El formato epistolar es frecuente en la novela desde el Siglo de Oro -Novelas sentimentales, de Diego de San Pedro-, o posteriormente, en el XVIII - Cartas marruecas, de Cadalso, o Werther, de Goethe-, en el XIX - Pepita Jiménez, de Juan Valera, La estafeta romántica, de Galdós, o de Dostoievski, Pobres gentes-, y ya en el XX el ya clásico Drácula, de Bram Stoker , las Cartas de amor de un sexagenario voluptuoso, de Delibes, o la magistral de Antonio Tabucchi, Se está haciendo cada vez más tarde, entre otras muchas.
Ésta de Molina Foix no es menos admirable, como admirable es para el lector la perfección técnica y la inmensa cultura del autor cuyo buen oficio en la construcción de las historias que destilan las cartas es lo que hace de aquéllas una novela de exquisita lectura. Pero no se trata de una nueva manifestación del llamado género epistolar, sino, justamente, de lo que el autor llama "novela en cartas", en la que cada misiva forma parte de un hilo narrativo que va conformando un argumento a través del cual se entrelaza la vida de unos personajes, la mayoría bien conocidos en nuestra historia contemporánea, y otros inventados, que se relacionan por carta.
[Seguir leyendo] Llegaste con espuma, furioso, dulce, tibio...