Quisiera escapar / como un venado herido / hasta Arkansas.
Estos versos atribuidos a Oscar Wilde suponen la cita de inicio de Arkansas (Anagrama, 2002), un libro compuesto por tres novelas cortas, independientes la una de la otra en cuanto al argumento, pero con el mismo regusto melancólico y decadente sobre el mundo de la belleza y la seducción. No es gratuito comenzar esta crítica precisamente de la misma manera que el libro: con ella David Leavitt demuestra su admiración por escritores como Wilde, Somerset Maugham o E. M. Forster, grandes ejemplos literarios del hedonismo y el descaro, pero también de la soledad narrada con importantes dosis de humor. De hecho, en la primera pieza de "Arkansas", "El artista de los trabajos universitarios", el propio Leavitt cuenta en primera persona una relación (ficticia o no) que mantuvo con un mal estudiante cuando fue profesor en UCLA y se refiere en varias ocasiones a Forster, cuya obra investiga como docente en la Universidad. Del autor inglés transcribe el siguiente poema que dedicó a un campesino:
La carne juvenil no lastra tu juventud. / Eres eterno, infinito, / eres lo desconocido y lo cierto.
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