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Sancho-bueno, Sancho-arcilla,
Sancho-pueblo, tu lealtad se supone, tu aguante parece fácil,
tu valor tan obligado como en la Mancha lo eterno.
Sancho-vulgar, Sancho-hermano, Sancho, raigón de mi patria que aún
con dolores perduras, y, entre cínico y sagrado, pones tu pecho a
los hechos, buena cara a malos tiempos.
Sancho que damos por nada, mas presupones milenios de humildad bien
aceptada, no eres historia, te tengo como se tiene la tierra patria y
matria macerada.
Sancho-vulgo, Sancho-nadie, Sancho-santo, Sancho de pan y cebolla, trabajado
por los siglos de los siglos, cotidiano, vivo y muerto, soterrado.
Se sabe sin apreciarlo que eres quien es, siempre el mismo,
Sancho-pueblo, Sancho-ibero, Sancho entero y verdadero, Sancho de España
es más ancha que sus mil años y un cuento.
Vivimos como vivimos porque tenemos aún tripas, Sancho Panza,
Sancho terco. Vivimos de tus trabajos, de tus hambres y sudores, de la
constancia del pueblo, de los humildes motores.
Sancho de tú te la llevas, mansa sustancia sin mancha,
Sancho-Charlot que edificas como un Dios a bofetadas, Sancho que todo lo
aguantas.
Sancho con santa paciencia, Sancho con buenas alforjas, que en el último
momento nos das, y es un sacramento, el pan, el vino y el queso.
Pueblo callado, soporte de los fuegos de artificio que con soberbia
explotamos, Sancho-santo, Sancho-tierra, Sancho-ibero, Sancho-Rucio y
Rucio-Sancho que has cargado con los fardos. [...]
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