Aún recuerdo el momento en que descubrí a Ursula K. Le Guin al coger uno de sus libros en la biblioteca pública. Por aquel entonces tenía reciente El Señor de los anillos y cualquier cosa que tuviera pinta de fantasía que caía en mis manos la devoraba con ansia. Y, de repente, encuentro un libro que se llama "Un mago de Terramar". Tenía que llevármelo a casa. En ese momento no esperaba mucho más que la enésima colección de novelas derivativas del universo de Tolkien. Y lo que encontré fue un libro que rompió todos mis esquemas sobre el género. Le Guin me abrió los ojos a un nuevo modo de escribir fantasía y me hizo experimentar, de nuevo, el sentido de la maravilla.
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