Aunque al principio no le dio gran importancia, lo cierto es que desde hacía algún tiempo echaba en falta su sombra.
Era una sensación entre cotidiana y extraña. Como echar la mano al bolsillo para comprobar si las llaves aun siguen ahí, mirar el reloj sin fijarse en la hora, beber sin sed, o dormir sin sueño.
Pero en cualquier caso se encontraba perfectamente bien.