No llegó a cundir el pánico en el puente cuando el joven alférez informó al capitán del peligro en que se encontraban. El contramaestre revisó los cálculos y le ordenó repetir sus mediciones, pues claramente su inexperiencia debía haberle llevado a cometer algún error. Pero los resultados volvieron a ser los mismos ya fuera el alférez, el capitán o el mismísimo Kepler quien realizase las comprobaciones: muy probablemente un asteroide de tipo Apolo colisionaría con su navío en cuestión de minutos. Era inconcebible que los radares no lo hubiesen detectado antes, pero allí estaba, gigantesco e innegable, dirigiéndose hacia ellos a velocidad vertiginosa.
[Seguir leyendo] Crisis en la estrella del ocaso