No sólo de novelas se alimenta el apetito lector. Están otros géneros que nos proporcionan placeres y, entre ellos, el ensayo es uno de mis favoritos. El libro que traigo hoy a Sinololeonolocreo es uno de esos ensayos que cumple la doble función de activarnos mentalmente y hacernos disfrutar. Su autora, una antropóloga de la lectura, es tan delicada en sus observaciones y en el encaje en el que las presenta, que produce, a partes iguales, placer estético y efervescencia intelectual.
Una infancia en el país de los libros de Michèle Petit es un libro de memorias de infancia y juventud. La autora se interroga a si misma tal como lo ha hecho con distintos grupos de jóvenes y niños de poblaciones desfavorecidas.
Su interés no está centrado en cuánto se lee, ni en qué se lee (en el sentido de ajustarse a un tipo de canon) sino en las transformaciones que propicia la lectura. La clave está en cómo las personas nos apropiamos de los textos y los utilizamos para construirnos.
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