Desde su juventud, Elías Canetti acarició la idea de escribir un libro sobre la muerte, o mejor dicho "contra la muerte". Sus circunstancias personales: su padre murió siendo él un niño, y la desaparición sucesiva de todos sus seres queridos, se agravaron con el espectáculo de la mortandad masiva a consecuencia de la II Guerra Mundial.
"Mi odio contra la muerte presupone una permanente conciencia de ella". Desde los años treinta, tenía la intención de desarrollar esta idea en una novela: "El enemigo de la muerte". La tarea titánica del protagonista sería conseguir la inmortalidad de los hombres. En este empeño, no le estaría permitido fracasar, pero sería frívolo dejarle triunfar en un mundo en el que los hombres siguen muriendo por millones.
Canetti abandona el proyecto al darse cuenta de que prefería expresar sus convicciones sin disfraces, ya que "nada se consigue enviando a un personaje cobardemente por delante".
El libro sobre la muerte debía ser algo más personal, así que el autor durante largos años fue apuntando todos los pensamientos sobre la muerte que se le ocurrían al hilo de sus lecturas, a la vez que recopilaba información de fuentes antropológicas, literarias, recortes de prensa, etc.
¿Cómo se puede rechazar algo tan evidente como la muerte? La postura de Canetti resulta sin duda chocante y paradójica, pero no lo es tanto, si tenemos en cuenta las veces en que la muerte llega a percibirse como una liberación, o  el uso que hacen de ella religiones o ideologías para prometer paraísos. La cultura funciona como "filtro que nos distrae de la muerte", un filtro sin duda bienintencionado, pero que a veces actúa como narcótico de las ganas de vivir.
En estos días dedicados al recuerdo de los difuntos, recomendamos la lectura de El libro de los muertos, de Elias Canetti. Según sus palabras: "Los intentos de mantener vivo el recuerdo de los hombres, en vez de a ellos mismos, son, pese a todo, lo más grande que la humanidad ha hecho hasta ahora."
Los interesados en el tema pueden consultar en este enlace: Otras lecturas sobre la muerte.

La desesperación es el precio que pagamos por el rastro divino que habita en nuestra alma. La sentimos al borde del abismo, mientras el vacío se abre a nuestros pies. Es el grito ahogado de nuestra finitud envidiosa de Dios.

Ya Durkheim decía en El suicidio , que la primavera es la estación preferida por los suicidas. ¿Por qué la plenitud de la vida, puede traer consigo la apetencia de la muerte?