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Los hijos de la Historia

Susana Corullón 12 de Julio de 2011 a las 10:33 h

Si quisiéramos escribir una novela histórica podríamos elegir varios caminos: Meternos en la piel de un personaje que existió realmente y hacerlo protagonista, contar la vida de personas normales a las que la Historia les ha sorprendido, o crear personajes híbridos, que son ellos mismos la Historia con mayúsculas, aunque no recordemos haber oído hablar de ellos en los libros.

Éste es el camino que eligen Günter Grass en el Rodaballo y en Es cuento largo, y también Salman Rushdie en Hijos de la medianoche.

Saleem Aziz, el protagonista de esta última, nació en la medianoche del 15 de agosto de 1947, justo en el momento en que la India obtenía su independencia del Imperio Británico. Haber nacido en el mismo instante que tu país, es una carga pesada para arrastrar de por vida, cuando hasta el Primer Ministro te envía una carta en la que dice que deposita en ti sus esperanzas.

El hada o la musa de la Historia, regala a sus hijos dones sobrenaturales: los personajes de Günter Grass son tan inmortales como ella, y Saleem Aziz posee primero el don de la telepatía y después el de un olfato prodigioso. Pero los regalos de los hijos de Clío en realidad sólo sirven para extender el "mal del optimismo". ¿Quién no se siente optimista ante una vida por delante, o ante un país que nace? La realidad es que los dones de Saleem y los del resto de los niños nacidos en aquella medianoche, se estrellan contra los acontecimientos, como la insignificancia cruel del destino personal se impone siempre al exceso de expectativas.

 

A pesar de la semejanza de estructura entre la novela de Rushdie y las de Grass, existe una diferencia cualitativa, Rushdie nos habla de la India: el Oriente mágico, lo "otro" con qué medirse , la materia de los sueños de Occidente.

 

Dice Agustín Pánikar en el prefacio a su libro Índika: "Cualquier representación que fabriquemos acerca de un mundo como "India" no es más que una recreación, una composición que, intuyo, es al unísono poética, prosaica, filosófica y existencial...Indagar en eso que hemos denominado "India" podría ser una nueva forma de retejer nuestras creencias y experiencias. Describir algo consiste en relacionarlo con otras cosas. Interpretar."

 

La misma Historia de la India que Saleem Aziz lleva escrita en la piel, sería para Pániker la consecuencia de la interpretación orientalista y colonial de un mundo. La reivindicación de la identidad de una nación procede más de los ideólogos que del pueblo. La Historia verdadera es siempre la de la Nación. Lo demás son las pequeñas historias de la gente corriente, que puede convivir con su vecino sin importarle la diversidad de credos e ideologías.

Quizás sea por eso, que la mágica aureola de Saleem termina por disolverse en una existencia gris. Si es que puede llamarse gris a la vida de un fabricante de encurtidos en Bombay:

 

"¿Qué hace falta para la chutnificación [el chutney es un condimento hecho de frutas ácidas, cebollas, uvas, dátiles, etc. con especias y vinagre]? Materias primas, evidentemente: frutas, verduras, pescado, vinagre, especias. Visitas diarias de mujeres koli con sus saris atados entre las piernas. Pepinos, berenjenas, menta. Pero también: ojos, azules como el hielo, que no se dejen engañar por los halagos superficiales de las frutas: que puedan ver la corrupción debajo de la piel de los cítricos; dedos que, con el toque más alado puedan sondear los corazones secretos e inconstantes de los tomates verdes; y sobre todo una nariz capaz de discernir los lenguajes ocultos de lo-que-hay-que-encurtir, sus humores y mensajes y emociones..."

 

Con esta entrada cerramos el blog por vacaciones y deseamos a todos nuestros lectores un feliz verano.

 

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