Un flujo de situaciones, promesas, nostalgias revividas, objetos y estilos nuevos, nos seducen en el gran hipermercado de la realidad, y nos mantienen en un estado de cambio constante, buscado con ahínco para sentirnos vivos.
Nuestra máquina se parará algún día, es absurdo pensar en un movimiento infinito. No lo veremos todo, ni lo sabremos todo ¿pero a quién le preocupa eso? El hiperconsumo es una fuente continua de juventud. No es un presente perpetuo, sino del deseo de renovación constante de uno mismo y de la realidad. El pasado interesa, pero nunca repetido, fosilizado, no sentido.
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