-¡Por Tetis! -dijo Mamá Pulpa- ¡Cuánto hacía que no veía uno de estos!
Mamá Pulpa adoraba hacer referencia a los dioses y tradiciones de los humanos, que probablemente solo ella había estudiado de manera decidida y exhaustiva. Eso le daba la oportunidad no solo de burlarse de los humanos, a quienes detestaba, sino sobre todo de mostrar su superioridad frente a quienes la rodeaban, como correspondía a su estatus. Los pulpos habían desarrollado una inteligencia superlativa y dominado el mundo, de modo que Mamá Pulpa estaba en condiciones de hacer ambas cosas: sin embargo, el número de humanos había descendido tanto que el hermoso pulpo hembra ya no tenía ocasión de cruzarse con ellos. En su juventud, Mamá Pulpa había llegado a conocerlos mejor que nadie, para su zozobra y la mayor grandeza de la raza de los pulpos. Pocos, sin embargo (y entre ellos no se hallaba Mamá Pulpa), conocían el origen del asunto.
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