El jerezano Juan Bonilla elabora en esta novela (Prohibido entrar sin pantalones) una semblanza de Vladimir Maiakovski. Excéntrico, narcisista, ególatra, arrogante, carismático, el que también fuera conocido como el poeta de la revolución bolchevique, logró convencer a sus próceres, a Lenin primero y después a Trotsky, de que el futurismo habría de convertirse en el Arte Oficial de la Revolución, o lo que es lo mismo, el futurismo sería arte revolucionario o no sería nada.
"[Somos] revolucionarios, el Arte es nuestra sola causa, eso quiere decir que queremos transformarlo todo en Arte... pues el Arte no es otra cosa que la expresión más concentrada y enérgica de la Vida, y Vida es precisamente lo que queremos crear".
[Seguir leyendo] No podemos ir muy lejos con bibliotecarias como usted