para la biblioteca de Bellas Artes de la UCM
con motivo de su 98 cumpleaños
Esta biblioteca tiene una larga tradición de vivir realquilada, un poco "okupa", y una experiencia de mudanzas, de ir de un lado a otro buscando acomodo.
La coexistencia, en el mismo edificio, de una escuela para las enseñanzas de arte con una Real Academia (muy mayúscula) hizo que la biblioteca fuera una larva dentro de un organismo que habitaba en otro distinto. Sí, como las muñecas rusas. Solo que, al fondo de todo, dentro de la anteúltima capa, no era la figurita más pequeña lo que se desvelaba porque una biblioteca es siempre una inmensa posibilidad de vida.
En el mismo edificio, separadas por la ley, pero mezcladas en pasillos y escaleras, convivían dos comunidades. Señoros sabios, por un lado, y señoritos raros que preferían el pincel a la notaría, por otro. Académicos y aprendices de arte. Ya desde finales del siglo XIX en el segundo grupo entraron mujeres, entonces señoritas.
Toda esa contigüidad y esa mezcla se reflejaba en las colecciones que dieron origen a nuestra biblioteca porque se gestaron como una rareza, un cuerpo extraño, una habitante "de prestado" con deseos de ser otra cosa. Lo que se requería para el aprendizaje del arte crecía en el interior de unas colecciones pensadas desde el gusto aristocrático por el saber. Esa vivienda prestada, de pariente pobre que sabe que molesta, duró siglos. Son cosas que marcan.
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