También lo amaba en nombre de mamá. Porque ella no podía amar (p. 123)
Teena Maguire, con su hija de 12 años, decide atravesar un parque una noche del Cuatro de Julio para acortar el trayecto de regreso a casa. Un grupo de casi adolescentes se interpone entre ellas y el resto de su vida, al violarla y maltratarla hasta casi matarla.
Lo peor vendrá después, con las sucesivas violaciones perpetradas por familiares que juzgan limpios a sus sucios congéneres, por abogados cuyos escrúpulos son inversamente proporcionales a su abultada minuta, por amables vecinos ayer que hoy te juzgan culpable último de tus desgracias y se permiten insultarte o se pliegan a las conveniencias; por una misma hirviendo en el dolor interno. Incluso por la arrogancia posterior de los cobardes violadores.
[Seguir leyendo] Cuestión de suerte