Cuando viajo a un país nuevo me gusta preparar ese encuentro. Casi siempre trato de leer algo sobre su historia, ojeo alguna guía (aunque prefiero utilizarlas sobre el terreno y, muchas veces, me producen más placer cuando ya he regresado a casa) o busco literatura sobre ese lugar.
Muy a menudo, una novela nos enseña más sobre una época, un acontecimiento, una persona o un país que otras obras científicas y bien documentadas, con acercamientos de disciplinas académicas asentadas.
El caso es que cuando supe que iba a hacer un viaje de trabajo a Argentina, allá por junio, y planeé quedarme una semana más de vacaciones, empecé a recopilar información y lecturas. Los amigos de aquí y de allá me aconsejaron sitios, paseos, comidas y libros. Nora, por ejemplo, me dijo que tenía que explorar la vida teatral de Buenos Aires: "No te pierdas los espacios alternativos y acuérdate de Timbre 4"; Ana Banana y Clara me decían que paseara mucho por todas partes: "¡Ufff, ya verás qué librerías!", "No dejes de pasarte por San Telmo"; Fernando Godoy me convenció de que me buscara un hotel en Palermo Soho y Michèle me recomendó probar los vinos y experimentar con los restaurantes: "Se come bien por todas partes".
[Seguir leyendo] Argentina no acaba nunca. 1ª parte