No todo se puede escribir. A Sócrates no le gustaba nada la escritura, ni tampoco a los antiguos chinos. Zhuangzi, filósofo chino del siglo III a. C., nos cuenta la historia de aquel carretero que le espetó a su amo, un duque lector, que su lectura no era más que los “posos de los antiguos hombres”:
“Cuando labro una rueda – le explicó el carretero al enojado duque- si la hago holgada, entra suave pero no queda bien sujeta; y si estrecha, queda dura y no entra. Ni holguras ni estrecheces, sino lo que conviene a la mano y responde a la mente.
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