Entre las muchas disciplinas científicas tratadas con mayor o menor rigor en la literatura de ciencia ficción, pocas pasan generalmente tan desapercibidas como la ecología. Aunque forman parte indisoluble de la trama, sea en el contexto de una expedición a un exótico planeta, o de las degradadas condiciones sociales de una civilización en declive, las condiciones medioambientales rara vez son el objeto principal en la narración, si se exceptúan aquellas obras centradas en denunciar la indiscriminada destrucción del biotopo o la creación de colonias humanas en el espacio, que requieren una severa modificación de los parámetros atmosféricos. Si bien la noción ecológica está tradicionalmente asociada a la conservación de la flora y fauna, se trata asimismo de un problema social, dado que fenómenos como la superpoblación o la llamada contaminación informativa juegan un papel relevante en el equilibrio de los grupos sociales y su relación con las demás especies. En el marco de la ciencia ficción, la noción ecológica está generalmente limitada a la descripción de seres extraterrestres (usualmente de apariencia desagradable) o a un rápido inventario de las condiciones climatológicas de la región o planeta donde se desarrolla la historia, sin tener en cuenta que ambos conceptos están estrechamente relacionados.
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