desierto)