Mujeres y niñas migrantes, procedentes de diferentes países de la empobrecida Europa, llegaban a trabajar hasta 56 horas a la semana en las fábricas textiles de Massachusetts. Corría el año 1912 cuando estas mujeres se organizaron y emprendieron una huelga que movilizó a más de 25.000 trabajadores en todo el estado. Una huelga que se saldó con una clamorosa victoria que supuso un aumento salarial del 15%, la reducción de la jornada laboral y otras mejoras que aliviaron en parte la violenta explotación que sufrían. Ha pasado a la historia como la huelga del “pan y las rosas” por el discurso que la socialista y sindicalista Rose Schneiderman brindó a las huelguistas de Lawrence:
“Lo que la mujer trabajadora quiere es el derecho a vivir, no simplemente a existir: el derecho a la vida como la mujer rica tiene derecho a la vida, al sol, a la música y al arte. No tiene nada que la trabajadora más humilde no tenga derecho a tener también. La trabajadora debe tener pan, pero también debe tener rosas”.
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