Inicio Biblioteca Complutense Catálogo Cisne Colección Digital Complutense

Mujeres en la Biblioteca Histórica: lectoras, coleccionistas de libros, bibliófilas

Mercedes Cabello Martín 12 de Marzo de 2010 a las 19:53 h

Ex libris de la Condesa de Campo Alange

La recuperación de las procedencias de los libros de la Biblioteca Histórica nos ofrece la oportunidad de reunir a una serie de mujeres lectoras, amantes de los libros, coleccionistas o bibliófilas. El número no es muy elevado: únicamente 33 referencias, lo que supone apenas un 2% del número total de antiguos poseedores reseñados en el catálogo de la Biblioteca de la Universidad Complutense. Sin embargo nos permite presentar a algunas mujeres que, a lo largo de la historia, han coleccionado libros o sencillamente los han leído. En este panorama aparecen reinas, damas pertenecientes a la nobleza, mujeres vinculadas a la vida monástica o religiosa, escritoras y también mujeres anónimas que han dejado su huella en los libros que han poseído.[Seguir leyendo]

 

A la cabeza de las lectoras y coleccionistas de libros del siglo XV se encuentra la reina Isabel la Católica, que reunió una colección privada de libros -diferente del fondo de la Corona- formada por obras procedentes de España, Italia, Flandes o Francia. El vínculo de la reina Isabel con nuestra Biblioteca Histórica fue establecido en 1505 por el rey Fernado, cuando vendió al Cardenal Cisneros nueve códices que habían pertenecido a su esposa y que se guardaban en el Alcázar de Segovia junto con sus objetos personales. Entre ellos se encuentran algunos de los más valiosos tesoros de la Universidad Complutense, como su códice más antiguo, De laudibus Crucis de Rábano Mauro, o los Libros del saber de astronomía del rey Alfonso X el Sabio.

 

Ya en el siglo XVIII otra reina Isabel -en este caso la reina consorte Isabel de Farnesio- reunió una biblioteca de más de ocho mil volúmenes para su uso privado. En palabras de Helena Santiago, era "una biblioteca para el ocio y el recreo, una biblioteca para una lectora curiosa por todas las cuestiones que puedan interesar a una persona inteligente y de mente abierta". La mayoría de los ejemplares se conservan actualmente en la Biblioteca Nacional, pero en la Biblioteca Histórica se han localizado 48 libros de esta procedencia, con su encuadernación característica de color avellana con los escudos acolados de Felipe V e Isabel de Farnesio. Se trata en su mayor parte de obras impresas en el siglo XVIII, todas ellas escritas en francés, entre las que podemos destacar Les vies des hommes illustres de la France, de Jean Du Castre d'Avigny.

 

El segundo grupo de mujeres cuyos libros se custodian en la Biblioteca Histórica es el de aquellas pertenecientes a la nobleza. Algunas tuvieron un papel histórico activo, participando en intrigas políticas, como es el caso de doña Leonor de Velasco, dama de la reina Mariana de Austria que incluso llegó a ser acusada de espionaje, o de María Fernanda Connock, Marquesa de Matallana, que estuvo implicada en la conspiración de Alejandro Malaspina contra Godoy. Como ejemplos de la nobleza europea tenemos a Anne van Keppel, condesa de Albemarle y a la escritora portuguesa Leonor de Almeida Portugal Lorena e Lencastre, marquesa de Alorna. Ninguna de ellas se puede considerar coleccionista en sentido estricto, puesto que su legado consistió en uno o dos libros, en algún caso regalo del autor a la dama en cuestión.

 

Sí entra, por el contrario, dentro de la categoría de amante de los libros Maria Petronila Niño Enríquez de Guzman, condesa de Villaumbrosa, aunque en esta ocasión se trata de lo que podríamos llamar una bibliófila consorte. Su marido, Pedro Nuñez de Guzmán, reunió una rica biblioteca que, tras su muerte, pasó a manos de su esposa. La nota manuscrita que aparece en los libros indica de manera fehaciente que la condesa los apreciaba y leía "desde la primera hasta la última página" (afirmación que establecía, como conocedora de ella, en impecable lengua latina). En nuestra Biblioteca Histórica se conserva su ejemplar de la Nueua filosofia de la naturaleza del hombre compuesta por Oliva Sambuco e impresa en Madrid en 1588, en el que consta la nota de procedencia anteriormente citada: «Ego Maria Petronila Niño Enrriquez de Guzman Comitissa Ville Umbrose hunc legi librum à prima usque ad ultimam paginam».

 

Una de las coleccionistas mejor estudiadas -está escribiéndose actualmente una tesis doctoral sobre este personaje- ha sido la Condesa de Campo Alange. En realidad no se trata de una condesa sino de dos. La primera de ellas, Agustina de la Torre, fue una mujer ilustrada, contemporánea del rey Carlos III, que reunió una biblioteca de unos 1660 volúmenes. Se puede considerar como la primera bibliófila de una familia que se destacó por el amor a los libros a lo largo de su historia. Su colección pudo mantenerse completa debido a una disposición testamentaria que impidió que la biblioteca pudiera fragmentarse y repartirse entre los herederos.

 

Ya en el siglo XIX, otra condesa de Campo Alange, María Manuela de Negrete y Cepeda, continuó con la afición a los libros de su antecesora. Tuvo un extraordinario papel en la vida cultural y social madrileña, y su biblioteca llegó a ser una de las más notables de la época. Fueron sus herederos quienes vendieron la colección al Estado en 1891, conjunto que en la actualidad se conserva en la Biblioteca Histórica de la Universidad Complutense (en su mayor parte) y en la Biblioteca Nacional.

 

Un tercer grupo lectoras que han dejado su huella en la Biblioteca Histórica de la Universidad Complutense estaría formado por aquellas mujeres relacionadas con la vida religiosa, como las monjas Sor Josefa de San Joaquín o Sor María Manuela, del convento de San Bernardo de Alcalá. Un caso especial lo constituye doña Juana de Artajos y Monserrate, madre del jesuita Marcos López, de la Casa Profesa de la Compañía de Jesús de Madrid. Donó quince libros a la librería de esta misma Casa Profesa, en su mayor parte libros de carácter religioso, filosófico y moral, aunque también llaman la atención algunas ediciones de clásicos latinos.   

 

Como colofón, no podemos olvidar al resto de las mujeres, de diversas nacionalidades y pertenecientes a muy distintas épocas, cuyo nombre se puede recuperar en las páginas de sus libros: María Tomasa Angulo y Espinosa, de quien sabemos que, allá por el siglo XVIII, se hizo cargo de una ganadería de toros bravos, Ana de Carvajal, Cecilia Erencia y Rubio, Laurencia de Zorita... Sus ex libris, notas manuscritas, firmas, sellos... dan testimonio silencioso de su actividad intelectual y las ponen en contacto con nosotros, lectores e investigadores de hoy.

 

Bibliografía:

Bookmark and Share
Ver todos los posts de: Mercedes Cabello Martín

Comentarios - 2

M. Luisa

2
M. Luisa - 15-03-2010 - 13:26:31h

Muy interesante y, sobre todo, cuántas mujeres, sobre todo lectoras no nos han dejado ninguna huella de que lo fueron y cuántas otras enseñaron a leer a otras.

Antonia Pino

1
Antonia Pino - 15-03-2010 - 13:23:14h

Da gusto leerlo, gracias


Universidad Complutense de Madrid - Ciudad Universitaria - 28040 Madrid - Tel. +34 914520400
[Información - Sugerencias]