Inicio Biblioteca Complutense Catálogo Cisne Colección Digital Complutense

Las amistades peligrosas de Choderlos de Laclos: una mirada libertina

María luisa Esteban Hernández 14 de Marzo de 2011 a las 11:22 h

 Los intrincados caminos recorridos por el término "libertino" para acabar significando hombre de costumbres depravadas han enredado la madeja sin necesidad, porque este sentido estaba ya latente en el vocablo desde su aparición. Libertino era el nombre que Roma había dado al hijo del liberto o esclavo manumitido, y desde sus comienzos ya quería señalar al que no sabe usar la libertad de que goza.

En el discurrir de los tiempos el término va engrosando su contenido semántico y cargándose de matices y a partir del siglo XVI en su significado predominan ya, confundidos, dos conceptos: libertino es el impío, el ateo, el incrédulo; y también, el depravado, el licencioso, el disoluto. A lo largo del XVIII se va abriendo paso cierta concepción hedonista de la vida, que convierte el goce sensual en valor preferente. Y esa moral se irá afirmando conforme nos vayamos acercando a 1789, cuando la Revolución Francesa liquide el sistema de valores sociales y religiosos del Antiguo Régimen.

 Entonces, en medio de una atmósfera de carpe diem, frente a un mundo que se derrumba (caos económico, deterioro de la imagen del poder, rechazo del orden constituido...) y  a la entronización de nuevos valores, (razón, naturaleza, libertad), el libertino, en su doble vertiente de incrédulo y depravado, se irá descargando en gran medida de su rebeldía religiosa para acentuar su búsqueda del placer, convertido éste en nuevo dios y única meta de su existencia.

Se trata de un clima que al principio se insinúa solamente en Versalles, pero que lentamente va a ir salpicando a toda la sociedad. Y en este contexto se mueven los personajes de nuestra novela, deudora, como no puede ser menos, de su tiempo y su reflejo.

El autor de la obra, Choderlos de Laclos, (1741-1803)  es un militar, frustrado en su carrera, tal vez también en su vida amorosa y fracasado además en su actividad como escritor,  hasta que le llega el éxito con la publicación en 1782  de esta joya. La estampa que nos ofrece de una aristocracia frívola y egocéntrica, ajena y despreocupada de las miserias de su entorno, paseando su vida ociosa por lujosas villas y palacios rococós, fue juzgada con severidad por sus superiores, que, escandalizados, enseguida se percataron del contenido incendiario de la obra y sancionaron al autor. Pero la novela obtuvo desde el primer momento un éxito abrumador y rescató definitivamente del olvido a su creador.

Echemos un vistazo a sus principales personajes, a sus andanzas y fechorías: El vizconde de Valmont, un libertino que pulula en ese ambiente prerrevolucionario, uno de tantos si no se tratara de un antiguo amante de la Marquesa de Merteuil a quien ésta enredará en un juego peligroso; y, la propia marquesa, una especie de Casanova femenino, diabólica, maquiavélica y astuta, poseída por una avasallante obsesión erótica y una ira contenida que desfoga dedicándose a corromper tiernas e inocentes jovencitas; Valmont será el instrumento oportuno para su cínico ejercicio, una marioneta en sus manos.

Nosotros descubriremos el desarrollo de sus planes a través de la lectura de las cartas que ambos se entrecruzan; cartas que componen un verdadero tratado de intriga y resolución para hacer el mal. En ellas percibimos nítida la figura de esta mujer sagaz, verdadera personificación del mal, su mente racionalista, la frialdad de su carácter, su autodominio, el análisis lúcido y distante de sus más íntimos impulsos con tal fuerza que a veces nos parece como si sólo ella existiera de verdad en la narración.

El perfil de su contrapunto, Valmont, es el de un profesional del erotismo dieciochesco, vanidoso, mas depravado que malo y con un  punto de inconsciente ingenuidad. Valmont, a quien ella persuade y obliga a entrar en su pérfido juego, con la misión de seducir y corromper a la incauta doncella que ha convertido en blanco de su venganza, pues venganza parece su afán de pervertir la femenina virtud tan valorada en esa sociedad que ella desprecia y secretamente burla, tras una hipócrita apariencia de sumisión a sus valores.

Esta pareja de corruptores despliegan el arte del sabroso disimulo, moviéndose con elegancia  y aparente honestidad por ese mundo, mientras urden sus malvadas maquinaciones. Y con temeridad y arrojo se lanzan sobre sus víctimas desprevenidas e inexpertas, sabiendo que, en cualquier caso, sus privilegios de cuna les garantizan un alto grado de impunidad.  

El cine  y la televisión se han interesado con frecuencia en  recrear esta novela e incluso contamos con una composición operística, The dangereous liasons de Conrad Sousa, estrenada en San Francisco en 1994.

En televisión  ha sido objeto de diferentes series : una colombiana, estrenada en 1998, bajo el título de "Perro amor", y dos francesas, con el mismo de la novela, "Las relaciones peligrosas"; la primera dirigida por Claude Barma en 1980 y la segunda por Josée Dayan en 2003, con Catherine Deneuve, Rupert Everett y Nastassja Kinski en sus papeles principales.

Centrándonos en el cine, podemos dar noticia de, al menos, cinco versiones en los últimos cincuenta años. La más lejana en el tiempo, una adaptación titulada, "Las relaciones peligrosas", realizada en 1959 por Roger Vadim,  con un grande de la escena francesa, Gérard Philippe, en el papel del vizconde.

Ya había asumido este inolvidable actor la apariencia de un personaje dieciochesco en la deliciosa "Si Versalles pudiera hablar" (1952), de Sacha Guitry, todo un icono del cine francés. Y le recordamos también reencarnando con arte y asombroso parecido físico la figura de Modigliani en una delicada versión que de su vida efectuara Jacques Bécquer, en 1957, "Montparnasse 19". Inolvidable además en otras muchas, su interpretación de Valmont constituye su última aparición ante las cámaras, ya que desgraciadamente moriría, en plena juventud, a poco de terminar el rodaje.  

Pero sigamos con las diferentes versiones de la obra que nos ocupa, las más recientes son "Scandal" (2003) de Je yong Lee, adaptación muy libre de la obra, y "Crueles intenciones" (1999), que Roger Kumble, siguiendo también en lo esencial su línea argumental, traslada al Nueva York de hoy, ambientando la historia en un círculo de jóvenes adinerados. Su película, entretenida, fue bien recibida por crítica y público. 

Pero fué en la década de los ochenta cuando el cine logró sus más brillantes adaptaciones de esta penetrante novela epistolar. Nos referimos a sendas películas que prácticamente se estrenan casi a un tiempo: "Las amistades peligrosas", (1988), del inglés Stephen Frears,  y "Valmont", (1989), del checo Milos Forman. Se trata en ambos casos de dos estupendas recreaciones de esta narración, bien contadas, bien ambientadas y bien interpretadas. La de Milos Forman cuenta desde luego con dos actores de primerísima fila, Anette Bening y Colin Firth, y, sin duda, es una buena película. Pero la de Frears en particular no sólo convence y emociona, porque se trata de una obra redonda, sino que acierta de lleno al recurrir además a dos monstruos del cine para dar vida a estos dos pérfidos: Glenn Close como la marquesa, y John Malkovich como Valmont, y ambos consiguen realizar un trabajo de altos vuelos, alcanzando niveles interpretativos de una profundidad y riqueza más que notables. En justicia, también Michelle Pfeiffer, reencarnando a la devota y virtuosa señora de Tourvel, inocente víctima de sus intrigas, estuvo a la altura de las circunstancias, consiguiendo con ello consolidar su carrera que ya se anunciaba exitosa.    

Si hubiéramos de quedarnos con una sola de entre tantas versiones, sin duda recomendaríamos la de Stephen Frears, tan fiel al espíritu de la obra de Choderlos de Laclos. Pero, como no es el caso, animamos a ver además la de Milos Forman, que también constituye un disfrute. Eso sí, no se pierdan la novela; si no la han leído todavía, no lo demoren más, que es lectura que te atrapa y no te suelta hasta el final.

Bookmark and Share
Ver todos los posts de: María luisa Esteban Hernández


Universidad Complutense de Madrid - Ciudad Universitaria - 28040 Madrid - Tel. +34 914520400
[Información - Sugerencias]