Aïssatou,
He recibido tu carta. Para responderte abro esta libreta, que será el punto de apoyo de mi desconcierto: nuestra larga experiencia me ha enseñado que la confianza suaviza el dolor.
Tu existencia en mi vida no tiene nada que ver con el azar. Nuestras abuelas, que vivían en poblados separados por una valla, hablaban diariamente. Nuestras madres se peleaban para cuidar de nuestros tíos y tías. Y nosotras hemos desgastado las faldas y las sandalias por el mismo camino de piedras de la escuela coránica.
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