La ciudad es algo más que mobiliario urbano, parques, luces y semáforos. Es también la narración de los afectos de los que en ella habitan, el diálogo constante entre el espacio y las personas, que en teoría sirvieron de medida para la creación municipal. El poeta se hace un ciudadano más: sin quejas ni moralinas, sólo invita al viandante a su juego de sobrentendidos.
"[...] El edilicio ingenio
dispuso esas fragantes bambalinas
y colocó en su centro
al ciudadano empadronado
para júbilo, y gloria, y goce mutuos.
Y así ha vuelto a ser rey -si no arrogante,
al menos comedido y respetuoso-
de lo creado el hombre, los domingos.
A veces, entre horas,
cualquier día laborable
también regresa y mide,
incógnito y fugaz, con leves pasos
su dominio,
comprueba el orden de todos sus bienes
(bancos, sauces, palomas, fuentes, pétalos,
estatuas, urinarios, mariposas),
deja
su luminoso cetro entre las ramas,
y vuelve hacia su sitio de cosa entre las cosas,
dirigido por rótulos y luces,
acosado por claxons y sirenas,
cerrada la esperanza, el miedo abierto,
y el deseo también y la nostalgia
de todas las mentiras que creyó cuando niño..."
Tratado de urbanismo / Ángel González
Tratado de urbanismo