Esos son los que vienen de la gran persecución.
(Apocalipsis, 7,14)
La quebrada silueta del anciano emergió silenciosa, como florecida de la nada; un jirón de carnes y de ropas desdibujadas por el viento, interrumpiendo la perfecta línea que trazaba el horizonte en aquel paisaje desolado.
Los dos niños la contemplaron un instante. Y luego:
-¡Abajo! -encareció el mayor-. ¡Es un anciano!
[Seguir leyendo] La abominación desoladora